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«¿Uruguay?» «¿Dijo Paraguay o Uraguay?»

Sin título

¿No te da un poco de bronca que no a veces sino  casi siempre confundan Uruguay con Paraguay… en el caso que tengan idea del continente que habitamos? ¿O que crean que como estamos más al sur que República Dominicana acá hace un calor insoportable?

En cuanto a la ilustración de tapa, no nos reproches que es conocida. Representa una de las pocas veces que se tomaron el trabajo de buscarnos en el globo terráqueo y no confundirnos o preferir a Paraguay antes que a nosotros. Para los despistados, es el momento en que Homero Simpson se burla sin crueldad de nuestro nombre de país. Por alguna razón no revelada, el autor de los Simpson Matt Groening insiste con Uruguay en otros episodios. Al menos hay uno que nos conoce, o al menos sabe que existimos.

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Mi hija, mi yerno y sus dos hijos son recontra rubios. En un crucero por el Caribe les hablaban en inglés y ellos pidieron que les hablaran en español, pues ellos eran uruguayos. ¡Cómo uruguayos! ¿Entonces dónde queda Uruguay? La molesta conclusión era que esos tripulantes del crucero consideraban que un país que se llama “Uruguay” solo podría tener habitantes indígenas o monos. Entonces mi hija, un poco indignada con esa muestra de los prejuicios tan extendidos sobre nuestro país, se burló: “en Uruguay somos todos rubios y al que no es rubio, no le dan pasaporte”. “No sabía, se disculpó el sorprendido marinero”

Se podrían contar miles de anécdotas como ésta y seguramente nos reiremos (o enojaremos) con las que aporten los lectores. Lo que digan o piensen de nosotros, o ignoren olímpìcamente de nosotros, no nos hace ni más chicos, ni menos orgullosos de nuestra identidad, solo es otro rasgo nacional quizás único en el mundo. La base de todo será esta nota que hoy nos trae Damián, el viajero.

Por Damián Argul

Los uruguayos tenemos muy asumido que vivimos en un país pequeño, que somos pocos y que no nos sobra nada. Por eso cada reconocimiento del exterior, sea una medalla a nuestro Presidente o el gol de algún compatriota en Bielorrusia nos llena de emoción y orgullo.

Cuando viajamos y  encontramos a un uruguayo o algo de Uruguay nos sorpresa  y admiramos nuestra ubicuidad.

Mi  primer sorpresa fue ver los escuditos de Uruguay a lo largo de la Avenida de las Américas (la Séptima), Nueva York.

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Hubo varias más: una lata de Corned Beef con la marca Fray Bentos en un Supernercado de Durban )África del Sur), toda la planta de la gran tienda  Rinascente de Roma con prendas de Manos Uruguay, vinos Tannat en Marks & Spencer de Londres ,el Charque Uruguayo en el menú de La Bodeguita del Medio en La Habana y el “monopolio” de los taxistas  uruguayos en el Aeropuerto de Newark (New Jersey/ New York).

Dejo de lado lo referido al fútbol y a Buenos Aires donde estamos como encasa. Recuerdo que cuando fumaba y dejaba los cigarrillos La Paz sobre la mesa era raro que no se me acercara alguien identificándose como compatriota.

Estas son algunas otras sorpresas no tan obvias.

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Con Argentina nos confunden por el lenguaje que usamos y con Paraguay andá a saber por qué

¿Uruguay, Paraguay?

Difícil es que cuando te idenficás como ciudadano de Uruguay en muchos países  no  pregunten ?¡uruguei o Paraguaei? lo que nos hace sentir más pequeños que nunca. Por eso me sorprendió que un chofer de taxi en Filadelfia al decirle de mi país de origen exclamara “Uruguay, Adoro Uruguay” Parece que lo que más le gustaba de Uruguay era el “rafle”,  algo que al parecer  crecía en los árboles de la calle como las naranjas en Asunción. Después me enteré que raflle era una forma de llamar la marihuana. Veinte años después me di cuenta q mi amigo era un visionario, quizás un poco exagerado.

Cuando llegué al Washington Marriott, un gigantesco portero   afroamericano al ver mis valijas también dijo “Uruguay, adoro Uruguay”. Enseguida pensé que era otro delirante hasta que preguntó por el Boliche de Manolo. Se trataba de Skates, que había jugado en Trouville, un tipo macanudo. Nos hicimos muy amigos, que en esa época q iba a Washington con cierta frecuencia  y el hotel estaba muy bien ubicado cerca de Georgetown, del centro y la Casa Blanca, para el caso que alguien requiriera mis servicios.

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Decimelo muchas veces así me lo creo…

El despacho del Rector.

