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Japón te remueve todo

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Podés hablar hasta por los codos sobre Japón, pero le des la vuelta que le des, siempre terminás hablando de la gente tanto más que del paisaje.


Es que a estos japoneses no los podés imaginar deteriorando monumentos ni escribiendo en los baños. ¡Qué digo! No los verás jamás arrojando un papelito a suelo y no te estoy diciendo que sean la perfección, pues también son timberos y tuvieron (pueden volver a tener) un militarismo que fue una feísima derivación de aquellos samuráis heroicos y bestiales que encarnaba Toshiro Mifune.

.No vayas a creer que Andrea Avelino, que nos escribe a menudo sobre crípticos lugares del mundo, es una millonaria de incógnito que pasea en el colmo de la bacanéz. No señor, Andrea forma parte de esos uruguayos privilegiados que recorrieron el mundo gracias a las rifas de Arquitectura o de Ciencias Económicas. De Arquitectura en el caso no de ella, acompañando a su marido. Personalmente creo que estas dos expediciones anuales nos permiten dar una idea mentirosa de lo cultos que somos los uruguayos. En estos casos, porque esos muchachos como Andrea, vuelven al paisito con una cultura que nuestras universidades ya no dan. Digo, que ya no dan en el nivel de ese Carlos Maggi que terminamos de perder, por poner un ejemplo.

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Así que Andrea Avelino es la inspiradora de esta nota que recoge sus experiencias de tres años atrás, cuando todavía no era madre, pero ya empezaba a experimentar esa impaciencia tan femenina, como lo demuestra su interés por los niñitos de Japón, querubines, la cosa más tierna que uno puede imaginar. Y te lo digo yo, que no soy madre… pero soy abuelo.

1 Hiroshima, galleria
También yo estuve en Japón, también quince días (y 5 días más, acompañando a Sanguinetti en su viaje a aquél país) hasta conocí al Emperador y hasta ví a Donato Racciati y dos geishas maltratando La Cumparsita. También anduve por la calle hablando con la gente gracias a que el japonés de la calle habla el mismo pésimo inglés que hablo yo. Fue en Hiroshima, una inolvidable tardecita en un café de una hermosa galería (la de la foto), donde de pronto me vi rodeado de público joven que me pedía que repitiera de dónde venía, porque yo había apuntado al suelo con un dedo y les había dicho que si cavaban y cavaban, quizá salían en la rambla de Pocitos. ¡Sirva otra ronda de sake para la muchachada!

.Volvamos a Andrea, sorprendida por la amabilidad y educación de los japoneses. Si preguntaban por una dirección, el tipo se inclinaba como siempre hacen, sonreía al borde mismo del degüello, y los llevaba hasta el lugar tras abandonar cualquier cosa que estuviera haciendo. Yo te agregaría más: la amabilidad es natural en ellos, pero en nuestro caso, los uruguayos les caemos bien, se nos nota en la cara que los admiramos, y ellos valoran eso tanto como les hiere el racismo que huelen a la legua en otros que solo se parecen a nosotros.

1 camino de toriis
A Andrea también la sorprendió el paisaje, la apariencia de las cosas que parecen arrancadas de una película de arte, las montañas con un velo de niebla, una piedra o un arbolito preservados en el camino, una hilera de columnas de madera en armoniosa alineación para que resalte un punto de fuga, toda una impresionante maraña de sensaciones que no podrá entender nadie que no sea sintoísta, una religión o quizás una actitud, que es privativa de los japoneses. Aunque ellos también sean budistas, como en la política, donde también se pueden creer (o decir) cosas diferentes entre sí. En definitiva, las cosas les resultan adorables, en el sentido más extenso de esa palabra.

.Después está la pequeñez, el culto a todo lo que se adapta a su dramática falta de territorio, lo cual alcanza hasta a las razas perrunas. Acá no vas a encontrar a un golden o a un ovejero alemán, con lo lindos que son, protesta Andrea. Hasta los pasean en cochecitos de bebé, pero siempre minúsculos y –cosa inesperada– con los ojos redondos. Andrea se toma un respiro, y vuelve con la admiración,esta vez hacia los templos, los santuarios y ¡¡el shinkansen, el icónico tren bala!!.

1 Fuji

Es considerado como la primera gran obra urbanística contemporánea, dice. El tren bala organiza el territorio de forma longitudinal, conectando una red de grandes ciudades con asentamientos urbanos y rurales. Era increíble subirse al shinkansen en una estación de trenes y bajarte en poquísimas horas en la otra punta de Japón, ¡realmente increíble!

