Neptunia redescubierta
Escribo esto con temor de estar destruyendo un tesoro, porque una invasión de gente puede terminar con bellezas naturales como éstas, frágiles hasta por definición.
Pero censurar, negarles esta información, se me hace una bellaquería, de manera que acá va el redescubrimiento con el pedido de que sean prudentes, de que le tiren una pedrada al que quiera ir a hacer ruido con una moto de agua y al que haga cualquier otra tropelía con estas cosas que a ellos les parecen tiradas a la bartola… pero que a la naturaleza le llevó milenios aprender cómo había que acomodarlas para que –en su sencillez— convoquen esa áura.
Así que cuando mi hija Graciela planta unas fotos con mis nietos en la ribera del arroyo Pando, disfrutando un almuerzo casi con los pies tocados por esas mínimas olitas de arroyo, con ese aroma a resaca que no merece el estigmático calificativo de olor, sino la enigmática categoría de sugerente, salgo disparado en busca de información para producir una notita como ésta. ¿Quieren saber que se siente en un lugar así? Miren a mis nietos Anita y Agustín con los brazos extendidos, no hay mejor manera de adjetivar este asunto.
.Este es el Parador Grace y al final publico un mapa con la manera de llegar, no sin antes reiterar lo que aconsejan los experientes: llamá antes para reservar porque te podés tener que resignar a seguir de largo cuando el hambre apriete. 095157232 – info@paradorgrace.com, Trouville entre Lido y Arroyo Pando, Neptunia.
¡Pero si hasta podés ver a un lobito de río merendando en el arroyo!
.Mi amigo Saturnino Herrero Mitjans, un argentino capo entre los capos del diario Clarín de Buenos Aires, me hablaba maravillas de Neptunia y de sus veraneos juveniles que lo habían transformado en un fanático de Uruguay y de los yoruguas. Yo, que había recorrido hace años Neptunia a las apuradas y en auto, sin encontrar ninguna linda casa ni ningún lindo paisaje, creía que el porteño aunque lo sabía muy inteligente, estaba un poco de la cabeza.
.Resultó al revés, era yo el que no había visto; porque no hay peor ciego que el que no quiere ver. Saturnino me hablaba de la belleza escondida en las antípodas de lo ostentoso. Él conoce de sobra lo ostentoso; no sentía el insensato apremio de buscar eso.
Si buscás aparatosidad, cuando encuentres el parador te das media vuelta y te vas. Es lo mejor que podrás hacer si te causa esa impresión, porque esto es para eruditos en el mismo postgrado de los que disfrutan con el Cabo Polonio o con Valizas. En tu caso, seguí viaje hasta Atlántida, Piriápolis o Punta del Este, pues no tiene nada de malo ser un amante del recontraconfort gourmet con gramática inglesa; pero eso no impide que esto sea igual de válido.
Tiene un saloncito cálido y si hace calor como fue el caso de mi hija, te podés instalar afuera y ver como las sombras le van preparando el entorno rabiosamente rojo al atardecer. Orientado al oeste, con el arroyo de por medio, es un puesto en primera fila para el gran espectáculo que no reclama copy right ni te lo interrumpe una tanda. Si ponés atención, escuchás el aleteo de los pájaros volviendo al nido, el siseo vertiginoso de los murciélagos y la quietud que a esa hora invade al agua la transforma en un potenciador de todos los rumores naturales. Trajiste mate, ¿no?
La cocina de Grace es una fusión de productos del mar, pastas, pizzas, postres y licores caseros como uno de cedrón que probó mi hija y le encantó. Pero no siempre hay lo que se te antoje, sino lo que Grace pudo. El blog Pescando Nubes (http://www.pescandonubes.uy/2009/11/almuerzo-en-neptunia.html) nos introduce en el tema, contándonos que por recomendación de Graciela probaron huevas a la vinagreta que les encantaron, seguidas de ravioles de pescado con salsa de quesos y con salsa de puerros, resaltando que ambas salsas les resultaron muy ricas. Se quedaron con las ganas de probar el budín de coco… pero no les entró porque las porciones eran abundantes. ¿Te dije que el pescado vino hace un rato en esas lanchitas?
Como ves, las lanchitas de pesca artesanal le prestan su magia al arroyo y resulta que Neptunia no es ahora (o no fue nunca) lo que yo creía. En el blog Remanso de Neptunia (https://remansodeneptunia.wordpress.com/), te enterás que no se trata solo de que a los niños los puedas dejar sueltos como en casi ningún otro balneario, sino que también hay una plaza con juegos para cuando se pasan de inquietos o no quieren salir de la inmediatez del televisor o de la compu.
Hay un club de remo para que todos puedan desfogar energías con lo que debe ser el mejor de los deportes posibles, o sentirte un poco charrúa practicando arquería con Julio y Mabel (yunmijin@yahoo.com) que tienen un campo de tiro a orillas del arroyo. El Neptunia Country Club, que queda entre las calles Trouville, Cannes y Deauville tiene una intensa programación de verano que incluye espectáculos en vivo, además de canchas de basquetbol y fútbol.
.Los senderos de Mountain Bike en una cantera abandonada despiertan la pasión de los amantes de esa especialidad, pero también podés pasear a caballo por la playa sin que vengan patrulleros y helicópteros a amenazarte con horribles penalidades por ser gauchesco. Eso sí, no te hagas el canchero y respetá a la gente que toma sol o anda a pie. Menos precauciones que en otros lados tendrás que tomar si vas a practicar surf a vela, pues siempre hay buena brisa sobre el tranquilo espejo de agua de la desembocadura del arroyo Pando.
En otras palabras, Neptunia es un balneario bohemio y recontranatural, donde la ropa de marca ni se lleva ni se nota, donde lo que luce es el trato afable y nadie se busca en las páginas de sociales, sino en el lugar de la duna más protegido del sol y del viento. Si sos de los que te andás fijando en etiquetas, ni te asomes por acá.
.Guillermo Pérez Rossel