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Santa Teresa, nuestro envidiado parque

Puede que haya otros campings en el mundo tan grandes (difícil pero no imposible), pero seguro que no son imponentes y espectaculares como éste.


Son  1.050 hectáreas de un parque habilitado (unas 3.000 en total) que sería la envidia de Thays, con algunas de las mejores playas de Uruguay, con una laguna gigantesca y misteriosa, con una de las fortalezas coloniales mejor conservadas,  con dos millones de árboles nativos y exóticos, con infinidad de fauna nativa, con un pequeño zoo, un  vivero y un sombráculo, además de sorprendentes especímenes de tu propia especie, la humana. Se supone que el Parque ofrece la friolera de 1.700 parcelas para acampar, lo que daría un total razonable de 8.000 bípedos, pero en alta temporada como es el caso de Semana de Turismo, puede haber hasta 12.000 personas alojadas, incluyendo los 1.000 privilegiados que consiguieron cabañas.

¿Cómo es posible? Ni son colados ni estamos ante fallas administrativas, sino más bien ante comprensión y flexibilidad, pues si bien algunos hacen camping como si alquilaran un apartamento, exigiendo luz, baños calientes y todo el confort imaginable, otros quieren el camping “salvaje”, la comunión absoluta con la naturaleza. Y el parque da para todo, pues cuando la gente llega con sus carpas y se encuentra con todos los lugares ocupados (nunca llegues tarde, nunca vayas sin asegurarte un lugar) nadie los tira para afuera, nadie les da un portazo en la cara (como si eso fuera posible), más bien lo acomodan como se puede y todos quedan muy contentos.

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Las áreas inhabilitadas para camping no representan una odiosa mala voluntad de la gente que cuida Santa Teresa, sino que en su mayoría, son una estrategia para impedir incendios, permitir que crezcan árboles nuevos, prevenir accidentes, etc. Ahora, si a vos te gusta la tranquilidad, sería bueno que en estos momentos de altísima demanda, evites acampar en  El Chorro, La Moza u otras muy populares. Serán muy lindas, pero están demasiado pobladas para el gusto de los acampantes de verdad. Su popularidad se debe a la ubicación y el paisaje, pero también por los servicios y allí se concentra tanta gente que es posible que tengas que hacer cola para acceder al enchufe donde cargar el celular, para darte una ducha y hasta para sacar agua de las canillas, según señalaba una nota de El País. También atraen allí las guitarreadas de todas las noches y el ambiente eternamente festivo… aunque hay quienes se quejan amargamente de los alborotadores y porreros que con alguna frecuencia aparecen.

Es probable que leas o escuches críticas sobre este lugar. En lo que a mi respecta, siempre se refieren a las zonas de mayor hacinamiento y proceden de gente que no quiere acampar sino hacer turismo barato exigiendo que un camping le de las comodidades de un hotel.

Naturalmente no es así y habrá problemas ocasionales como en todos lados, pero no es la norma. Aconsejamos que si no te gusta acampar, no acampes; que si lo que querés es alborotar y fumar porros sin parar, no acampes; y que si no te gustó, no vuelvas.


A mí me gustaba acampar tranquilo en la Punta del Barco, un mirador impresionante  y una playa con una rinconada  bastante apacible para mis dos hijitas, que hoy ya son profesionales y quieren ir a acampar al mismo lado y no pueden, porque no está permitido. A esto sí que me cuesta encontrarle  explicación razonable, pero debe haberla. Para acampantes primerizos no era aconsejable porque había que ir a buscar el agua muy lejos y la gente que podía ayudarte en una urgencia estaba a centenares de metros de distancia.

Cuando llegué mi primera vez, con una carpa Itisa casera (las igloo recién se habían inventado), tela avión con costuras y piso sumergidos en una solución que no recuerdo para mejorar la impermeabilidad, observé intrigado que los acampantes del vecindario, sin excepción, bajaban a la playa para llenar baldes con agua. Luego me explicaron que me vieron juntar tanta leña que supusieron una fogata fuera de control y ya comenzaban a calentarse tanto como si me hubieran visto llegar con una escopeta. Cuando vieron que era prudente, vinieron a presentarse y vaciaron los baldes que, con agua salada, que solo sirven para lavar berberechos, apagar incendios y lavar los trastos.


