No conozco niños que no sean bicheros… a menos que los padres cometan la tropelía de aterrorizarlos desde chiquitos para edificar un intratable adulto.

Mi amiga Andrea Charquero no pertenece a esa especie melindrosa. Y como sabe que mis lectores y yo tampoco, me avisó que tenía este material disponible, junto a fotos que tomó ella y otras fotos que yo tomé prestadas de las secciones libres que uno encuentra en internet. Todo el asunto me pareció admirable, como ella dice, porque queda claro que nadie está lucrando y  nadie se está entreteniendo a costas del sufrimiento de otro. Debería ser fácil, debería ser el comportamiento natural, pero los bichos (casi todos los bichos) somos así: o comemos o nos comen.

Me voy a limitar a transcribir lo que ella puso a nuestra disposición, es un relato muy espontáneo de una pareja disfrutando y haciendo disfrutar la naturaleza a su pequeña y adorable hija.

“Hoy fuimos a Playa Piskado, exactamente en la punta del lado oeste de la isla (Curaza). Recorrimos más de 42km de un camino árido y por momentos serpenteante con un calor que agobiaba. Cactus y lagartos era lo que más se veía.

Cuando parecía que ya no llegábamos a ningún lado,  una bajada abrupta nos llevó a la mejor mañana del viaje. Al fin llegamos a ver lo que buscábamos. Una playa en bajada y llena de piedras, que a simple vista parecía no tener nada para ofrecer más que el mismo pescador que filetea tranquilo todas las mañanas mientras los pelícanos sacan turno para lo que sobra.

En el muelle un veterano habla en un inglés atravesado y a los gritos mientras agita un balde y va tirando algo que no se distingue a un agua transparente y fresca. A esa hora de la mañana hay poca gente y todos vienen a lo mismo. Una camioneta de conservación de Fauna Marina de Curazao nos confirma que nadie quiere molestar.

Y el hombre que sigue dando golpes al balde para llamar la atención. De repente se llena de tortugas que vienen en familia a comer. Adultas y crías salen de todos lados acompañadas de cardúmenes de peces de distintas formas y colores.

El señor desde el muelle nos recuerda que no las debemos tocar ni molestar, lo que no es una tarea sencilla porque somos muchos y no de la misma especie. Ellas también hacen dribling para no chocarse con alguna pata de rana o una mano asustada.

Nos dice que son salvajes pero están acostumbradas a interactuar con humanos. Ellas nadan entre todos suben y bajan y quedan cara a cara más de una vez en el afán de llegar al primer bocado que cae al agua.

Nosotros felices de saber que nadie está lucrando que están protegidas que no es un parque que no están encerradas que podemos compartir el mismo espacio sin tocarnos y en absoluta libertad. Fue como si jugaramos todos juntos”.

Hasta aquí lo de Andrea. Agrego las interesantes recomendaciones de un viajero semejante a ella. “El viaje desde la zona de Mambo Beach  duró cerca de una hora en auto. Como las carreteras no tienen buena señalizacion, es recomendable o alquilar un GPS, comprar un chip y cargar Waze o desde un lugar con wifi para bajar el recorrido de google maps. Como el lugar es pequeño y no hay un parqueo seguro, mi recomendación es llegar temprano, de todas formas desde las 7 de la mañana hay casi 30 grados en todo el año. Equiparse con snorkel es casi una obligacion y si es posible con cámara sumergible. Mi recomendación es que sea la primera parada, lo más temprano posible, para luego seguir hacia un monton de playas que hay a corta distancia.

Andrea Charkero, “RGNCR” (así se identifica en Trip Advisor) y Guillermo Pérez Rossel