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Solo quedan 63 toninas uruguayas

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Admiro a los académicos y a veces me avergüenzo de la exageración periodística. Pero eso de “disminución importante” de las toninas me cae espeso. Las queridas toninas de nuestras playas no disminuyeron, virtualmente desaparecieron, quedaron reducidas a solo 63 habitando nuestra costa… quizás menos. Así tratamos a nuestras primas hermanas en la evolución…

Ya habrás escuchado eso de la inteligencia de los delfines, pero es posible que no sepas de movimientos en Europa que proponen definirlas como «personas no humanas» y considerar a quien las mate, tan criminal como un asesino. Pero eso y otros datos singulares, los agrego al final como un anexo… porque encontré mucha más información de la que esperaba.

Algún kayakista me dijo que últimamente vieron algunas, pero con los años que tengo encima, no puedo salir a comprobarlo. En todo caso, si estaban alejadas de la costa, no eran nuestras toninas de playa… o nuestras queridas primas en la evolución lograron cambiar sus hábitos para salvarse de los principales factores de exterminio: los pescadores artesanales que las asesinaban con rifles, la contaminación antes del caño emisor a 3 kilómetros y la desaparición progresiva de su alimento. Otros culpan a la pesca con redes de arrastre y al incremento de la navegación costera. ¡¡Cómo odio a las estruendosas motos de agua!! Felizmente me encontré con artículos de investigadoras, particularmente de Paulina Menchaca, quien asegura que quedan 63 (en un reportaje anterior había dicho 70, así de rápido las estamos perdiendo) de aquellos quizás miles que veía pasar en la mañana y en la tarde. Entonces no las matamos a todas, ni desaparecieron… pero están en eso.

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Quien me zambulló en este artículo fue Natalie Scheck, la esbelta editora de Paula, cuando me etiquetó en este video que me revolvió un yacimiento de recuerdos. ¡Ya hubiera yo deseado surfear con delfines! Pero tuve con mis toninas un “encuentro cercano del tercer tipo”, como hubiera dicho Steven Spielberg si como yo, una familia entera de toninas lo hubiera sacudido como dándome una lección de que son amistosos, pero no son como esos delfines de acuario, obedientes y apayasados. Pero esa historia la pongo al final… por lo de la expectativa.

Confieso mi pasión por estos bichos desde que acampábamos en la Isla de las Gaviotas, rodeados de aguas tan transparentes como en el Este y con varias familias de toninas que recorrían la costa. Con mi experiencia arriesgo alguna discrepancia con lo que lo que sesudamente se asegura y mi coincidencia con una teoría más reciente.  Baste decir que a estas toninas nunca las ví en la costa fernandina o rochense, pero tengo una amiga que siempre veraneó en Playa Fomento (frente a Colonia Suiza) y recuerda que hasta avanzada su juventud las veía pasar frente a su casa. La misma experiencia tuve yo todos los veranos que pasé en una casa frente al mar, en Salinas. Poniendo al termo como testigo y al mate como confidente, aseguro que una familia de entre 15 y 20 integrantes, pasaba todos los días de mañana rumbo al oeste y regresaba por la tarde, justo antes de ponerse el sol para pasar la noche supongo que no muy lejos de mi atalaya. Digo familia a falta de mejor definición, ¿quizás debería decir tribu a semejanza del otro gran gregario inteligente que somos nosotros?

Sacaba mi vista del libro para contemplarlas y no me hubiera extrañado que contestaran si las saludaba con la mano. No se alejaban ni 70 metros de la orilla y alguna vez que me les aproximé nadando, no hicieron el menor amague de esquivarme o de repelerme. Así se comportan los amigos.

