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Una idea para el Parque Rodó

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Este es el elefante de Nantes, de bien ganado prestigio en una ciudad que, como Montevideo, tiene otros atractivos, pero necesita un parque recreativo.

Lo tuvimos, porque el Parque Rodó no fue inicialmente un lugar exclusivo para niños ni ocasionalmente para pedófilos agazapados o rapiñeros expectantes, sino un paseo formidable para familias y parejas de todas las edades. Deambulaban por un parque bellamente forestado, navegaban en los botes a pedal del lago, pescaban mojarritas en la orilla, se hacían los asustados en el Tren Fantasma y temblaban en la crujiente rueda gigante. Mientras, en los paradores había magos, humoristas y músicos que entretenían a la gente mientras se mandaban unas pizzas.

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O iban todos empingorotados al emblemático Rodelú, el más compatriota de los boliches. El Rodelú era como un templo de dos pisos, la encarnación del placer sencillo en la superficie, mientras el Forte di Makale era una versión más sofisticada de lo mismo, pero en el inframundo. Y no me hagas ese mohín despectivo, porque el Parque Rodó fue para una, dos o tres generaciones, la quintaesencia de un sano esparcimiento que no conociste, donde no había que humillar a nadie para entretenerse.

Grand Eléphant. Les Machines de l'île. Nantes © Jean-Dominique Billaud / LVAN

No creo que nos hayamos aburrido de aquello; la tugurización del Parque Rodó se produjo a mi manera de ver, por la omisión rayana en lo delictivo por parte de las autoridades… y quizás, también de los permisarios. Primero, no se recogió con entusiasmo la basura, luego se amontonaron porquerías, más tarde se permitió la presencia de malvivientes y degenerados, luego en el lugar donde Fu Man Çhú te encendía una lámpara en la mano o donde una Flor Maya exhibía su cabeza sin cuerpo, aparecieron boliches juveniles seguramente bien inspirados… pero por la falta de vigilancia, condenados a que sus proximidades fueran la tumba de muchachos muertos a botellazos, a balazos o entreverados en desalmadas peleas de borrachos y patovicas. Hubo heroicos intentos, pero poco respaldados, poco promocionados y demasiado pronto abandonados. Parece culpa de todos; no tenemos perdón, hasta el Gusano Loco nos mira acusadores y hay gente que debido a eso desconoce el sabor de los churros calentitos.

Todo mejoró bastante… pero el Parque Rodó no es ni la sombra de lo que fue, el sueño de un domingo, el alboroto de los chiquilines.

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En fin, celebremos que soplan mejores vientos y hay grandes proyectos… me rechina un poco la tradición cuando veo que los negocios no parecen prosperos … pero se ve que la intención de quienes se están haciendo cargo, es tan buena como la de las autoridades de la ciudad francesa de Nantes, cuando le cedieron su isla urbana a dos personas que no eran empresarios, no eran ingenieros ni mecánicos, ¡eran actores callejeros!  Y miren lo que hicieron.

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Francois Delaroziere y Pierre Orefice pidieron a la municipalidad el permiso para montar un parque temático en una isla que se encuentra en el cauce del río Loira, en plena ciudad, un lugar donde había astilleros que quedaron en desuso. Hoy su parque se denomina “Machines de l’île” y podría decirse que es la mayor atracción de la ciudad, o al menos la más publicitada en los lugares donde la gente no se guía por el marketing y la publicidad y que, por el contrario, valora la imaginación y la aventura de la originalidad. ¿Te llama la atención de que acá, donde te marcan por no usar las msmas marcas que los demás, casi no se mencione esto? Quizás los recuerdes  vagamente como aquellos que pasaron por acá con sus muñecos gigantescos… pero luego que se fueron, toda la atención volvió a centrarse en Disney World, ¡que puso sucursales en la misma Francia de Nantes!

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Ocurre que no fue por casualidad que Julio Verne nació en Nantes, ni tampoco que en 1978 se despegara sola en la aventura de hacer retornar los tranvías de bajo costo como una contribución a la democratización de la ciudad. El proyecto era nacional y terminó en un concurso al cual no fue invitada, como Verne no fue invitado a visitar el centro de la tierra. Pero usaron la experiencia del norte de Europa y fueron la primera de las seis ciudades francesas donde retornó el tranvía. Y digo esto por si además del Parque Rodó, se les ocurre consultar a los de Nantes.

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El primero de los animales fantásticos de las máquinas de la isla, fue este elefante. Parece una catedral de acero capaz de transportar 50 pasajeros en su salón interior, en el lomo o en los balcones a los costados, disfrutando de las sacudidas y de una vista excepcional no solo del río, sino hasta de la propia ciudad, por donde en ocasiones se interna. Tiene 12 metros de altura e insumió 80 toneladas de acero y madera.

A bordo pueden observarse los engranajes y las patas en acción, mientras el maquinista informa sobre la vida del animal y reproduce sus bramidos. Habitualmente, el Grand Elephant se desplaza entre el Carrusel de los Mundos Marinos y Las Naves, donde se encuentra el taller y la Galería de las Máquinas, que es el centro de la propuesta artística de Les Machines de l’île. Pero tiene tres recorridos diferentes, sin contar con las excepciones en las cuales se suele improvisar de acuerdo a las circunstancias tan cambiantes como pueden suponerse en la patria de Julio Verne. No te asustes que no da vértigo… a pesar de que desde el lomo es una altura semejante a cuatro pisos. Su velocidad es de apenas 1 a 3 kilómetros por hora, pero ¡quién tiene apuro!

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A su paso, cuando el tiempo es cálido y el maquinista ve que hay buen ambiente, además de los bramidos el elefante lanza chorros de agua desde su trompa, provocando la fascinación de los más chiquitos. No te niego que los viejos carruseles tuvieran su magia, pero esto es imponente, es el futuro. Y ellos también pusieron un carrusel, delirante.  ¿Qué impide invitar a la gente de Nantes para que nos tienten con algo como esto!

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Todo comenzó en 2007 cuando debutó este elefante. La segunda fase del proyecto es una colección interactiva de la vida marina colocada en un enorme carrusel de tres niveles, el Carrusel de los Mundos Marinos. En el nivel inferior hay máquinas como el Cangrejo gigante y el Calamar a retropropulsión: es el mundo de los abismos marinos.

En el segundo nivel están la Mantarraya y el Pez Pirata, en tanto que el tercer nivel se vincula con la superficie de los océanos y contiene carruajes marinos y peces voladores. Este carrusel, dice la web oficial, tiene casi 25 metros de altura y 20 metros de diámetro, pudiendo montarlo 85 personas por turno.

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En el hangar principal –continúa la descripción– se encuentra un laboratorio con todo un bestiario de máquinas. El recorrido está marcado por intervenciones de los maquinistas que explican la historia y el funcionamiento de las criaturas del parque. Una garza voladora de 8 metros de envergadura pasea a los visitantes, que también pueden montar en hormigas, arañas, orugas y animales fantásticos.

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No te creas que en el resto del mundo son tan impávidos como acá. En Calais ya contrataron al equipo y montaron su propio dragón, hermano gemelo del elefante de Nantes, que echa fuego por su su boca y atomiza vapor por su nariz. Ha nacido una nueva e inteligente manera de entretener.

Guillermo Pérez Rossel

 

Información de interés:

  • Dirección:Les Machines de l’ile, Les Chantiers, Bd Léon Bureau, 44 200, Nantes, Francia.
  • Teléfono:0810 12 12 25.
  • Página web:http://www.lesmachines-nantes.fr/
  • Horario:abierto todos los días de la semana de 10:00 a 19:00 horas.