El mayor obelisco del mundo
Es una manía del ser humano: desde hace 4.500 años que construimos obeliscos. Si le hacemos caso a pervertidos con cartel de arqueólogos, los obeliscos son alusiones fálicas en homenaje a Ra, el dios del Sol.
Yo les daría mucho más antigüedad y universalidad, pues el obelisco es un menhir extravagante, un exceso de masculinidad si seguimos esa onda que recogen las fuentes. Yo no lo veo sexista ni a Obelix ni a la simpática horda creada por Gosciny. Imagino su oficio como una tendencia natural del bicho humano: ve una piedra grande y la ubica para que se luzca, para que marque los equinoccios, para que sea un jalón o mojón en el camino, para que señale uno o muchos enterramientos… en fin, para destacar algo y hasta para creer en alguna deidad, no necesariamente en un pene, pues esa acepción aunque también puede tenerla, denota cierta fijación erótica enfermiza.
Nuestros menhires «para armar» en las sierras de Minas, tan misteriosos como el mejor
Esos pichones de obeliscos que son los menhires y algunas aglomeraciones de piedras como nuestros indescifrados conos en el “Hilo de la Vida” de las sierras de Minas, son un fenómeno cultural de nuestros inicios, conocido como megalitismo. Es algo universal: abundan en Francia e Inglaterra, pero son comunes en el resto de Europa, el Mar Negro, Bulgaria, China, Japón, Polinesia, varias regiones de África; también en Colombia, Venezuela y Argentina donde existe la reserva arqueológica de Los Menhires.
Si aprueban el proyecto, pronto una mujer desnuda de 14 metros de altura estará contemplando el ahora sí fálico monumento… pero no es lo que podría parecer sino todo lo contrario. El autor Marco Cochrane concibe a su figura como una protesta por la forma en que los norteamericanos y todos los pueblos del mundo, tratan a la mujer aún en nuestros días. Al margen de que la idea puede ser equívoca, tendrá que conseguir 150 mil dólares que es el costo de instalarla.
Basta de prolegómenos, vayamos al obelisco que nos ocupa, el consagrado a George Washington, el más alto de todos, un ícono del National Mall de la misma ciudad, donde otros dos magníficos monumentos recuerdan a Lincoln y a Jefferson. En general, los héroes son inmortalizados a caballo con una espada en la mano, glorificando la guerra. De hecho la idea inicial era la de un comandante a caballo con su espada, pero no prosperó. En el National Mall tenemos un elemento simbólico como el obelisco, un Lincoln sentado rodeado de sus pensamientos y a Jefferson escoltado por sus discursos, una de cuyas frases resalta sobre las demás; “He jurado ante Dios hostilidad eterna contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre». ¿No les recuerda a nuestra imagen de Artigas, a quien celebramos como Don José y no como el general que también fue? Les cuento porque lo escuché de primera mano, que cuando proyectaron el mausoleo de la Plaza Independencia, las leyendas en las paredes iban a ser frases de su Ideario… pero para el gobierno de ese tiempo resultaron demasiado revolucionarias. En fin, no quiero que crean que esto es un panegírico de Estados Unidos… pero lo que está bien, está bien.
A nadie le molesta que el memorial a Washington sea más relevante que los dedicados a Lincoln y Jefferson. Los estadounidenses admiran su habilidad para ganar la guerra de independencia en inferioridad de armamento y con guerreros inexpertos… pero más admiran su rechazo a que se le pagara por eso (solo aceptó compensación por gastos) y que descartara con indignación la propuesta a que se lo nombrara Rey de la flamante nación. Ganó la guerra, gobernó durante dos períodos, dejó las cosas más o menos organizadas y volvió a su establecimiento de Mount Vernon… y no entremos en más detalles porque podemos empezar con las discrepancias.
Cuando en Washington observes el obelisco a menos de cien metros, observarás que ese color blanco que lo caracteriza no es uniforme, a unos 50 metros de altura cambia de color, pues no fue terminado con los mismos materiales con los que se inició en 1848 bajo el mando del Arq. Robert Mills, su diseñador. Lleva su tiempo levantar lo que en su momento fue la construcción más alta del mundo y por el camino, estalló la guerra de secesión que dejó sin fondos al proyecto. Finalmente se reanudaron los trabajos y el obelisco pudo inaugurarse en 1884, cuando Mills llevaba 30 años fallecido.
Hasta entonces, la construcción más alta erigida por el hombre era la catedral de Colonia, en Alemania, con 157 metros de altura, pero no desde 1248 cuando se inició sino desde 1880 cuando finalmente la terminaron. El obelisco tiene 169 metros y algunos centímetros más, dependiendo de la dilatación. Su récord le duró hasta 1889 cuando en París erigieron la Torre Eiffel con 300 metros de altura.
