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Lo que la gente se lleva de los hoteles

 

Se alojan en cinco estrellas y pagan tarifas altas, pero son capaces de llevarse cualquier cosa de las habitaciones.

Las batas y toallas con los logos correspondientes encabezan el ranking de los hurtos, casi como si fueran trofeos de guerra. Pero la lista incluye adornos, carpetas de cuero, productos del frigobar y hasta casos insólitos, sobre todo porque los ladrones no comenten el atraco con la cara cubierta o por un boquete, sino habiendo dejado previamente en recepción todos sus datos y ¡hasta el número de la tarjeta de crédito! Seguramente la soledad de la habitación les hace olvidar que son perfectamente localizables y de hecho, los hoteles cuando descubren el robo los contactan de inmediato.

Por ejemplo, un coleccionista de antigüedades que se alojó en uno de los NH durante su estada compró todo tipo de objetos, estatuas y cuadros. Cuando se retiró y la mucama fue a limpiar, se encontró con la habitación pelada: no estaban las sábanas ni mantas ni toallas que el huésped había utilizado para proteger cuidadosamente los objetos comprados.

 

Emilio Bissoni, director de Operaciones de Sofitel Buenos Aires, recuerda que una noche un huésped bajó de una habitación hasta los salones del hotel, descolgó un cuadro y se lo llevó al cuarto. Como lo vieron por las cámaras de circuito cerrado, le golpearon la puerta y le solicitaron que lo devolviese. Parece que su pareja lo había visto durante el día, le había gustado y se lo había pedido como regalo. Como buen caballero accedió gentilmente. No mediaron problemas para la devolución y aún forma parte de la pinacoteca del refinado hotel.

En otro hotel de la ciudad recuerdan a un huésped al que se le llevaba todas las mañanas el café en bandeja con la taza y una cafetera de platina a la habitación. Cuando iban a retirar la bandeja, sólo estaba la taza, pero no la cuchara ni la cafetera. Las mucamas nunca encontraban al huésped en la habitación; ni las cucharas ni las cafeteras estaban a la vista. Después de tres días de no tener noticias de las cafeteras, un mayordomo se armó de coraje y al llevarle su café matutino, le deslizó el comentario sobre las dos cafeteras que habían quedado olvidadas en la habitación y que, seguramente, estarían muy sucias dando un mal aspecto. El huésped muy fríamente le dijo que no las había visto. Un rato después se comunicó con el mayordomo para que vaya a la habitación. Se acercó a la ventana y con tono sorprendido le dijo que no se explicaba cómo las cafeteras habían quedado apoyadas en el marco, tapadas por las cortinas, y que por eso nunca había notado que habían quedado olvidadas.

Almohadas y alcohol. De otro hotel lo más insólito que se llevaron fueron las almohadas de la habitación. Eran pasajeros del exterior y cada almohada tenía el tamaño de una maleta, por lo que habrán pagado exceso de equipaje en Ezeiza.

También robos de urgencia: un internauta en apuros se apropió de un cable para conectarse a Internet. Y otros hasta muy ingenuos: una pareja de recién casados pasó por la caja para cerrar su cuenta y entregar las llaves. La noche de bodas había sido regalo de unos amigos por lo que sólo debían pagar los gastos adicionales.

Cuando recibió la cuenta, el novio se puso pálido. No entendía por qué tenía un cargo tan importante y lo consultó al cajero. «Son los insumos del frigobar de su habitación señor», le respondió. «¿Cómo, los productos del minibar no están incluidos en el precio de la habitación?», consultó cada vez más pálido. Obviamente, la respuesta fue negativa. «Ah, bueno, si no es así, los devolvemos.» Abrieron un bolso y sacaron los artículos que se estaban llevando: bebidas, chocolates, papas fritas, cervezas, jugos, cereales, miniaturas alcohólicas.

Para evitar caer en la tentación, muchos de estos productos codiciadísimos están a la venta en los hoteles.
Un cartelito suele indicar que si desea llevarse este producto puede consultar su precio en recepción. Y las batas, otra vez encabezan las listas de las más compradas, un buen recuerdo, con logo incluido, de un viaje inolvidable. Se suman chocolates, cepillos de cuero y agendas.

Pero también otros productos no tan usuales. En el Sofitel Buenos Aires aseguran que la cama es un éxito y que este modelo confortable y sus accesorios se vendieron mucho, incluso al exterior. También el perfume de verbena, que se rocía en los salones, para perfumar el hogar. En el Alvear venden el blend del té y otros productos de cuero.

También hay pasajeros fanáticos: «Una huésped quedó encantada con los amenities de baño y adquirió una caja de cada uno de ellos para llevárselos a su país, porque estos productos son creados especialmente para el hotel», cuenta Agustín Maddocks, gerente de División de Habitaciones de Hilton Buenos Aires.

Lo que sí se puede. Son simples champús o jabones, pero cuando están prolijamente dispuestos en los baños de los hoteles suelen provocar una tentación irresistible para los viajeros, casi como objetos prohibidos. Están para usarlos, obviamente, ¿pero es correcto llevarlos como un souvenir más?
Si alguna vez sintió culpa o al menos inquietud por guardarse un jabón en la valija, debe saber que los llamados amenities o artículos de cortesía están para ser llevados.

Lo usual es incluir champú, crema de enjuague, jabón, crema para el cuerpo, gel de baño y sales. Y muchos son de marcas famosas, que hasta sería un pecado dejar, como Hermés, L´Occitane o Jean Marie Farina de Roger Gallet, que le darían un poco más de glamour al botiquín de casa.

Algunos dan un paso más e incluyen kits de belleza para afeitarse y cepillos de dientes. Y hasta las pantuflas, mullidas y de tela de toalla, pueden empacarse a la hora de dejar el hotel como un recuerdo de la estada, sin incurrir en una conducta indebida. También se suman kits para lustrar zapatos y artículos de librería.

Por Andrea Ventura
De la Redacción de LA NACION (GDA)