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Nadadores de película

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Enormes físicamente, pobres como actores, admirados como modelos y como personas. Johnny Weissmuller y Esther Williams se conocieron pero no congeniaron.  Él se había convertido en Tarzán y ella se empeñaba en enamorarse de lo que no le convenía.

Fueron nuestros sueños de matiné, están archivados junto con los chocolatines Aguila en la gente de mi generación. “Yo solo fui una nadadora que tuvo suerte”, decía Esther. Y Johnny agradecía que sus admiradores le perdonaran lo mal actor que era, solo porque había sido un gran atleta.

Pero ¡qué atleta! Jamás fue derrotado en competencias; “fue el gran dominador de la natación mundial durante los años 20. Logró 5 medallas de oro olímpicas y 52 campeonatos USA, batiendo 67 récords mundiales, dicen en su biografía. También la iba de conquistador, dice la nadadora, que tuvo que esquivar sus avances. Pero, con esa sirena inigualada, ¡quién no se postulaba!

Mirá la zambullida desde una altura aterradora… y sin dobles…

 

Entre ambos, lograron empapar a Hollywood, le dieron trabajo a cientos de fontaneros y consiguieron que los muchachos de esa época nos tiráramos a la pileta con la ilusión de conquistar a una nadadora sincronizada, matar a trompadas a un cocodrilo o nadar a los puñetazos, como creíamos que nadaba Tarzán.

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Nuestro profesor de natación era Mayo Tomasino, un fenómeno. El crawl, (españolizado crol), que nadaba Johnny, era  parecido al que nadaban nuestros charrúas cuando tuvieron la audacia de perseguir a nado a Magallanes frente a la costa de Colonia, decía el profe. Los europeos conocieron ese estilo recién en Londres, en 1844, cuando unos indígenas americanos derrotaron a los ingleses nadando crol, frente a la braza volcada que nadaban ellos. Los caballeros ingleses consideraban que este estilo, con sus grandes salpicaduras, era «no-británico».

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Pero los indígenas le daban mayor importancia a la patada, mientras nuestro Tarzán nadador ponía el esfuerzo fundamentalmente en la brazada. Le funcionaba a la perfección a un forzudo de 1.94 de estatura, que parecía un hidroavión despegando y respirando a bocanadas cada dos brazadas, en lugar de cada cuatro, como hacían los indios… a quienes eso les rendía muy bien en largas distancias. Aún así, Weissmller aplicaba la patada de dos golpes (two beat flutter kick), pegando al agua con la planta del pie y en el retorno, también con el empeine. En otras palabras, Johnny era una locomotora, además de un tipo muy lindo y tan simpático que podía ser tan mal actor como se le antojara.

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Nacido en Rumania, en territorio que fue húngaro, pero con padres de habla alemana, Johnny emigró a Estados Unidos a los 7 meses, llevado por sus padres. No tuvo una infancia fácil, trabajaba como botones en el Plaza Hotel de Chicago mientras entrenaba para los juegos Olímpicos. Hizo su debut como amateur el 6 de agosto de 1921, ganando su primera competición, la Amateur Athletic Union en las 50 yardas estilo libre.

Tuvo que mentir su nacimiento en Estados Unidos para poder competir, lo que más tarde le causó problemas con su pasaporte. Pero, ¿quién le pone trabas a alguien que en 1922 rompe el record mundial de los 100 m libre con una marca de 58,6 s, siendo la primera vez que se bajaba el minuto. En 1924 gana el oro también en 400 m libre y en los relevos 4×200. Como miembro de equipo estadounidense de waterpolo, también gana una medalla de bronce. Cuatro años después, en Juegos Olímpicos de 1928 en Ámsterdam, gana otras dos medallas de oro.

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En total, durante toda su carrera, consiguió cinco medallas de oro olímpicas, una de bronce, ganó 52 campeonatos nacionales de los Estados Unidos y estableció 67 récords mundiales. Johnny Weissmüller nunca perdió una competición y se retiró de su carrera en la natación amateur invicto. Impresionante… pero no tan extraño en natación, que no desgasta tanto como otros deportes. El verdadero monstruo de la natación es Michael Phelps II, que acumuló 28 medallas… aunque su mayor especialidad era el estilo mariposa y nunca se enfrentó a un león armado solo con un cuchillo.