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Cuando empezaron a ralear me preocupé y traté de averiguar. Los que debían saber, no sabían de qué les estaba hablando. Presumían de ecologistas, pero algunos decían que nunca los habían visto ni leído sobre ellas. Sí sabían del delfín franciscana que también abundaba desde Maldonado hacia el Este… pero ese era más pequeño, era famoso y no un delfín de barrio como mis queridas toninas. Al delfín franciscana lo conocían hasta en Japón, desde donde una vez mandaron una misión científica para estudiar su lenguaje. Desde Francia vino otra misión para estudiar a la franciscana… pero esa vez era sobre sus hábitos sexuales, ¡bien de franceses! Nunca encontré publicaciones sobre esas investigaciones, capaz que curraron a su universidad.

Los que sí decían saber lo que pasaba eran los pescadores artesanales. “Embarcamos rifles y matamos todas las que se nos cruzan”, me aseguraron. “Nos están dejando sin pesca, se comen todo”, decían muy convencidos y seguramente muy equivocados. ¡Qué crueldad con el bicho que se supone más parecido a nosotros por su inteligencia!

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En estos días descubrí que las queridas toninas finalmente merecieron tratamiento académico. Encontré una hermosa “Investigación y conservación de las toninas en Uruguay” firmada por Paula Laporta, Carolina Menchaca y Cecilia Laporta (abajo el link). Lo más tranquilizador que leí en ese trabajo, es que contrariamente a mi experiencia, no había un territorio rioplatense para nuestra tonina y un territorio oceánico para la franciscana, sino que mis vecinas de Salinas evolucionaban en ámbitos mucho más extensos y que entonces, podrían no haber sido exterminadas, sino que podrían haber migrado huyendo de ataques y privaciones. ¡¡Ojalá!! Pero las extraño… era tranquilizador verlas en la playa, como custodiando a los bañistas. Parecían indicar que el Universo estaba en orden.

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Vaya mi conmovido agradecimiento a la ONG Yaqu pacha Uruguay por escuchar mis plegarias y por investigar seriamente y acompañar mi pasión. Creí que era de los últimos en defenderlas, casi bajo los brazos por lo inútil que suele ser el clamor de un octogenario. Pero, si sirve de algo, aporto mis recuerdos juveniles. A las generaciones de recambio, les recomiendo sumarse https://www.facebook.com/yaqupachauy y colaborar con lo que esté a su alcance.

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Aquí me descuelgo con la primera anécdota, que no sé si refiere a la tonina Tursiops truncatus o a otro delfín de la costa mexicana. Porque lo que cuento ocurrió en la bahía de Acapulco, más concretamente en la isla Roqueta, un pequeño paraíso ubicado casi como tapón de esa bahía donde los pelícanos se zambullen como kamikazes. Había alquilado un pequeño equipo de snorkel y patas de rana y al hacerlo me advirtieron: “no se aleje hacia mar abierto, porque hay tiburones bravos”. Esa bahía tiene algo encantado, si aparece un pez gris como los nuestros, lo extraditan al Río de la Plata donde el gris siempre es exitoso. Todo es multicolor, peces, caracoles, piedras y catedrales sumergidas, que las hay.

Así que me entretuve largo rato pastoreando cardúmenes tornasolados, casi tocando con mis manos a los más próximos y sin fijarme por dónde iba, hasta que de pronto todos los peces giraron en redondo y hasta pechándome salieron disparados en dirección contraria a la que traíamos. Quedé perplejo. ¿Qué los podía haber asustado? ¡¡Tiburones!! Me dije y yo también nadé desesperadamente y me trepé a una roca cubierta de mejillones arriesgando los tajos con tal de salvar el pellejo. Nunca supe si mi susto fue justificado, preferí no averiguar. Porque estaba en el lugar donde la bahía se abría al mar abierto.

