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El hombre es como el oso, cuanto más feo, más cariñoso

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Es probable que el ser humano haya convivido con ellos, como lo hace todavía con perros y gatos. Lo de doméstico hoy no parece viable… pero no podría asegurarse que antes compartiéramos caverna con este animalote. Eso sí, no todos son tan estudiosos como el de la foto.

Hasta  no hace demasiados años, en Rusia y otros países eran  frecuentes los artistas trashumantes que recorrían los pueblos acompañados por un oso adiestrado para hacer todo tipo de payasadas. A su compañero humano le conseguían buenas propinas en la gorra y cuando hacía frío (no tanto como para hibernar) le servía como abrigo adicional. Al cavernícola le venían muy bien los lobos domesticados y devenidos en perros, y los felinos devenidos en gatos… ¿por qué no podría tener osos para ayudarlos en las cacerías y protegerlos de los ataques de otros animales salvajes?

El 10 de abril del año 2015 se inauguró una réplica de la cueva de Chauvet en Vallon-Pont-d’Arc, al sur de Francia. La réplica está situada a dos kilómetros en línea recta de la cueva original.

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 En la cueva de Chauvet, en Francia, están representados 424 animales de 14 especies diferentes, pero hay un espacio reservado para osos y otro para caballos, en general animales domesticados. Nada prueba que los vecinos de Chauvet convivieran con los osos, pero da que pensar…

En aquél entonces pudo resultar conveniente. Los colaboradores de un wiki para responder interrogantes, hacen notar que “domesticación” no es “mascotización” y que la domesticación  tiene una finalidad práctica, no necesariamente afectiva. “Los perros protegen, buscan, cazan, recogen presas, dan la alarma y conducen el ganado; los gatos protegen contra roedores y reptiles; vacas, gansos, patos, gallinas, ovejas, etc. proporcionan alimento. Un oso es perfectamente “mascotizable”, pero no domesticable: come mucho más de lo que puede aportar”, dice un colaborador.

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Y es cierto… pero no del todo, porque el oso es omnívoro como nosotros y se conforma con cualquier cosa. Tampoco es cuestión de tener una manada de osos para salir de caza, sino de uno solo que podría ser fiel como un perro pero poderoso cuando en el coto de caza aparecen pumas y otros osos no domesticados. Además no son gregarios, no arman “manadas”. En fin, es solo una teoría, quizás abonada por las imágenes rupestres de osos cercanas a otras imagines rupestres de caballos, esos sí domesticados. El hombre es el campeón asesinando a otros animales… y contradictoriamente, también mascotizándoles y dándoles afecto. Los animales, por su parte, retribuyen generosamente ese afecto y por eso hoy tenemos gente que comete el grave pecado de domesticar lo que no debería domesticarse, desde hermosas aves que deberían estar sobrevolándonos y entreteniéndonos con sus cantos, hasta anacondas que no terminan de entender qué están haciendo en compañía de esos bípedos cuyos hijos aparentan tan apetitosos.  El ser humano no tiene explicación, puede ser tan cruel como insensatamente cariñoso.

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En fin; los animales deberían estar todos en libertad… con excepción de aquellos que luego de decenas de miles de años de evolución conjunta, ya no pueden sobrevivir sin el hombre… y nosotros no podemos sobrevivir sin ellos porque son nuestro alimento. Hay otros, a los que les hemos arrebatado su hábitat y solo pueden sobrevivir si no los acogemos y cuidamos, como el oso panda, como nuestro manso lagarto overo, como la comadreja si no fueramos tan dañinos e intolerantes. ¿Y el oso? Imagino que para la inmensa mayoría, el oso forma parte de alguna de esas categorías no domesticable ni mascotizable. No es mi caso; a mí de niño me hubiera encantado tener un oso como mascota, sobre todo cuando el forzudo de la clase me salía a buscar a la salida de la escuela. A ese compañerito a la larga pude domesticarlo,  pero con el oso no pude sacarme las ganas… me quedó como una cosa, ¡cómo me hubiera gustado!