El camping de Santa Teresa, ubicado en el kilómetro 302 de la ruta 9, a corta distancia de la entrada a Punta del Diablo y a unos 30 kilómetros del Chuy, es uno de los más baratos de Uruguay. Está administrado (y muy bien) por el Ejército, que no lo considera como una fuente de recursos sino como un servicio a la comunidad. Aseguran que no está dentro de sus planes subir los precios para disminuir la cantidad de gente que viene, pues justamente el propósito es que el parque sea para todos y no para pocos.

Los teléfonos para reservar e informarse de los precios vigentes:  447 72101 y 447 72103.  E-mail: [email protected]. La web con todos los datos y fotografías como las que ilustran este artículo, es la siguiente: http://www.fortalezasantateresa.com/.

Para contratar una cabaña primero tenés que tener mucha suerte y, además, mucha previsión. Empezá ahora para el año que viene llamando al (4477) 2101 o 2103, extensión 209. Las cabañas y casas son para 6 personas, mientras que 4 personas pueden alojarse en las “carpi-cabañas” – como se denomina a las pequeñas cabañas sin baño propio.
Si te interesa hacer  camping, acá o en cualquier otro lado del Uruguay, te convendría revisar http://www.zonacamping.com.uy/Campings/Uruguay/busqueda.aspx, donde están casi todos y si no está el que te interesa, te invitan a que lo agregues, porque perfecto no hay nadie. Lo interesante es que tienen buenos mapas navegables con Google, te agregan los autobuses que llegan y sus frecuencias y te permiten hacer la reserva en muchos de los casos, todo lo cual es una gran ayuda para la gente joven y una buena orientación para los veteranos que no perdieron el gusto por la aventura.

También dan consejos sobre camping… aunque les faltaron muchos de mi época, cuando quemábamos yerba para espantar mosquitos. Hoy se que es mucho más eficaz conseguirse unas hojitas de pitanga y ponerlas alrededor de la cara, luego que uno se sumergió en el sobre de dormir. Los nuestros eran tiempos más duros,  cuando llevábamos peligrosos calentadores a nafta y como los encendedores a gas casi no existían, teníamos fósforos sumergidos en cera para que no se nos humedecieran.


LAS PLAYAS. Hablemos de las playas, pues  la elección suele estar relacionada con el lugar donde acampar. En total hay 15 kilómetros de playas panorámicas, con dunas de arenas finísimas, vegetación, fauna, abundante pesca y variaciones, desde playas con un oleaje que te asegura el surf más apasionante, hasta remansos próximos a las puntas rocosas, donde los niños pueden explorar los lenguaditos que reposan en los charcos en medio de anémonas que te chupan los dedos con sus tentáculos. Pero más vale que a los nenes no los pierdas de vista y que a los adolescentes les pegues unos gritos contrarios a toda pedagogía, cuando veas que están a punto de comprobar si es cierto que el mar se los puede tragar.
Playa Grande. Es la que está más al sur, separada del resto del parque por el Cerro Rivero. Se llega a ella por una entrada que sale muy cerca de la Capatacía y conduce a un sendero que por sí solo es un atractivo espectacular. Desde al menos 40 años atrás era la playa preferida por los alemanes, franceses y belgas que siempre conocieron este lugar y prefirieron el camping salvaje. Sus carpas daban envidia. A diferencia de ahora, que hay servicios, antes no había absolutamente nada, lo cual para algunos es una ventaja y para otros es una invitación al hacinamiento.
Playa del Barco. De sur a norte es la siguiente y debe su nombre a un naufragio ocurrido hace muchos años, como si esto fuera una curiosidad en la costa de Rocha, el Triángulo de las Bermudas del Cono Sur. Solo se pueden ver los restos cuando hay marea muy baja. Como ya dije, es bastante tranquila, salvo en el medio de su curva, donde hay olas largas muy tentadoras.
Cerro Chato. Por alguna razón que nunca entendí, era la playa preferida por la gente del interior, que venían con camiones y grandes carpas de lona. ¡Hasta sofás les vi traer! Supongo que debe ser un buen pesquero. Ahora felizmente, no hay playas diferenciadas por procedencia, aunque esta es ahora preferida por gente joven que no quiere saber de nada de acampar en El Chorro o La Moza.


