Invirtieron 70 millones de dólares en la construcción de una gran estructura suplementaria, pero ni te sueñes que ahora sí podrás subir sin otro problema que el cansancio.

De cualquier manera, vale la pena el viajecito en barco y las vueltitas por la isla mirando a la gente que está dispuesta a esperar horas y horas para poder subir hasta la corona… porque hasta la antorcha hace mucho tiempo que no se puede. Ahora tendrás otra atracción para el caso en que, como yo, las rodillas ya no te permitan la aventura escaladora.

Lo que construyeron es un museo sustitutivo del que ahora existe, más grande y más entretenido. Tendrá 1.800 metros cuadrados y se elevará a espaldas de la estatua siguiendo un proyecto diseñado por un equipo de arquitectos conducido por Nicholás Garrison. “Este es el mejor símbolo de lo que significa ser americano y lo que representa la inmigración en nuestras vidas”, dijo durante la presentación del proyecto el alcalde de Nueva York.

Es fácil decir eso en Nueva York, lejos de la frontera con México, donde al inmigrante de ahora lo persiguen con perros entrenados. En fin, no es oportuno salir con esos temas aunque también es malo omitirlos. El caso es que la iniciativa tiene varios grandes filántropos entre los cuales se cuentan la diseñadora Diane von Furstenberg, madrina del proyecto; Jeff Bezos, fundador de Amazon, y Michael Bloomberg, exalcalde de la ciudad. Contribuyen a pesar de que las entradas y derechos se supone que solventan con creces los costos de mantenimiento tanto de la Isla Libertad donde está la simbólica Liberty y como de la isla Ellis, donde por años desembarcaron los inmigrantes para que arreglaran sus papeles y para asegurarse de que no traían ninguna enfermedad. Ambas islas están bajo jurisdicción del National Park Service, que seguramente tiene otros bienes para preservar que no generan tanto dinero como éstos.

Antes de la pandemia, la ciudad de Nueva York recibía cada año unos 60 millones de visitantes; estate por seguro que la mitad de ellos tenian  previsto visitar la Estatua de la Libertad, a todos nos pasa. Pero también nos ocurre que, por una cosa o por otra, lo dejamos para otra oportunidad desanimados por las colas, que comienzan en el propio embarcadero de los ferrys que parten rumbo a ambas islas. De manera que en tiempos normales  el flujo anual de turistas en la isla es de 4,3 millones, suficientes para que esté siempre atestada. Los expertos aconsejan llegar antes de las 9 de la mañana a Battery Park para comprar los tickets antes que el alud de turistas. Si llegás más tarde, solo para embarcar tendrás que armarte de paciencia. Difícil que te escapes de las colas en la isla, pues no pueden subir todos los que quieren sino solo los que logran ubicarse entre las primeras tandas de 20 expedicionarios escaladores. Estos 1.800 metros cuadrados agregan imprescindible espacio a la diminuta isla.

Ahora tendrás la ventaja de que si llueve, podrás aguardar bajo techo o si te resignás, tenés algo que hacer luego de haber quedado pasmado mirando para arriba a la gran dama. En el viaje de regreso, el ferry hace una parada en la Isla Ellis y si fuiste temprano a Liberty, podrás conocer esta histórica isla con sus instalaciones y museos para finalmente retornar a Battery Park para salir disparado hacia Little Italy para despacharte unos spaguetti ai funghi que es lo que se impone después de una aventura tan yanqui.

Trepando hasta la corona, un video para los que no pueden ir, los que no pueden subir o los que no pueden esperar.

Además de presentar exposiciones sobre la historia de casi 130 años de la estatua, el nuevo espacio incluye una librería, un teatro, un techo verde, y las oficinas administrativas. También tiene suficiente espacio para cobijar a los visitantes durante el tiempo inclemente. Lo de techo verde demanda un poco de descripción, pues fue muy elogiado en las publicaciones de Arquitectura de las cuales sacamos estos datos. De hecho ese techo es un espacioso jardín al que se accede por una escalinata; desde allí se puede contemplar el más extraordinario paisaje del sur de Manhattann mientras se disfruta de algún sandwiche adquirido en la cafetería que también incluye el Museo.

Protagonismo en cientos de películas, desde El Planeta de los Simios hasta El Día Después.

Se impone que agregue alguna descripción somera extraída naturalmente de la copiosa folletería que venden en el actual museo, mucho menor que el proyectado. La Estatua de la Libertad fue un regalo de los franceses a los estadounidenses en 1886 para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y como un signo de amistad entre las dos naciones. Fue inaugurada el 28 de octubre de 1886 en presencia del presidente estadounidense de la época, Grover Cleveland.

En términos arquitectónicos, la estatua recuerda al famoso Coloso de Rodas, una de las «siete maravillas del mundo». Fue nominada para las «nuevas maravillas del mundo», donde resultó finalista. El nombre asignado por la Unesco es «Monumento Nacional Estatua de la Libertad» y desde 1984 está considerada Patrimonio de la Humanidad.

La estatua es obra del escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi (también conocido por el sobrenombre de Amilcar Hasenfratz, fue un escultor alsaciano, conocido especialmente por ser el autor de la célebre Estatua de la Libertad, regalo de Francia a los Estados Unidos, que está situada en la entrada del puerto de Nueva York, así como del monumental León de Belfort, esculpido en un acantilado para celebrar la heroica resistencia de la ciudad en el asedio de 1870-71 durante la Guerra Franco-Prusiana. La estructura interna fue diseñada por el ingeniero Gustave Eiffel el mismo de la Torre Eiffel. El 15 de octubre de 1924, la estatua fue declarada como monumento nacional de los Estados Unidos y el 15 de octubre de 1965 se añadió la isla Ellis.

Guillermo Pérez Rossel

Los secretos de la dama de bronce
https://www.nps.gov/STLI/planyourvisit/index.htm

La web oficial de ambas islas