ir arriba
Uruguay

America del Sur

America del Norte y Central

Europa

Africa

Asia

Oceania

Destacado

Home » Portada El Pais, Uruguay

Galopando en la playa Carrasco

choquequirao11

¡Claro que estaba prohibido! Pero quién puede detener a muchachitos criados con la rienda un poco suelta… aunque el zapatillazo siempre estaba amenazando en el aire.

Hoy el barrio tiene un desarrollo espectacular y las casas se miden por millones de dólares, hay menos espacio para las travesuras y las aventuras se corren en internet. Los muchachitos tienen que divertirse ahora cazando pokemones, cuando antes corrían a galope tendido entre las olas que lamían la arena. Síganlo a Alberto en estos recuerdos de gauchaje urbano.

 

 Por Alberto Moroy

La playa Carrasco para los que vivíamos en las proximidades, era como el patio trasero. Meses jugando al futbol, nadado y pescando a la encandilada, cuando el agua era verde. También  grandes paseos a caballo. Incluso en verano. En otra época, como verán abajo, se hacían carreras de caballos con bastante publico mirando desde la rambla (1920). Y en una fecha cercana a 1900, la firma alemana Krupp  realizò ensayos de tiro con modernos cañones a fin de dar una exhibición de poderío a las autoridades uruguayas.

f1 (1)

f2 (1)

Carreras caballos playa Carrasco frente al hotel Casino Carrasco 1920

f3

Playa Carrasco, en frente del Hotel homónimo

 

A caballo por la playa 1960

Las caballerizas de  Don Enrique Bustelo  donde alquilábamos caballos en Carrasco, seguían estando en el mismo lugar  que en el año 1940. (Calle Cooper y  Fedra). Ocasionalmente cabalgaba acompañando a mi padre al  Carrasco Polo Club, en  su actual ubicación. Cuando salíamos  bajábamos por Orleans y luego Av. Arocena hacia la rambla. A mano Izquierda, hacia el arroyo Carrasco,  desde Cno. Carrasco hasta Av. Italia eran todos  médanos.

Una parada en el bar la Mascota de la  Av.  Arocena  y Gabriel Otero, era obligatoria. Mi padre tenía un pura sangre de carrera, muy lindo, de buena alzada y bastante nervioso, había sido descartado por “pichicata” de Maroñas y como es habitual caballo que no corre y come, no sirve. Lo usaba con filete (variedad de Freno) y bajador (le impide cabecear), llevaba  siempre  las dos manos sobre las riendas.  Como anécdota, a los 8 años, recuerdo que sin darme cuenta, estribé con el pie derecho (se lo hace por el lado Izquierdo) y sabiendo que algo había hecho mal continué, hasta que quedè montado mirando el culo del caballo. Las risas de los acodados en el mostrador, atronaron en la tranquilidad del barrio.

Ese mismo caballo, se lo pidió prestando el peluquero Mautone, (el único que había en la vuelta). Era  de Tacuarembó como mi padre.  Lo estimaba mucho, y. le dijo que no, pero igual subió con algunas copas encima. El caballo se disparó por la Av. Dayman (actual. Av. Rivera) hacia la Av. Arocena y este buen hombre, perdió las riendas se colgó del cogote y se cayó, con tal mala suerte que por la noche falleció de un derrame cerebral.

Cabalgatas con amigos

Las cabalgatas eran de al menos cuatro a cincos horas, por las tardes. Aunque variaba  según fuese verano o invierno. Por la calle Costa Rica accedíamos a la playa, por la bajada de autos que había sobre la rambla y  la arena, siempre atentos que no viniera el marinero de playa. De ahí cruzábamos el arroyo Carrasco (había solo medio  puente por la rambla) bien pegado a la costa, cuya desembocadura estaba en línea recta con el puente, no como ahora desplazada 900 metros. Hacia  el NE seguíamos por los médanos que había en el parque Roosevelt. Alguna vez el caballo se acostó sobre la desembocadura del arroyo, obligándome a desmontar en el agua (era llano y no estaba tan sucio) Otras veces de tanto subir y bajar por los médanos que descendían bastante a pique de la playa al parque y previa aflojada de cincha de “algún amigo”, más de una vez rodé, mientras el caballo, más hábil que yo, bajaba sin problemas.

Entre los aromos

Era un camino formado por nosotros a costa de pasar varias veces entre los aromos. Partía del parque Roosevelt y continuaba paralelo a la costa en una zona de médanos bajos. Íbamos por ahí porque a veces había marineros que nos corrían, aunque nunca nos agarraban, no obstante era mejor pasar desapercibidos.  Así, algunas veces hasta el arroyo Pando, si era verano. De regreso ya con los caballos “querendones”, hacíamos el mismo itinerario. Antes de volver,  había que sacarle las monturas a los caballos y meternos en el agua para bañarlos y disimular la sudada. Además era muy divertido montar en pelo cuando el caballo nadaba (primavera, verano). De regreso al paso, una bebida cola en el bar la Mascota del gallego Vásquez  o un helado en las Delicias, que por ese entonces no era de Toscani  y todos por la Av. Arocena hasta la calle Cooper.