No creas que fue fácil descartar la idea de un guerrero de bronce agitando su espada. El Congreso lo había resuelto así en 1783, pero el proyecto no avanzó. Luego de su muerte la Corte Suprema de Estados Unidos había dispuesto (curiosas atribuciones) que se erigiese su tumba en el mismísimo Capitolio. Finalmente se formó una comisión privada (Sociedad para el Monumento Nacional a Washington) que comenzó una colecta pública e hizo un llamado a proyectos.
“Sus materiales deben ser estadounidenses, de mármol y granito traído de todos los estados, y que todos los estados participen en la gloria de contribuir con materiales y fondos para su construcción. El proyecto aprobado, también de Mills, comprendía una columnata a partir de la cual comenzaba el obelisco, no era ese bloque elegante y despojado de ornamentos que es el actual obelisco. Terminó en un obelisco a secas porque la Comisión necesitaba mostrar que el dinero colectado se estaba utilizando y prefirieron comenzar con el obelisco y no con las columnatas.
La piedra fundamental se puso el 4 de julio de 1848 en una ceremonia preparada por los masones, organización a la que pertenecía Washington. En 1854 se acabó el dinero y los promotores intentaron cosas tan inesperadas como pedirle a todos los estados que donasen piedras conmemorativas de determinado tamaño y con la leyenda que quisieran. Así la piedra de una sociedad de Templarios del Honor y la Templanza decía: «Nosotros no compraremos ni venderemos ni usaremos como bebida ninguna bebida de alta graduación alcohólica, ni licores de malta, vino, sidra, o cualquier otro licor alcohólico». Era como un anticipo de la Ley Seca.
Adentro, algunas piedras quedaron a la vista…
Eso provocaba más risa que indignación… pero lo que hizo estallar a tantos patriotas, a tantos masones y a tantos protestantes, fue la donación del papa Pío IX de un bloque de mármol. Una agrupación política anticatólica robó la piedra y aparentemente la tiraron al río Potomac. Esa organización se apoderó de la Sociedad, con lo cual el Congreso retiró inmediatamente su contribución de 200.000 dólares, pese a lo cual los anti-católicos pudieron agregar 13 niveles de albañilería. El descrédito fue total, porque esos niveles eran de tan mala calidad y caótica apariencia que los tuvieron que retirar. Mucho de todo esto ocurrió durante la Guerra Civil y es sorprendente que el obelisco no terminara como un absurdo rompecabezas.
En 1876 volvió el entusiasmo hacia Washington y su monumento, cuya construcción se había detenido a un tercio de la altura proyectada durante veinte años. Hubo una nueva donación del Congreso… y se reanudó el debate sobre el aspecto del monumento, calificado como un “ridículo espárrago” si se lo despojaba de la columnata. Esto lo dijo el propio Mills. Llegaron a considerar cinco nuevos diseños, pero finalmente primó la misma concepción estética de los faraones de 4.000 años atrás: nada más imponente que un obelisco descomunalmente alto, exhibiendo la riqueza de la roca y liberado de cualquier ornamentación recargada.
Rediseñaron los cimientos para que soportaran el peso final de 40.000 toneladas y se sacaron el gusto de poner en los cimientos aquellas piedras conmemorativas que la gente donó con tanta devoción: bajo tierra no molestaron a nadie ni sus colores diferentes ni sus mensajes delirantes.
El 6 de diciembre de 1884 se puso la última piedra, el piramidión, de solo 2,8 kilogramos. Era la cúspide y no era roca sino aluminio, un metal rarísimo y caro en ese entonces… no encontré la razón de esto, pero así se señala. Hubo una ceremonia muy publicitada, aunque la apertura al público recién tuvo lugar el 9 de octubre de 1888.
Una leyenda urbana asegura que ningún edificio de Washington puede ser más alto que los 160 metros del obelisco, lo que tiene como efecto que sumado a los enjardinados, avenidas y plazas, la capital de Estados Unidos sea extraordinariamente bella y de dimensión humana, con esa uniformidad que nosotros también disfrutamos en la rambla de Pocitos. En nuestro caso es por el cono de sombra que un edificio más alto proyectaría sobre los bañistas… en el caso de Washington la disposición no tiene nada que ver con el monumento. El reglamente impone que los edificios no pueden ser más altos que la anchura de la calle en las que están, más 6 metros. Las ardillas tan abundantes en Washington como escasos son los gatos(había que elegir), agradecen la previsión urbanística.
Durante los primeros seis meses el obelisco careció de ascensor para pasajeros, lo que no impidió a 10 041 personas subir los 897 escalones hasta la cima. Había un ascensor para materiales que en 1888 quedó adaptado y entonces eran 55.000 las personas que subían cada mes. Actualmente son 800.000 turistas por año los que se elevan hasta el mirador… y podrían ser muchos más si fuera posible disponer de más espacio en el ascensor.