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Allí me contaron porqué dentro de la bahía no había ni podía haber tiburones. “Donde hay delfines, no hay tiburones que los puedan atacar a ellos tanto como a nosotros”, me dijeron. Si un escualo se aventura en su ambiente protegido, ellos lo atropellan en el flanco y le hacen estallar la vejiga natatoria. Ese día, nosotros almorzamos tiburón, porque el bicho queda flotando boca arriba, coleando moribundo sin riesgo para las crías de delfines”. Vos dirás que si la información no viene en un libro y no está acompañada con al menos media docena de citas en inglés, no hay que creerlas. Pero, ¿que querés que te diga? Me resultó tan convincente, como a los pasajeros de un hotel fuera de la bahía de Acapulco, que promocionaba que ellos alimentaban delfines para que en su playa no hubiera tiburones. Y ellos iban confiados a bañarse.

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“Muchos uruguayos tienen una gran confusión sobre las toninas, que también ocurre en otras partes del mundo”, reconocen las autoras en ese estudio que ahora citaré textualmente. “El problema radica en que se cree que las toninas son animales diferentes de los delfines. Creemos que esto ocurre porque esta especie, científicamente conocida como Tursiops truncatus, tiene muy diversos nombres comunes en todo el mundo. Por ejemplo, en Argentina también se la conoce como tonina, en Brasil le dicen boto, en Chile, tursión, en España, delfín mular, y otros países han adoptado la traducción del inglés, ‘delfín nariz de botella’ (bottlenose dolphin).

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El vastisimo territorio del delfín nariz de botella, supuestamente nuestra tonina. Pero igual que el ser humano, que es parecido pero no idéntico en sus versiones asiática, africana, europea, indoamericana, polinesia y tantas otras, nuestra querida tonina podría ser una versión rioplatense con varias características diferenciales.

“El grupo de los cetáceos con dientes (conocido como odontocetos, del griego odonto, ‘diente’, y cetos, ‘gran animal marino’) comprende al menos 71 especies en todo el mundo, e incluye la franciscana, la orca, la beluga, el narval, diversos delfines oceánicos y otros cetáceos más grandes. Las autoras del documentado estudio dicen que son apenas cuatro de las 33 especies registradas las que se observan desde la costa o se encuentran varadas con frecuencia en Uruguay: la franciscana (Pontoporia blainvillei), la tonina (Tursiops truncatus, a la que me refiero), la orca (Orcinus orca) y la ballena franca austral (Eubalaena australis). De estas cuatro especies, la tonina es el delfín que podemos (podíamos) observar con más facilidad y frecuencia desde la costa.

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Ahora planteo mis dudas… porque las autoras dicen que “La tonina es el típico delfín que se observa también en los acuarios y que se hizo famoso con la película y serie televisiva Flipper” y las toninas que yo recuerdo, ví, toqué, me rasparon y me cautivaron, eran bastante diferentes a Flipper. Eran más grandes, no tienen nariz de botella (¡qué insulto!) y serían amistosos, pero no tanto. Curiosas sí: las toninas que recuerdo eran curiosas y quizás hasta bromistas, tan inteligentes como para armar ruedos para encerrar un cardumen y entrar a comer por turnos, como ví con estos mismos ojos, asombrado y admirado, desde una duna alta por Jaureguiberry, cuando con un amigo trepé para ver a qué obedecía un enjambre de gaviotas en un punto determinado.

Allí vimos a una gran familia de toninas haciendo una rueda bien cerrada para que el cardumen no escapara. Cuando las dos o tres comensales en el centro se hartaban, volvían a la rueda para permitir que otras se alimentaran. No me lo contaron, no lo leí, lo vimos con mi amigo durante más de una hora. Y a diferencia de los humanos, no pescaron hasta el exterminio, sino hasta que estuvieron razonablemente saciadas.

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No creo que alguien haya visto a nuestras toninas montevideanas pegando estos saltos; las nuestras eran toninas recatadas…

Otra relevante diferencia con Flipper y sus desgraciados compañeros de cautiverio, es que nuestras toninas jamás siguieron a los barcos como cualquiera puede ver en Brasil, cuando toma una de esas deliciosas excursiones. Esos delfines hollywoodenses saltan y hacen piruetas, los nuestros son mucho más reposados, filosóficos diría yo en el colmo de mi admiración. Los delfines brasileños se divierten como locos, juegan carreras, miran fijamente a los excursionistas como ellos miran a los delfines. ¿Quiénes miran a quien? Jamás ví a una tonina seguir a una lancha o a mi canoa canadiense… me miraban pasar, se aseguraban de que yo fuera inofensivo, y seguían su cotidiano deambular: de mañana hacia el oeste y de tarde hacia el este. ¡Qué curioso que nadie haga referencia a estos hábitos! ¿Pueden ser el mismo animal?

