Juan Moreira y/o Pepe Podestá
Uruguayos y argentinos nos identificamos con Juan Moreira cuando nos da bronca la injusticia y sacamos a relucir la justa rebeldía.
Bué… tenés razón, hay una o dos generaciones que saben poco o nada de Juan Moreira y el circo criollo, donde se podía representar a un personaje como ese entrando al galope al picadero y sacando chispas con un facón de 60 centímetros. Pero para eso lo tenemos al amigo Alberto Moroy que nos trae un vívido recuerdo de todo eso que no deberíamos olvidar jamás, pues ese personaje, o más bien lo que de ese personaje imaginó el autor Eduardo Gutiérrez, fue en buena parte lo que nos hizo como somos.
Uno debería preguntarse si el que conformó nuestro criollismo y la heroica imagen del gaucho, fue Juan Moreira o fue el Pepe Podestá, un cirquero que por entonces actuaba como payaso pero estaba siempre dispuesto a desempeñar cualquier rol, todo con audacia e inaudito carisma, el mismo carisma que tuvo toda su familia de cirqueros y actores. Si a Juan Moreira lo hubiera representado Laurence Olivier quizás la obra hubiera merecido un premio de la Academia, pero jamás hubiera penetrado la entraña gauchesca de los rioplatenses. Jamás alguien hubiera saltado al ruedo, facón en mano para defenderlo del milicaje y tampoco hubieran tenido que censurar las representaciones por temor a la reacción de la gente. Además, nadie cuestiona la valentía de Juan Moreira y las injusticiasque con él se cometieron, pero si hilás fino en la verdadera historia capaz que te llevás una gran decepción. Mejor dejalo así y en cuanto a Sir Laurence recordalo en el papel de Ricardo III que le salía bastante bien, aunque ni remotamente cabalgaba como Podestá.
Para no alentar nuevas fantasías patrioteras, el Pepe Podestá no nació en Toulouse sino en Montevideo y tuvo que libretar con textos un Juan Moreira que originalmente era una pantomima. Lo extraordinario del rescate histórico de Moroy, es que el relato lo hace el mismísimo actor.
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Al recordar la infancia, muchos tenemos presente cuando nuestros padres o parientes nos llevaban al circo. Disfrutábamos con los payasos, nos deslumbraban las piruetas de los trapecistas y acróbatas Los domadores y jinetes nos dejaban extasiados. Los osos en bicicleta y los perros jugando fútbol nos deslumbraban Muchas veces emulábamos sus piruetas en el barrio con terribles porrazos En la portada Juan Moreira caracterizado por Pepe Podesta.
El circo criollo
El circo criollo se diferenciaba por constar de dos partes. La primera similar a la que conocimos en los extranjeros, aunque con un entorno bien distinto. La otra se representaba la obra de algún autor criollo. En una oportunidad durante la representación de un drama, en el momento que el protagonista era atacado por la policia, de la platea salio un espectador, subiendo al escenario facón en mano para defender a “Juan Moreira” Fue el espectáculo más popular, en su epoca. Se dice que el primer payaso que se presentó en el Río de la Plata fue el italiano Pedro Sotora «el hombre incombustible», quien en 1834 comía estopa ardiendo y realizaba saltos mortales ante el público de Buenos Aires y Montevideo.
Para quien quiera leer algo excepcional, en consonancia con las actitudes de los espectadores de aquella epoca, les dejo este link, ¡¡Vale la pena leerlo!! Teatro Colón, Buenos Aires, el 24 de agosto de 1866.
Fausto – Impresiones del gaucho Anastasio el Pollo en la representación de esta ópera” Estanislao del Campo
http://www.circuloelrodeo.com.ar/biblioteca/Gauchesca/Fausto%20-%20Estanislao%20del%20Campo.pdf
Interpretación de la muerte de Juan Moreira
Antonio Podesta con sus hermanos Pablo y Amadea / Juan / Geronimo
En 1840 nació Sebastián Suárez en jurisdicción brasileña, aunque sería anotado en Buenos Aires. Siendo niño ve el Circo Olímpico de Juan Lippolis, y ese encuentro lo lleva a buscar materiales como bolsas de arpillera, a las que desarma y vuelve a armar extendidas para confeccionar su primera carpa. Cañas, alfajías, palos y maderas varias lo ayudan para el armazón, la platea y el ruedo. Pero se le plantea el problema de la iluminación. Su crisis financiera le impide conseguir lámparas o velas, así que con envases, botellas y frascos de botica, grasa como combustible e hilos y trozos de tela fabrica los candiles.
