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Montevideo tenebroso

No bebas cuando manejes ni cuando remes. Tampoco creas que todo tiempo pasado fue mejor.

Nada más agradable y plácido que un paseo en un pequeño velero hasta la Isla de Flores… siempre que el vino que embarques no sea  uno de esos que ponen al borracho predispuesto a la pelea. Este episodio que hoy nos trae Alberto Moroy pudo ser una historia de mal vino, pero también puede esconder alguna truculencia que nunca se aclaró. En todo caso, borracheras como ésta debieron existir muy pocas. ¡De dónde sacará Moroy todos estos relatos! 

 Por Alberto Moroy

La historia de hoy parece un cuento de Borges pero no lo es; sucedió en el puerto de Montevideo en 1915. Tiene como protagonistas a dos soldados, que por haber sido dados de baja, desertar o terminar su relación con el ejercito, decidieron «romper la noche» alquilando un bote a vela y remos, tipo «Buceta», similar a los que se usaban en Galicia para la pesca y en Montevideo para ese y otros fines.  A las 12 de la noche partieron rumbo a la isla de Flores; la luna  era nueva, la noche cerrada  ¡Se imaginan! Lo que sigue mas que una historia periodística, es una crónica policial que termina en Bahia Blanca (Arg.) casi mil km. al Sur, despues de diez dias a la deriva en el Atlántico. Los otros dos, patrón y marinero, aparecieron flotando en las playas de Montevideo, uno con golpes de hacha en la cara y apuñalado el otro.

Los hechos

El sabado14 de enero de 1915, dos soldados, uno llamado Ángel Espinosa, contrataron la ocupación de la buceta «Spray», para ir de paseo a la isla de Flores, con el patrón Manuel Pesqueira. Aquella noche los pasajeros estuvieron alojados en el restaurante de Manuela Insua (tambien posada) donde cenaron y se aprovisionaron de ciertos elementos para el viaje, completando las provisiones en el almacén de Manuel Herrera. A las doce de la noche, ambos soldados acompañados por Pesqueira y Maza, su socio, se instalaron en la embarcación y salieron aguas afuera. Lo que despues ocurrió no es posible explicarlo, sino en hipótesis.  Debió producirse una terrible lucha entre los cuatro hombres. Por causas que no se han aclarado se cree que los boteros fueron atacados por los soldados, quienes despues de herirlos los echaron por la borda.

Cadáver de Manuel Pèsqueira con feroz hachazo/ Jose Maza, socio de Pesqueira/Uno de los soldados desparecidos en la buceta (Juan Rossi)

La barca España encontró al Spray cerca del Banco Ingles y trato de recoger al herido, lo que no pudo hacer porque el único hombre sano que tripulaba la buceta se opuso a aceptar los auxilios, amenazando con un arma a los tripulantes de la España. Estos abandonaron el intento y se dirigieron a dar parte a las autoridades marítimas. La versión es que los tripulantes eran desertores que intentaron dirigirse a la costa Argentina y al no ser obedecidos lucharon con los barqueros.

Barca «España» que encofro la buceta Spray en el Banco Ingles. F Fritz. A. Vacaro. H. Mac Coll y J. Echart (recogieron el cadaver de Pesqueira) / Aparece la Buceta en Bahia Blanca (Arg.)

El comandante L. E, Calderón, jele de la subprefectura; su segundo, el señor Lalanne / El periodista uruguayo señor Visca, reconociendo la «Spray»

La Spray fue encontrada cerca de Bahia Blanca.  El capitan de «La Mascota» narra los hechos

“A diez millas del Cabo Medanos, a la mañana de 24 de Enero observe la presencia de un bote en el cual se veía como enarbolado un trapo blanco en demanda de auxilio Hicimos rumbo hacia el bote, suponiendo salvado de algún naufragio. Con grandes dificultades pude levantar a los tripulantes, uno de los cuales dijo llamarse Carcano, estaba herido gravemente. Enseguida ordene que fuese izado la buceta y emprendimos marcha hacia hasta el puerto considerándolos como detenidos por habérseme hecho sospechosos desde el primer momento”.

«La Mascota» / Derrota

La subprefectura de Bahía se hizo cargo de los dos tripulantes y del bote, comunicando el hallazgo al juez federal, quien comprendió se trataba de los sujetos desaparecidos en Montevideo. El magistrado obtuvo de Carcano u Ojeda que la herida que presentaba se la habia producida a si mismo con el propósito de suicidarse.  El que dijo llamarse Jose Andrade que está herido en la mano izquierda, después de algunas vacilaciones declaró:

No me llamo Jose Andrade, mi nombre es Juan Rossi y mi familia vive en La Plata. En 1913 me fui de casa y me enganche en el primero de infantería. Alli conocí a Emilio Ojeda. El 16 de enero terminamos nuestra contrata, con dinero en mano decidimos hacer una farra en  la isla de Flores. Ojeda vio a los boteros y contrato el viaje. Estaban bastante ebrios y nosotros un poco menos. A Ojeda con la borrachera le dio por manejar el timón: parece que lo hacia muy mal, se le enojo el botero, alto rubio, de pelo largo, (debe de ser Pesqueira) y se trabaron en una discusión muy agria. El botero se le fue encima a Ojeda y le hirió de una puñalada. Se defendió y en la lucha el botero cayo al agua, el otro botero bajito, quizo atacar tambien a Ojeda. Intervine y como se me volviera contra mí, lo herí con mi daga hasta que cayó en el fondo del bote. Ojeda me convenció que deberíamos tirar al herido al agua para no tener compromiso y yo lo tiré. Cuando encontramos al Mascota yo pedí auxilio contra la voluntad de Ojeda, y para conseguir que el barco nos viera, até mi camisa a la punta del palo.

Ojeda / Juan Rossi

Observaciones

Este tipo de historia, era común en ambas orillas del Plata, dos por tres aparecían cadáveres por todos lados, campo, ciudad y como en este caso  flotando en la bahia.  La vida, igual que ahora,  estaba subvaluada. Los medios periodísticos publicaban  los hechos con lujo de detalles y con fotos al estilo de la revista policial que habia en Montevideo llamada «Al Rojo Vivo» en la década del 60. Más que una cuestión de deshonestidad, se trataba de violencia inaudita. Tambien era común en los puertos, usar los botes rio afuera  para distintas alternativas como buscar pasajeros en barcos que fondeaban  a considerable distancia. Muchos años para acá, los pescadores que están en la rambla a la altura de Punta Gorda, llegaban a remo hasta la isla de Flores (12,5 km:) y a veces por la noche partían  en sus chalanas acompañados de faroles de mantilla. Pero de ahi a terminar casi 1000 km al sur sobre el  Atlántico es otra cosa.