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¿Niágara o Iguazú?

El hombre es un bicho estrambótico con insensata pasión por comparar, calificar y  descalificar.¿Qué necesidad hay de determinar cuál es mejor que otra y, peor aún, ponerse a predicar que él no iría jamás a una de ellas porque no es la mejor? Pero es lo que pasa de manera casi infalible.

Hace n tiempo la estupenda revista Lugares de Viaje de nuestro socio GDA La Nación, insertó un artículo sobre las Cataratas del Niágara y de inmediato aparecieron los comentarios. Uno recordó que cuando Eleanor Roosevelt las visitó exclamó “¡Pobre Niágara!” Cierto o incierto no viene al caso, pero el lector agregó entonces “No vale la pena irse hasta allá para verlas” (a las del Niágara).

Otro lector se ofrece amablemente para establecer las diferencias comparativas: “Las cataratas del Niágara son totalmente distintas a las del Iguazu. Dejando de lado el falso patriotismo, las canadienses tienen solo dos saltos muuuy altos y anchos que se pueden apreciar desde la misma calle que bordea el rio. Es un pais ejemplar en todo sentido que vale la pena conocer”.

Iguazú sin duda imponente con su parque, pero no olvides las cataratas Victoria y unas cuantas más que también se las traen. Sobre todo, ¡no compares, disfrutá!

Sin embargo, la/el que ubicó el meollo del problema fue quien firma Argerami: “No entiendo la lógica. Si existe algo más grande y/o más lindo, entonces no hay que visitar otras cosas? Es notable la manía de algunos argentinos de comparar… puede que sea una característica universal y no argentina.  Hace 5 años estuve en Niágara, y cada vez que mostré las fotos a amigos argentinos (con una excepción) todos dijeron «pero las del Iguazú son más grandes». Yo solamente les estaba mostrando fotos de un lugar que no conocían. ¡Qué manía!.”

Cambiale el gentilicio argentinos por uruguayos o por el de gentes de casi cualquier latitud y te pasará lo mismo. También yo fui a ambos lugares y, por supuesto, si fuera obligatorio tomar partido me jugaba por Iguazú por auténtica objetividad y particularmente porque a la de por acá la rodea uno de los parques naturales más bellos del mundo y a la otra la rodea una ciudad, una ciudad simpática, pero una ciudad. Ahora, como dice Argerami, ¿Y eso qué tiene que ver?

Antes de entrar al artículo sobre Niágara de Lugares de Viaje, una última reflexión sobre lo sabia que fue la naturaleza al prever ciudadanía múltiple para ambas cataratas: una es estadonidense y canadiense, en tanto que la otra es argentina y brasileña, aunque también bastante  paraguaya.

A 180 km de Toronto, Canadá, se vuelcan las famosas cataratas norteamericanas. Avistajes en helicóptero y túneles que acercan a los visitantes al corazón de las cascadas son parte de las actividades que se proponen.

Hay que librarse de la comparación. Para poder apreciar las cataratas del Niágara, no es necesario dejar de evocar las del Iguazú. En la frontera entre Canadá y Estados Unidos, la Naturaleza y los hombres dibujaron otro paisaje. Aquí no hay selva exuberante y siempre algún que otro edificio se cuela en las fotos. Sin embargo, una vez que se está frente al gran salto -son dos en realidad: el Velo de Novia de 34 metros, en territorio estadounidense, y el Horseshoe Falls de 54 metros, del lado canadiense- la escenografía urbana logra hacerse a un lado.

El responsable de tamaña furia es el río Niágara que desciende casi 100 metros en sus 56 km de recorrido desde el lago Erie hasta el lago Ontario. En los orígenes, las cataratas estaban ubicadas más al norte, cerca del actual pueblo de Queenston, pero el poder de erosión del agua -hoy controlada- provocó el desplazamiento hasta su enclave actual en Table Rock Point.

El mejor ángulo de vista es, sin duda, el canadiense, y las opciones para apreciarlas son de estilo norteamericano: de arriba, de abajo, de costado, de día, de noche, en verano y en invierno.

Navegar las aguas río arriba en un barco para 600 pasajeros permite acercarse a pocos metros de la gran garganta, donde 154 millones de litros de agua caen por minuto delante de las propias narices. Enfundado en un poncho azul impermeable, se puede optar por resguardarse de la llovizna incesante en la popa del barco, pero a riesgo de perder el chiste del espectáculo.

Sin descartar el poncho, se puede recorrer un túnel de 200 metros -un tercio de la extensión total del salto- para sentir la fuerza del agua desplomarse «casi» sobre uno. Quienes prefieren las aproximaciones secas, pueden anotarse en un avistaje desde un helicóptero -en invierno las imágenes suelen ser más impresionantes, ya que parte del agua se congela- o caminar simplemente por la amplia costanera.

De noche, las cataratas se iluminan de todos los colores -en Halloween prima el naranja y en Navidad, el rojo y el verde- y son motivo de mitos románticos como aquel que asegura que la caída de agua libera iones negativos con poderes afrodisíacos. Por algo será que el Niágara congrega a más de 50 mil parejas de recién casados por año.

Datos Útiles

En la terminal Union Station, hay que tomar el tren a Nueva York que sale a las 08:30 y llega a la estación de Niágara en un par de horas, aproximadamente. De allí son 10 minutos en bus hasta el complejo. Si va en auto, calcule 80 minutos de Toronto a Niágara.

Dónde dormir

La mayoría de las grandes cadenas hoteleras ofrece habitaciones con vista a las cataratas.

Otra opción es alojarse en el pintoresco pueblo Niagara on the Lake, un poco más alejado.

Dónde comer

Para almorzar, hay varias opciones dentro del complejo. El restaurante Elements of the Falls tiene, sin duda, una de las mejores vistas.