Carrasco 1940  (Relato anónimo)

Allá por el verano de 1941-1942, a pesar de tener alambre de tejido en todas las puertas y ventanas de la casa y de que nuestros padres anduviesen permanentemente detrás de nosotros para que las cerráramos, bastaba pasar la mano extendida por encima de la mesa del comedor para tocar las moscas en el aire. Desagradable y malsano. Para hacer frente a ese flagelo la Intendencia Municipal de Montevideo tomó dos resoluciones importantes.

La primera fue prohibir la tenencia de caballos en las quintas de Carrasco y ahí se reubicaron en las caballerizas de Don Enrique Bustelo en la calle Cooper, una cuadra mas hacia el N  de la capilla de San José de la Montaña (Calle Cooper, pasando Av. Italia), en el Carrasco Polo Club de la calle Dayman, hoy Av. Rivera, frente al Hotel Miramar, hoy Escuela Naval, a las caballerizas de la Cochería URTA o en alguna chacra de los alrededores.

f4

Ex Capilla San José de la Montaña (Cooper entre Máximo Tajes y Fedra

La segunda fue poner cada media cuadra un tambor de 200 litros, prolijamente pintado de verde inglés y con letras negras, sobre tres patas de un metro de altura, con la boca superior abierta y una puertita de unos 20 x 30 cm. para poner o sacar elementos. Dentro del tanque se ponía bosta de vaca o de caballo con bastante veneno para las moscas y se le pedía al vecino más cercano que le agregase un poco de agua cada dos o tres días para que el material fuese más atractivo para los insectos. Los resultados no pudieron ser más espectaculares. Cuando los funcionarios venían a sacar las moscas muertas sacaban varias paladas bien llenas y las quemaban allí mismo en otro tanque de 50 ó 60 cm… de alto con aquellos lanzallamas de queroseno que se usaron en la lucha contra la langosta.

Carrasco 1960

Posiblemente hoy muchos jóvenes  no sepan andar a caballo, menos en Montevideo. Lo suplantaron las bicicletas y motos. Para los que tenemos unos años, era una pasión lo que sentíamos por los caballos, tanto  los de carro sueltos, como los de montar. Algunas veces para ahorrar unas monedas del ómnibus, nos hemos vuelto de la escuela con algún caballo de carro que   ”justo” pasaba por ahí. Por lo general los soltaban o se escapaban, Ramoneaban los pastos de la veredas, jardines, y basureaban en los tachos.

 

La escuela era la 81º (Punta Gorda) y el regreso a casa, distante a dos kilómetros  de casa  por calle pavimentada. Con el cinturón de la túnica armábamos un bocado y a veces subíamos hasta tres. A la distancia deberíamos ser el hazme-reír  de varios, no obstante ese no era el problema, lo que si nos preocupaba era que no apareciese  el dueño del caballo y lo que nos iban a decir en las casas,  por traer la túnica y el cinturón sobados.

f5Mi  ex casa en Carrasco 1963

 f6

Av. Alfredo  Arocena  año 1959

f7

Así nadábamos / Igual que el del cuadro pero en traje de baño

Jugando al polo en Buenos Aires

Seguí montando ocasionalmente en algún viaje al campo. Años más tarde, acompañe a un amigo en Buenos Aires que estaban haciendo los primeros pasos en el polo. Era todo muy primario, pero había una buena caballada. Un día faltó un jugador y me preguntaron si quería jugar. De atrevido fui, ni la veía, aunque no tuve ninguna rodada pese a los pechazos. Tanto me gustó que seguí yendo. Los caballos eran gratis, la cancha estaba en una especie de chacra en la Zona de Pilar,  así era porque al dueño ya mayor,  le servía que moviésemos la caballada (impecable).

Tanto me gusto que comencé a jugar ya contra otros en una especie de polo “de potrero”. Habíamos formado un club a pulmón en la localidad de Bella Vista, bien caserito, donde hasta teníamos que cortar el césped con la maquina helicoidal, tirada por un tractor. Sacar y poner los mimbres  (Arcos) y además, preparar los caballos vendando la cola, manos y patas.  Tusarlos si ameritaba, además de preparar monturas, riendas, riendillas, frenos, bajadores, etc.  Separar los tacos con la medida de largo correspondiente a la alzada de los caballos (algunos prestados).

f8

Jugando / Vendas manos / Cañas para tacos / Diferentes medidas de tacos / Venda cola

Demás está en decirles que era  petisero, cuidador, veterinario (Algunas tomas con el embudo y manguera he dado), y jugador con caballos propios y prestados. Todo lo demás era puro rebusque. Los tacos  los comprábamos a empleados de algunas casas conocidas, que para ganarse unos mangos los armaban en sus casas. No obstante las cañas (palo del taco) eran de la India y como tales tenían un precio alto en plaza. Con el tiempo (dos años) esta película terminó, no me alcazaba los pesos para progresar, tampoco me sobraban las ganas del “hágalo usted mismo” No obstante recuerdo esa época con nostalgia, pese a que tuve otros hobbies.