Test para viajeros a Uruguay (Segunda parte)
«¿Está usted capacitado para venir a Uruguay?» Ese es el test que propone Jimena Zúñiga, la simpatiquísima periodista chilena que realiza esta segunda entrega antes de regresar a su patria, aunque con la promesa de volver.
Si ya leyó la primera parte y aún se considera un buen candidato para visitar este país, le sugiero que no cante victoria, pues esta tierra tiene muchas particularidades y sorpresas, y todo depende de cómo se miren.
Como sea, algo especial hay en este rincón del mundo, pues somos muchos los cautivados por este país verde y ventoso a quienes se nos ocurre venir sin tener mucha idea de qué encontraremos y que, una vez acá, no nos queremos ir aunque nos regalen el pasaje de vuelta.
Siga leyendo y entenderá el porqué.
1. ¿Qué edad tiene usted?
Se lo pregunto porque si usted es joven, diríamos con menos de 40 años, se sentirá considerablemente rejuvenecido acá, casi adolescente; sin necesidad de cremas ni cirugías, se lo aseguro. Y si es mayor, es decir, de unos 60 para arriba encontrará «pila» (cantidad, en uruguayo) de amigos con quienes compartir agradables momentos.
Claro, porque como lo repiten a cada rato los uruguayos «este es un país de viejos, ¿viste?»… Y sí, acá la tercera edad la lleva, se impone. Y están activos, presentes, actuales; disfrutando de los nietos, trabajando, llenando cada café, cine, teatro, restaurant. Varios juegan cartas en su bar favorito, otros se reúnen sagradamente a tomar el té en clásicos salones, muchos celebran cumpleaños y otras fiestas en pizzerías. Algunos suben al bus con dificultad, mientras otros practican deportes envidiablemente por la rambla y las playas. Por tanto, si usted tiene menos de 40, seguro más de algún uruguayo «senior» lo hará nieto adoptivo, y si es colega etario lo invitará a jugar tejo, cartas, o a caminar, por ejemplo.
2. ¿Le gusta a usted el anonimato?
Es decir, ¿disfruta ser uno más en la ciudad que visita o vive y recorrerla sin que nadie lo conozca o se entere de su existencia? Acá eso está muy lejos de pasar. A ratos Uruguay completo parece un pueblo. Sin ningún ánimo peyorativo lo digo; muchos extranjeros y locales coinciden en eso. La geografía y el número de habitantes (poco más de 3 millones) dan para sentirlo así. Y hay a quienes nos encanta esto porque da sensación de hogar, de pertenecer. Por ejemplo, la segunda vez que visitas un bar o una tienda ya los que encargados te reconocen y es probable que te pregunten de tu vida; puedes ir a un espectáculo y al par de días ver al artista que estuvo sobre el escenario, de compras en la feria o paseando a sus hijos, o sentado en un restaurant; te invitan a una fiesta y seguramente te encontrarás con alguien que conoces; arriba del bus no faltan los amigos o conocidos que se saludan y se ponen al día… Por lo tanto, sepa usted: -y esto puede resultar un problema- aquí no se pueden tener muchos secretos, tendrá que ingeniárselas para esconder alguna andanza indebida o privada, o para ir a algún lugar sin que alguien lo sorprenda y le diga, «¿qué hacés, andás bien?»
3. ¿Quiere sentirse usted en Sudamérica?, ¿qué visión tiene de este continente?
