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El misterio de las piedras que viajan

Más misterioso es que ante cada cosa rara, la gente apunte para el lado de los platos voladores. ¿O será todavía más estrambótico que ante cosas como ésta, la gente con cartel de racional salga corriendo a abrazarse a cualquier hipótesis que descarte lo sobrenatural o desconocido?

Se suponía que este fenómeno que hace tambalear la lógica sólo ocurría en Racetrack Beach y en el Valle de la Muerte, ambos en Estados Unidos; pero se registra también en otros lugares.  Por ejemplo en una laguna que por momentos se seca, denominada Altillo Chica, en La Mancha (Lillo, España), donde las condiciones del terreno son bastante diferentes.  La explicación fantasiosa ya la estarán imaginando: va desde extraterrestres hasta gnomos y fantasmas, todos terriblemente caprichosos y traviesos, pues ningún móvil justifica ese empeño en andar arrastrando piedras de un lado para otro cuando nadie los ve.

¡Porque nadie ha sido testigo presencial de los movimientos! Al menos hasta ahora. Han colocado cámaras de investigación, algunas con infrarrojo aunque son piedras frías. Toman fotos cada tantas horas o minutos, pero ocurre que las piedras se comportan como piedras inertes durante dos o tres años, antes que por alguna causa, unas comienzan a moverse y otras continúan quietas donde están. De manera que a la larga se aburren, se deteriora el equipo o se los roban.

En cuanto a los argumentos racionales pie-a-tierra, se basan principalmente en las temperaturas bajo cero frecuentes en esos lugares, las cuales propiciarían la formación de capas de hielo sobre las cuales podrían deslizarse las rocas, al impulso de vientos que en el Valle de la Muerte tienen ráfagas 145 kilómetros por hora. Redondito el argumento si no fuera porque el viento se encapricha con algunas de esas rocas y no con todas ellas. Hay algunas que viajan en patota y muchas otras que viajan solas, dejando atrás a otras piedras iguales a ella, que se niegan a migrar.

Aún así parecía bastante consistente la explicación, hasta que vinieron  más observadores en busca de verdades y se les ocurrió encerrar una de esas piedras de gran tradición viajera,  en un corral de 1,7 metros de diámetro, con barras separadas entre sí de 64 a 76 centímetros. De esa manera, si una capa de hielo se hubiera formado alrededor de la piedra y favorecido el movimiento, las barras hubieran frenado o desviado su trayectoria. La piedra en cuestión, pesa medio kilo y dejaba trazas de 7,5 centímetros de ancho.

 

Nada de eso ocurrió, cuentan en la Wikipedia. En el siguiente invierno la piedra se salió fuera del corral pese a todo y recorrió 8 metros hacia el noroeste. A la vez que dos piedras más pesadas entraron en el corral; una de ellas se movió 5 años más tarde en la misma dirección que la primera, pero su compañera no se movió durante el período de estudio. Esto indica que si el hielo jugó un papel en el movimiento de las piedras, entonces el collar de hielo que las envolvía debía de ser pequeño.

Así que con total propiedad podés rechazar el argumento de los platos voladores;  pero tu inquietud ante lo irracional no cesa con las explicaciones encontradas hasta ahora. Podrían ser piedras a las que nadie les explicó que debían quedarse quietitas. Son piedras que reprobarían Física en el liceo.

Que no se inquieten los que se ponen nerviosos con la irracionalidad, al final (para que no se pierda la expectativa) inserto la última de las teorías, la que parece más solida… aunque si de verdad querés tener espíritu científico y pretender la verdad verdadera,  deberías desconfiar también de ésta. ¡Ay Descartes, cuánto se parece la Verdad a la Fé! (1)

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Una explicación con varias exageraciones y con muchas ganas de huir desesperadamente de lo inexplicable.

 

Las piedras navegantes, dice la Wikipedia, también conocidas como piedras deslizantes y piedras móviles (en inglés: Sailing stones), son un fenómeno geológico por el cual las rocas se mueven, sin intervención humana o animal, y dejan largas trazas, a modo de surco, en una superficie llana.

Las piedras se mueven solo cada 2 ó 3 años y la mayoría de sus huellas se conservan durante 3 ó 4 años. Las piedras con base angulosa dejan trazas estriadas y rectas, mientras las que tienen base lisa dejan marcas “divagantes”. A veces, las piedras se vuelcan, y ponen en el suelo otra de sus caras que deja un rastro diferente.