El picadero cobra protagonismo en la escena rioplatense en forma paralela al teatro tradicional, con compañías europeas y con gran asistencia de las burguesías locales. En 1869 llega a Buenos Aires el circo italiano Chiarini, con los números hípicos de Giusseppe Charini y la compañía conformada por su núcleo familiar. Ese mismo año comienza a actuar en Montevideo y luego en Buenos Aires, el payaso genovés, acróbata y luchador “Pablo Raffetto”.
Réf. Pablo Rafetto
Pablo Raffetto / Frank Brown
Ref. Frank Brown en Buenos Aires
http://www.cementeriobritanico.org/perhistbritchacarita/frankbrown.html
Además de Raffetto, dos fueron los payasos que conquistaron al público de fin de siglo: “Pepino 88 y Frank Brown”. Este último, a quien Rubén Darío elogiara en su «Autobiografía», llega a estas tierras en 1884 con un estilo distinto al del clon criollo. El inglés nacido en Brighton en 1858 aparece en las carteleras como «El rey de los clowns». Conoce el español y los niños los aclaman cuando lanza golosinas de una cesta a las tribunas.
El verdadero circo criollo
Algunos historiadores opinan que el verdadero circo criollo nace el 1 de abril de 1886 cuando los hermanos José Podestá y Gerónimo Podestá representan la obra de Eduardo Gutiérrez “Juan Moreira” en Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires.
Los Hermanos Podestá
Pre Cosquìn 2013 Circo criollo
Los Hermanos Podestá fueron un grupo de actores circenses de la familia Podestá, que establecieron las bases del teatro argentino y uruguayo. Hijos de los inmigrantes genoveses Pedro Podestá y María Teresa Torterolo, nacidos en Montevideo eran nueve hijos de los cuales Pepe, Antonio, Jerónimo y Pablo (El de la calle en Punta Gorda) integraron el grupo más famoso además de María, Medea y Juan José.
Pepe y Pablo conocieron la fama haciendo el vuelo de los cóndores en el trapecio del circo. Pepe creó el payaso “Pepino el 88”, el personaje cocoliche y escenificó la comedia Calandria de Martiniano Leguizamón. Fundaron la Compañía de los Hermanos Podestá siendo los creadores del circo criollo y crearon una dinastía de actores rioplatenses.
A ellos se les debe la primera representación de la pantomima Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez, origen del teatro argentino en 1884. Atrajeron por igual los públicos de Argentina y Uruguay llegando a actuar en el mismísimo antiguo Teatro Colón de Buenos Aires.
En Buenos Aires
En su homenaje se rebautizó el Teatro Municipal Coliseo Podestá de La Plata (Arg.), lleva el nombre Blanca Podestá un teatro capitalino y la localidad bonaerense Pablo Podestá en tributo al actor. También en Montevideo hay una sala teatral con el nombre de Blanca Podestá, en la sede de la Asociación General de Autores del Uruguay.
Reportaje imperdible a Pepe Podesta 1931
Lo que sigue es un reportaje que le realizo la revista Caras Y Caretas. Tiene relatos imperdibles, y sobre todo deja reflejado lo que era la vida de unos niños traviesos, en un Montevideo bien distinto al que conocemos.
Asi comienza…
El creador del teatro criollo, alma de Juan Moreira, acaba de cumplir setenta y tres años de edad. (1931). Vive en La Plata, en los altos del Coliseo Podestá. Lo rodea el amor de sus hijos, de sus nietos, de sus amigos. Su existencia, a pesar de la gloria, sigue siendo una larga esperanza. Su carácter, no obstante esa larga esperanza, sigue siendo una noble lección de optimismo…
El gran artista que fué padre y madre del teatro Rioplatense, nos relata algunos episodios cinematográficos de su juventud.