Muchos viajeros del hemisferio norte tienen una idea prefabricada, una imagen de este lado del mundo. Y podríamos resumirlo en: calor, playas cálidas, montañas, población indígena o pueblos originarios, colores, comidas autóctonas con semillas y sabores muy locales, pobreza, precariedades urbanas y domésticas, rostros color mate y con rasgos exóticos, precios muy baratos. Mmm, nada de eso está tan presente en Uruguay. Muchos europeos dicen que no ven grandes diferencias con sus países; no por nada este pequeño rincón fue llamado a principios del siglo XX «la Suiza de América». Acá los rostros, los sabores, la arquitectura, las costumbres, los paisajes; la cultura en general evoca mucho más a Europa que a América Latina, incluso el costo de vida que hoy es muy caro comparado con países vecinos, lo cual tiene a muchos uruguayos intentando sobrevivir y con una clase media deteriorada. Acá, además, no se ven indígenas ni nada con tanto sabor latino, sino inmigrantes europeos y un poco de afroamericanos. Quizá la costumbre más exótica sea el mate, la sagrada bebida local: el divisar a cientos de personas en las calles, las casas, las oficinas, la universidad, los restaurantes, los buses, arriba de la moto o del auto, en la playa y hasta en la televisión, aferrados a su termo y a su mate (taza hecha de calabaza, que se llena de yerba amarga y agua caliente) con su bombilla bebiendo hasta el último sorbo… Pero no todo está perdido. Pasee un domingo de tarde por cualquier ciudad o pueblo y seguro comenzará a oír un sonido de tambores que avanza con ritmo y baile de notas afro, el candombe, que cobra aún más fuerza en cada febrero por los festejos de carnaval. Ahí encontrará algo de la mezcla sudamericana que sí encaja un poco más en el estereotipo del imaginario colectivo.
4. ¿Quiere usted sentirse en la ONU, o prefiere un solo país?
Si alguien mira el mapa completo de América, podría pensar que acá no pasa nada y que capaz que nadie llegue hasta aquí. Y si bien muchas veces Uruguay es sólo un destino de paso para algunos viajeros con rumbo a Brasil o Argentina, acá sí pasan cosas. A poco andar, uno descubre que esto es muy cosmopolita. No sólo por los inmigrantes portugueses, españoles, italianos, suizos , alemanes, húngaros, armenios, rusos y tantos otros presentes que aún conservan costumbres, sino además por la cantidad de viajeros que quedan «atrapados» -como una periodista que escribe test de viajes- y ocupan las ciudades como suyas. Además, este país es la sede del Mercosur y también Montevideo se presenta como una capital bastante segura y propicia para decenas de congresos internacionales de la más diversa índole durante todo el año. Entonces, usted camina, entra a un bar o se dirige a un «boliche» (pub y/o discoteca en uruguayo) y se topa con gente de todos los colores y acentos, inclusive el cantante de turno hará un saludo para su país, pues ya están acostumbrados al aire internacional de estas tierras que recibe a millones de visitantes.
5. ¿Es usted tradicional o innovador?, ¿le gusta probar cosas exóticas o prefiere lo conocido?
Quizá lo que más hay en este país -además de campo, vacas, mate, agua, lentitud, sencillez, amabilidad y quejas; todos sellos de este pueblo, a mi juicio- es tradición. Que no necesariamente es conservadurismo, pues los uruguayos son de los pueblos más liberales de América en muchas cosas. Pero aquí el peso de las viejas costumbres se siente y no hay ni un apuro por cambiarlas. Es decir, aquí se come la misma comida de siempre sin innovación alguna: carne y sucedáneos en diferentes presentaciones, chivito (sabroso sandwich de carne, panceta, queso, jamón, huevo y más), tartas de verduras, pizza, pastas varias, «panchos» (hot-dogs), dulce de leche (manjar o arequipe en otras tierras; postre de leche cocinada con azúcar), cerveza, gaseosas, vino y whisky. Eso sería el menú que usted va a encontrar en cada rincón, sin duda. Acá a lo nuevo y a las modas, le cuesta años imponerse, por tanto casi no encontrará -a excepción de la internacional Punta del Este, quizá- sushi ni comida tailandesa, ni india, o fusión. En Uruguay los sabores son los mismos de siempre con la misma receta e ingredientes frescos y casi todos sus habitantes podrán invitarlo a algún platillo hecho con sus propias manos. Si de tradiciones se trata, lo mismo ocurre con el mate, los paseos por la rambla o los parques los fines de semana, los gnocchis (pasta hecha de papa) que se comen cada 29 del mes, el asado familiar o amistoso, los jeans y las zapatillas -el uniforme nacional-, los programas de TV que duran décadas, y así una lista de tradiciones inamovibles, que le dan el sello a la identidad uruguaya.
Ahora sí. Entonces, ¿se considera un candidato apto para aventurarse por Uruguay?
Si quiere, tome su maleta y ponga en ella pocas expectativas, buen humor, ganas de descansar, una mente abierta y un paladar gozador. Con todo eso, venga a ojos cerrados, sin aprobar ningún test y le aseguro que disfrutará de una memorable aventura sureña.