Es que si los mirás bien, son como perritos, más bien perrotes enormes. Podés interactuar con ellos, los mirás y te miran, sus orejas son tan gesticulantes como las de los perros. Como ellos las avanzan cuando están atentos y las inclinan hacia atrás cuando están enojados. Si te comportás como es debido, valoran tu presencia. Durante un año fui a la Escuela República del Paraguay, a dos cuadras de Villa Dolores. Escondía en la túnica el pancito que me daban en el recreo con obligación de comerlo y cuando sonaba la campana, salía en estampida para colarme en el zoológico y llegar a la jaula de mi amiga la osa parda, que me devolvía una mirada cariñosa antes de entrar a su “dormitorio”, lugar por detrás donde hay una puertita. Se recostaba contra esa puerta, aceptaba complacida mi pancito y se tiraba panza arriba para que yo la acariciara.

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¿Qué era una imprudencia! ¡Era una barbaridad; mirá si habrá que cuidar a los chiquilines! La cuestión es que cambié de escuela y muchos meses después regresé con un pancito en el bolsillo. Me vio llegar, me miró pero su mirada tenía algo diferente. Se acercó a la puertita, pero tenía las orejas hacia atrás y hacía un ruido raro, amenazante, como diciendo “no te acerques porque te tendré que atacar”. Un guardián me dio la razón del cambio de comportamiento: “tuvo un osito”, me explicó. “No deja que nadie se le acerque”.

Una prima mía que vivió en una zona agreste al norte de Nueva York, donde los osos andan entre las casas, me contó experiencias semejantes de ella o de sus vecinos. Busqué y encontré otros testimonios semejantes. Los osos no solo revuelven la basura, sino que se meten adentro de las casas… sin intención de atacar, son terriblemente curiosos, siempre tienen hambre, te pueden llegar a seguir por la calle ¡y no se  te ocurra correr para librarte de ellos”. Simplemente, hacé como que no los ves… hacete el oso… es lo mismo que ellos hacen. En los parques no se meten adentro de los autos porque no caben por las ventanillas. Pero sería muy imprudente no guardar distancia, tirarles cosas o hacer como que los vas a atacar. En, fin, es un animal querible pero antes que eso, son bichos imponentes y peligrosos.

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Además del costo en comida, los enemigos del oso agregan que necesitan una cama muy grande, que tienen malos modales en la mesa y no pueden acusarlos de ensuciar con sus deposiciones, porque en ese sentido aún sin ser educados, se comportan mucho mejor que los perros. Pero se equivocan feo cuando también lo acusan de no servir para nada. ¿Te imaginás a un par de ladrones entrando a tu casa y ser recibido no por un perro, sino por un animal de más de dos metros de altura y de 300 kilos de peso? ¿De qué te podría acusar la justicia si el oso les da su merecido? No podrán decir que te defendiste con un arma de mayor calibre? ¿Habrá una figura delictiva que prohíba abusar de tu condición de víctima? El único problema en un episodio como ese, es que al ladrón frustrado no lo podrá encontrar nadie: del susto que correrá hasta la frontera y no volverá a Uruguay nunca más… siempre hay otros países donde los gobernantes también aman a los delincuentes.

En los circos ya no se los ve porque el público se enoja… y con razón, aunque las veces que presencié espectáculos en condición de hijo y en condición de padre, no parecía que los osos del espectáculo la estuvieran pasando mal. Andaban en bicicleta, resolvían problemas aritméticos, paseaban del brazo como un matrimonio y solo les faltaba agradecer con una reverencia las ovaciones del público. Ya en mi condición de abuelo no les pude mostrar a mis nietos las hazañas de mis queridos osos. Con la postura filosófica que uno asume a la mayoría de edad, entiendo que los circos no deberían tener animales amaestrados: está mal. Los animales salvajes tienen derecho a seguir siéndolo, estando en libertad o estando bajo protección en parques nacionales donde pueden sobrevivir a una civilización tan humanizada que está terminando con todos los seres que no tienen cotización en los mercados.

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Tampoco está bien que se los tenga en casa o se los saque a pasear por la rambla como aquél tipo que salía en un jeep con dos leones y que creo no terminó bien con su aventura.  Hay dementes que educan pobres perros como asesinos y hay quienes como Josephine Baker no le temen a las panteras porque en su vida lidiaron con los peores ejemplares del animal más salvaje, cruel e inmoral que existe, capaz de violarla siendo una niñita y de explotarla cuando ya era adulta y famosa. Si Josephine superó todo eso (aunque para lograrlo debió abandonar su patria), ¿qué podía hacerle una panterita?

