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Asombroso edificio, ¿o son tres? (**)

No es imponente ni bellísimo, sino un admirable (*)  disparate. Esto dicho sin ofensa, solo  perplejidad.

El complejo de edificios se llama Marina Bay Sands, está en Singapur y el arquitecto que lo diseñó se llama Moshe Safdie. Claramente representa un crucero de lujo navegando por el cielo y uno no puede dejar de pensar en la Torre de Babel, aquél otro disparate bíblico en el cual el hombre quiso llegar hasta Dios construyendo hasta el cielo. En ese entonces el castigo fue la dispersión de idiomas, que no curó ni el latín ni el esperanto ni el actual inglés standard de viajero, porque el problema de la desinteligencia es más profundo que la gramática.  Ahora la impresión que dejan estas cosas, (suman más y más cada año) es que el hombre ya no pretende llegar al cielo, pero sí intenta recrear la naturaleza. En fin… uno no se opone al progreso, más bien se admira de estos intentos, pero ¡qué querés que te diga…!

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A ver si entendés un poco este disparate con este video.

El complejo  cuenta con  tres torres hoteleras de 2.560 habitaciones, un centro de convenciones y exposiciones de 120.000 m², un centro comercial, un museo de Arte y Ciencia, dos teatros Arenas, seis restaurantes de cocineros de prestigio (celebrity chef), dos pabellones flotantes y un casino con 500 mesas y 1.600 máquinas tragaperras. Las 20 hectáreas del complejo fueron diseñadas por Moshe Safdie Arquitectos y la ingeniería corrió a cargo de Arup y Parsons Brinkerhoff (MEP).  Así se lo describe en la Wikipedia, donde se agrega que Safdie también diseñó una ruta artística dentro del complejo, incorporando siete instalaciones de  artistas como Sol Lewitt, Antony Gormley y Zheng Chongbin, cuyas piezas incluyen efectos ambientales de luz, agua y viento, integrando el arte con la arquitectura.

El disparate costó 5.700  millones de dólares, lo que lo hace la construcción de su tipo más costosa que se haya ejecutado. De manera que no esperes acá ni filantropía ni equidad, sino precios literalmente por el cielo, pues esa es la única manerapor la cual la corporación Las Vegas Sands podrá recuperar su inversión.

Como podés ver, las tres torres de 55 pisos de altura están coronadas por una plataforma única a modo de terraza abierta de 340 metros de largo, con una ¿popa?  volada, sin soporte, de 67 metros, lo cual es otro récord. ¿No te daría cosa pensar que estás a 200 metros del suelo sin nada de hormigón entre vos y el lugar dónde te llevaría estrepitosamente la gravedad?

No serías el único en experimentar esa inquietante sensación, pero si bien a vos seguro que te daría por correrte disimuladamente hacia el lugar donde hay apoyo, a otros les parece espectacular para tirarse de cabeza. Y en el caso que se ve en las fotos, es un audaz paracaidista, suponemos que autorizado. Pero bien pudo ser un suicida. Si ya fuiste al Empire State (las Twin Towers también lo tenían), verás un vallado destinado a impedir el paso a los suicidas, paracaidistas y desatinados. De hecho tuvieron que aumentar la altura y la seguridad varias veces hasta llegar a la seguridad suficiente. Al menos por ahora.

En este caso, los administradores del edificio agregaron una cantidad de disposiciones para evitar  locos, suicidas, terroristas o apasionados por una fama que será efímera, pero seguramente espectacular, aunque con poca prensa, pues por razones muy atendibles, esta es la única censura que admiten los periodistas: la de publicar suicidios y promover la emulación.

Si los guardias de seguridad te sorprenden con algo peligroso encima o con una conducta que hace temer alguna barbaridad de tu parte, no vacilarán un instante en entregarte a la policía. Si te ven cara sospechosa, te revisan los bolsos como si estuvieras en un aeropuerto. Si llueve muy fuerte, si hay viento que complique la estabilidad o si hay relámpagos, no te dejan subir al parque superior.

Ni se te ocurra llevar comida, ni botellas de vidrio, ni nada arrojadizo, tampoco equipo profesional de fotografía, aunque en este caso se pueden tramitar permisos. Y mirá qué curiosidad: te alertan que si llevás paraguas, no se te ocurra abrirlo, pues el viento te puede llevar más lejos que a Mary Poppins.

Además, ¿para qué vas a llevar cosas si allá arriba hay de todo? Eso incluye restaurantes, un observatorio, árboles y plantas como si fuera realmente un parque. El museo de Arte y Ciencia es esa construcción con forma de flor de loto que se ve en alguna foto. Su techo es retráctil y cuando llueve forma cascadas al abrirse y un espectáculo formidable con luces laser durante la noche.

La plataforma elevada se destina a un parque al aire libre, Sands SkyPark, que cuenta con la piscina elevada más larga del mundo, con un borde invisible de 150 m y situado a 200 m sobre el suelo, que tiene una capacidad de 3.900 personas. La piscina está construidas con 181,6 toneladas de acero inoxidable y tiene una capacidad de 1440 m³ de agua. El Skypark también cuenta con restaurantes en la azotea, discotecas, jardines cientos de árboles y plantas y un observatorio público con vistas de 360 grados del skyline de Singapur.

Como todo gran edificio, este complejo también tiene movimientos debidos a la dilatación y el viento, estimados en al menos cinco centímetros. ¿Y si el movimiento fuera mayor y la gigantesca piscina se inclina y desborda? ¡¡¡Ayayay!!!. Pues no, al amigo Safdie ya se le ocurrió que podía pasar y logró convencer a los propietarios de asumir el costo de  gatos hidráulicos ¡en 500 puntos! bajo la piscina para asegurar la horizontalidad.

Dame todas las garantías que quieras, pero no me digas que no sigue siendo inquietante.

(*) Hicimos una reedición posterior, pues al parecer algunos lectores adjudican sentido peyorativo a la calificación de «disparate» (ver comentarios). No es ese el significado y en nuestro caso la aplicamos con el sentido de mayúsculo, exagerado. No fue nuestra intención criticar. Como se expresa,  la obra mueve a perplejidad y admiración. Pero como parece que no se entiende así, vale la aclaración. Los lectores deben recordar la polémica que suscitó en Uruguay la construcción de la torre de Antel. Estas cosas, en nuestro concepto, pueden ser disparatadas y exageradas en un principio pues eso es lo que se proponen y logran, pero terminan siendo icónicas. Es el caso de la Torre Eiffel, el obelisco de Buenos Aires y hasta nuestro Palacio Salvo. En cuanto a que la tecnología y el alarde podrian tener mejores objetivos, será opinable, pero es lo que sostiene el editor con quien nadie tiene por qué coincidir.

(**) Ante una nueva observación de un amable lector, nos apresuramos a acceder a su recomendación y cambiamos el título, que originalmente era «¡Qué disparate!». Parece que la acepción que le damos a disparate en Argentina y Uruguay no es la más frecuente y si se presta a malinterpretaciones, entonces hay que cambiarlo.