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Estos sí que son los que celebran como Flippers. ¿Ven alguno imponente como los que teníamos en la costa montevideana? Y por otro lado, siendo como soy enemigo de los animales en cautiverio, debo reconocer que parecen tan divertidos como los perritos haciendo piruetas con sus amos. Y viene la otra pregunta ¿los delfines se merecen tener amos? Los que yo recuerdo, definitivamente no.

Mi hija Graciela, muy kayakista y velerista, me asegura que vio recientemente una familia de mis toninas en las rocas de Las Pipas. Muy bien por mi hija, que tiene formación científica y no ve visiones… pero las rocas de  “Las Pipas”, están ubicadas en la playa Carrasco a 3 km. de la Rambla. Eso es bastante más que el corredor de las toninas junto a la costa, entre 50 y 300 metros de la orilla según la profundidad y seguramente, según los bancos de peces. Veamos un poco, yo era un observador terrestre y podría no distinguir toninas nadando a más de 300 metros. En Malvín la tropilla pasaba entre la Isla de las Gaviotas y la arena… pero nada impide que se internaran más en busca de otros cardúmenes que evolucionan a otra profundidad. Mi hija dice que ahora se ven con cierta frecuencia, aunque ni remotamente lo que eran hace 30 años. Eso es lo que casi nadie recuerda, como si hubieran sido rociados con ese polvo mágico que protege con el olvido a los duendes irlandeses y sus ollas de oro.

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Ojalá que me puedan demostrar que estoy equivocado y que mis queridas toninas sean estas mismas “Tursiops truncatus”. No es lo que me parece… pero hay una relevante coincidencia. Ellas dicen: “en Uruguay era muy común ver toninas en las playas de Montevideo, Canelones, Maldonado y Rocha. Sin embargo, en los últimos 60 años se ha observado una disminución importante de la presencia de estos animales en la costa del Río de la Plata. Actualmente, la costa atlántica del departamento de Rocha, principalmente desde Cabo Polonio hasta Barra del Chuy, es el área donde hay mayor presencia de estos delfines. En el año 2002, con el Proyecto Toninas se inició el primer estudio sistemático de varios aspectos de la ecología y el comportamiento de estos cetáceos en las playas de La Coronilla y Cabo Polonio, que actualmente integran el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) (ley 17234). Entre 2002 y 2007, los estudios apuntaron a conocer la frecuencia con que se observaban las toninas en aquellas playas, describir su comportamiento e identificar a los individuos utilizando la metodología conocida como fotoidentificación. Esta metodología permite identificar a cada individuo mediante fotografías de marcas naturales de larga duración (cortes, mordidas, muescas, etc.) en la aleta dorsal. En ese mismo período se comenzaron a realizar estudios sobre la estructura social de los grupos, es decir, cómo están integrados (individuos adultos, juveniles, crías), y cuál es el comportamiento de las toninas con relación a variables oceanográficas y ambientales”.

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En esa área era donde yo observaba al delfín Franciscana, tengo la esperanza de que los lectores me digan que ellos han visto recientemente a aquella tonina de entre 1,80 y 2.40 de largo, muy superiores a los 150 kilos de peso y por tanto nada parecido a esos otros delfines más chicos. Carolina Menchaca, cuya información es mucho más vasta y rigurosa que la mía, dice que los adultos exhiben tamaños corporales de entre 1,9 m y 3,9 m de longitud, y pueden pesar entre 150 y 650 kilos. Para utilizar términos navieros, el más pequeño de ellos “desplazaba” tanto como el basquetbolista “La Bestia” García Morales y el más grande podía tener el  porte de dos basquetbolistas saltando juntos hacia el tablero.