Mala suerte la de los leones que no iban a las matinés…

¿A que no te imaginás por qué Big John (también lo llamaban así) no pudo competir más? Todo muy lindo y patriótico con los triunfos, pero había que parar la olla. De manera que debió trabajar como modelo de trajes de baño y de ropa interior (“BVD”). Viajó por todo EE. UU. haciendo espectáculos de natación, distribuyendo folletos de promoción de la marca de ropa y firmando autógrafos. También hizo sus primeras apariciones en el cine en una película Glorifying the American Girl y en el corto Water Bugs. Debido a eso, no lo dejaron participar en los Juegos de Los Angeles 1932.  Pierre de Coubertin fue un fenómeno… pero un poco exigente demás.

Probado: Tarzán era un toquetón…

Nosotros le éramos fieles en las matinés, no por lo bien que nadaba, sino porque en 1932 replicó torpemente “Me Tarzan, you Jane” y no podíamos despegar los ojos de la minúscula pollerita de Maureen O’Sullivan. Así cualquiera aprende inglés en dos lecciones. Un escándalo… por algo no era (ni es) una película “apta para todo público”, sino “con reservas para menores”. Ahí es cuando nuestro héroe inventa ese grito que hace venir en ayuda a monos, elefantes y otras alegres fieras de la selva.

https://www.youtube.com/watch?v=s648VLTYcSE

El grito que despabilaba a los dormidos en las matinés

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Cuando se ponían a gritar los tres,  se sentía hasta en Villa Dolores

Johnny creyó que también era válido zamparle el grito a Esther William, junto a sus atributos (dicen que eran de generoso tamaño) pero se equivocó de punta a punta. Dicho sea de paso, los biógrafos dicen que ella medía 1,74… pero me parece que, como tantas mujeres en esa y todas las épocas, trataba de no aparentar más altura que sus parejas. No lo veo al argentino Fernando Lamas arrimándosele a su tamaño, más bien imagino camarógrafos logrando lo imposible para que no quedaran petisos al lado de la escultural Esther. El mexicano Ricardo Montalbán, pareja cinematográfica de la rubia, ese sí, media respetables 1,83.

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En cuanto a Weissmuller, lo que lo lanzó al estrellato fue la película de la MGM Tarzán de los monos (1932) dirigida por Woody Strong Van Dyke. La película tiene tanto éxito, que hasta Edgar Rice Burroughs autor de las novelas de Tarzán, quedó encantado con la elección del actor.

Weissmüller protoganiza seis películas de Tarzán para la MGM junto a la actriz Maureen O’Sullivan en el papel de Jane. Ocho del total de películas con la MGM cuentan con la participación de Johnny Sheffield como «Boy». En 1942, Weissmüller ficha por los estudios RKO y filma otras seis películas de Tarzán. Sheffield aparece como «Boy» en las cinco primeras de estas películas y en las cuatro últimas es Brenda Joyce quien interpreta a Jane.

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En total, Weissmüller hizo doce películas de Tarzan, en las que se estima que ganó dos millones de dólares y se convirtió en el más conocido de los actores que interpretaron el personaje de Tarzán. Así lo aseguran en la Wikipedia.

Cuando finalmente deja el papel, firma un contrato con Columbia Pictures para interpretar a Jim de la Selva (Jungle Jim). Weissmüller hizo trece penosas películas de Jungle Jim entre 1948 y 1954. Después, tres películas más ambientadas en la jungla interpretándose a sí mismo. ¿Qué querés que te diga? Necesitaría plata y adulonerías, pero ya avejentado era medio patético que lo presentaran como forzudo.

