La máquina que no debería existir
Ahora resulta que la tecnología no es moderna: la usaban hace 2.200 años y luego la olvidaron por completo. La desconcertante victoria de la ignorancia y una máquina que todavía tiene mucho para contarnos.
Naturalmente la foto es de una reconstrucción moderna; lo que unos pescadores de esponjas encontraron junto a un naufragio en la isla de Anticitera, entre Creta y Citera, era un embrollo oxidado y colonizado por fauna y flora marina a lo largo de muchísimos siglos. La reconstrucción de Robert Deroski y también el original se pueden ver en el Museo Arqueológico de Atenas.
La cuestión es que cuando lo encontraron en 1900 puso a los científicos de cabeza; no solo no pudieron demostrar que el irritante artefacto era falso sino que a medida que gente muy seria se dedicaba al asunto, se iban sumando años de antigüedad. Cuando el amigo Alberto Moroy le dedicó una nota al tema en mayo de 2012 (http://viajes.elpais.com.uy/2012/05/17/una-computadora-de-2100-anos ), las últimas informaciones le asignaban 2100 años al aparato. Ahora hay que sumarle algunos años más. Cuanto más se sabe, más interrogantes surgen.
Y esa es la razón por la cual les entregamos este nuevo artículo sobre un tema que merece todas las actualizaciones que sean necesarias. Originalmente se supuso que el aparato era una herramienta impresionantemente sofisticada, dedicada exclusivamente a prever la posición del sol, la luna y algunos planetas en un vasto período de tiempo. Pero cuando recientemente examinaron el artefacto con modernos equipos que permiten sondear por debajo de su maltratada superficie, resultó que seguramente servía para muchas cosas más e incorporaba tecnología que el nuestra civilización recién descubrió en el siglo XVI, como es el caso de los engranajes diferenciales.
En 1983 falleció Derek J. de Solla Price, orgulloso de haber establecido que el dispositivo era una computadora astronómica capaz de predecir las posiciones del Sol y de la Luna en el zodíaco, pero se había quedado corto y el empecinamiento en relacionar los movimientos de los astros con el zodíaco y sus fantasías predictivas, lo había alejado de una línea de razonamiento mucho más sabia y objetiva.
Ciertamente la máquina podía reproducir con exactitud inaudita los movimientos del Sol y la Luna siguiendo el modelo epicíclico ideado por Hiparco, al tiempo que sumar los movimientos de Mercurio y Venus empleando también el modelo epicíclico, pero en este caso el de Apolonio de Pérgamo. Ahora se agrega que podrían faltarle partes en las cuales predecía los movimientos de otros astros y también podía funcionar como calculadora. ¿Algo más? Por ahora no, pero estas cosas nunca tienen fin.
Claro, como no hay playas nudistas ni movida nocturna, a nadie se le ocurre ir a Anticitera, pero así es como comienza la inclinación hacia la ignorancia.
El proyecto “Antikythera”, reúne un equipo internacional de científicos con miembros de la Universidad de Cardiff (M. Edmunds, T. Freeth), Universidad de Atenas (X. Moussas. I. Bitsakis) y la Universidad de Tesalónica (J. S. Seiradakis), en colaboración con el Museo Arqueológico de Atenas (E. Magkou, M. Zafeiropoulou) y la Institución Cultural del Banco de Grecia (A. Tselikas), usando técnicas desarrolladas por HP (T. Malzbender) y X-tex (R. Hudland) para el estudio del mecanismo desarrolló una fotografía 3D basándose en tomografía computarizada de alta resolución. Así lo informa la entrada nuevamente actualizada sobre el tema, en la docta Wikipedia.
Y abunda en información, un poco críptica para el compilador de este artículo: tiene dos escalas en espiral que cubren el ciclo Calípico (cuatro ciclos Metónicos, 4 × 19 años) y el ciclo de Exeligmos (3 ciclos de Saros, 3 × 18 años), prediciendo los eclipses de sol y luna. El mecanismo es aún más sofisticado de lo que se creía, con un enorme nivel científico en su diseño. Basándose en la forma de las letras que pueden leerse en el mecanismo (H. Kritzas) se estableció su año de construcción, entre el 150 y el 100 a. C., más antiguo de lo que se estimaba.
Como Hiparco fue el más importante astrónomo de la época, es posible que ese científico sea quien pensó el complicado mecanismo del instrumento. Pero no está claro para nada, pues el equipo de investigación cuestiona que este sea el único mecanismo en su tiempo. Si la tecnología existía, es seguro que se usaba quizás discretamente, pero indudablemente de manera más extendida y con funciones menos tontas que fijar la fecha de los Juegos Olímpicos. Recordemos que en el Renacimiento, muchas ciudades europeas lograron que extraordinarios artífices les construyeran relojes astronómicos para ornamentación urbana.
Pero es cierto y realmente interesante, que el interior del artefacto contiene una inscripción que indica Nemea (en referencia a uno de los juegos que fueron más importantes), y Olimpia. Con dichos diales se fijaba con precisión la última luna llena más próxima al solsticio de verano cada cuatro años, fecha en la que se iniciaban los juegos. Así que posiblemente también servía para eso.
