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Concierto de bambú

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Es un espectáculo sublime solo para iniciados, de manera que si estás para la telenovela y el concurso de baile, ni te molestes en leer esta nota.


Si tuvieras esos intereses, podés pasar por ahí, llegar al final de todos los senderos y preguntarte qué es lo que les llama la atención en ese desordenado cañaveral. Así son las cosas, hay gente a la que hay que señalarle los lugares donde debe emocionarse y las ideas que debe ponerse para estar a la moda. Y hay otras que deberían ocupar el cerebro en cosas más productivas, en lugar de consagrar en el diccionario de la RAE “Kioto” en lugar de “Kyoto”, como nombre de la ciudad. Como si a los japoneses les faltara imaginación para bautizar una de sus ciudades más características.

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Lo que estamos viendo es el Bosque de Bambú Sagano Arashiyama. Ya existía en el siglo XI, cuando se lo describe en el libro de Murasaki Shikibu “La Historia de Genji Monogatari”, algo así como La Ilíada de los japoneses, aunque mucho más romántica… como que fue escrita por una mujer. Era el lugar donde la nobleza se paseaba y meditaba con esa irrepetible sensación panteísta del sintoísmo, donde hasta una piedrita o un insecto pueden conectarte con la divinidad. La hora de los pueblos llegó a las tierras niponas y hoy a nadie le preguntan si pertenece al supuestamente derogado Mikado para permitirle entrar. De lo que nadie se escapa, es de pagar la entrada.

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Los que saben recomiendan hacer arreglos en Kioto con algún “Hombre del rickshaw”, cerciorándose que no sea Toshiro Mifune, que te llevaría rápido, pero tenía un carácter del demonio. De hecho en Kioto no habría que tomar un solo taxi, los conductores (¿?) de rickshaw saben inglés, conocen todo al dedillo y lo saben describir.

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Es probable que te cobre menos de los 125 euros que cuesta la excursión por lugares pintorescos y que puedas compartir con él una “caja bento” a la hora del almuerzo. ¿Qué puede contener una de esas primorosas cajas que utilizarás como joyero al regreso? Por ejemplo, una tortilla al estilo japonés, bambú, pescado frito, rollito de pollo yawata, ume verde o castañas azucaradas, tofu, verduras cocidas y un sashimi con piel de tofu. Así lo promocionan en https://es.viator.com/, donde podés encontrar más detalles de los que estés dispuesto a leer, incluyendo hoteles y las mil otras cosas que podés hacer en Kioto, la ciudad más japonesa… en nuestro criterio occidental. También podés recorrerlo en una bicicleta alquilada, lo que tampoco está nada mal y no te preocupes por la inseguridad, que no existe en ningún lugar de Japón.

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Antes de que protestes, te aclaro que no te estoy proponiendo que salgas disparado de Uruguay para ir a escuchar este bosque, no señor. Primero aterrizarás en Tokio, recorrerás de ese bellísimo país todo lo que permita tu bolsillo y en algún momento, irás a Kioto. No hacerlo sería absolutamente imperdonable, cada vez que veas un cerezo en flor, el arrepentimiento te sumiría en atroz desolación. Fue en esa ciudad donde me enfrenté a la gastronomía japonesa más tradicional y donde en el hotel donde estaba, nos permitieron mirar de lejos una fiesta de casamiento donde todos estaban vestidos a la usanza tradicional, con kimonos que pueden valer 50.000 dólares así como así. Si sos prudentemente discreto, todos los asistentes te obsequiarán con una sonrisa, gesto poco frecuente en occidente en esas circunstancias.

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Dice la leyenda que a los japoneses les gusta asumir como historia, que en 1274, aquellos mismos mongoles que arrasaron todo lo que quisieron desde la costa oriental de Asia hasta las márgenes del Danubio, tuvieron la imprudente idea de embarcarse para conquistar también Japón. Los mongoles eran buenos cabalgando… pero la flota que embarcaron con malos marineros para sojuzgar justamente esta zona de Arashiyama, fue sorprendida por un tifón que la destruyó por completo. Seis años después, armaron otra flota y otro tifón los mandó a pique. Pasaron 50 años antes de que lo intentaran nuevamente, pero gracias a los tifones, los japoneses habían tenido tiempo de implementar su propia flota, con la que derrotaron al enemigo.

