La Habana y Varadero
Al margen de cualquier preconcepto, son un destino cálidamente deseable.
Nos encontramos con un estupendo artículo de Diego Cúneo en la sección Turismo de La Nación, nuestro Socio GDA. Refiere a La Habana, de manera que agregamos un pequeño apéndice sobre Varadero, esas playas formidables. En la foto de portada, los simpaticos medios de transporte. Y también encontramos en http://new.taringa.net/posts/imagenes/3217020/La-Habana-HD.html las excelentes fotos que para disfrute de todos colgó otro argentino, que firma con el seudónimo «Michilingue». Taringa.net nunca deja de sorprendernos.
LA HABANA (Diego Cúneo, La Nación) .- Alina tiene poco más de 30 años, la piel curtida por el sol, los ojos extrañamente claros, la sonrisa fácil y amigable. Comenzó a manejar un cocotaxi por 2006, cuando decidió cambiar su anterior puesto en el área de salud y presentarse para obtener una licencia de conductora. «Tuve que esperar dos años hasta conseguir un lugar y después esperé unos meses más mientras hacía los cursos antes de empezar a trabajar», cuenta antes de ponerse el casco y los anteojos oscuros.
Cualquier taxista en La Habana es un poco guía turístico, ya que es parte de la capacitación que reciben para conseguir la licencia. Los cocotaxis, esas pequeñas motos de tres ruedas y carrocería redondeada que asemeja un coco, son uno de los mejores medios para desplazarse como turista por la ciudad no sólo por económicos y prácticos (entran hasta en las calles más angostas y se escurren mejor entre el tránsito), sino porque garantizan un viaje más fresco cuando el calor aprieta y se encuentran a mano en las zonas más visitadas.
Alina dice que no trabaja todos los días porque hay más choferes que vehículos y deben rotarse en la semana. Pero que así y todo reditúa: «Gano mucho más con el taxi que lo que ganaba antes; además, estoy en contacto con personas de todo el mundo y puedo conocer su cultura, su forma de pensar», explica, y comienza a preguntar sobre la situación argentina.
Mientras la moto enfila hacia la ciudad vieja por el mítico Malecón, la charla sigue acompañada por el intenso ruido del pequeño motor. Cuenta que la situación en la isla está mucho mejor que hace unos años y que, pese a las dificultades y las privaciones, confían en que mejorará. «Claro que hay cosas que tienen que cambiar, como en todos lados. Pero hay cosas que no queremos que se modifiquen… Todos hablan de apertura y todos esperamos una apertura. Pero no queremos que la apertura acabe con las muchas cosas buenas que tenemos aquí», resume refiriéndose a la salud, la educación, la asistencia social, la seguridad.
Al entrar al barrio El Vedado, una extraña plaza irrumpe en medio de la calzada. Sembrada con decenas de mástiles negros y con un enorme escenario en el medio se levanta delante de un moderno edificio completamente vallado. «Esta es una tribuna antiimperialista -dice-. Está frente a la Oficina de Intereses de los Estados Unidos porque desde allí ellos solían colocar carteles y pasar grabaciones que nos atacaban, así que para contrarrestar todo eso armamos esta tribuna.»
A poco de cruzar el Monumento a las Víctimas del Maine, el Malecón cobra otro aire. La vieja ciudad empieza a mostrarse con toda su belleza y su encantadora decadencia. El frente de edificios que da al mar es un verdadero muestrario de los más diversos estilos arquitectónicos de principios del siglo XIX. Testigos de una época de esplendor, las mansiones y viejas casonas se suceden por cuadras y cuadras, y en su mayoría evidencian de manera insoslayable el paso del tiempo. De hecho llama la atención cómo varias de ellas se mantienen todavía en pie.»Muchos edificios están siendo restaurados por toda la ciudad. Ya lo van a ver en la ciudad vieja», dice nuestra conductora.
Donde todo es historia
La moto avanza rápidamente y enseguida, y casi sobre el mar, aparece el castillo de San Salvador, que marca la entrada a la parte antigua de la ciudad. Alina estaciona y mientras nos despide nos deja algunas indicaciones: «Aquí a dos calles está la plaza Vieja; arranquen ahí y luego vayan a la Plaza de Armas y después, a la catedral», indica.
La Habana Vieja cuenta historia en cada rincón no sólo porque es una de las ciudades más antiguas de América, sino porque es una de las que conserva su legado arquitectónico en abundancia (la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad en 1982).