 

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Johnny Weissmuller murió en su casa de Acapulco a los 79 años, en 1984. Hacía muy poco que había fallecido cuando gracias a la generosidad de un panameño millonario y su esposa, recorrimos con la mía, la bellísima bahía de Acapulco luego de que el amigo pescara su pez espada. Si hubiera sabido del terrible espectáculo de la agonía de ese magnífico habitante de los mares, no hubiera ido.

Como sea, ya que al panameño le habían cobrado tanto, consideraron justo un recorrido costero mostrando las casas de los famosos de Hollywood. Era increíble cuántos veraneaban allí en ese tiempo de los Latin Lovers hasta que la mafia destruyó todo. Dicen que ahora está mejor.

En la cumbre de un acantilado están la casa de Tarzán y el Hotel Los Flamingos que nuestro nadador compró junto con John Wayne. Dos grandotes magnates cinematográficos.  Le agregaron 36 habitaciones y fue el escondite de la «Pandilla de Hollywood» durante el periodo 1950-1984, albergando figuras como Cary Grant, Fred McMurray, Red Skelton, Rex Allen, Bo Roos, Errol Flynn y Richard Widmark.

Si creés que exageramos, mirala a Esther bailando un vals a pura brazada

Ahora hablemos de Esther. Fuera de las películas no era una reina del mar, sino una discreta mujer sin aventuras promocionales, pese al acoso constante. Tampoco era pacata…  Hasta para morir fue sobria en extremo: simplemente se quedó dormida con sus 91 años y no se despertó.

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Pero en vida fue una mujer tan descollante que tuvieron que inventar un género cinematográfico para ella, el Musical Acuático. Desde la primera película, Esther Williams demostró que todo el dinero que se gastara en ella, era una inversión con segurísimo retorno. Por eso la Metro Goldwyn Mayer le construyó la piscina más costosa del mundo, con llamaradas y géiseres altísimos, así como plataformas para elevarla a tantos metros de altura que cualquier otra mujer hubiera tenido pánico.

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Costó 250.000 dólares de entonces, que hoy serían varios millones… pero a Esther le encantó. “Nunca la fontanería se ha utilizado en forma tan glamorosa”, comentó.

Ella no buscaba anécdotas ni rarezas, pero las singularidades la buscaban a ella. La MGM no se conformó con su silueta, la belleza de su rostro y sus habilidades natatorias. Quería una prueba de su capacidad actoral: alguien le decía un parlamento, y ella contestaba. El encargado de hacerle la prueba era Clark Gable, quien no se había molestado en aprenderse las dos líneas. Simplemente se acercó sonriente y le estampó un beso. Cuando le reclamaron la lectura, asestó otro beso, y otro y otro… hasta que consideraron que Esther había pasado la prueba. Nunca dijo si le había gustado… tampoco le preguntaron.

http://hdl.loc.gov/loc.pnp/ds.08108

Fue el mejor negocio para la MGM, año tras año conseguía récords de taquilla gracias a lo cual se convirtió en una de las actrices mejor pagadas de Hollywood. Sus títulos más rendidores fueron ‘Escuela de sirenas’, ‘Juego de pasiones’ y ‘La hija de Neptuno’. Había siempre mucha agua y ella, con su eterna sonrisa, nadaba, bailaba y hacía mil piruetas subacuáticas mucho antes de que existiera la natación sincronizada. Añádanle todo tipo de adornos, desde nenúfares hasta llamas de varios metros de altura y docenas de nadadoras, dicen en su biografía.

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Tanto glamour era inesperado para una familia de cuatro hijos con escasos recursos, obtenidos con suelditos de maestra la madre y pintor el padre. No daba para pagar la entrada a una piscina que había cerca de la casa familiar de Esther, de manera que la niña recogía toallas para pagarse ese gusto… y de paso aprendió a nadar con los socorristas. A los 16 años ya era tricampeona de Estados Unidos. En esta época también ocurrió uno de los episodios más dramáticos de su vida: sufrió abusos sexuales por parte del hijo de unos amigos de sus padres que se había trasladado a vivir con ellos.