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Ahora con esos números a la vista, el lector puede evaluar mejor mi anécdota. Ubíquenme con 19 años, como tenía justo cuando me iniciaba como periodista en la agencia ANI. No había plata para una carrera larga, pero había condiciones para una carrera corta como Educación Física… que no pude terminar porque me atrapó el oficio más apasionante del mundo, sin desmerecer a nadie. En verano nos daban oportunidad de un trabajito estacional en unas cabinitas que ponían en las playas y que luego retiraran para que todo estuviera peor. Durante tres meses de ese verano, sacaba la red de volleyball, enseñaba natación, gimnasia y lo que se me ocurriera. Era dueño y señor de Pajas Blancas, cuando ese balneario era un paraíso donde surgía el agua mineral Sirte, tenía arenas más blancas y finas que las de Carrasco y en el horizonte cercano estaban los desafiantes restos del Gral Alvear, una de las últimas naves con paletas en lugar de hélice, que hacía la carrera Montevideo-Buenos Aires y quedó encallada a no más de 200 metros de una de las playas de Pajas Blancas.

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Malos nadadores se arriesgaban y yo con mis 19 años había dado la orden terminante de prohibir nadadores y chalanas que arrancaban recuerdos de lo que quedaba de la airosa nave. ¿Tenía autoridad para eso? Claro que no, pero los dos marineritos tan contratados como yo, me consideraban su jefe y todos los días se reportaban y pedían instrucciones. ¿Quién resiste semejante halago? ¿Quién más hubiera hecho lo que había que hacer?

Aquél día venían corriendo por la arena sujetándose el gorrito: “¡profesor, profesor! ¡¡hay tiburones!! ¿ponemos bandera roja!!”. Yo estaba sentado en mi cabinita ejerciendo mi recién descubierta vocación de comunicar y tenía un atento auditorio: no menos de 15 personas entre padres, pescadores y niños. Con mi mejor pose de Johnnie Weissmüller campeón de nado y protagonista del primer Tarzán, examiné a lontananza y pontifiqué: “¡Nada debandera roja; no son tiburones, son toninas amigas del hombre, inteligentes como nosotros!”. Y ahí nomás me despaché un discurso tan entusiasta con las toninas como este artículo. Las chiquilinas desbordantes con los primeros biquinis, escuchaban arrobadas, los muchachos asombrados, los marineros patitiesos y los padres y pescadores, desconfiados y sobradores. No había nadie en el agua, no eran frecuentes las toninas en agua tan dulce y esta era una familia enorme, de no menos de 15 o 20 individuos, a corta distancia de la orilla con una profundidad de 1,60 o algo así… porque yo hacía pie en el segundo acto de esta historia.

“¿Y si son tan mansitas por qué no vas a nadar entre ellas?”, desafió con sarcasmo el más veterano, ese siempre existente que no le tiene simpatía a nadie. Todas las miradas confluyeron en Johnnie Wissmüller, es decir, yo. Mi vanidad estaba comprometida, no debía fallar… y además creía en lo que decía. Así que corrí hacia el agua sacando pecho y me interné hasta donde justo se dirigían las toninas, para que no hubiera discusión. Estaba convencido de que las toninas se iban a desviar convenientemente.

…pero no fue lo que hicieron. Más bien levantaron sus cabezas para mirarme a los ojos y todas ellas embicaron directo a mi cintura. ¡Si hasta parecía que se estaban riendo! Una tras otra, las 15 o 20 me restregaron con sus cuerpos y me sacudieron como un corcho. ¡¡Enormes animales!! A mí me aterrorizaba un pensamiento ¿y si tenían crías y me consideraban un enemigo peligroso? Pero no pasaba nada de eso, fue como si quisieran castigar mi vanidad y divertirse a mi costa. Juro que lo lograron.