La tragedia de un niño
Nací, nos dice Pepe Podestá, en Montevideo, el 6 de octubre de 1858. La casa existe aún.
(1931): calle Andes entre Maldonado y Canelones, propiedad del entonces coronel Aldecoa. Según mis pares, yo era un hermoso chiquilín, vivaracho y sonoro. Recuerdo que muchos vecinos me acariciaban la cabeza al pasar, elogiando mi cara, mis ojos, mis rulos… Un matrimonio francés, sin hijos, dueño de una lujosa joyería, le propuso a mi madre llevarme a París: “Lo educaremos en las mejores escuelas de Francia. Usted es pobre, señora, y tiene muchos hijos. Antes que este niño se haga un saltimbanqui, es preferible que usted nos lo regale. Lo adoptaremos como hijo… Mi madre dio un rugido de leona: lNo! Mi padre, genovés como mi madre, esgrimió un chicote para castigar a los pobres joyeros. Naturalmente, no les hizo nada, pero la propuesta de aquella buena gente le pareció un insulto.
Era en 1866.Yo tenía ocho años. Quince días después, como una maldición, me atacó la viruela. Era viruela negra. Algo como vitriolo. ¡Horrible! Un año estuve ciego, con los ojos comidos por el mal. Recobré la vista, pero ¡ay! no recuperé jamás mi belleza de niño. Las vecinas ya no me acariciaban, ni me daban confites. Acaso les inspiraba lástima. Sin embargo, no me sentí infeliz Al contrario. En mi inocencia adiviné que, después de la viruela, mamá me quería más… ¡Criolla linda, la gaucha genovesa!
Traslado a Buenos Aires
Durante la Guerra Grande, mi padre, Pedro Podestá, sirvió con Garibaldi. Usó la camiseta colorada. Era abastecedor por cuenta del gobierno. En 1846, doce años antes de mi nacimiento, mis viejos se trasladaron a Buenos Aires. Aquí pusieron un almacén en la calle Chacabuco entre San Juan y Cochabamba. (A 10 cuadras del actual puerto Madero) El negocio iba bien al amparo de Rosas. Pero los rosistas le decían a menudo a mi padre: ¡Cuidado, genovés! Si Urquiza llega a Buenos Aires, degollará a todos los gringos.
A fines de 1851, cuando Urquiza ya se hallaba en camino hacia la victoria de Caseros, mis padres vendieron con apuro el boliche. Se fueron a Montevideo. Después nací yo. Mi niñez transcurrió deliciosamente a la orilla del río. Hasta los diez y seis años viví sugestionado por la hermosura de aquella maravillosa pampa de aguas transparentes. Allí, saltando de piedra en piedra, o brincando en la arena, ensayé mis primeras pruebas acrobáticas. Me hice nadador. Lo digo con orgullo. Fui el mejor nadador de mi tiempo. Cada vez que alguien se ahogaba, corrían a llamarme. Yo, vestido, me arrojaba de cabeza al agua, aunque hubiera tormenta. Un día vinieron a decirme: ¡Pepino! Se ahoga un muchachito.
Me eché al río dispuesto a salvar al pibe que allá, a lo lejos, levantaba los brazos pidiendo socorro. Se lo llevaba la corriente. Hundióse dos veces. A la tercera, como sucede siempre, se borraría de la superficie. Nadé. Nadé como un loco… Por fin logré atraparlo de un brazo. Era lo único que se le veía sobre el agua. Me puse el chico al hombro, sin tiempo para verle la cara. Lo sentía respirar en mi nuca. Nadé con un brazo. Llegué a la costa. ¡Qué sorpresa! El chico era mi hermano: Antonio. El mismo Antonio Podestá, músico y actor, que, felizmente, vive todavía.
