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Vistazo al tiempo en que mataron a Saravia

Leer a un académico será más ordenado, pero casi seguramente menos objetivo y más despojado de anécdotas vitales.  Todo sin siquiera acudir a la actual y paradojal alianza entre aquellas dos fuerzas empeñadas en morir por sus creencias

Lo que nos propone Alberto Moroy es recorrer el tiempo en que mataron a Aparicio Saravia desde las páginas que se escribieron en esos mismos días, por ejemplo en “Caras y Caretas”, una publicación que a todos sus otros méritos suma la de ser pionera en rigor investigativo y en  pluralidad de las fuentes. ¿Cómo sabríamos de otra manera la terrible experiencia familiar de ver llevar a tu padre o a tu hijo a la leva, para que muriera de manera terrible en alguna cuchilla? El resultado de la investigación de Moroy, como verán, es apasionante y se presta a la polémica, que siempre es bienvenida si se practica con altura.

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Hoy nos vamos a referir a la muerte de Aparicio Saravia, pero no de mi amigo de la juventud (Apa), que por ser descendiente, llevaba a cuestas la responsabilidad de tamaño nombre y apellido. Para colmo físicamente  era idéntico al gran caudillo.  Pese a que parecería estar todo dicho, los de mi generación y más jóvenes tenemos la historia «prendida con alfileres»; para nosotros y  ellos, nada mejor que este racconto, que junta información periodística (Caras y Caretas) y fotos de la época, casi en el preciso momento en que sucedían  de los hechos, mas algunas investigaciones propias, referidas  a personajes hoy desconocidos, que fueron relevantes allá y entonces.

Así lo relata Alfonso Lessa

 

Así lo veían en Caras y Caretas (17 de septiembre de 1904)

Los revolucionarios ocuparon sus puestos antes que el enemigo iniciara el ataque, pero bien pronto el fuego se generalizo en toda la línea. La artillería gubernista dirigía sus disparos sobre el centro revolucionario, hasta que el jefe de este bando mayor Visillac, dirigió en persona varios certeros tiros que consiguieron desmotar dos piezas, barriendo a la vez a los sirvientes e infantes que las apoyaban. El ala derecha de los blancos mandada por el general Guillermo García, vio caer en el medio del combate a su valiente jefe y el desaliento que esto causo, fue aprovechado por el Comandante Fernández de la división Tacuarembó, para llevarles un serio ataque.

El general Saravia que desde alguna distancia presenciaba el combate, al notar que aquellas fuerzas flaqueaban, impelido por su arrojo se lanzo a galope tendido y poniéndose al frente de las fuerzas que cedían, empezó a hacer fuego contra los gubernalistas que se encontraban a treinta pasos (180 ms.) Las primeras víctimas de las balas fue el comandante Fernández.

La presencia del general en la línea de fuego cambio el aspecto de la lucha, el entusiasmo renació en las filas que atacaron nuevamente, pero pocos momentos después Saravia pagaba caro su arrojo, una bala (que no era perdida), le atravesó el vientre, obligándole a abandonar el campamento y trasladarse en coche hasta la estancia de Joao Francisco donde falleció el sábado anterior (10 de septiembre).

Para quien quiera leer bastante más.

Tupambaé y Masoller: el caudillo y sus glorias. Montevideo: Tip. Uruguaya de M. Martínez, 1905

 

Harvard University Library

http://pds.lib.harvard.edu/pds/viewtext/4791409?op=t&n=16

 

Estancia en Sepulturas, la cruz es el cuarto donde ocurrió el fallecimiento / Sra. Luisa Pereyra de Sousa, madre de Joao Francisco, dueña de la estancia

Cuarto donde fue Velado/ Habitación y cama donde expiró

Los que asistieron Saravia en los últimos momentos. Juan Gualberto Urtiaga ayudante de Saravia / comandante Bernardino Pereyra / Pedro Pereyra / Alférez Loupeciño

El combate de Masoller a costado por ambas partes bajas incalculables entre las que se encuentran jefes de reconocido valor. Las fuerzas revolucionarias entre las cuales cundió la desazón al ver caídos a muchos de sus principales jefes, emprendieron la retirada, internándose la mayor parte en territorio brasileño, de donde organizados emprendieron nuevamente la marcha al Sur . Fue proclamado general en jefe en sustitución de Saravia el señor Basilio Muñoz (hijo)

 

Dr. Arturo Lussich medico de Aparicio / Coronel  Joao Francisco Pereyra (testigo)

Basilio Muñoz (hijo) / ídem (1) con varios nacionalistas

Continúa

1 de octubre de 1904

Relegadas a un segundo plano las escenas de la batalla de Cuchilla Negra, más conocida por Masoller, cuantos han tenido pequeña o grande participación en ella, se han dedicado con preferencia a dar forma al cuadro que han visto o han creído ver durante el encuentro y en el que aparece como personaje único y saliente Aparicio, mostrándose a lo lejos por entre los claros de las humaredas que dejaban al dispara sembrando el campo de cadáveres y heridos

Algunos de los que estuvieron en los puntos avanzados durante los momentos de entrevero, nos han referido como, al notar detrás de las guerrillas nacionalistas, el incesante ir y venir de un jinete que resulto ser luego el propio Saravia, le dirigieron las bocas de los fusiles hasta que una de las centenares, miles tal vez de balas, dieron con él en tierra… y para siempre.