Al ir a visitar la Universidad de Caracas, gran obra del Arquitecto Villanueva,  en el despacho y el asiento del rector vi cómodamente sentado a mi vecino el profesar Sánchez Fontans hablando por teléfono. Me hizo señas para que entrara y entré. “Me presta su teléfono para que hable a Uruguay” me aclaró y tuvimos una amable conversación y me dio una vuelta por la universidad aclarándome que a un edificio le decían Marx y al otro Lenín, era bastante antes del Siglo XXI.

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Impacto en el MOMA

El Museo de Arte Moderno de Nueva lugar es mi lugar en la ciudad. Y no sólo por su magnífica colección. Me encantan sus restaurantes, uno caro al que fui una sola vez y una cafetería accesible, a nivel Nueva York. con vista a su maravilloso Jardín de Esculturas, una decoración siempre renovada y mesas compartidas donde era posible conocer gente, generalmente interesante.

Son muy atractivas y convenientes su tienda, ideal para traer recuerdos de cuidado diseño y la librería con magníficos posters.

Pero lo que más me atrae es su dinámica de gente y las más diversas actividades culturales. Ahí vi a todo el Museo dedicado a Picasso con motivo de la despedida del Guernika que tras la muerte de Franco volvía a España. Hubo una también una gran exposición de arte Latinoamericano cuyo poster reproducía un cuadro de Blanes y en una de las tapas del catálogo uno de Torres García. También vi una salita dedicada a Rafael Viñoly cuando aquí no era muy conocido.

. Lo más impactante fue la exposición “Comprometidos a imprimir”, con obras de temas políticos de EEUU y todo el mundo. A través de varios salones vi una imagen de un encapuchado que parecía indudablemente uruguaya. Me acerqué y era un grabado de Antonio Frasconi, sin ninguna leyenda y ni elemento truculento adicional pero una imagen tan fuerte que me quedó grabada para siempre.

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El Curro Jiménez, casado con una uruguaya, visitante constante del país. Ese sí que sabía donde estaba Uruguay y le daba oportunidades a cuanto uruguayo encontraba

Che Tabaré

En Castilla La Mancha la ciudad de Cuenca no tiene desperdicio. Estuve varios días por trabajo, pero igual pude disfrutar de su gastronomía siempre acompañada por historias y leyendas que la hacían más sabrosa, por su ciudad vieja, sus pintorescos alrededores y  las  Casas Colgadas de una cornisa de piedra sobre el Río Huécar, construidas en el siglo XIII  albergan, entre otras cosas un restaurant donde comí unos memorables morrones rellenos de sesos de cordero y sobre todo  el Museo de Arte Contemporáneo Español, que alterna cuadros con ventanas enmarcando un paisaje que también son verdaderas obras de arte.

En mi hotel  había un grupo de gente vestidos a la usanza de bandoleros andaluces del siglo XIX   que no dejaban de llamar la atención. Un día al pasar junto a ellos uno gritó: Che Tabaré y enseguida pregunté quién era seguro que solo podía tratarse de un compatriota. El tal Tabaré era un joven macanudo de Pocitos que estaba trabajando en la serie de TV El Curro Jiménez, escrita por Taco Larreta. Me llevó al bar donde estaba el resto de la compañía con el mismo Curro, el actor Sancho Gracia s- conocido en mi barrio como el Gallego Félix y entre otros nada menos que el Profesor Guido Catillo. Se armó una reunión muy interesante por la que no almorcé con mi grupo y llegué un poco tarde a mi reunión, lo que se me perdonó con la promesa de ´presentarle a las señoras al Curro Jiménez.

Animalitos uruguayos

La primera vez los vi en Fiumicino, Aeropuerto de Roma. Eran unos graciosos bichitos de la cerámica del Taller la Rinconada que luego vi en varios otros lados. Recuerdo por ejemplo en uno de esos “pueblos fantasmas” del oeste americano próximo a Vail, Colorado. Tenía una gran colección de ellos “ hay gente que viene a esquiar todos los años y siempre se llevan variosde recuerdo” me dijo el vendedor. También los encontré  en una coqueta boutique de Carcasona, Francia- ciudad amurallada, suspendida en el tiempo ,que los ofrecía como artesanías regionales.

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Con José Artigas.

No es fácil llegar a la Puebla de Albortón ( Aragón. España). No es fácil encontrarla   ni con GPS. En realidad se ubica pero casi no se ve, ya que las casas bajas y construías con los materiales de la zona se mimetizan con el árido paisaje. Al final llegamos con mi amigo y colega Germán Wilcke, porque queríamos llevar allí a una delegación del Turismo Uruguayo por ser el pueblo de donde viniera José Antonio Artigas, abuelo de nuestro prócer, José Gervasio Artigas. Fuimos a la casa del alcalde, que se llamaba, oh casualidad, José Artigas. Pero lo más curioso que era igual al Artigas de Blanes, quizás por eso que decía Oscar Wilde: “La Naturaleza imita al arte”.

