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La legendaria Atlántida existe y es más bella que la sumergida

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No es una civilización sumergida, no es cierto que tenga  un águila nazi, ni que esa águila haya sido un bunker; pero es el lugar en el cual se enamoró hasta Pablo Neruda.

Muchas cosas en Atlántida tienen un origen caprichoso, como su propio nombre, que recuerda el mito de Platón en el cual muchos creen todavía. O su águila imponente pèro para nada misteriosa si se conoce el proceso que llevó a crearla. Casi da pena, que nada tenga que ver con oscuros nazis huyendo de su derrota o con alguna sociedad secreta de alquimistas,  sino más bien con el capricho circunstancial de don Natalio Michellizzi, quien a la construcción la llamó “La Quimera”. Según una de las dos webs cuyos links ubicamos al final, don Natalio encargó a un constructor local la edificación de una pequeña capilla de cuatro metros cuadrados al pie de un sector del acantilado.

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Esa al menos fue la explicación que le dio a su esposa, siempre asustada por las asombrosas iniciativas que se le ocurrían. La pequeña pieza se fue ampliando y cuando el albañil creía que había terminado su trabajo, Natalio le ordenó: “Ahora levantá un águila de piedra encima”. Es posible que ese fuera su plan desde el principio, nadie pudo nunca predecir con qué cosas iba a salir ese italiano formidable al cual le debemos Atlántida… entre otras cosas. Que esa sea la verdad incontestable importa poco; hasta ese lugar que insiste en deteriorarse a fuerza de sudestadas, acuden en peregrinación además de los curiosos, personas que buscan beneficiarse con su energía magnética o inspirarse en historias de conspiradores que supuestamente se reunían allí. La «Quimera» está en Villa Argentina, pegada a Atlántida, pero en aquél entonces no se hacían esas distinciones jurisdiccionales.

No importa que Atlántida no sea un lugar proclive ni a los misterios ni al glamour; lo que se inventa tiene tanta vigencia como lo que existe. Y lo que existe es uno de los más encantadores balnearios de Uruguay. Hubo un tiempo en que las familias se se preguntaban, en este orden, “veranearemos en Piriápolis, Atlántida, La Paloma o Punta del Este”. Es que Atlántida era (y sigue siendo) el lugar ideal para un veraneo de tres meses, donde los que necesitan vuelven a Montevideo en treinta minutos. Eso pensando a la uruguaya, cuando solo se pasea en verano, pero también están las semanas de turismo y de carnaval, así como las vacaciones de julio, las vacaciones de primavera y los feriados largos, porque en el mundo no debe haber personas tan ingeniosas como nosotros para inventar pretextos y salir de turismo.

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A vuelo de águila, una de esas maravillas con que nos asombra Stonek

¿Cuál fue la idea más loca de Natalio Michellizzi, un acaudalado hombre de negocios italiano residente en Buenos Aires, según consigna la Wikipedia? La zona que hoy conocemos como Atlántida era apenas un indicio de balneario aunque ya tenía el Hotel Atlántida, donde se alojó el pionero. Para horror de su familia a Natalio le dio por comprar tierras desde El Fortín a Las Toscas y luego por endeudarse hasta la manija para construir un hotel con forma de barco al que denominó “Planeta” como las impresoras que vendía. En apenas seis meses estaba terminado un hotel con calefacción, baño privado, agua caliente… y un casino. ¡Miralo al tano previsor! Construyó un precioso edificio y junto con el Estado explotó ese recurso que le cambió la vida al incipiente balneario. ¿O te creés que esas cosas las inventó el Conrad?

Un viejo plano de Atlántida con su ilusión de puerto ya construido y el balneario y sus aledaños tal como se ve desde los satélites.

El hotel, el casino y una boite comenzaron a funcionar en el verano de 1939-40, cuando la Guerra Mundial II sumía al mundo en el horror, pero traía prosperidad a esta zona del mundo por los huecos que dejaron los países dominantes en el comercio mundial. Una orquesta de tango y otra de jazz amenizaban los bailes y ponían a Atlántida en el epicentro social del verano uruguayo.

Así que Natalio no fue el primero ni el más visionario, pero fue el más ejecutivo entre todos los inversores en una zona donde al privilegio natural se sumaba la estación ferroviaria de Las Toscas y el Camino Nacional, que mucho después se llamó Ruta Interbalnearia. Todo lo demás vino como consecuencia. Natalio era un fenómeno pero pudo disfrutar poco sus acciones fundacionales pues murió joven. ¿Saben qué decía la propaganda destinada a vender terrenos? Pues que para ir a Montevideo se necesitaba apenas una hora y media en ferrocarril y otro tanto en automóvil. Eran otros tiempos, otras carreteras y otra paciencia.