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En la orilla saltaban y aplaudían… pero yo no podía salir del agua porque las rodillas me temblaban furiosamente. Hasta me pareció que la última tonina daba vuelta la cara y sonreía burlonamente. Demoraron más de quince minutos las rodillas en quedarse quietas. “¿Por qué demoraste tanto?, me preguntaron. Tenía ganas bañarme un poco más, mentí descaradamente. Disfruté inmerecidamente de la admiración, pero no confesé hasta hoy el susto que me pegué.  Al margen de todo esto, hacer lo que hice fue una imprudencia, nadie debería intentar sociabilizar hasta tal punto con animales que serán buenos… pero son salvajes. ¿Y si tenían crías, y si estaban cazando y no querían competencia, y si había machos en celo?

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Tonina como las que yo recuerdo en Pajas Blancas… pero vieja, cansada o lastimada, en el Golfo de México. Mírenla y díganme qué tiene que ver con Flipper. Hay algo que no cierra en toda esta información… habrá que esperar a que las biólogas uruguayas tengan asistencia estatal y puedan completar sus estudios. ¿Habrá toninas como las rioplatenses en el Golfo de México?

Acá termina el artículo para los lectores con mediana curiosidad… pero agregaré una adenda para quienes quieran más…

Guillermo Pérez Rossel

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Nuestras toninas son otras toninas/delfines

Aclaro porque quizás ayude a diferenciar a aquellas toninas de Pajas Blancas de estas Tursiops truncatus descritas por las que saben: la piel de todas ellas no era suave para nada, era áspera casi como papel de lija, me dejaron señales de raspaduras en el vientre. Nunca en los grandes acuarios contraté esos juegos de “nade con los delfines”, que los bichos parecen disfrutar, pero que a mi manera de ver es, “nade con nuestros prisioneros”.   Pero mirando como niños y mujeres abrazan a delfines bastante más pequeños que los míos, no parece que se encontraran con pieles ásperas.

“Durante los años 2007 y 2009 se llevó a cabo un estudio para estimar la abundancia de individuos (conocer cuántos animales utilizan frecuentemente la costa rochense), analizar cómo utilizan el hábitat y determinar cuáles son los factores oceanográficos y ambientales que influyen en la distribución y los movimientos de los individuos a lo largo de la costa uruguaya y el sur de Brasil. En el estudio se determinó que las toninas están presentes durante todo el año en la costa de Rocha, y que presentan preferencia por la zona de rompiente de las olas (entre 50 y 500 metros de la costa), dado que se recorrieron transectas de más de 2 kilómetros de longitud, perpendiculares a la costa, y no se observaron toninas más allá del primer kilómetro”. Ahora si parece que estamos hablando de los mismos bichos, grandes, costeros y más parsimoniosos que Flipper el saltarín obediente. Tribales como el ser humano, pero no loquitos divertidos como los que deambulan entre las islas próximas a Florianópolis.

Carolina Menchaca declaró a La Diaria que hace al menos un par de décadas que no se ven por la costa de Canelones ni en la de Montevideo; su presencia ha disminuido tan tremendamente que los avistamientos ocurren, pero son muy raros. “Es cierto que dejaron de usar esa área. Lo mismo pasó en la costa argentina del Río de la Plata”, dice Menchaca, y agrega que “No sabemos por qué sucedió eso, si es porque hay menos bichos, si es porque pasó algo a nivel ambiental, si disminuyó la cantidad de presas o cuál es la razón por la que decidieron no usar más esa área. Como no tenemos una línea de base, no tenemos manera de comparar cómo estaba la situación antes con lo que sucede ahora”. Por eso es tan importante lo que ha investigado: porque si no empezamos a generar conocimiento consistente durante varios años sobre la población local de toninas, por más que se trate de una especie prioritaria para la conservación del Sistema Nacional de Áreas Protegidas no se podrá establecer planes de manejo para las 63 toninas que viven en las costas oceánicas de Uruguay.”¿Ah, no les dije que quedan sólo 63 toninas?”, hacen notar en La Diaria.