Las trazas comúnmente tienen orientaciones y longitudes que difieren de unas a otras. Las piedras que empiezan su trayecto junto a otras, pueden viajar en paralelo hasta que algunas de ellas se desvía según cualquier dirección o, incluso, retrocediendo. Piedras del mismo tamaño pueden dejar trazas de distinta longitud.

Y si es el viento lo que las mueve, ¿por qué no viajan juntas y en trayectos paralelos?

Muchas de las llamadas piedras deslizantes, continúa la Wikipedia,  provienen de un promontorio de 260 metros de altura, situado en el extremo sur de la Playa que está formado por dolomías negras. Otras son rocas ígneas intrusivas que derivan de relieves próximos (constituidos fundamentalmente por sienitas ricas enfeldespato). Las trazas miden de 3 a 30 metros de longitud y de 8 a 30 centímetros de anchura. Su profundidad media es 2,5 centímetros. El tamaño medio de las rocas oscila entre 15 y 45 cm.

Detengámonos acá un momento. La huella que dejan tiene una profundidad que puede ser mayor a 2,5 centímetros. Eso echa por tierra varios de los argumentos más facilongos, porque si deja semejante trazo, es porque el suelo le ejerció resistencia importante por más fangoso que se hubiera puesto; la piedra no anduvo flotando y tampoco se deslizó sobre hielo bastante sólido, porque si hubiera sido así, no dejaba huella.

Ya aclararon que no hay pendiente, y si la hubiera, eso no explicaría los trazos que muestran un ángulo de 90 grados y siguen de largo como si regresaran porque se olvidaron de apagar la llave del gas antes de salir a reírse de la gravedad y de tantas otras cosas.

En la Wikipedia le pasan lista a las condiciones previas que se supone deben darse para que las piedras salgan de paseo:

  • Una superficie saturada en agua.
  • Una delgada capa de arcilla
  • Fuertes ráfagas de viento como fuerza inicial.
  • Vientos fuertes sostenidos para mantener a las piedras en movimiento.
  • En algunas de las hipótesis, también es necesario que se formen placas de hielo.

Las trazas, que pueden superar los 100 metros de longitud, presentan estrías longitudinales, describen una trayectoria serpenteante desde el interior de la laguna hacia la orilla y finalizan en rocas de hasta 3 kilogramos de peso. Junto a los rastros de las rocas, se observan otros que terminan en montones de fango y pueden incluir ramas de arbustos y/o rocas en su seno. Incluso, algunas de estas rocas errantes descansan sobre estos montículos.

La buena conservación de las trazas y de las estructuras sedimentarias asociadas (ripples y fragmentos de tapices microbianos arrugados) en la laguna de Altillo Chica, ha permitido a los investigadores Sanz-Montero y Rodríguez-Aranda (2013)desarrollar un modelo alternativo. Éstos proponen que el movimiento de las rocas se produce durante episodios tormentosos, cuando el viento origina corrientes de agua que rompen y arrastran trozos de los tapices microbianos desarrollados sobre el sedimento de la laguna.

La rotura del tapiz causa la exposición súbita del sedimento. Éste es muy poco denso y contiene abundantes burbujas de gas, lo que le dota de una gran flotabilidad que favorece que, propulsado por la corriente, se deslice por la superficie. Las masas de sedimento deslizadas arrastran consigo las piedras y otros objetos tales como ramas y herbáceas que arraigaban en el sedimento. Esta sí que es una buena explicación… para el fenómeno parecido que se observa en España.

Todo comenzó en 1948, cuando los geólogos Jim McAllister y Allen Agnew cartografiaron el área en 1948 y describieron el fenómeno. Luego la revista Life difundió una serie de fotografías sobre las piedras veleidosas y comenzaron las especulaciones. El geólogo George Stanley fue el primero en señalar que la hipótesis del viento no era suficiente y se inclinó a que una formación de hielo podía favorecer el movimiento.

Bob Sharp y Dwight Carey empezaron a monitorizar los movimientos de las piedras de Racetrack en 1972. Finalmente, marcaron 30 piedras con trazas recientes y utilizaron estacas para señalar su localización. Cada piedra recibió un nombre y sus cambios de posición fueron anotados durante un período de 7 años. Sharp y Carey también testaron la hipótesis de la capa de hielo, acorralando un grupo seleccionado de piedras como decíamos al principio. ¡Otra teoría que se tambalea! La hipótesis del hielo no resiste la prueba del corral, previsto para que la piedra rodeada de hielo no pudiera escapar. La piedra se escapó y otras piedras entraron como si nada.