Bueno, el oso no es ni remotamente una pantera.  Cuando se les brinda amor, ellos responden con amor. Y no quisiera que estas cosas que digo, le sirvan de inspiración a un loco del diablo. Cualquiera puede criar un cachorrito de perro tan dócil que se dejará maltratar siempre con la esperanza de una caricia, pero poquísimos pueden convivir con un oso en una relación de afecto y respeto mutuo.

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Eso es lo que ocurrió con el naturista Casey Anderson, quien hace 13 años (es lo que dice la fuente) adoptó a un grizzli cachorrito que iban a sacrificar porque ya no cabían más osos en la reserva donde nació. Entonces era un bichito más manso que el oso Yogui… pero ahora pesa más de 350 kilos y mide más de dos metros. Tan compañeros son, que cuando Casey contrajo matrimonio, salió de padrino. Ocurrió en Montana, se llama Brutus y no es el único caso.

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Por las formidables fotos que colgaron en internet, me llamó la atención el caso del matrimonio ruso formado por Yuri y Svetlana Panteléienko. Son las fotos que seguramente ya te llamaron la atención. En 1993 “Stepán” tenía tres meses y estaba muriendo de hambre. Hoy sigue vital a pesar dee que tiene 23 años y se acerca a la media de expectativa de vida, que es de 25 años. Alcanzó 2,2 de estatura y pesa 350 kilos. El tamaño no le impide bailar la tsyganochka y el vals con su ama, mientras su salvador contento puede seguir leyendo su libro.

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Stépan nunca fue salvaje… nació en un pequeño circo de San Petersburgo que ya no podía alimentar a sus animales. Había siete osos en estado lamentable, cuenta Svetlana; “les dimos pan, pero al más pequeño no le dejaban ni acercarse, los osos mayores le golpeaban y lo empujaban. Y allí estaba el pobre, olvidado en un rincón”. “El pequeño oso vio a mi marido y corrió hacia él: empezó a succionar el lóbulo de su oreja y a frotarse contra él. Entonces decidimos salvar al pequeño y llevárnoslo a casa. No sabemos qué pasó con el resto de oseznos. Nos dijeron que acabaron en buenas manos”, comentó Svetlana.

Los Panteléienko también eran gente de circo, de manera que a los cinco años de edad, el pequeño oso comenzó a salir de gira y consiguió muchos éxitos. El circo es cosa seria para los rusos. Sus nuevos padres habían terminado varios cursos y tenían el título de domadores profesionales, acreditación  que hoy en día les permite seguir teniendo al oso en su casa. Stépan no les ha resultado oneroso sino todo lo contrario. Sigue trabajando como actor y modelo. Ha aparecido en películas de directores rusos tan famosos como Pável Lunguin y Alexéi Uchítel, y suele participar regularmente en series y anuncios de televisión.

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Últimamente Stepán suele interpretar exclusivamente a personajes malvados en el cine: a menudo se dedica a perseguir a la gente, despedazar a alguien o comérselo vivo. Todo es fantasía, el gigantesco animal sigue siendo lo que siempre fue, un sensible y bondadoso oso de circo. Y seguramente no cambiaría su vida con ese matrimonio a una vida salvaja en el bosque. Tiene su propio terreno de 1400 metros cuadrados con una pequeña cueva y una piscina. Pero lo que más le gusta es estar en la casa con sus salvadores, la familia Panteléiev; con ellos está casi todo el tiempo,  paseando, jugando y relacionándose con ellos.

“No lo hemos domado, sino que lo educamos a través de juegos. En estos 23 años el oso no nos ha rugido ni se ha lanzado contra nosotros ni una sola vez”, comenta Svetlana. Lo que más le gusta al oso es jugar a pelear con Yuri, dormir hasta 12 horas al día y comer. El animal consume cerca de 25 kg de frutas y verduras al día. No come ningún tipo de carne. ¡Que gusto le dará esto a los veganos! Eso por un lado, porque por el otro tenemos que un régimen absolutamente vegetariano te puede llevar hasta los 350 kilos. “Cuando el oso ve algo que le interesa –termina el artículo que citamos–, repite lo que hacen las personas. “Durante un rodaje vio cómo me ponía una almohada bajo la cabeza para dormir. Ahora Stepán también duerme con una almohada”, cuenta Yuri riéndose.

 

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El hombre es como el oso, cuanto más feo, no se si más hermoso… o más cariñoso

Guillermo Pérez Rossel

https://es.quora.com/Por-qu%C3%A9-no-hemos-domesticado-a-los-osos

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