Lo del erotismo puede ser una extravagancia imaginaria, pero lo de la violencia contra cualquier cosa o persona se destaque es una constante en Estados Unidos, un aporte a la enajenación planetaria que vivimos. En 1982 un manifestante contra la bomba atómica (la de Estados Unidos, únicamente) tomó como rehén al obelisco estacionando a su lado una camioneta supuestamente llena de explosivos. Mala idea, esperaron diez horas para que depusiera su actitud y como no lo hizo, lo acribillaron. En la camioneta no encontraron explosivos. El 7 de octubre de 2005 y apenas 5 días después, hubo sendas amenazas de bomba, todas falsas alarmas pero grandes escándalos con los turistas.
Dice la Wikipedia que el monumento completo se eleva 169,29 metros, con los siguientes materiales de construcción y detalles:
- Fase 1 (de 1848 a 1858): hasta los 46 metros (152 pies) de altura, bajo la dirección del superintendente William Daugherty. Exterior: Mármol blanco de Texas (Maryland), cerca de Cockeysville (Maryland), y de Sheffield (Massachusetts)
- Fase 2 (de 1878 a 1888): trabajo llevado a cabo por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos, liderados por el teniente coronel Thomas L. Casey. Exterior: Mármol blanco de otra cantera de Cockeysville [1]
Interior: Granito de Maine
En tres de sus cuatro caras, el obelisco tiene inscripciones reconociendo fechas y méritos, pero en la cuarta tiene una inscripción que acá hubiera dado lugar a un debate infinito: “Laus Deo”, es decir, Alabado sea el Señor, en latín.
- Altura total del monumento: 169,294 m (555 pies 5⅛ pulgadas)
- Altura desde la entrada al nivel de observación: 152 m (500 pies)
- Anchura en la base del monumento: 16,80 m (55 pies 1½ pulgadas)
- Anchura al final del ascensor: 10,5 m (34 pies 5 pulgadas)
- Anchura de los muros en la base: 4,6 m (15 pies)
- Anchura de las muros en el nivel de observación: 460 mm (18 pulgadas)
- Peso total del monumento: 82 421 toneladas
- Número de bloques de piedra: 36 491
- Profundidad de los cimientos: 11,23 m (36 pies 10 pulgadas)
- Peso de los cimientos: 33 486 toneladas
- Área de los cimientos: 1487 m² (16,001 pies²)
- Número de piedras conmemorativas en las escaleras: 193
- Instalación del ascensor actual: 1998
- Instalación de la cabina del ascensor actual: 2001
- Tiempo de subida del ascensor: Un minuto
- Número de escalones hasta la cima: 897
La primera vez que fui a Washington estaba invitado como periodista y no tuve que hacer colas ni reservas, ni pagar los XXXX. Así subí hasta la cima con mi amigo e intérprete Mario Montenegro, colaborador de Marcha y sumamente crítico con muchas cosas de ese deslumbrante e inquietante país, pese a su empleo en el Departamento de Estado.
La vista desde las pequeñas ventanitas de arriba es realmente espectacular espectacular, quizás la mejor manera de entender la disposición del National Mall, una obra ideada por Pierre Charles L’Enfant inspirada en la concepción urbanística de París pero con la grandiosidad del nuevo mundo. Es imposible recorrerlo en un solo día,k por la dimensión que tiene y porque uno no puede resistir la tentación de entrar a cada uno de sus hitos, que no son solo los tres monumentos sino también los museos Smithsonianios.
Técnicamente, el National Mall es solo la parte que va desde el obelisco hasta el Capitolio… pero popularmente se lo concibe abarcando al monumento a Lincoln y el parque West Potomac. Si es época de floración de los cerezos, no te alcanzarán esos dos días por más rápido que camines y por menos romántico que seas. Es muy recomendable tomar el autobús turístico de dos pisos (desde 49 dólares) o más divertido aún, el tranvía turístico (desde 47 dólares), los cuales tienen varios recorridos por los puntos más atractivos de la ciudad. Bajás cuando querés y volvés a tomar otro cuando quieras, como siempre. Si estás en Nueva York es casi imperdonable que no hagas una escapada de un día a Washington. Insume 14 horas en autobuses muy confortables y te cuesta 145 dólares.
La entrada al obelisco es gratis, las colas son tremendas, pero anímate. Se puede subir desde las 9 de la mañana hasta las 17 horas. ¡Buena suerte y calzado cómodo!
Guillermo Pérez Rossel
https://www.taringa.net/posts/info/18656255/Obelisco-de-Washington-por-dentro-sacate-la-duda.html
http://www.egiptomania.com/ciencia/obeliscos.htm
https://guias-viajar.com/estados-unidos/washington/washington-memorial/
http://www.visitawashingtondc.com/web/index.php