Por su parte los testigos presenciales, su ayudante Juan Gualberto Urtiaga y su hijo Mauro Saravia, han referido en la forma siguiente el hecho.

A la caída de la tarde, el 1 de septiembre, cuando la lucha era más encarnizada, y los grupos tanto se habían aproximado que se combatía en algunos puntos cuerpo a cuerpo Aparicio, intrépido dando pruebas de su arrojo, determino recorrer las líneas, yendo allí donde el peligro era mayor para dar animo a sus soldados y alentar a los débiles o a los que flaqueaban. En uno de esos momentos llegole una bala. Por dos veces había sido herido su caballo y muchos de los que lo acompañaban habían caído.

Al sentirse herido, impuso silencio a su ayudante y a su hijo, tratando de ocultarse de sus soldados. Su entereza fue doblegada, casi sin poderse sostener en pie, hubo que trasladarlo en un poncho hasta el parque y de allí en una jardinera hasta la casa de la señora Luisa Pereyra, donde desde ese día hasta  el 10 de septiembre a las 1:35 de la tarde, fue objeto de los más asiduos cuidados, asistiéndole el doctor Lussich  Al siguiente día del combate, dispuso con sus compañeros como debía continuar la batalla y dos antes de morir, hizo que lo afeitaran y perfumaran.

El 11 a la 1 PM fue transportado su cuerpo al panteón de la familia Pereyra. Acompañaron los restos hasta el cementerio el coronel Juan Francisco, coronel Bernardino Pereyra, (hermano de Joao Francisco), capitanes Procopio y Paulo Pereira, teniente Jiloca, alférez Galán, señores, Osorio, Pedro ( hermano)  y Luis Pereyra, Mauro Saravia, comandante Sierra, doctor Luis Lussich, B. Ramos y su ayudante Urtiaga quien pronuncio un sentido discurso.

Otra versión (Basilio Muñoz)

http://es.wikipedia.org/wiki/Aparicio_Saravia

Diario el País

http://www.elpais.com.uy/Suple/EntrevistasDeDicandia/04/09/25/

Nicho donde se halla el cadáver de Aparicio (1904) / Monumento.

Apero que usaba Aparicio el día que fue herido  / Actual salvado del remate.

 Observaciones

a) Ref. al monumento.  Esta foto pertenece a la edición del 1º de octubre de 1904 de Caras y Caretas, si falleció el 10 del septiembre, es decir 20 días antes, difícilmente este sea su monumento, seguramente la foto corresponde al panteón de la familia Pereyra.

b) Ref. estancia donde falleció: Podíamos diferir que la estancia donde falleció, no estaría en donde Joao Pereyra de Souza tenía su cuartel, «Caty o Cati» ,este queda a 70 Km de Masoller en línea recta y la estancia que  vemos en la foto de arriba, perteneciente a la madre y salió publicada apenas unos días después, estaría ubicada en algún lugar cercano al Cerro Sepulturas, al arroyo homónimo, o a lo que se llamaba Rincón das sepulturas o como el más probable Paso de las sepulturas (todos en Uruguay), esto queda a 25 km. en línea recta de Masoller y seria este el sitio donde estaba la estancia de Luisa Pereyra de Sousa, en la que murió Aparicio Saravia.

c) En fecha posterior, el 14 de octubre de 1905 (un año más tarde), sale a relucir la foto del caballo y el apero de Aparicio, que estuvo en Caty en el cuartel de Francisco Pereyra Sousa.

Paso de las sepulturas 25 km. línea recta de Masoller

c) «El día 11 a la una P.M. se condujo el cadáver hasta el panteón de la familia Pereyra, sito en la misma estancia, yendo el féretro envuelto en la bandera nacional»  Si esto es así, cosa que resulta probable, donde se encuentre el Monumento (foto arriba) estará ubicada los restos de la casa donde falleció (foto arriba) y todo parecer suponer que fue en territorio uruguayo, habida cuenta que el cuartel de Joao Francisco Pereyra Sousa (Caty), queda 71 km. al norte de Masoller en line recta, mucho más vadeando arroyos y ríos  .Por otro lado según su hijo y quienes le acompañaron, el viaje lo hizo en Jardinera (carro similar a los que había en Montevideo hace bastantes años)

Para los que quieran saber un poco más

Quién era  el Coronel Joao Francisco Pereyra Sousa

Haremos un viaje histórico al cuartel de Caty, 38 km al Oeste de Artigas, adentrándonos en territorio brasilero (reclamado por Uruguay, la última vez en 1990). Seguro que se estará preguntado quien era «Caty», en realidad no lo sé, si que era el feudo de un tal João Francisco  Pereyra de Souza,  conocido por los sobrenombres de  «hiena do Cati» por su fama de degollador o Rozas de la frontera, coronel Degola, «O Louco do Cati”, amo y señor de esas tierras, amigo personal y colaborador de Aparicio Saravia, contribuyó con éste cuando inició su revolución de 1897 ofreciendo cobertura en territorio brasileño y vendiéndole armas y municiones, lo que significó también un buen negocio.

