Asombrosa Biblioteca Klementinum
Podrás discrepar con los jesuitas, pero no les podrás negar que adoraban al conocimiento casi tanto como a Dios… y en aquella época, eso era extraordinario.
Para los que creen, ¿hay antinomia entre conocimiento y Fe; puede la sabiduría derogar la Fe o viceversa? En mi criterio de no creyente, entiendo que no, que no se puede probar la existencia o la inexistencia de Dios, por más sabiduría que puedas haber atesorado. Pero mirá que la ignorancia tampoco ayuda; en todo caso, la inteligencia y los libros, no son cosa e’Mandinga, son perfectamente compatibles con cualquier religión, por más que el fanatismo lo niegue.
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Todo viene al caso porque con los fuegos de la Inquisición todavía ardiendo, en Praga y en el siglo XVI, los jesuitas se mandaron la biblioteca más hermosa del mundo. No hay discusión, habrá más grandes o con más valiosos tesoros bibliógráficos… pero linda como esta, no hay ninguna. En realidad, el Klementinum es un complejo académico que domina la formidable biblioteca y su Torre de Astronomía, aunque en sus inicios la construcción albergó únicamente al colegio jesuita de la ciudad. En 1773 en lo que hoy es la República Checa la orden también fue disuelta y el complejo le fue dand prioridad a la biblioteca, sin abandonar su finalidad educativa. Restaurada la orden de los jesuitas, las construcciones no retornaron a sus antiguos dueños.
Hagamos ahora una pausa para informar que acá trabajaron y se inspiraron, figuras cumbres de la astronomía como Tycho Brahe y su alumno Johannes Kepler, quienes, (sin desconocer a Copérnico como el pionero en esta movida) establecieron las leyes sobre el movimiento de los planetas alrededor del sol. ¿Cómo escaparon a la hoguera en que quemaron a Giordano Bruno? Pudo tener relación que actuaron preferentemente en el área donde se estaba instalando el protestantismo, puede que se hayan amparado en los jesuitas y también puede ser que se haya exagerado el oscurantismo científico de la iglesia católica… pues a Giordano Bruno lo quemaron por teológicamente herético, hasta el punto de sostener que Cristo no era Dios, sino meramente un mago excepcionalmente hábil, según contó Isaac Asimov. También abrazó al heliocentrismo, pero hay que reconocer que la hoguera será una atrocidad, pero tampoco le da la razón al mártir.
Brahe y Kepler utilizaron para sus investigaciones, la Torre Astronómica de este complejo, con 68 metros de altura, en cuyo remate abovedado puede verse la misma figura del Atlas transportando a la esfera celeste que podemos ver en el edificio que fue sede del London París y en este caso, estoy casi seguro de que los jesuitas no tuvieron nada que ver con esa apología a la teoría heliocéntrica del universo. Solo por estos antecedentes, se justifica conocer el Klementinum y como además está en Praga, solo te digo que si tenés la posibilidad y no la aprovechás, entonces sí habría que quemarte vivo.
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Praga te cambiará tu visión del mundo
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Ahora, tené cuidado de que esta torre y la otra atracción quemante del complejo, que es la Capilla de los Espejos, te quiten tiempo como para ir a asombrarte en la Bibioteca del Klementinum, que está medio escondida por esta capilla. La sala de lectura, que está en la planta baja, era inicialmente el comedor del colegio de los jesuitas. Como ves, deja chiquito a ese comedor del colegio de magia de Harry Potter y también a él le sobran las leyendas. Todo comienza en realidad en el siglo XIII y las mejoras se van agregando sin dejar registros, hasta el año 1777, en plena época romántica, cuando la lectura debía hacerse con la ayuda de lámparas de aceite si la iluminación natural no alcanzaba.
Te invito a que explores, a que mires con religioso respeto a los volúmenes incunables y que te animes a solicitar un ejemplar, pues contra toda lógica, confiando solo en la cultura de la gente, no hay que ser estudiante del complejo, ni ciudadano de la República Checa o acreditar quién sabe qué cosa, para solicitar un libro para su lectura en esta sala, basta con ser mayor de 18 años.
No te me distraigas porque podrías perder detalles inesperados como éste.
Fijate como las cosas nunca son negras y blancas. Hicimos una apología a la devoción por la cultura que siempre caracterizó a los jesuitas… pero cuando hay excepciones, suelen ser atroces. En este caso el increíble extremo opuesto fue el jesuita Antonin Konias, quien con la autoridad suficiente como para acallar las quejas, quemó 30.000 ejemplares de esta biblioteca por considerarlos heréticos. Te apuesto a que no los leyó todos para poderlos juzgar; es más, te apuesto a que no leyó ni cuatro… y no entendió a ninguno.
Si quisieras atentar contra el Klementinum, podrías ubicarte en el Puente de Carlos (que tampoco te podés perder) y le tirás una piedra que si tenés la fuerza suficiente y lográs sortear los edificios que se interponen, podrías hacerle estrellar contra una de la paredes. No lo hagas, mejor antes de entrar al puente comprate una salchicha y una botellita de cerveza (¡el agua sale más cara!), para poder recorrer con la pausa necesaria ese puente que casi es una exposición de esculturas. Del otro lado, caminás por callecitas que parecen de mentira y de repente, te encontrás con una de las puertas del Klementinum.
Detenete un instante en el inicio de la recorrida, para ver dos relojes que marcan el tiempo de la ciencia. El de la izquierda, dice una de las fuentes consultadas, “se basa en un sistema planetario de acuerdo con las teorías de las que partió Tycho Brahe, donde la Tierra es el centro del universo. El otro reloj está hecho de acuerdo a Nicolás Copérnico, y es un sistema heliocéntrico de planetas. Así que ese es el reloj correcto, con el Sol en el centro del sistema solar (no del universo)”.
Una extraordinaria curiosidad, ya que hablamos de relojes, podés encontrar en la Sala Meridian, donde un pequeño orificio permite entrar un rayo concentrado de luz solar, que va recorriendo las paredes y el piso, hasta encontrarse en el exacto mediodía astronómico de Praga, con una cadena que lo divide en dos partes iguales. Ahora es solo una curiosidad… pero hasta 1918, cuando eso ocurría, en el Klementinum izaban una bandera a cuya vista, los artilleros del Castillo de Praga disparaban un cañón para decirle a los vecinos, que eran exactamente las doce del mediodía… no en cualquier lado de la República Checa, sino exactamente ahí. A todos los efectos, mejor que un reloj atómico, y solo gracias a un agujerito y al conocimiento. Para que sepas, los ferrocarriles del país se guiaban por ese reloj en particular. En 1926, la “Radio Diario” se transmitía la señal de que en el Klementinum era mediodía.
Lo que se ve desde la torre, a la cual se puede subir
Una última información para que la tengas en cuenta. Como las cosas tienden a repetirse en ciclos, como la corriente de El Niño, las mediciones meteorológicas fueron una fuente predictiva valiosa hasta la aparición de los satélites meteorológicos. Es posible que haya sido acá donde desde 1752 se llevan registros de temperatura y algo más tarde, de lluvias. Todavía se llevan esas mediciones en la torre, pero se le agregaron registros más buscados hoy en día, como el magnetismo y el ozono en la atmósfera.
Guillermo Pérez Rossel
http://www.klementinum.com/cs/
http://meettheslavs.com/klementinum-amazing-library-world/