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Desde ese entonces, los japoneses denominaron “viento divino” a esos furiosos ciclones tropicales que casi terminan con el propio Kublai Khan. En su idioma el viento se denominó “神風 “, encargado de la seguridad y supervivencia del país. Una confusión con la versión fonética de esos símbolos, transformó la idea en la de Kamikaze y ese embrollo es hoy universal; no vale el esfuerzo de andar corrigiendo. En todo caso, ese rumor que escucharás en el bosque, puede estar repitiendo todas estas historias, y vos te los estás perdiendo por estar pendiente de tu smart phone. ¡No te da vergüenza!

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Para que sepas que esto puede ser tan tradicional como revolucionario, te cuento que cuando don Thomas Edison estaba buscando la más alta calidad de bambú para el filamento de su bombita eléctrica, el gobernador de Kioto le recomendó uno procedente de este bosque. Porque no está conformado por una única variedad de bambú sino por 50 de ellas, algunas tan exuberantes que llegan a alcanzar casi 30 metros de altura.

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Los que saben recomiendan llegar a primera hora de la mañana, anticipándose a la horda… o quedarse hasta el final del día, cuando al ponerse el sol, estos japoneses previsores encienden las luces que iluminan los senderos y los bambúes iluminando de manera fantasmal al escenario. En cuanto al momento del año, todos apuntan al otoño, cuando las cañas alcanzan su mejor colorido.

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En medio del bosque, algunos caminos bien señalizados te pueden conducir hacia templetes con surtidores de agua sagrada y templos como el de Tebryu ji, con jardines japoneses, lagos y esa intimidad con la naturaleza que solo los japoneses pueden lograr. Ni se te ocurra andar pateando piedras que pueden ser el hogar de un dios, de hecho todas lo son. ¡Y no pises el jardín de arena impecable y artísticamente rastrillado si no querés ver a un japonés con los ojos redondos de furia!

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La chirca de monte, el aroma más uruguayo, a mi entender.

Ahora, más allá del exotismo y de la simpatía que uno tiene por los japoneses, ¿es necesario viajar tan lejos para escuchar estos conciertos? Por supuesto que no; lo sabe cualquiera que haya mateado bajo un timbó, ese árbol que en sí solo es un bosque con milenarias armonías. O que se haya dejado inundar por la fragancia única y yorugua hasta el tuétano de una chirca de monte. Aclaro: la fragancia no es de la flor, es más sutil y áspera, emana de de todo el arbolito, la corteza, el cerno… es eso que te impregna las manos con que acariciaste el tronco. O que, por cerrar acá los ejemplos, lo sabe también quien haya escuchado con devoción las filiales  conversaciones en la oscuridad templaria del bosque de ombúes de la Laguna de Castillos.

Vaya un abrazo para todos mis compañeros de butaca en el gran escenario natural… pero debemos reconocer que mientras nosotros somos algunos, los japoneses son todos. Menos mal que todavía no aprendieron a jugar bien al fútbol…

Guillermo Pérez Rossel

Imagen de previsualización de YouTube

http://www.geocities.jp/general_sasaki/kioto-arashiyama-iwata-es.html

http://www.pacoyesther.com/es/blo-1086-viajes/427-kioto-magico-kyoto

https://es.viator.com/es/7380/tours/Kioto/Recorrido-a-pie-por-la-arboleda-de-bambu-de-Sagano-y-Arashiyama-con-crucero-en-yakatabune-con-almuerzo/d332-2142KYO_N250?aid=tripestvrm&refid=VtBghAoQIHgAAXa5FXEAAAAX

http://www.kyoto-doitaxi.com/about_kyoto/index.html