De las 25 piedras bautizadas con nombres, diez se movieron en el primer invierno; “Mary Ann” fue la ganadora con una fuga de 64,5 metros. En dos de los siguientes seis inviernos monitorizados, también se detectaron múltiples movimientos de piedras. No se confirmó que ninguna piedra se hubiese movido durante el verano; durante algunos inviernos, se movieron pocas, o ninguna piedra. Finalmente, todas excepto dos de las 30 piedras monitorizadas se movieron durante los 7 años estudiados. Con 6.5 centímetros de diámetro, “Nancy” (piedra H) fue la piedra más pequeña monitorizada. Esta también se movió dejando la traza acumulada más larga, 262 metros, y realizó en un único movimiento el trayecto más grande, 201 metros. La piedra más grande que se movió pesaba 36 kg.

¡Un momento! ¡Cómo que pesaba 36 kilos! Entonces no eran solo piedras chicas, había algunas considerablemente grandes. Y tampoco se mueven un poquito, una nadita que no da para inquietarse. Estamos hablando de piedras que caminan 260 metros sin motor y sin pendiente.

El caso de “Karen”. Hay una piedra denominada “Karen”, que se mantuvo quieta durante todo el período en que fue monitoreada, pero había llegado hasta donde estaba dejando una huella de 170 metros en algún momento desconocido. Pesa 320 kilos ¿y me vas a decir que la llevó el viento, que se deslizó sobre el hielo? En 1994, “Karen” había desaparecido, no se descarta que haya quedado enterrada por algún otro fenómeno que se suma a todo esto. En 1996 la volvió a encontrar la geóloga Paula Messina. Así que no me vengas con que todo quedó perfectamente explicado.

Lo que tampoco quiere decir que debamos apuntar a lo sobrenatural, solo quiere decir que todavía no sabemos con exactitud qué es lo que hace mover a estas piedras.

El profesor John Reid dirigió la investigación de seis estudiantes del Hampshire College y de la Universidad de Massachusetts en un estudio continuado en 1995. Encontraron trazas bastante congruentes dejadas por piedras que se movieron a finales de la década de 1980 y durante el invierno de 1992-1993. Se demostró más allá de una duda razonable, que, al menos, algunas piedras se movieron en témpanos de hielo que podrían haber llegado a medir 800 metros de ancho. Las evidencias físicas incluían la presencia de hileras de piedras que solo podían haber sido creadas al moverse en finas capas de hielo. Así que se cree que el viento, por sí solo, y el viento junto con témpanos de hielo son las fuerzas motrices.

En 1996 estudiaron el fenómeno en el lago-playa Owens Dry y encontraron que las ráfagas de viento pueden comprimirse e intensificarse por ser la superficie de la playa tan lisa y llana. Esto significa que las piedras de unos cuantos centímetros de alto pueden sentir toda la fuerza del viento sostenido y de las ráfagas de viento, que puede alcanzar 145 km/h durante las tormentas invernales. Se piensa que estas ráfagas aportan la fuerza inicial, mientras que los vientos sostenidos mantienen el movimiento de las piedras, posiblemente a una velocidad moderada.

¿Y por qué no siguen trayectos paralelos las piedras que viajan hipotéticamente con el mismo viento? En una nota publicada en «Surface Processes and Landforms», Don J. Easterbrook menciona que esto podría deberse a la rotura de una placa hielo, lo que produce rutas alternativas. Aunque, el hielo se rompa en bloques más pequeños, sigue siendo necesario para que las rocas se deslicen.

Todo muy bien, pero estan hablando de piedras chicas, no de esas rocas de grandes dimensiones… También hay que tener en consideración de que nos guiamos por lo que no vimos personalmente y por lo que recopilamos en internet…

Acá tenés, en inglés, el estudio de Paula Messina: «Las piedras deslizantes de Racetrack» por Paula Messina (http://geosun.sjsu.edu/paula/rtp/intro.html)

http://es.wikipedia.org/wiki/Piedras_deslizantes_de_Racetrack_Playa

(1)  Sobre el método de la duda: http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiamedievalymoderna/Descartes/Descartes-DudaMetodica.htm

Guillermo Pérez Rossel