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Saint Paul, el de los famosos

 

Hay buenas razones para que lo escogieran tipos tan variados como Picasso, Yves Montand o James Baldwin.

Fue una fortaleza encaramada en las montañas de Provenza y conserva sus murallas, pero lo que atrae es su espíritu, su paisaje y una gastronomía local sencilla, única. Por ejemplo, antes del mediodía podés  ir a alguna de las plazas arboladas a jugar una partidita de «petanca», es decir, de bochas, aunque acá los útiles son de brillante metal y las reglas son un poco diferentes. No olvides la boina, que es de rigor. Y si nunca jugaste a las bochas porque sos de esas generaciones que se perdieron eso, no importa. Te llevan y te enseñan.

No te preocupes de cargar una botellita de vino, la baguette y el paté; mientras caminás por las callecitas, montones de pequeños restaurantes te invitarán a descansar y disfrutar ¿a qué te creés que iban André Malraux o Henri Matisse?

Allá por 1870 les da la loca por tirar abajo las murallas, cosa rara en los franceses. Pero el alcalde de la época, cuyo nombre ni siquiera se recuerda en una plazoleta, ¡compra las murallas! y como propietario no autoriza su demolición. ¡Mirá si hubiéramos tenido un alcalde así para salvar las murallas de Montevideo!

El pueblito y la irresistible proximidad de la Costa Azul

Dice la web oficial del pueblito (http://www.saint-pauldevence.com), que en el centro histórico todavía se ven los restos del castillo, de la iglesia principal, la Capilla Saint Clement, el mercado y el Albergue la Colombe d’Or, donde se alojaban muchos de estos famosos y donde hoy pululan artistas en busca del tan particular sol de esta villa en muchos sentidos encumbrada.

 

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Seamos francos, con todo lo linda que es, no justifica venirse desde Montevideo solo hasta acá. Pero tendrías que hacer un lugarcito en tus sueños, para esta zona del mundo que acoge a algunas de las mejores particularidades de la cultura francesa, a la ensoñada Costa Azul y a pueblitos como este, o como sus vecinos Vence y Courcegules.

Así lo hizo una compatriota, que asegura ser sociable, es fanática del tango y del chocolate y de paisajes como éstos. En su blog http://uruguayaenfrancia.blogspot.com/2010/04/saint-paul-de-vence.html.  “Elena”, así firma el blog, hizo como casi todos: se tomó una combinación de tren con el autobús 400 desde Niza y describe el rápido cambio de paisaje a medida que trepaba la montaña.

“Estas casas tienen algunas cosas en común : los techos de tejas anaranjadas, que desde la altura (cosa que pude comprobar a mi llegada en avión), nos impresionan como un mar de cerámica, y las persianas de madera, que se abren como ventanas superpuestas y que están pintadas también con colores de acuerdo a la casa. Por ejemplo si la casa es blanca, las persianas serán azul cielo o verde agua. Muchas de estas viviendas fueron construidas en piedra, y cuanto más nos alejamos del centro de la ciudad, más casas de piedra encontraremos.” Andá tomando nota de cómo se disfruta un paseo cuando tenés abiertas las puertas de todas las percepciones.

“La organizacion de los franceses es algo que asombra a un latinoamericano. Todo esta previsto de antemano. No es que no esten sujetos a catástrofes o problemas de causa imprevisible. Por ejemplo, sobre las paredes altas de roca que bordean la ruta, se han dispuesto redes metalicas, en las cuales quedaran aprisionadas las piedras que pueden desprenderse en los dias de lluvia intensa”, lo cual poco tiene que ver con este paseo, pero es como un martillito para nuestros municipios y nuestros operadores turísticos.

Es un lugar bastante juvenil… pero también recomendable para una segunda luna de miel

Aún sin conocer el lugar, te diría que si tenés tiempo y dinero, no te vendrían nada mal dos noches por ejemplo en ese hotel Colombe d’Or o en La Pérgola, hoy más conocido como Café de la Place. Con un poco de suerte, tu habitación resulta la que ocupó Simone Signoret o Rommy Schneider. De esa manera y sin apurones, podrías visitar pausadamente la fundación Maeght (con pinturas de Chagall, Giacometti y muchos otros), fundada por André Malraux , el museo local de historia, pasear por los viñedos cercanos e instalarte en algún restaurante para pedir, sin apuro, un “Aioli”, que es el nombre específico del ajo de Provence, pero también identifica a un plato local que lleva papas, mariscos, coliflor, chauchas verdes, huevo duro, zanahorias y, naturalmente, la salsa “aioli”.

Como verás en la página oficial, hay caminatas guiadas que te llevan  por las mejores fachadas, muros, torres y casas. Esa caminata lleva una hora y hay otra de la misma duración, que te lleva por los lugares donde anduvieron Signac o Modigliani, entre tantos y hace paradas en algunos ateliers actuales.  El artista que vivió acá durante nada menos que 20 años, fue Marc Chagall. Se puede ver su casa y visitar su tumba. Pero quizás el mejor ejercicio imaginativo, es recrear una hipotética caminata con Picasso, Verdet y Jacques Prevert, aquél escritor, cineasta y poeta, autor entre tantas cosas de “Las Hojas Muertas”, que inmortalizó Yves Montand y podés disfrutar en este video:

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