El primer circo
Los circos, continúa diciendo Pepe, me gustaban de un modo extraordinario. Los ejercicios de acrobacia, los perros sabios, los caballos de las ecuyeres (Amazonas de circo), la carpa, la pista, la alegría dolorosa del payaso, todo el ambiente me daba, en feliz goce encantador de vivir en un mundo al revés. Hasta las naranjas y el maní, que yo saboreaba en las gradas del circo, tenían otro gusto. Había nacido para ser artista… En 1872 mi padre realizó un viaje a Europa. Aproveché su ausencia para hacerme más libre.
El Teatro de la cantera (Parque Rodó, 1872)
Frecuentaba la escuela No. 26 que dirigía don Lindolfo Vázquez. Calle Basagoty, Dr Vicente, Esq. Salvo Ángel, barrio de La Teja. Al salir del colegio me iba con mis compañeros de parranda a los Sauces, hoy Parque Rodó. Allí, en los médanos, ensayábamos las pruebas vistas en el circo. Ayudándonos los unos a los otros, fuimos aprendiendo a hacer las más difíciles.
¿Qué les parece, muchachos, si levantáramos un circo?
Lo improvisamos en una cantera de granito que tenía forma de anfiteatro (Hoy anfiteatro de las canteras del Parque Rodo) .Trabajábamos solamente los domingos por la tarde. El resto de la semana los picapedreros ocupaban con su ruda labor, nuestra pista circense. No teníamos más toldo que el cielo, ni más puerta que el aire. La entrada era gratuita. El público nos alentaba tirándonos vintenes. Uno de mis compañeros, Rebagliatti, el payaso, recogía los cobres. Luego los repartíamos por igual entre todos. Aquel circo natural se hizo célebre. Dos músicos ambulantes se ofrecieron para amenizar el espectáculo. Tocaban como picapedreros, pero, al fin hacían ruido. . . Aquel circo fué la verdadera cuna de mi vida de artista. Yo improvisé algunas salidas cómicas para los payasos, usando términos camperos. Era la primera vez que los payasos no hablaban en gringo.
Moneda de Cobre / Ubicación de la escuela que fue Podestá
Hasta entonces casi todos los «clowns» remedaban la manera de hablar de los ingleses. De allí salió, sin duda, la semilla del teatro nacional. Ahí tienen ustedes cómo de un payaso nació Juan Moreira… Mi madre anhelaba que me hiciera músico. Me dediqué a estudiar el pistón, con el maestro don Antonio Ferreira. Ingresé más tarde en la escuela de la Banda Municipal de Montevideo con el maestro Silva, padre del inmortal autor de la «Marcha de San Lorenzo». Esta vez adopté el bombardino, dominándolo en poco tiempo, lo que me valió el primer puesto entre los ciento veinte alumnos que integraban el núcleo. Cuando el pueblo de Montevideo condujo al coronel Lorenzo Latorre hasta la Casa de Gobierno, como presidente del país, yo formaba parte de la banda oficial. La muchedumbre quiso conducir en andas a Latorre, y éste, sin quererlo, al pasar a mi lado, le pegó en mi bombardino con el codo. El empujón fue bárbaro. Con la embocadura del instrumento partióseme el labio superior. Derramé mucha sangre. (Mi sangre fué la primera que hizo derramar en mi patria don Lorenzo Latorre…)
Cayetano Silva, un viaje a la vergüenza
http://viajes.elpais.com.uy/2011/08/07/cayetano-silva-un-viaje-a-la-verguenza/
En Buenos Aires, la revolución
Con el dinero que gané en algunos circos de Montevideo, me propuse conquistar Buenos Aires. Formé una compañía que se titulaba «Rosso – Podestá». Debutamos el 22 de mayo de 1880, en el «Jardín Florida», Florida y Paraguay (Ciudad de Buenos Aires). Dimos once funciones con éxito halagüeño. Nos sorprendió de improviso un desastre: la revolución contra Nicolás Avellaneda. Plegamos nuestra carpa. . . Poco después se reconciliaron los partidos y en señal de alegría se organizó una velada de beneficencia en el antiguo teatro Colón, frente a la plaza de Mayo, donde hoy está el Banco de la Nación Argentina. Se solicitó nuestro concurso de “pruebistas”, pero se nos dijo: — Para darle más importancia a la función, diremos que ustedes son ¡artistas extranjeros!