No toda la información es tan truculenta: también se nos hace saber que serán pocas… pero procrían, hay nuevas generaciones de toninas uruguayas luchando por su espacio vital. Y agrega un dato que alienta a mi sospecha de que estamos ante un bicho parecido, pero algo diferente, cuando le dice al reportero que “los científicos no se ponen de acuerdo en si la población que tenemos en nuestro país es una especie distinta a la que se encuentra en otras partes del mundo o en si se trata de una subespecie”. “Los bichos que están en Uruguay y en el sur de Brasil tienen diferencias morfológicas con los que se encuentran en otras partes. Si observás la forma de la aleta, la coloración y algunos caracteres del cráneo, ves que son distintos. Hay un grupo de gente que sostiene que esas diferencias serían suficientes como para decir que son dos especies distintas, y proponen el nombre Tursiops gephyreus, que había planteado el argentino [Fernando] Lahille en 1908 para nombrar a los animales que estaban en Argentina y Uruguay”.

Si se confirma que nuestras toninas son diferentes al abundante Tursiops truncatus, entonces estamos ante un escenario dramático: nuestras queridas toninas están al borde de la extinción. Y eso es lo que humildemente me parece a mí, pues yo pude ver bastantes diferencias al menos de comportamiento de nuestros delfines oriundos. Queda muy claro en https://es.wikipedia.org/wiki/Tursiops_gephyreus. Asegura que se las ve únicamente en Rio Grande del Sur y en el Río de la Plata. Aunque no habla del tamaño, refiere a que tienen dos vértebras más… lo que hace suponer un bicho más grande… todo en consonancia con mis recuerdos.

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La inteligencia de los delfines

Siempre citando a la misma fuente: “Dado que los delfines están dentro del grupo de mamíferos más inteligentes del planeta –junto con monos como el chimpancé y el humano–, esto de pensar que estudiar toninas se parece a estudiar gente que afirma Menchaca puede implicar un gran desafío. “Las toninas pueden llegar a formar sociedades muy complejas. El primer abordaje para saber qué tipo de sociedad tenés es estudiar cómo se vinculan los animales”, dice la investigadora. Para ello realizó un estudio de asociación que mide la frecuencia en la que aparece un individuo junto a los otros excluyendo a las crías, ya que, al igual que sus primos de tierra firme, estas forman vínculos estrechos con sus madres por tiempos prolongados. “El estudio de las preferencias o asociaciones parte de la base de ver todos los individuos que están presentes en un grupo y establecer patrones, porque no siempre los mismos individuos aparecen asociados a los mismos grupos”, añade, aclarando que “al registrar la presencia en el grupo también se registra la actividad que el grupo estaba llevando a cabo”.

Para Menchaca las toninas son un poco como nosotros: “No son grupos cerrados, están abiertos a nuevos individuos. Así como están esos compañeros casuales, hay compañeros también más estables, ya sea en un período determinado o por largos plazos. Hay una varianza en los tipos de relaciones. A nosotros nos pasa lo mismo, ¿no? Uno tiene compañeros para algunas cosas que son casuales, hasta que por alguna razón en determinados momentos nos conviene generar una relación más estable”. También señala que estas asociaciones no son aleatorias, de lo contrario no se verían los patrones que observó, al tiempo que son adaptativas: “Asociarse con alguien para una actividad dada tiene que tener un beneficio, ya sea en la reproducción o en su supervivencia. ¿Cuál es esa ventaja?, no lo sabemos”. Y para que esas asociaciones puedan producirse debajo del mar, teniendo en cuenta por un lado que nuestra costa no siempre ofrece una gran visibilidad y por otro que el ojo de la tonina sigue siendo un ojo para ver por debajo y por encima del agua.