Las Achiras. Es la playa que usan los que acamparon junto a la ¿piscina? de agua dulce llamada El Chorro. La hondonada que lleva hasta la playa siguiendo el curso de agua está o estaba rodeada de esplendorosas achiras. Es una playa bastante abierta y expuesta a los vientos.


La Moza. Desde la hacinada zona de camping, pasando por algunas cabañas, aparece esta punta rocosa con una vista hermosísima, muchas veces seleccionada para contemplar la puesta de sol. Si bien es probablemente la mejor playa para hacer surf, en la rinconada junto a las rocas hay un tramo para quienes prefieren playas apacibles. Dicen, sin comprobación fiable, que se llama así porque en ese lugar apareció hace años el cuerpo decapitado de una moza.
Difícilmente uno se conforme con la misma playa todos los días, así que los acampantes circulan entre una y otra, visitando o encontrando amistades y experimentando. En todas ellas la arena es finísima y en todas ellas hay que tomar precaución, no olvides que esto es océano abierto. El peligro lo conforman especialmente los que vienen por el día en un paseo que les resultará inolvidable, pero que carecen de experiencia sobre lo que es un oleaje que casi siempre te devuelve a la orilla, pero que a veces, luego de la cresta te empuja mar adentro. La visita por el día es totalmente gratuita.
Los alrededores son de ensueño, pero sin salir del parque tenés para varios días de exploración.


Capatacía. Acá están concentrados los servicios y la administración. Hay un autoservicio bastante bien equipado, una bienvenida carnicería, un cajero automático y la recepción, donde tras reservar lugar te dan un mapa que te sirve como guía. También de acá salen algunos vehículos que te transportan hasta el lugar elegido si fuiste en autobús. Para reprochar: que no hayan concesionado alquileres de bicicletas y caballos.


Sombráculo e Invernadero. Están casi frente a la Capatacía y constituyen una visita imperdible, lugares casi únicos si exceptuamos el Jardín Botánico de Montevideo. Son dos excelentes colecciones botánicas, a cuyo frente te encontrás un pequeño lago artificial con plantas acuáticas y carpas nadando en compañía de tortugas y ranas.


Laguna de Peña. Es una pequeña laguna casi escondida y que muchos pasan por alto, perdiendo la oportunidad de ver otra colección de vida, en este caso muy propia de Uruguay.
La Pajarera. Contiene una colección de aves y animales exóticos y nativos. Algunos de estos últimos están allí por problemas veterinarios o para prepararlos y luego soltarlos en el parque.


Fortaleza. Por lejos es el lugar más visitado, incluso por la gente de paso que la ve desde la carretera. No abundaremos sobre el tema http://es.wikipedia.org/wiki/Fortaleza_de_Santa_Teresa) .No olviden visitar el cementerio próximo. Para reprochar: que el parador allí ubicado esté frecuentemente cerrado o con muy pobre servicio.


Laguna Negra. Con una vista espectacular, playitas de agua dulce y las mejores puestas de sol del Uruguay, entre promontorios de rocas. También tiene zona de camping. Es apta para la navegación… pero mirá que cuando se pica puede hundir  cualquier embarcación.

El parque cuenta con cuatro lugares para comer, difícilmente calificables como restaurantes, uno de ellos ubicado en la Capatacía, supermercaditos en la misma Capatacía, en el Chorro y en Playa Grande, los cuales funcionan durante la temporada. También hay servicio médico y odontológico de urgencia, servicio de mecánica automotriz y gomería, bomberos, etc.
Paseos próximos: La magnífica y muy recomendable reserva del Potrerillo, a la que se accedía por una balsa, servicio con el que ya no se cuenta. Consulte en la Capatacía sobre cómo llegar. El balneario vecino de Punta del Diablo y la población y balneario de La Coronilla. Muy próximo a La Coronilla está el acceso al Camino del Indio, que recorre la Laguna Negra por el norte y termina en la Ciudad de Castillos, próxima a los balnearios Aguas Dulces y Valizas con su Bosque de Ombúes.