Fundada en 1519, rápidamente se convirtió en un puerto de importancia para el comercio entre América y Europa; también, en un punto estratégico a nivel militar. De ahí que los españoles, y ante el avance de ingleses y holandeses, decidieran amurallarla a principios de 1670 y, con posterioridad, entre los siglos XVII y XVII, protegerla con tres enormes fortalezas enclavadas a la entrada misma de la ciudad. De la primera apenas si quedan vestigios en la zona sur, mientras que las otras (los castillos de San Salvador y del Morro, y la fortaleza de San Carlos) se conservan como si el tiempo no hubiese pasado.
Siguiendo las indicaciones nos internamos en la ciudad. Enseguida aparece la magnificencia de la ciudad joya del Caribe: en las varias decenas de manzanas que componen el sector más turístico se sucede un sinfín de edificios levantados entre mediados del siglo XVII y principios del XVIII en los que se despliega todo un catálogo de estilos, del barroco al neoclásico, pasando por el morisco y el gótico. La impronta de las familias acaudaladas quedó plasmada en el mármol que abunda en pisos y columnas, en la caoba y el cedro de los techos y las escaleras, en el roble en los pisos… Todo parece hablar de un esplendor perdido y que se busca recuperar.
Abandonadas a su suerte durante décadas, vastas zonas muestran todavía las huellas del profundo deterioro que le provocaron la humedad, el salitre y quizá del mayor de los males: la falta de mantenimiento. «En las peores épocas de escasez en lo último que se pensaba era en arreglar los edificios. Además, no había con qué arreglarlos; ni cemento, ni cal, ni pintura», explica Vladimir. Músico de profesión, se entrega rápidamente a la charla y ofrece su punto de vista sobre la ciudad. Y explica que La Habana está siendo sometida desde hace más de dos décadas a un profundo proceso de restauración y recuperación, en una labor casi titánica a la que se le dedican millones de dólares al año, desarrollada por un equipo de profesionales que trabaja sin descanso para recuperar el tiempo perdido. Esas propiedades puestas a nuevo son usadas como museos, centros culturales y hasta hoteles boutique.
Para tener un parámetro más acabado del trabajo de recuperación de la ciudad, basta con apartarse unas cuadras de los tradicionales circuitos turísticos e internarse en las calles donde nadie quiere ir. «No sabemos cuánto tiempo más vamos a tener la ciudad en obra. Piensen que todo se repara a mano, pieza por pieza y tratando de rescatar todo lo que sea original. Pero está quedando bonita, ¿verdad?», pregunta Vladimir.
Reconstrucción
«Hemos devuelto la vida a cada recinto en todas sus manifestaciones, como digno hábitat en que proliferan escuelas, instituciones culturales y de salud», escribió el historiador Eusebio Leal, responsable del proyecto de resurrección de la Habana Vieja. Con 214 hectáreas, unos 3600 edificios y 551 monumentos, el barrio más antiguo de la ciudad comenzó a reconstruirse en 1994, según un plan maestro que se ejecutó principalmente durante la primera década, pero se extiende hasta la actualidad. En los quince años se recuperó por completo un área de 40 manzanas, con 14 plazas incluidas.
Las noches de La Habana son largas y la fiesta siempre parece a punto de armarse. Entre los lugares nocturnos más frecuentados por turistas está el Tropicana, que es a La Habana lo que el Crazy Horse puede ser a París. Fundado en 1939, es uno de los cabarets más famosos del mundo. Su impactante espectáculo al aire libre, en el que participan unos 200 artistas entre bailarinas, músicos, cantantes y demás, combina ritmos y baile caribeños con una estética ecléctica y algo vintage (empezando por los tocados con frutas en las cabezas de las bailarinas). La entrada cuesta entre 85 y 100 dólares e incluye la bebidas.
Otro sitio de similar perfil es el Cabaret Parisién, que funciona en el teatro del hotel Nacional, el más renombrado de La Habana y uno de los más bonitos arquitectónicamente. Con una estética más moderna que el Tropicana, dos veces por noche ofrece un gran espectáculo que combina música, canciones y coreografías a la manera de un gran teatro de revistas con casi medio centenar de artistas en escena. Cuando las funciones terminan, el lugar se convierte en una enorme pista de baile. Las entradas cuestan unos 36 dólares y no incluyen consumiciones. Conviene hacer reservas.
Ron y son
En Cuba la música se vive con intensidad. En todas partes y a toda hora es posible escuchar bandas y solistas de un nivel notable. Claro que hay ciertos templos donde disfrutar de excelentes espectáculos en un ambiente con más color local.
La Casa de la Música: en el barrio de Miramar (avenida 35 y calle 20, entrada US$ 18) en lo que supo ser un viejo club antes de la revolución, es la preferida por muchos jóvenes y el repertorio alterna entre la salsa, el son y el reggaeton.
