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Lugares mágicos de Estambul

Igual que Perú-Bolivia y la península de Yucatán en América, el territorio que hoy ocupa Turquía guarda tesoros que recién ahora se pueden conocer.

A las autoridades turísticas de Turquía les debe haber costado resolver por dónde empezar, pero ahora no las para nadie y si hay que jugar al fútbol para atraer viajeros, fútbol se juega, del mejor del mundo.

La Cisterna Basílica,  no fue ningún descubrimiento, pero que sí forma parte del inmenso trabajo de restauración que se están tomando los actuales gobernantes turcos, ya liberados de tradiciones que les impidieron durante siglos, reconocer el enorme valor de las culturas anteriores al islamismo, la participación sedimentaria de todos los mesopotámicos, los egipcios, fenicios, cretenses, griegos, romanos y naturalmente, un cristianismo al que primero atropellaron, que luego los atropelló a ellos y que ellos luego atropellaron todo lo que encontraron y si se detuvieron en las puertas de Munich fue  porque se les había acabado el café.

¡Qué salvajada de conquistas y de masacres, la última de ellas contra  indefensos armenios! Todas con enunciados muy religiosos, filosóficos o políticos, aunque en el fondo no eran otra cosa que saqueos y violaciones en masa. ¿Y por qué ocurrían esas cosas? Pues porque siempre hay gente que creer saber con exactitud a quienes hay que degollar y avasallar por presunta voluntad de Alá, Jehová o quien sea. Parecería que ahora vamos por mejor camino… pero no cantes victoria y mirá con atención lo que está pasando no demasiado lejos de este país apasionante.

La imagen de portada, la mejor de todas las que vimos, la publicó Juanjo en su blog http://ciudadescandidatas.com/estambul-no-todo-es-como-el-expreso-de-media-noche/

En fin, eso viene al caso porque si el hombre hubiera sido un bicho bueno, los bizantinos no hubieran tenido que construir esta “Cisterna Basílica”, una maravilla de la ingeniería, un desborde de arte arquitectónico y un lugar donde me juego la cabeza que estuvo Eladio Dieste y tomó buenos apuntes de para qué cosa sirve un ladrillo.

Como ya lo vimos en la Fontana de Trevi y el acueducto subterráneo que todavía la surte, estas obras tenían como objetivo asegurar la existencia de agua en ciudades que se sabía en algún momento tendrían que superar días o meses de sitio por ejércitos enemigos. ¿Qué hace el enemigo, cualquiera que sea? Lo primero que hacen en esas circunstancias, es cortar el suministro o envenenar las aguas.

Esta no es una fuente por la cual fluye el agua, es un gigantesco depósito subterráneo que fue capaz de atesorar entre 80.000 y 100.000 metros cúbicos de agua. El líquido provenía del bosque de Belgrado, a unos 20 kilómetros de distancia y era trasladado por el acueducto de Valente. Cada vez que conquistaban Constantinopla, luego llamada Estambul, la cisterna quedaba destruida y luego abandonada, hasta que alguna autoridad responsable se decidía a restaurarla. Así entre destrucción y destrucción, brindó servicios hasta el siglo XIV, cuando la gloria del Imperio Bizantino ya estaba prácticamente olvidada y las caravanas de prósperos comerciantes habían sido sustituidas por hordas de cruzados, primero musulmanes arrebatando, luego cristianos saqueando y nuevamente musulmanes devolviendo la visita de los europeos.

En occidente se la conoce como Basílica, que era el nombre bizantino de la cosa, pero si querés llamala Yerebatán Sarayi, que en turco significa Palacio Sumergido quizás reflejes mejor la apariencia de  lo que verás cuando vayas a Estambul. Te vas a volver loco administrando tu tiempo en un país donde tenés más opciones de las razonablemente abordables en un viaje; pero te estimulamos a que le hagas una breve visita a este lugar que tiene algo de mágico y queda cerca de otras cosas imperdibles.

Dice la historia que la cisterna fue construida en el año 532 y que los cristianos bizantinos no vacilaron en arrebatar columnas jónicas, corintias y dóricas de templos griegos y romanos con tal de terminar de apuro con esta obra. Eso explica que hay columnas de diferentes épocas entre las 12 hileras de 28 columnas cada una. Como ves en las fotos, es un bosque de bellas columnas que abarca 10.000 metros cuadrados y tiene unos nueve metros de altura. Observá con cuidado  la manera en que están dispuestos los ladrillos (refractarios, durísimos, impermeables) para conformar arcos capaces de resistir casi cualquier cosa, ese arte que resucitó nuestro admirable Eladio Dieste.

En 1987 se abrió tímidamente para el turismo y hoy es uno entre tantos atractivos de la ciudad, que embelleció el paseo con parlantes por los cuales se pasa música clásica. La ventaja es que ahora se puede llegar hasta el final de la construcción; pero hay quienes lamentan las barquitas que antes desplazaban a los turistas entre las columnas.

La Cisterna Basílica es la más grande entre las 60 cisternas con que contaba Constantinopla; la entrada a ésta se encuentra frente al Museo de Santa Sofía, una Catedral que tenés absolutamente prohibido no visitar. La catedral está a cien metros, de manera que no te cuesta mucho estirar la visita hasta este lugar.

Ahora, los otomanos no masticaban vidrio y preferían el agua corriente al  agua estancada de estas cisternas. Así que desviaron esa agua hacia sus jardines y le enseñaron a los occidentales como luchar contra el cólera y otras pestes endémicas. En eso son sobresalientes… pero hasta ahora no encontraron solución contra la horrible peste del fundamentalismo religioso que todavía tiene adeptos en otras geografías islámicas.

Alrededor de 1550 ya casi nadie recordaba la existencia de estas cisternas, hasta que el investigador holandés P. Gyllus escuchó testimonios de vecinos que aseguraban que bajaban a las profundidades de sus casas ¡para pescar! Les pidió que lo guiaran a esas inquietantes oscuridades y descubrió lo que estaba olvidado: un palacio sumergido. Pero no hubo rescate arqueológico, solo quedó registrado el descubrimiento en un libro de viajes.

Algunos industriosos turcos aprovecharon las construcciones para guardar madera y otros efectos. De hecho los sultanes Ahmed III en 1723 y Abdul Hamid II en el siglo XIX, hicieron restauraciones con la mejor buena voluntad.  Pero fue recién en 1987 cuando las autoridades turísticas de Turquía se pusieron en marcha y sacaron 50.000 toneladas de barro, con la buena suerte de encontrarse con dos columnas donde están esculpidas unas medusas que quedarán en tu memoria. Gracias a la iluminación “a giorno”, se ven muy saludables las carpas que miran pedigüeñas a los turistas.

Por si querés una explicación a la intrigante postura de las cabezas de Medusa, una totalmente al revés y otra de costado, la leyenda para turistas dice que están así para evitar la mortal mirada de aquél monstruo femenino decapitado por Perseo.

¿Y que pasa con las otras 59 cisternas de Estambul? ¡Andá a saber!

Guillermo Pérez Rossel