Dentro del parque en la web oficial se mencionan la riqueza natural del espacio:

• Fauna del Bañado: Albergan numerosas especies de mamíferos nativos, carpincho (Hydrochoeris hydrochaeris), nutria (Myocastor coypus), rata de agua chica (Holochilus brasiliensis), rata de pajonal (Scapteromys tumidus) y lobito de río (Kytra kibgucaydus). Durante las crecientes es posible ver ejemplares de jabalí (Sus scrofa), especie exótica, y sus cruzas con cerdo doméstico entre los pajonales, al borde del bañado.
Entre los anfibios se destacan la tortuga de canaleta (Platemys spixxi), única especia de tortuga que habita en el área, la rana común (Leptodactylkus ocellatus), la ranita de zarzal (Hyla pulchella), la ranita boyadora (Pserudis minutus) y la ranita hocicuda (Scinax squalirostris). Entre los reptiles se encuentra la culebra parda de agua (Liophis miliaris), la culebra de la arena (Thamnodynastes strigilis), muy frecuente entre los pajonales del bañado, y la crucera (Bothrops alternatus), un ofidio ponzoñoso letal que habita zonas de pajonal y bañado.
Los humedales constituyen una zona importante para la nidificación, alimentación y estancia de numerosas especies de avifauna, principalmente acuática.
En los espejos de agua con vegetación pueden encontrarse seis especies de anátidos, entre los que se destacan pato capuchino (Anas versicolor) y pato brasilero (Amazonetta brasiliensis). Son comunes las garzas, siendo las más frecuentes la garza blanca grande (Egretta alba) y la chica (Egretta thula). Es posible observar grandes bandadas de mazaricos o cuervillos de cañada (Plegadis chihi). Los sectores de humedales constituidos por macrófitas emergentes de alto porte y las praderas aledañas constituyen el habitat del dragón (Xanthospsar flavus) y de la viudita de cola negra (Heteroxolmis dominicana), dos especies consideradas vulnerables en su área de distribución.

• Fauna de la Pradera: Entre la herpetofauna de la pradera se encuentran la víbora de cristal (Ophiodes vertebralis), la parejera (Philodryas patagoniensis), el lagarto overo (Tupinambis teguixin), la rana piadora (Leptodactylus latinasus), la rana saltadora (Leptodactylus gracilis) y el macaquito (Bothrops neuwiedi pubescens).
Entre los mamíferos habitantes del área se encuentran el ratón de campo (Akodon kempi), el ratón colilargo chico (Oligoryzomys flavescens), el apereá (Cavia aperea) y el zorrillo (Conepatus chinga), así como una especie exótica, la liebre europea (Lepus europaeus).
Entre las aves se destacan el ñandú (Rhea americana), la perdiz (Nothura maculosa) y varias especies de passeriformes migratorios, como el currinche (Pyrocephalus rubinus), la tijereta y el dragón.

• Fauna del Monte: Lo habitan la culebra verde esmeralda (Philodryas aestivus) y la culebra gris de vientre rojo (Liophis obtusus). Entre los mamíferos se encuentran mano pelada (Procycon cancrivorus), zorro de monte (Cerdocyon thous), gato montés (feliz geoffroyii), hurón (Galixtis cuja), tatú (Dasypus novemcinctus), guazú-birá (Mazama gouazoubirá), comadreja overa (Didelphys albiventris), así como dos murciélagos, el de vientre blanco (Myotis albescens) y el negruzco (Myotis riparius).
Entre las especies de aves mas comunes en este ambiente se encuentra el juan chiviro (Cyclarhis gujanensis), el sabiá (Turdus ruffiventris) y el zorzal (Turdus amaurochalinus).

• Fauna de la Costa: Entre los afloramientos rocosos habita la culebra de penarlo (Liophis poecilogyrus) y la culebra de líneas amarillas (Liophis anomalus). La arena de la costa es el hábitat de la falsa crucera de hocico respingado (Lystrophis dorbignyi). También habita la zona de la costa el camaleón marrón (Pantodactylus shereibersii), el sapito de jardín (Bufo dorbignyi), la ranita de cuatro ojos (Physalaemus biligonigerus) y la ranita de bibrón (Plaurodema briboni).
En las barrancas sobre la costa de la laguna existen cuevas donde habitan
colonias de vampiros (Desmodus rotundus).

Guillermo Pérez Rossel