El señor alcalde nos recibió en su casa con la acostumbrada amabilidad española. Hablamos de la posible visita de la delegación y se mostró muy entusiasmado. A los dos meses, tras una presentación en Zaragoza y visitar la célebre Basílica del Pilar, volvimos con ochenta uruguayos y uruguayas. El pueblo era otro, desde la ruta se veía una gran cantidad de autos oficiales, estaban todas las autoridades y la prensa de Aragón.

Y en una explanada frente a la iglesia nos esperaban   sus 130 habitantes y una larga mesa llena de manjares preparados por ellos mismos. Fue algo muy lindo, conmovedor y tan amistoso que algunos se perdieron en distintas casas de La Puebla. Como resultado se nos hizo tarde y tuvimos que salir a marcha forzada ya que debíamos seguir a Barcelona. La visita al vecino pueblo de Fuendetdos, donde nació Goya, quedó para otra oportunidad. En su conjunto se los conoce como pueblos de la Sed.

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María se cortó  sola

Mucho antes que el neofeminismo reivindicativo hiciera eclosión, en Uruguay se reconocía y admiraba la obra artistas tales como Petrona Viera, Águeda Dicancro, María Freire,Hilda López y Leonilda González. . Lo que la diferenciaba a María Freire era que siempre andaba con su inseparable compañero y también tremendo pintor Costigliolo o “Costi” como lo llamaba ella. Por eso me extrañó ver obras suyas en el Reina Sofía de Madrid, y luego en el Moma de Nueva York y el Malba de Buenos Aires, en estos dos últimos integrando un movimiento Madi que hasta ese momento desconocía.

No hace poco vi obra suya en el museo de Ibirapuera, San Pablo, pero en este caso frente a un cuadro de Costi.

Bares de Nueva York

Para intentar conocer Nueva York, tarea difícil si la hay, uno debe recorrer sus diversos y diferentes barrios, ir a un teatro de Broadway y de “off Broadway”, recorrer sus parques, visitar  museos, los grandes y los chicos, conoce sus grandes tiendas y entre otras cosas sus bares. En Nueva York hay una cultura del bar muy arraigada como la que hubo en Uruguay. Hay bares temáticos, históricos, literarios, de la Cossa Nostra, están los “speakeasy” que recuerdan la época de la prohibición, algunos en sus lugares originales difíciles de encontrar y fáciles para escapar. Hay en los hoteles, en terrazas y azoteas. Los hay de comunidades, siendo muy populares. Y también uruguayos.

Volviendo con un hijo de un partido de los Mets, (me cuesta salir de Manhattan) aproveché para conocer el Chivito de Oro en Queen’s y en el Green Village, el original, me senté a tomar un café en The Peacock y la lista ofrecía:” Mate, delicada infusión de yerbas uruguayas” el dueño era, obviamente, uruguayo, de apellido Elmasián, hermano de Jeremías apreciado amigo y gran hotelero. Otra vez sentado en un piano bar del East Side el dueño y pianista – Mike Cerratti me confesó su admiración por Hugo Fattoruso que había tocado allí.

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En uno de mis primeros viajes vi un aviso del Montevideo Lounge Bar y Restaurant. Ahí fui en mi primera noche libre y el recorrido fue realmente largo y el taxi caro. Era un lugar lúgubre con una foto de Gardel y una rocola con música rioplatense y menú del mismo origen. El dueño era oriundo de Tacuarembó y había trabajado en el Victoria Plaza. Me atendió muy bien, pero se puso muy nervioso por mi seguridad, supongo que estaba en uno de esos barrios, el Harlem Latino o Washington Heigts, donde Giuliani o los desarrollistas inmobiliarios aparentemente no habían llegado todavía. Se puso muy contento cuando me ubicó en un taxi amigo suyo. Al llegar a mi Hotel le dí una propina habitual y se molestó:. ¿Me das solo esto por atravesar toda la ciudad, no te preocupes esta es una ciudad pequeña y nos volveremos a ver”. Ahí me di cuenta de que todo es una cuestión de escala.

Los exilados. A partir de junio de 1973 mis viajes y los de muchos uruguayos nos encontramos con nuevo interés: el exilio uruguayo, algo que, creo, merece otra columna.

Nota del Autor. El presente artículo recoge mis experiencias de más de sesenta de viajes, y aunque todos los lugares y datos mencionados han sido debidamente confirmados recomiendo que no sea utilizado como una guía turística, que las hay y muy buenas.