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Los delfines son”personas no humanas”

Eso es lo que sostiene un grupo de conservacionistas europeos, argumentando que es moralmente inaceptable mantener animales tan inteligentes en parques de entretenimiento o matarlos para alimento o por accidente en operaciones de pesca. Alrededor de 300.000 ballenas, delfines y marsopas mueren de esta forma cada año. Agregan que los delfines tienen diferentes personalidades, un fuerte sentido de sí mismos y pueden pensar sobre el futuro. También es ahora claro que son animales “culturales”, lo que significa que pueden incorporar nuevos tipos de comportamientos transmitido de un delfín a otro. Otra investigación ha mostrado que los delfines pueden resolver problemas difíciles, mientras que los que viven en la naturaleza cooperan en formas que implican estructuras sociales complejas y un alto nivel de sofisticación emocional.

Los delfines mulares nadan a una velocidad de 5-11 km/h (3-6 nudos); en tiempos cortos pueden alcanzar velocidades máximas de 35 km/h (21 nudos). Cada 5-8 minutos, los delfines tienen que salir a la superficie para respirar a través de su espiráculo (en promedio, respiran más a menudo). Su sueño es así muy ligero; algunos científicos han sugerido que las dos mitades de sus cerebros se turnan en dormir y despertar.

Los delfines mulares viven normalmente en grupos llamados vainas, conteniendo hasta 12 animales; se trata de unidades sociales a largo plazo. Típicamente, un grupo de hembras y sus jóvenes viven juntos en una vaina, y juveniles en una vaina mezclada. Varias de estas vainas pueden constituir grupos más grandes de cientos de delfines o más. Los machos viven solamente en grupos de 2-3 y ensamblan las vainas por períodos del tiempo cortos.

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La especie se conoce por su carácter y curiosidad amistosos. Destacan en la Wikipedia que es frecuente que un buceador sea investigado por un grupo de ellos. De vez en cuando, los delfines han rescatado a zambullidores en peligro llevándolos a la superficie, un comportamiento que también demuestran hacia los miembros en peligro de sus propias especies. En noviembre de 2004, un informe más dramático de la intervención de un delfín vino de Nueva Zelanda: un gran tiburón blanco se acercó a tres salvavidas, nadando a 100 m de la costa cerca de Whangarei. Un grupo de delfines, detectando al parecer el peligro de los nadadores, se reunió y los rodeó firmemente por cuarenta minutos, previniendo un ataque de tiburón. ​

La gestación dura unos 11-12 meses; habitualmente, tienen una cría, que suele medir 1-1,5 m y pesar entre 30 y 40 kg. Paren cada 2-3 años. El período de amamantamiento dura entre 12-18 meses. Los delfines mulares hembra viven cerca de 40 años; la vida más agotadora de los machos toma al parecer su precio, y viven raramente más de 30 años.

Finalmente, es cierto que los delfines tienen un cerebro proporcionalmente más grande… pero no repitas la estupidez de que el tamaño del cerebro determina la inteligencia, porque terminarás pidiendo a las vacas que nos gobiernen y a las ballenas que nos sometan como emperadoras. Un cerebro pequeño no ayuda, pero un cerebro grande no garantiza nada, ¡cabezón!

https://ciencia.ladiaria.com.uy/articulo/2018/12/investigadora-estudia-las-relaciones-sociales-de-nuestras-toninas-y-descubre-que-ampliaron-el-rango-de-frecuencia-de-los-silbidos-que-utilizan-para-comunicarse/?fbclid=IwAR20l9zF4YHlQ6ndcD00sZvkp_i69VflJ0Gk8RjmAsuYmyfkp51Y8-PdyUQ

file:///C:/Users/Guillermo/Downloads/Investigacion-y-Conservacion-de-las-Toninas-en-Uruguay.pdf

https://www.nauticalnewstoday.com/segun-cientificos-los-delfines-deberian-ser-tratados-como-%E2%80%9Cpersonas-no-humanas%E2%80%9D/