La inimitable visión de la playa entre los pinos y eucaliptus y una visión semejante cuando todo era apenas una ilusión.

Como casi todos nuestros balnearios con una punta rocosa, Atlántida tiene dos costas con diferentes características: la playa Brava está al Este y la Mansa al oeste, protegida de las corrientes oceánicas. Una panorámica rambla une a ambas y se extiende hacia balnearios vecinos como Villa Argentina, Las Toscas y Parque del Plata, con las cuales forma un complejo continuo que ofrece todas las variedades que pueda apetecer un jovencito o un veterano que anda con su reposera y su mate buscando un lugar. Parque del Plata tiene además el arroyo Solís con un amplio estuario muy adecuado para la práctica de deportes acuáticos.

En una de las fotos que escogimos de la reseña histórica de http://www.atlantida.com.uy/index.html podrá verse que desde siempre Atlántida tuvo vocación de puerto deportivo, pero no todos los días surgen inversores audaces como el tano y su “Quimera”. En cambio, todos esos balnearios y muy especialmente Atlántida conquistaron el corazón (¿corazón?) de otros emprendedores que pusieron hoteles, restaurantes, heladerías, cinematógrafos y todo tipo de servicios hasta el punto de justificar que Atlántida sea considerada como la Capital de la Ciudad de la Costa. Dos de las grandes cadenas de supermercados se esmeraron para conquistar a los veraneantes (unos 30.000) y vecinos permanentes (unos 10.000), cuyo gentilicio es “atlanticenses” aunque ellos quieran negarlo.

 

Don Eladio Dieste. Aunque Atlántida no fuera una belleza, habría que ir hasta allí sólo para contemplar una de las imponentes obras de Eladio Dieste, la Parroquia Cristo Obrero. Veamos lo que dice el propio Dieste sobre esta obra de arte: «Puedo decir que procuré que éste respondiera a un estilo serio, a la vez severo y amable de piedad, con una gran confianza en el espíritu cristiano de los humildes que han de usarla… que la iglesia como arquitectura, no fuera un obstáculo para una piedad verdadera, sino su manifestación primera. Los medios y los materiales usados en la construcción también quieren ser expresivos: son humildes como los fieles para quienes la iglesia se construyó, pero fueron tratados con un desvelo que aspira a ser el homenaje que estos humildes merecen. Toda la experiencia que significó esta obra para mí no es fácil de resumir: fueron dos años de actividad casi obsesiva…”

Pablo Neruda. Su apego a la verdad y a la discreción, tuvieron poca relación con su aspecto físico, o quizás fueron una consecuencia de eso. Tanto en Atlántida como en cualquier lugar donde residió, presumió de conquistas amorosas que nadie le puede desmentir, pero al menos poner en barbecho. Acá tuvo que portarse medianamente bien, pues en la década del 40 llegó con Matilde Urrutia, que fue su tercera esposa. No explicaba que estaba en Atlántida, sino que había llegado a Datitla, que era el nombre del chalet que le había prestado el arquitecto uruguayo Mántaras. La casona de Mántaras aloja hoy al “Paseo de Neruda”, una muestra que reune mucha documentación sobre el escritor y algunos originales que se supone fueron escritos allí mismo. Un lindo paseo y una encomiable iniciativa bien realizada.

Zoológico y otros paseos. Ya vimos que la noche y la gastronomía de esta zona promete buenas experiencias, incluyendo actividades sistemáticas y circunstanciales en el Country Club de Atlántida excepcionalmente acogedor. Pero en días que no invitan a la playa, o cuando los chiquitos se ponen demasiado pesados, se puede ir a un encantador zoológico que no es grande ni sorprendente, pero sí muy cálido y tranquilo, como para sentarse a tomar mate mientras los niños andan a las vueltas.

Si eso no alcanza para tranquilizarlos, a poca distancia hay dos estancias turísticas que tienen parques infantiles, caballos y restaurantes muy recomendables. Ese es el caso de El Renacimiento y La Aripuca.

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En fin, podría decirse bastante más, pero mejor consultá las excelentes webs locales en las cuales nos nutrimos para darles estas orientaciones. En ambas podrán encontrar toda la información necesaria para alojarse o para encontrar servicios durante vuestra estancia.

Guillermo Pérez Rossel

www.uruguayatlantida.com

http://www.atlantida.com.uy/index.html

http://www.atlantida.com.uy/guia/index.html

http://www.destinoatlantida.com