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El mejor chiste de la naturaleza

Llenaron de basura una playa y mirá en que se transformó cuando el hombre dejó de fastidiar.

Ocurrió en una playa cerca de Fort Bragg, en California. A la gente indolente de esa población, no le preocupaba o no le interesaba lo que hacían los recolectores con su basura domiciliaria. La información disponible no menciona al responsable, pero se asegura que llevaban toda la inmundicia hasta los acantilados de una pequeña playa,  propiedad privada de la Compañía Maderera Unión, y desde allí la despeñaban.

Calculan que eso ocurrió  durante la mayor parte del siglo pasado. Y no solo tiraban botellas y porquerías en desuso, sino que hasta arrojaban  los autos que como bien se sabe, en Estados Unidos no valen nada si se les tapó el radiador o cualquier otra pavada.


Si estás a punto de despotricar contra los vecinos de ese pueblo de California, más vale que te calles la boca y recuerdes o descubras, que ese enorme montículo que está donde comienza Propios en la Rambla del Buceo, no es otra cosa que una montonera de basura acumulada en lo que se consideraba el lugar más horrible de Montevideo: la playa. Ese asqueroso lugar donde a la gente se le oscurecía la piel, útil solo para instalar cementerios.

Y si no te basta,  recorré los barrios poniendo atención a los contenedores de basura y su collar de desperdicios en la acera. Pero acá la naturaleza no nos da esta ayudita porque quizás nos portamos con ella peor que esta gente de California. Puede que fueran menos desaprensivos que nosotros, pero se tomaban todo, de otra manera no se explica tanto vidrio.

A la playa la denominaron “Glass Beach” con toda justicia y por allí no se animaban a andar descalzos ni esos tipos que caminan por arriba del fuego. Pero el tiempo pasa y las olas trabajan incansablemente aunque la gente no las mire. Allí están sin darse descanso, ida y vuelta siempre arrastrando y frotando hasta pulir las botellas, vasos, fuentes y todo lo demás. Claro que también había latas, maderas y hasta heladeras y cocinas fuera de uso, pero a esas otras cosas las olas se las fueron llevando mar adentro o terminaron con ella las cuadrillas que luego vinieron a dar una ayudita.

De los residuos orgánicos se ocuparon primero las ratas y luego las gaviotas, que finalmente  terminaron también con las ratas. El sol y el viento completaron la obra.  ¡Si será industriosa y benéfica  la naturaleza!

¡Mirala ahora! ¡Si solo le falta una tanza para convertirla en un gigantesco collar! Como si la playa se estuviera inscribiendo para una muestra colectiva junto con nuestra Águeda Dicancro. No debería sorprenderte, las mismas fuerzas naturales que producen una puesta de sol, son capaces de muchísimas otras obras de arte esperando que alguien con sensibilidad descubra el placer de contemplarlas sin esperar un cartel que le indique cuándo debe emocionarse.

Hoy no solo se puede caminar descalzo entre esas cuentas de vidrio prolijamente pulidas, sino que entre ellas puede deslizarse  un pulpito tan sano y entretenido, que te destina una mirada romántica y confiada. Y por si te hiciera falta una paradoja, la vida natural no solo volvió a esta playita, sino que hasta surgieron algunas variantes de plantas en extinción, como la denominada Menzies Wallflower. Tanta maravilla mereció ser rescatada de los predios privados y en el 2002 sus 15 hectáreas quedaron incorporadas parque estatal MacKerricher que estaba anexo.

Miles de personas vienen cada año a Glass Beach y hasta celebran como un “mea culpa”  un día que denominan «Memorial Day» y que tiene al vidrio como exponente máximo de esta glorificación de la naturaleza.

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Pero … un momentito que falta algo.

Ante tanta inmundicia en una playa, no extrañaría que nosotros nos hubiéramos contentado con mandar cartas indignadas a los diarios y las autoridades con enviar algunos bulldozers para despejar la mugre, junto con varios camiones cargados de carteles con mensajes que comienzan con “Prohibido” y terminan con “bajo apercibimiento de… tal severa sanción”. Eso es lo que hubiéramos hecho nosotros aún a fines del siglo XX, aunque ahora estamos mejorando… un poquitito.

Allá procedieron primero de una manera semejante a la nuestra, cerrando el área en 1967 y prohibiendo arrojar basura, cosa que tampoco fue obedecida a rajacincha. Luego y de común y amigable acuerdo, el propietario (¡propietario de una playa, finalmente algo en que les llevamos  mucha ventaja!) comenzó la limpieza junto con la California Coastal Conservancy y el Consejo de Administración Integral de Residuos. Finalmente, la ahora hermosa playita quedó bajo la responsabilidad del Departamento de Parques y Recreación de California.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No te voy a engañar recomendándote llegar hasta acá, pero si sos uno de esos tipos como el Nando Parrado que se sube a una moto y no lo para nadie; o si sos de los que te gusta alquilar un auto y darle mansamente a la maravillosa costa de California, el Parque MacKerricher, puede ser una opción interesante.

Tiene una enorme variedad de hábitats, que comprenden desde la riquísima orilla del mar, pasando por los acantilados y llegando a humedales, bosques y dunas donde viven más de 90 especies de aves. El lugar es un buen mirador de ballenas en invierno y primavera y los pescadores se sacan el gusto con las truchas que pican de lo lindo en un arroyito cantarín como el de la foto.

Guillermo Pérez Rossel

http://www.odysseyseaglass.com/fort-bragg-glass-beach.html

http://en.wikipedia.org/wiki/Glass_Beach_(Fort_Bragg,_California)

http://topworldtourism.com/2012/10/glass-beach-usa/

http://en.wikipedia.org/wiki/MacKerricher_State_Park