Habana Café: este moderno espacio de El Vedado, en la planta baja del hotel Meliá Cohiba (Paseo y entre 1ª y 3ª, entrada US$ 12) conjuga buenas bandas de salsa con espectáculos de varieté y circo en un entorno que recuerda un bar norteamericano de los años 50. Después de los shows, discoteca.
Jazz Café: contrariamente a lo que indica su nombre, las funciones de jazz tienen días y horarios específicos, pero también abundan la salsa, el merengue y otros ritmos caribeños. Está en Paseo y Malecón, Vedado, y la entrada cuesta unos 12 dólares.
El Palacio de la Salsa: en el hotel Riviera, también en El Vedado (Paseo y Malecón), es uno de los locales más tradicionales y en el que todavía se presentan algunas de las viejas glorias de la música cubana. La entrada cuesta unos US$ 18 y los fines de semana conviene hacer reservas.
Si bien en casi todo restaurante y bar de La Habana se pueden encontrar bandas en vivo hay dos que pocos turistas dejan de visitar: La Bodeguita del Medio (en Empedrado entre San Ignacio y Cuba, La Habana Vieja), donde los cuartetos y quintetos recorren las mesas, y El Floridita (avenida Bélgica y Obraría, en el centro), con dos o tres bandas que se alternan durante el día.
IMPERDIBLES
Fortaleza de San Carlos
Levantada en 1776 funcionó como guarnición militar y luego, en el siglo XX, como cárcel. Cuando triunfó la revolución, el Che Guevara instaló ahí su centro de operaciones. Se conserva su despacho y tiene un interesante museo de armas (Entrada, US$ 4).
El Templete
Insólito templo grecorromano construido en la Plaza de Armas que recuerda el lugar donde se celebró el primer consejo de la ciudad. Tiene un ceibo que, según la tradición, hay que rodearlo tres veces para que se cumplan los deseos (gratis).
Palacio de los Capitanes Generales
Construido en 1776, adentro funciona el Museo de la Ciudad. Se exhiben piezas de todas las épocas y hay habitaciones ambientadas según la época. Imperdibles, el Salón de los Espejos y la Sala del Trono (US$ 4).
Calle Obispo
Es el corazón comercial de La Habana Vieja. Siempre llena de gente, es el lugar para tomarle el pulso a la ciudad y con decenas de museos para visitar.
La catedral
Levantada en 1777 es digna de admirar su fachada barroca. Las imágenes que ocupaban el frente fueron retiradas por la revolución.
Plaza Vieja
Rodeada por coloridas construcciones coloniales donde funcionan hoteles y restaurantes, tiene ambiente a toda hora de la mano de vendedores de artesanías y músicos impecables.
Hotel Ambos Mundos
En la habitación 511 vivió Ernest Hemingway durante casi una década. El cuarto se conserva tal cual y se lo puede visitar por la mañana.
Calle Mercaderes
Casas encantadoras, hoteles boutique, comercios, bares, restaurantes… Es un paseo obligatorio.
Museo de la Revolución
Un buen acercamiento a la historia de la revolución cubana desde los tiempos de Batista hasta hoy. Lo mejor: el pequeño museo y el memorial del Granma, el barco en el que Fidel Castro y sus compañeros llegaron desde México (US$ 7,5; para ingresar con cámaras se cobran US$ 2,5 más).
DATOS UTILES Cómo llegar
Cubana tiene dos vuelos semanales a La Habana, vía Varadero a la ida. Los tickets arrancan en los US$ 922,45 (con impuestos incluidos).
Dónde dormir
El Meliá Cohiba, en el barrio de Miramar, ofrece habitaciones dobles con desayuno desde US$ 155 (impuestos incluidos).
Varadero, 20 kilómetros de playa
Hasta aquí, el excelente artículo de Diego Cúneo en La Nación, nuestro socio GDA. Pero como ningún uruguayo va de turismo a Cuba sin darse una vuelta por Varadero, agregamos un pequeño apéndice sobre esta zona a 140 kilómetros de La Habana, donde las playas de arena se extienden a lo largo de 22 kilómetros.
Es cierto que Cuba más que una isla es un archipiélago con nada menos que 5.746 kilómetros de costa, muchos de ellos rocosos pero otros pletóricos de playas increíbles, puertos, bahías y ciudades encantadoras, así que podrías intentar una exploración y descubrir muchas cosas. Pero lo habitual es que te ofrezcan Varadero como un complemento del paquete con algún rutilante hotel con todo incluido.
Hay un excelente campo de golf, parques, reservas de flora y fauna, extraordinarios lugares para hacer submarinismo y el valle de Yumurí. Muy cerca de allí está la ciudad de Matanzas, una urbe con teatros opulentos por donde pasaron algunas de las más afamadas estrellas del ballet ruso.
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