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Ya más desenvuelta, comenzó a trabajar como modelo y se presentó en un espectáculo acuático con Johnny Weissmuller. «No es que interpretara a Tarzán, es que se creía Tarzan», decía siempre Williams sobre él.  Pero no le guardaba rencor, lo describía “como un dios: tan fuerte, tan alto, tan arrogante”. El tiempo que pasaron juntos se convirtió en una «pesadilla sexual» en palabras de la actriz, que recreaba esos episodios con gran humor en sus memorias.

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En 1940, con sólo 19 años, Esther Williams se casó por primera vez. El afortunado fue Leonard Kovner, estudiante de medicinaa quien la actriz conoció durante su breve paso por la universidad. Un hombre «listo, guapo, responsable y… aburrido», según describió Williams muchos años después. Un aburrimiento que debía parecerle a ella cada vez mayor a medida que iba haciéndose una carrera como actriz. Después se casó con Ben Austin Gage, actor, cantante y locutor en los anuncios del programa de radio de Bob Hope. «Era divertido, juvenil, casi parecía un cachorrito, justo lo que necesitaba después de la oscuridad de Leonard», contó Williams en cierta ocasión. Tuvieron tres hijos, pero el matrimonio se convirtió en un infierno. El ‘cachorrito’ tenía en realidad mucho de garrapata y una horrible tendencia a chuparle la sangre a su mujer… por no decir el dinero que se gastaba en apuestas y en desastrosas inversiones que dejaron arruinada a la estrella. Y encima bebía.

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Un auténtico desastre, aunque el peor de sus maridos aún estaba por llegar”, se asegura en la biografía. La pesadilla se llamó Fernando Lamas, otro campeón de natación, actor, mujeriego y celoso como el demonio. «¿Puedes dejar de ser Esther Williams?», le preguntó Lamas, y ella dijo que sí, con la condición de que él no le fuera infiel. Eso se tradujo en el abandono de su carrera y hasta de sus tres hijos. Lamas no podía ni verlos porque le recordaban que ella había estado antes con otros hombres. Tal cual. Durante los 13 años que duró su matrimonio, la actriz solía encontrase con sus hijos en aparcamientos públicos mientras ellos vivían con su padre o una tía.

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Es increíble que una mujer de su tamaño no lo bajara a trompadas al argentino posesivo, que murió de cáncer en 1982. Fue entonces que la llamó su amiga Shirley MacLaine. «Ahora ya puedes salir de casa», le dijo, y ella, en efecto, volvió a salir y retomó la relación con sus hijos.  Salió de su encierro y de su pacatez… en busca del tiempo perdido. Tuvo novios y amantes como Víctor Mature y hubo anécdotas entre jocosas y pornográficas, cuando le pusieron una malla de baño tan recargada que el peso no le permitía volver a la superficie. Se lo tuvo que quitar y salir completamente desnuda de la piscina. ¿Quién se quedó con ese retazo de film? No se sabe quién fue… pero era alguien muy discreto.

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Muy pocas veces recurrían a “dobles” que no podrían hacer lo que ella hacía. Era ella en persona la que subía hasta alturas de terror y de allí se arrojaba al agua. Una vez la prueba no salió bien y se lesionó tanto que debieron esperar seis meses para que se recuperara. En fin, había que hacer dinero, aunque fuera para pagar los divorcios, de manera que lo mismo que Weissmuller, tuvo piscinas y mallas de baño con su marca. De hecho ahora mismo podrías comprarte una malla réplica de alguna que ella usó, ingresando a la web oficial que todavía curra con su imagen. (https://esther-williams.com/) De ahí a que te haga ver como ella… es otro asunto.

https://esther-williams.com

Así llegó hasta los 73 años, siempre apostando a la discreción y a la esperanza de que los medios escandalosos no se ocuparan de ella. Fue entonces que conoció a su último marido, Ed Bell, toda una revelación. Le salió bueno, a pesar de que tenía 10 años menos que ella. Él era actor y profesor de literatura francesa, sobrio como ella y buen tipo. “Solo fui una nadadora que tuvo suerte”, como dijo ella siempre.

Guillermo Pérez Rossel