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«No me gustó Florencia»

¡Zás! Se nos enloqueció Damián Argul… No, tranquilo, seguí leyendo.

«De haber afirmado esto  en mi hogar paterno, la contestación hubiese sido: “Publicalo que te hacés célebre” una respuesta repetida a quienes criticaban París, Picasso o la delantera de Peñarol del 49. Habrá sido por eso que recién hoy me animo a afirmarlo y cumpliendo el mandato familiar, a publicarlo».

Florencia no me gustó por muchas razones, la mayoría de las cuales seguramente no le  interesen a  posibles lectores, por lo cual me abstengo a enumerarlas, limitándome a consignar aquello que te pueda ser de utilidad en  algún futuro viaje.

Florencia fue mi primer destino europeo de vacaciones y donde me quedé seis días, la estada más larga de mis viajes. El viaje coincidió con uno de esos “tsunamis cambiarios” que quizás  no  hayas vivido, pero quienes los vivimos no lo olvidaremos jamás.

No estoy buscando justificaciones, pero esto puede explicar porque no disfrutamos una comida en L’Osteria di Giovanni ni nos alojamos en Palazzo Antelessi, lo que hubiese estado muy bueno. De hecho lo hicimos en una pensión de la Vía Tornabuoni,  de esas que  recomendaba el  libro “Europa a 5 dólares diarios,”, lo que te puede dar una idea del tiempo transcurrido.

En esos días pasados en Florencia, vi maravillas de las que conservo recuerdos imborrables:

-Fra Angelico en el convento de San Marco. Los frescos que decoran los ambientes generales y una veintena de las celdas de los frailes, confirman el porque de su nombre.

-Una recorrida por los Jardines de Florencia, conociendo los de algunas villas privadas, entre ellas la de Bernard Berenson y el Giardino di Villa Corsini, de impecable diseño.

-El Cortejo de Los Reyes Magos, una obra de Benozzo Gozzoli, en el Palacio Medici Riccardi, deslumbra por su colorido, perfecta composición y cuidado en los detalles.

-Officina Profumo – Farmaceutica di Santa Maria Novella. Establecida en 1612, una de las más antiguas de Europa, sus ambientes ricamente decorados guardan las aromas de perfumes, que como Acqua Della Regina, hecho para Catalina de Médici, todavía se venden al público.

-Los Esclavos de Miguel Ángel en la Academia, cuatro impresionantes esculturas queriendo salir del mármol. Ahora se los conoce como Los Prisioneros.

-Paolo Uccello: La batalla de San Romano. Galleria degli Uffizi. Observé esta obra por expresa recomendación de Manolo Espínola Gómez que me hizo reparar en las formas de sus torneadas figuras, simulando juguetes, que posible influenciaron  en algunas de las  series que tiempo después pintaría el propio Espínola.

-Santa Felicita, en Oltrarno, aquí se destaca Jacopo Pontormo con su retablo “Desprendimiento de la Cruz” una maravillosa sinfonía de colores suaves y brillantes, frente a la que no podés quedar indiferente.

-La Escalera de la , de Miguel Angel, sorprende y deslumbra como un intrigante  ejemplo de perfección de la arquitectura de la época.

- El lujo de saborear un Negroni en el Casoni, ahora Caffé Giacosa de Roberto Cavalli, donde fuera inventado por el Conde homónimo.

Un apretado resumen de todo lo que más me gustó y sorprendió, más allá de la Galería de los Uffizi, donde las obras  de Leonardo, Tiziano, Rafael, Filipo Lippi, Botticelli,  Lucas Cranach  y muchos otros solo pueden confirmar o superar cualquier expectativa y apreciar como su influencia se extiende hasta nuestros días.

Todos estos recuerdos de mi primer viaje a Florencia, los visualizo como en un “power point”, imágenes aisladas que se mezclan con las del   cansancio, museos que cierran muy temprano y días en que oscurece muy tarde, interminables laberintos de  piedra y sorpresas en las cuentas de bares y restaurantes, que te pueden desequilibrar el presupuesto de todo un viaje.

Mi segunda y última visita a Florencia, fue varios años después,  acompañando un grupo de turistas, experiencia laboral que siempre me resultó muy gratificante. Estuvimos dos días completos con sus noches.

En la Visita de la Ciudad

  • recorrimos la Florencia monumental que ya conocía, reconciliándome con los coloridos revestimientos de mármol, que ahora podía apreciar como una impronta italiana
  • ¿No fué también en Italia, muy especial el cubismo?
  •  Luego fuimos a los Uffizi. Mientras un guía local  acompañaba mi grupo, aproveché para concentrarme en la obra de algunos pintores como Magnasco y sus resplandecientes blancos, Il Guercino,  de asombroso dibujo, las inquietantes escenas de Salvatore Rosa  y sobre todo Arcimboldo  cuyos bien pintados retratos, compuestos con frutas, son una sin par mezcla de imaginación y humor. Un Magritte del Siglo XVII.

Al cierre de los museos disfrutamos un capuchino en el Cafè Rivoire de Piazza della Signoria, acompañado de su pastelería, privilegiada forma de contemplar tan formidable escenario. Por la noche no fue una mala idea ir a cenar a Fiésole, desde donde se  obtiene una fantástica vista de Florencia y su “permanente” Duomo.

El siguiente día incluyó otra vista de Florencia, esta vez desde el Piazzale Michelángelo; el Ponte Vecchio;  pizzas napolitanas en Il Pizzaiuolo complementado con un helado de Vivoli para  un almuerzo perfecto; los Jardines de Boboli y una caminata por la calle Tornabuoni, ahora muy fashion.

Finalmente  conocimos la pequeña Capilla Pazzi,  a la que se accede desde el claustro de la iglesia de Santa Croce. Diseñada por  Filippo Brunelleschi, magnífico ejemplo de la arquitectura renacentista, donde Luca Della Robbia  despliega todo su arte, en la cúpula y en los medallones de cerámica vidriada que adornan los muros.

Nuestra visita a Florencia la culminamos con una cena en la Enoteca Fuori Porta en Oltrarno, para después recorrer Santo Spirito y la agitada vida nocturna de “la otra Florencia”.

Después de estas dos experiencias florentinas, se desprende que la ciudad merece ser visitada. Pero para disfrutar realmente de Florencia  se requiere  tiempo y esfuerzo. Es un destino que para aprovecharlo  tenés que ir preparado, leer mucho, antes, durante y después. Tenés que aprender sobre  su historia o de su arte o sobre  ambos.

No  pretendas abarcarlo todo. Hay que prevenir el ”síndrome Florencia” que atacó a Stendhal visitando Santa Croce: “la sobreexposición a demasiada belleza en un lugar cerrado”. Bajá un cambio al ritmo turístico acostumbrado. Florencia es, ante todo, un estado de espíritu, que te va colmando de poco. Como se disfrutan las buenas cosas de la vida.

Si algo me faltaba para estar convencido de esto, después de ver la película “Un Amor en Florencia”, con Helena Bonham Carter y Daniel Day-Lewis, leí la novela original “Room With a View” (E.M.Forster) donde me convencí que a Florencia  hay que llevar libros de Stendhal,  Vasari o el joven Rilke y dejar las guías Michelin en casa.

Si algún día querés gozar de esta ciudad, como se merece y tenés las posibilidades de hacerlo, no dudes en alojarte en un pueblo cercano y tratá de estudiar arte y o aprender a pintar. Será la mayor experiencia viajera que jamás pudieras vivir.