Florida 1890 / Revolución balcones calle Florida
Recuerdo que yo figuraba en los programas con el nombre de Witeley. ¡Tiempos aquellos en que era una deshonra presentarse como artistas criollos! Sin embargo, yo no abandonaba mis ideales.
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Pepino el 88
Nace «Pepino el 88″
En 1881 me incorporé a la troupe de Raffetto. Después, reuní a mis compañeros, a mis hermanos y a mis hermanas a quienes yo enseñé a hacer pruebas. (A mi hermano Pablo, que era el menor, yo le enseñé a leer y escribir…) Con todos ellos formé una compañía. Fuimos primero a Rosario del Coya. Yo llevaba un muchacho payaso. La noche del debut, el payaso resolvió suicidarse, como es costumbre de payasos, por angustias de amor. ¡Caramba! Además de la pena de su muerte, ¿qué hacíamos en un circo sin un solo payaso? El payaso era el alma del circo. Mi madre, que siempre nos acompañaba en nuestras jiras, al verme abatido me infundió coraje:
— No te aflijas, Pepino. Tú puedes reemplazar al payaso. Si quieres te haré en seguida una escafandra.
Circo lleno
El circo estaba lleno. — ¡Pan francés! ¡Pan francés! Con una sábana mi buena vieja me confeccionó un traje bolsudo. Era demasiado blanco. Se me ocurrió llenarlo de parches negros y redondos. Tomé una levita vieja de mi padre. La deshice y doblando un pedazo en cuadro saqué del centro, con un tijeretazo, un parche en forma de disco; de un solo golpe había hecho cuatro lunares negros y al desdoblar el pedazo de género cortado apareció un número 88 que pegué en los fondillos. Arriba pinté en graneles letras: «El Gran Pepino», de modo que la gente leyó: «El Gran Pepino 88» (Le puse Pepino porque así me llamaban en casa). Esa noche nació mi popularidad como payaso.
En 1882 don Pablo Raffetto me contrató para su «Politeama Humberto Primo». Era un circo de lona, construido en la calle Moreno. Pepino el 88″ se hizo rápidamente popular con una canción improvisada en salsa de alusiones políticas, sobre personajes salidos de la nada y enriquecidos de repente. Cada estrofa terminaba con el estribillo: No deja de ser basura, la basura que se barre, y aunque a los aires se suba, basura queda en el aire…
Novela de amor
Yo estaba en el Rosario. Trabajaba en el Circo Raffetto. Una noche de carnaval, después de la función, fui con mi hermano Juan a un baile de máscaras, vestido de Pierrot. Acababa de cumplir 25 años. La juventud me ardía. Salté, canté, bailé… Al día siguiente, un amigo se me presentó en el camarín. Anoche me dijo, una dama se enamoró de ti.
— ¿De mí? Debe de estar loca.
— No. Pero puede volverse loca si no vas. Te espera esta misma noche en su chalet. Fui. La dama era un encanto. Me explicó sus congojas. Estaba divorciada de su esposo, un millonario. Le conté mi vida, mis esperanzas, mis ilusiones. Me propuso que dejara el arte por su amor.
— Tengo mucho dinero. Nos casaremos, nos iremos a Europa. Deja el circo…
Yo pensé en mis hermanos a quienes había iniciado desde pequeñitos en las lides del teatro. Dejarlos hubiera sido un crimen. Pasaron los días. No me decidía. Cierta tarde, una joven artista, Baldomera Arias, brillante y deliciosa alumna de Raffetto, fué a despedirse de mi madre. Yo estaba presente.
— Adiós, doña María Teresa — le dijo Baldomera, sollozando.
–Te vas, Baldomera?
— Si. Me voy a San Luis con la compañía de Ferraz. Aquí nadie me quiere… Me miró. Comprendí que me amaba en silencio como yo la amaba.
–Baldomera, ¿quieres casarte conmigo?
“Baldomera me salvó de la «otra». Su amor era todo pureza, ternura, humildad. Nos casamos el 7 de mayo de 1883. A ella le debo los hijos que hoy dan flores en jardín de mi vejez.