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El tren bala, eso que nombrabas desde chico y en un momento te encontrabas viajando en él y viendo el Monte Fuji a través de sus ventanas, todas ellas transformadas en un cuadro bellísimo. Como todo en Japón, este país me impactó y fascinó dice Andrea. Es realmente increíble el efecto sueño que te provoca viajar en este medio de transporte, es un “efecto Diazepam”, ríe. Nosotros teníamos el Japan Rail Pass que es un pase libre para los trenes, andábamos en el tren bala como quien se toma el 112. En el año 2012 este pase tenía un costo de USD 500 por persona.

1 castillo
Algo hay que escoger y Andrea se decide por Himeiji, ¡hermosa ciudad! Queda a una hora de Osaka en tren. Me llamó mucho la atención, al igual que en las otras ciudades de Japón que visité, que las veredas lucían impecables. Se apreciaba un paisaje urbano perfecto, limpio, verde y cuidado, tal cual un cuadro, te daba pánico que se te fuera a “caer” la envoltura de un caramelo, te sentírías culpable de estropear ese paisajismo inmaculado.

.Himeji es famosa y mundialmente conocida por su extraordinario castillo, considerado el más lindo castillo feudal de Japón y mejor conservado, el más completo ejemplo de arquitectura feudal japonesa. Es el punto de referencia de la ciudad ya que se aprecia de varios puntos de la misma. Esta majestuosa construcción de paredes blancas y tejas grises fue distinguida como patrimonio de la humanidad por la Unesco en el año 1993.

Castillo

.Cuando estuvimos por ahí, algunas partes estaban en reconstrucción y no estaban abiertas al público como la torre principal. Por eso mis fotos no son muy representativas, tenían lonas que tapaban lo que se reconstruía pero en las mismas estaban impresas sus estructuras, imagino que para no estropear el paisaje: veías las partes faltantes del castillo dibujadas en esas lonas.

Este castillo ha sido utilizado como locaciones de varias películas, es el símbolo de Himeiji y el editor se tomó la licencia de agregar fotos atrapadas en Google, para complementar en este y otros casos, las aportadas por Andrea.

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Alrededor del castillo se encuentran los jardines Koko-en “Jardín de estilo japonés con nueve jardines cada uno de ellos con un tema distinto relacionados con la época Edo.

.En Kassui-ken, pude disfrutar de una comida de anago, el congrio a la parrilla que es la especialidad de Himeji mientras uno está sentado justo bajo los muros del castillo, o tomar un té verde y asistir a la “ceremonia del té”.

1 kasui-ken

Aquí fue donde Andrea vio carritos de bebés paseando perros en vez de bebés, una imagen muy típica de muchas ciudades, pero sobre todo en Himeji. Los perros producidos como sus dueños, con las típicas capelinas o ropitas, adaptadas al sexo del perrito.

Museo de los niños 3 museo de los niños 4 Museo de los niños 2
Esto se los comento porque la obra me fascinó incluso comparando otras experiencias a lo largo de los siete meses que a ella y a su esposo les insumió el viaje de Arquitectura. Andrea refiere al MUSEO DE LOS NIÑOS, del arquitecto japonés Tadao Ando, una perfecta intervención urbana en medio de un maravilloso paisaje entre lagos hermosos y montañas perfectas.

El complejo dedicado a la educación de los niños con el fin de fomentar la sensibilidad y creatividad de los más pequeños, se encuentra a las afueras de Himeji, a unos pocos minutos en ómnibus. Rodeada de naturaleza pura, se pueden apreciar elementos infantiles muy particulares, como por ejemplo guirnaldas, de metros y metros, que cuelgan de los muros, pasillos y escalinatas en línea recta del edificio, estas guirnaldas están diseñadas con botellas plásticas pintadas, muy atractivas tanto para la mirada de un niño como para la de un adulto.

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.Formas y colores connotando elementos infantiles habitan este edificio y su parque, todos tan particulares y perfectos que hacen especial y mágica esta obra. Un camino entre colinas conecta al Museo con el ALBERGUE INFANTIL, obra también de Tadao Ando, también visitada por nosotros.
De camino de vuelta a Himeji, caminando al costado de uno de estos lagos pudimos apreciar ciervos y un “bambi” bebiendo agua, reitero, ¡es tan perfecto el paisaje japonés!

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.Más allá de los lugares turísticos que se promocionan, Himeji no tiene desperdicio. Y Japón tampoco, y los japoneses menos que menos. Ahí la tenés a Andrea, posando junto a un extraño personaje de esas historietas en boga.

En el tren bala, recuerda Andrea para concluir, subió una pareja y ella estaba embarazada. Entonces cedimos nuestros asientos. Nos hubiera bastado un sobrio agradecimiento, pero desde que les dimos el asientos hasta que nos bajamos, ellos nos agradecieron balanceándose en su típico saludo, bajando y subiendo sus cabezas. Nos hicieron sentir que nuestro gesto había sido grandioso, en lugar de insignificante.