Coronel Joao Francisco Pereira Sousa, antes de 1904 / Traje blanco 1917

 

 Decía Florencio Sánchez «El caudillaje criminal en Sudamérica»

Santa Ana es el centro principal de operaciones de João Francisco. Es una ciudad de aspecto colonial, como todas las de la provincia, excepto aquellas en que ha gravitado la influencia de la inmigración alemana Su comercio es fuerte y nutrido por el contrabando con el Uruguay.

La costumbre los ha hecho familiarizarse tanto con el degüello, que él constituye la forma única del homicidio y hasta del suicidio. Si se pudiera hacer una estadística exacta de la mortalidad en aquellas regiones, tendríamos que el mayor porcentaje lo daría la muerte violenta y por degüello. Cierto que la «garrucha» (pistola) se emplea con frecuencia, pero no lo es menos que el sujeto que mata a otro de un balazo lo degüelle en seguida.

La despoblación es tan grande ya, que en la vasta zona dominada por João Francisco, no va quedando otra gente que la de su regimiento, cuyas patrullas la recorren constantemente haciendo retumbar en los pedregales los cascos férreos de sus caballitos serranos. Sobre la frontera, ranchajes de pobrerío habitados por mujeres y chicos. Ni un hombre. El marido o el padre, si no ha sido degollado, anda a monte, en los capones de la sierra, o emigrado en la Banda Oriental… Si alguna vez la cría lo atrae al pago, no tarda en amanecer atravesado sobre un camino, con la cabeza separada del cuerpo Sus deudos irán a plantar una cruz en el sitio en que lo hallaron, pero la primera patrulla que pase la arrancará para hacer fuego.

En Caty, el campamento de João Francisco, se sabe el nombre, la filiación y las costumbres de cada uno de los moradores de la sierra, y bien puede el desdichado que cae en desgracia ir atándose los calzones. Más tarde o más temprano ha de caer. Para él, ni el territorio uruguayo será refugio seguro, al saberse su paradero no tardará en allegársele un emisario de João Francisco para darle la feroz cuchillada.

Cierta noche tomábamos el fresco sentados a la puerta de un hotel de Santa Ana. De repente vemos grupos de gente que huía en todas direcciones. ¡La leva! ¡La leva!

El camarero que nos servía, nos grita al pasar disparando por nuestro lado:

¡Escóndase, mozo! ¡La leva!

Nuestras buenas relaciones con la situación nos ponían a cubierto de todo riesgo. Quisimos indagar, darnos cuenta del espectáculo. Inútil. El pánico era tan intenso y contagioso, que no tardamos en optar por el discreto consejo del garçon.

A la mañana siguiente, el capitán Bernardino, un oficial tan chic y tan tenebroso como su hermano João Francisco, nos explicaba el caso: era la aplicación de una ley de Varela Ortiz, contra el juego. João Francisco hacía de cuando en cuando razzias semejantes, comenzando por los gritos, ¡con lo cual llenaba el doble objeto de remontar su regimiento y combatir el cáncer del juego!

João Francisco, siempre él, fue la figura descollante de la frontera en esa guerra. A1 frente de una fuerza poco numerosa, jamás quiso alejarse de las fronteras, campando por sus respetos durante los tres años de la guerra, sobre una zona de más de 600 leguas. Fue hábil y previsora su resolución. Los revolucionarios derrotados en el interior tendrán que arrimarse a la frontera oriental para reponerse y allí ¡Yo los barajo en mi lanza! Decía. Y si en algo hubo error fue en lo de la lanza, pues lo que barajó a los insurrectos fueron su faca y la de sus milicos.

El efectivo ordinario de su tropa es de ochocientos hombres, y hay que notar la particularidad de que si bien el arma es la caballería, esos ochocientos hombres formarían sin dificultad como infantes, evolucionando correctamente, y serían capaces de sustituir al más experimentado regimiento de zapadores. Ha logrado João Francisco la más alta expresión del automatismo en sus soldados

El campamento de Caty

Todo el sur de Río Grande es en extremo accidentado. Entre abruptas serranías, próximas al Cuareim divisorio, en una profunda y amplia hondonada está situado el cuartel y campo de maniobras de João Francisco, el Caty famoso.

Hablemos del milico. Invariablemente joven, fornido, bruto para otra cosa que no sea el servicio y la comprensión de la disciplina, desde que para estar donde está menester le ha sido renunciar para siempre a su individualidad y sabe que la menor falta le cuesta la vida, inconsciente desde luego, y de sentimientos ¡Imaginaos qué negrura! Ha ido al cuartel, gurí todavía, llevado por la leva, o si no voluntariamente, después de haber degollado, por lo menos, una familia, con chicos y todo, lo que le da el título más que eficaz de enrolamiento.

http://www.biblioteca.clarin.com/pbda/miscelanea/caudillaje/ensayo.htm