Juan Moreira 1886
Una tarde, Eduardo Gutiérrez, autor de la novela «Juan Moreira», hablaba con Alfredo Cattáneo, representante de la compañía de los Hermanos Cario. Dicha compañía representaba pantomimas en el Politeama.
— ¿Por qué no arreglas tu folletín de «Juan Moreira’ en pantomima? La daríamos para el beneficio de los hermanos Cario.
— ¡Imposible! — repuso Gutiérrez. —
Se necesitaría para interpretar a Moreira un hombre que fuera criollo, que montase a caballo, que accionara, que cantara, que supiera bailar y tocar la guitarra. Y, sobre todo, que supiera manejar el facón… — Yo tengo a ese hombre. Es José Podestá, el payaso Pepino. Me llamaron. Gutiérrez hizo el arreglo de la pantomima. El día del ensayo, el director de mímica, señor Pratesi, me decía:
— Pepe: esta noche nos matan.
Fué un triunfo. Moreira estaba en el alma del pueblo. Yo le puse todo mi criollismo, mi corazón, mi espíritu, mi amor a la pampa. Desde entonces, el culto al coraje criollo tuvo un símbolo. ¡Cuántas veces el público se identificó con el drama del gaucho! perseguido por las injusticias! En Chivilcoy un agente de policía viendo a Moreira acorralado por la partida policial, se echó de un salto a la pista, con el trabuco en la mano, dispuesto a defenderlo.
Juan Moreira habla
Juan Moreira mudo no lograba, sin embargo, convencer al gauchaje. Era menester que expresara en palabras sus gestos. Un amigo mío, León Beaupuy, me insinuó la idea de transformar en palabras la mímica. Hice la transformación.
Estrenamos «Juan Moreira» hablado, en la ciudad de Chivilcoy el 10 de abril de 1885. Fué un triunfo que repetimos después en Buenos Aires. Gutiérrez no creyó que Moreira iba a ser la base del teatro nacional. Lo invité varias veces. Nunca quiso asistir a la representación de «Juan Moreira». Ni siquiera quiso escribir el texto del drama, pues con su gran talento lo hubiera hecho mucho mejor que yo.
Sin embargo, puse en la interpretación toda la fuerza de mi temperamento. Di a su personaje central la vibración realista de un gaucho de verdad. En los teatros de campaña, entre los propios gauchos, era donde mejor podía apreciarse mi trabajo de criollo: hacía caracolear en escena a los caballos más ariscos, cantaba como un payador, peleaba con facón usando la maestría de los bravos y bailaba como si hubiera nacido en un bautizo al son de la vihuela. Infundí tanta realidad a Juan Moreira, que muchas veces se dictaron decretos policiales prohibiéndolo, en mérito a que después de la función, no había gaucho pobre que soportaba las injusticias del machete.
¿Quién era Juan Moreira?
Juan Moreira no fué un personaje de leyenda, hubo quien lo sostuvo; fue un personaje real cuyas hazañas eran la eterna comidilla de los criollos en derredor de los fogones, de los fortines fronterizos, y en las tertulias con vaso de caña y tabaco de las pulperías, en las postrimerías del gobierno del general Urquiza antes de la derrota de Pavón. Hay quienes lo presentan como un gaucho valiente, bueno y leal, una especie de gaucho romancesco y noble, pero con el valor y la fiereza del «Cid». Otros, empero, lo presentan como un bandido y un cuatrero, y en este último concepto lo tenían las autoridades del pago del Azul, lugar que se le atribuye su nacimiento, siendo su padre, según algunas versiones, un español ex mazorquero enriquecido por Juan Manuel, mientras que Gutiérrez nos lo presenta en su libro como a un viejo criollo de linda estampa, que en todo momento arengó a su hijo a ser digno de la tradición.
Única foto del patio de la casa donde fue muerto Juan Moreira
El libro de Gutiérrez
Años después y frescas aun las hazañas de Juan Moreira, Eduardo Gutiérrez escribe en derredor de su vida extraordinaria un libro interesante. Es todo un poema, de audacia, de abnegación.
Biografía de Juan Moreira ¡Interesante!
http://www.juan-moreira.com.ar/