Recientemente, el grupo de Tacoma-Quilmes, integrado por James Evans y Alan Thorndike de la Universidad de Puget Sound (Tacoma, Estados Unidos) y Christián C. Carman de la Universidad Nacional de Quilmes (Quilmes, Argentina) ha hecho importantes contribuciones. En primer lugar, ha descifrado cómo el mecanismo reflejaba la anomalía solar. Y, en segundo, propusieron una novedosa forma en que se mostrarían los movimientos planetarios. Según ellos, el mecanismo no mostraría su posición en el zodíaco, sino ciertos eventos importantes para los astrónomos (como el comienzo o fin de una retrogradación, la ocultación, etc). Sus contribuciones invitan a proponer la hipótesis según la cual el sistema de epiciclos y deferentes no surgió como respuesta a una exigencia platónica de circularidad de los astros, basada en su divinidad, sino por una razón mucho más terrestre: simplemente como una solución mecánica a la problemática de reflejar con engranajes las regularidades planetarias que ya conocían los babilonios.
Que la altísima tecnología fuera luego utilizada para cálculos presuntamente religiosos, superticiosos o supercherías; eso es otra cosa y bien previsible. Hay pruebas de que existían en tiempos remotos, al menos otras dos máquinas predictoras de los movimientos astronómicos, en estos casos construidas por Arquímedes según aseguraba Marco Tulio Cicerón en el Siglo I. Arquímedes murió en el sitio de Siracusa en el 212 a.C y uno de los artefactos fueron llevados a Roma por el general Marco Claudio Marcelo. La otra fue ofrecida al templo de Virtus. Plinio el Viejo describe el tránsito histórico de ambos aparatos, que incluye la pertenencia a Tales de Mileto. El relato permite pensar que ambas eran máquinas semejantes a la de Anticitera y que la tecnología disponible en ese entonces ya no permitía construir nuevas y más evolucionadas máquinas para ese y para otros propósitos.
¿Por qué esa tecnología no se utilizó también para la guerra, tal como acontece actualmente con todas las tecnologías, que no llega a disfrutar la humanidad hasta que los generales creen agotado el poder que otorga el monopolio de algún conocimiento? Andá a saber, pues hasta es posible que sí haya sido utilizada pero tan secreteada que se perdió el conocimiento necesario.
Pappus de Alejandría (advierte la Wikipedia) afirmó que Arquímedes escribió un ahora perdido manuscrito sobre la construcción de estos dispositivos titulado “Sobre hacer esferas”. Los textos supervivientes de la biblioteca de Alejandría describen muchas de sus creaciones, algunos elementos conteniendo dibujos simples. Uno de estos dispositivos es su odómetro, el modelo exacto más tarde usado por los romanos para situar su marcador de millas (descrito por Marco Vitruvio, Herón de Alejandría y en el tiempo del emperador Cómodo). Los dibujos en el texto parecen ser funcionales, pero los intentos de construirlos como están dibujados han fallado.
¡Qué misterio! ¿O no? Porque resulta que los dibujos muestran los dientes rigurosamente idénticos y rectangulares, en tanto que los de la máquina de Anticitera son angulados, como es usual en la tecnología más avanzada de nuestros tiempos. Con engranajes así –yposiblemente con otros secretillos que los inventores se guardaban antes de que apareciera el derecho de autor–, es posible que todo funcionara.
Dice la Wikipedia que en el mundo islámico, el libro de Banū Mūsā Kitab al-Hiyal, o Libro de Mecanismos Ingeniosos, fue encargado por el Califa de Bagdad a principios del siglo IX. Este texto describe más de cien dispositivos mecánicos, algunos de los cuales figuraban en antiguos textos griegos. Un calendario mecánico similar al dispositivo bizantino fue descrito por el científico al-Birunisobre el año 1000, y un astrolabio del siglo XIII, que se conserva, también contiene un dispositivo de relojería similar. Pero eso ya es otra historia; a los musulmanes les llevó más tiempo inventar su propio Oscurantismo.
¿Y por qué los investigadores actuales tuvieron que trasladarse a lo que se salvó del incendio de la Biblioteca de Alejandría, en lugar de documentarse en las fuentes originales de Occidente, donde surgió la tecnología? ¿Cómo fue que la ignorancia predominara durante 1.500 años? Bué… porque luego de todo eso, el conocimiento hasta se consideró una herejía castigable con el aceite hirviendo o al menos, un pinchazo en los ojos. Entonces, los reyes llegaron a gobernar siendo analfabetos completos, o a lo sumo apenas capaces de recitar algún catecismo. Y si las máquinas como la de Anticitera habían sobrevivido en algún estante aunque no se supiera para que servían, en esos tiempos oscuros fueron destruidas junto con los libros que hablaban de las cosas que hoy generosamente se enseñan en la Escuela Industrial.
¡Cuidado con culpar a la Fe de semejante ataque al conocimiento! La religión (las religiones) son perfectamente compatibles con la ciencia y la tecnología; lo que es incompatible es el fanatismo.
La revolución del conocimiento surge recién en el Renacimiento y se afirma con la imprenta de Gutenberg, a partir de la cual el mundo parece que tomó un giro que hasta ahora creímos novedoso, cuando en realidad más parece un retorno… aunque con una variable de enorme trascendencia. El conocimiento ya no es un privilegio de clase, sino un derecho… al que tanta gente renuncia.
¿Qué querés que te diga? Hay gente que todavía vive en la Edad Media y no se da cuenta.
Fuentes:
http://es.wikipedia.org/wiki/Mecanismo_de_Anticitera
http://odysseus.culture.gr/h/4/gh430.jsp?obj_id=5582
Interesante hipótesis:
Guillermo Pérez Rossel