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López, el curandero de Máximo Tajes

Cuando valoramos excesivamente los tiempos pasados, nos olvidamos de cosas como ésta.

Los charlatanes de antes actuaban despiadada, irresponsable e impunemente al amparo de la ignorancia; los de ahora son más sutiles. Porque el ser humano, aunque dotado de razón, tiene una imparable inclinación por lo inexplicable, una tendencia perversa por dejar de lado la lógica y ponerse en fila detrás de alguien que logra cautivarlo. ¡Si hasta es la explicación de que muchos voluntarios se hicieran matar en guerras absurdas!

Este es el viaje que nos propone Alberto Moroy a un tiempo que hoy nos parece singular y hasta divertido, pero que en su momento fue realmente trágico.

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Voltaire (1694-1778) decía: «El charlatán nació cuando el primer pillo se encontró con el primer imbécil».  En la portada una caricatura de Transito López  en la revista Caras y Caretas del año 1890 (edición uruguaya).

Definición del Diccionario de la Lengua Española

  • Curanderismo: Intrusión de los curanderos en el ejercicio de la medicina.
  • Curandero/a: Persona que, sin ser médico, ejerce prácticas curativas empíricas o rituales. Por extensión persona que ejerce la medicina sin título oficial.
  • Intrusismo: Ejercicio de actividades profesionales por persona no autorizada para ello.
  • Charlatanismo: «Es la máscara dorada de la Medicina. Curanderismo en sus apariencias, el charlatanismo no lleva el fin sincero de curar o beneficiar, si no el de embaucar. El curandero que es el personaje que se confunde con el charlatán es más noble, difiere en su afán de consolar y de hacer el bien…El curandero es hombre rural y de paz, el charlatán es hombre de ciudad y de pelea.
  • Curanderismo: Es la forma más primitiva del arte de sanar y también la más permanente. Mezcla de empirismo y de magia, su caudal dialéctico crece continuamente con los residuos que la ciencia médica echa al olvido. Su fundamento, pues, es seudocientífico, religioso y mágico, es convicción basada en la fe. Tiene raíces transculturales muy hondas, y recoge elementos y tradiciones de diversos estadios del desarrollo de las civilizaciones de todos los tiempos

Isidoro De María, describe en un pasaje de su relato «El Barbero de Antaño 1804-1830″  algunas de las tareas llevadas a cabo por estos personajes en época de la Colonia. «El negocio era poco con las barbas, y eso que tenían que hacerla incluso el bigote, porque en aquel tiempo nadie lo usaba, sino los militares; y por supuesto, la barba cortada y no entera, que no era de uso. Lo que más le producía era la lanceta (bisturí, sangradera, escalpelo, cuchilla), porque las sangrías estaban en auge en el sistema curativo, y el barbero sangrador sacaba siquiera provecho en eso del oficio, tanto más cuanto que entonces no habían aparecido en escena las sanguijuelas (Hirudo medicinalis) de ninguna clase, ni aún las vestidas y calzadas, para chupar la sangre al prójimo, que conocerán ustedes fresquitas, según las crónicas de más moderna data.»

Caricatura de Isidoro de María / Peluquero sangrador

Montevideo Antiguo (Isidoro de María)

El Barbero de Antaño 1804-1830  (Pág. 148)

http://www.archivodeprensa.edu.uy/biblioteca/isidoro_de_maria/textos/bibliografia/montevideo_antiguo_2.pdf

José Pedro Barrán, en su obra «El poder de curar», primer volumen de la serie Medicina y sociedad en el Uruguay del Novecientos, establece que desde el siglo XVIII, con la instalación del Protomedicato en el Virreinato del Río de la Plata, sólo tenían derecho a curar cirujanos y médicos, no obstante lo cual, ya en 1797, «para aliviar a los habitantes de la campaña», el Protomedicato autorizó a los curanderos a ejercer bajo ciertas  condiciones mínimas.

En 1862, decía el médico francés Adolfo Brunel: «En Montevideo es médico el que quiere, el diploma no tiene importancia, y el campo está abierto a todos, y se precipitan a él, lo mismo el aventurero que el sastre, el sacerdote que el carpintero. La puerta está abierta al charlatanismo más desvergonzado, y casi siempre la opinión pública ve con malos ojos toda tentativa que tenga por objeto el perseguir a los medicastros (medico indocto, curandero)».

También en esa época los farmacéuticos curaban, mucho más que hoy. En Montevideo los farmacéuticos, en el Interior ellos y los dueños de los «botiquines abiertos al público» en pulperías o zonas alejadas, aconsejaban tratamientos, recetaban medicamentos o lo que hacía las veces de tales, y hasta realizaban pequeñas intervenciones quirúrgicas.

Había también flebótomos que sangraban y ponían ventosas; los párrocos a quienes el Presidente Fructuoso Rivera propuso como vacunadores oficiales en 1831; los barberos que hacían de dentistas, o mejor dicho, realizaban extracciones dentarias

Algunos personajes, incluso incorporados al nomenclador de Montevideo, fueron curanderos destacados. Manuel de Araucho, poeta, capitán en Ituzaingó y coronel de caballería, atendía y elaboraba él mismo medicinas en 1836, en la calle de San Pedro. Manuel Vicente Pagola, Jefe Político de Montevideo, entre 1839 y 1840 bajo la segunda presidencia de Fructuoso Rivera, era muy conocido por sus aficiones de curandero y en 1837 había prologado una nueva edición del célebre recetario del «doctor Mandoutti».

En Guichón (Paysandú), cuando llegó en 1916 el primer médico titulado, había en total 13 curadores. «Hacía pocos años (había ejercido) un matrimonio italiano que llegó a hacer fortuna. El se titulaba médico a ella le decían doña Lina. Ambos ejercían y con muy buena clientela. Cuando llegó Princivalle se marcharon dos españoles que también ejercían sin título, pero quedaron: otro que se decía titulado, al norte del Queguay; el «doctor S. de Las Flores, cuya verdadera profesión era maestro de escuela»; la Negra Adriana; el Negro Pedro que se titulaba simplemente «cirujano»; el moreno Juan Camilo; dos compositores de huesos; tres homeópatas; tres que curaban con agua fría, uno de ellos «fuerte hacendado»; también había «algunos pulperos que de paso venden la droga». En total, 13 curadores frente al primer egresado de la Facultad de Medicina de Montevideo que se veía por esos lugares (Suplemento Derecho Medico Dr. Antonio Turnes)

Continúa

http://www.elderechodigital.com.uy/smu/doctri/sdmd0009.html

Comercios  y publicidad, Montevideo en 1890

La historia de Tránsito López

Tránsito López / Caricaturas revista Caras y Caretas Semanario Festivo. Montevideo Año 1º Numero 15 (26 de Octubre de 1890)

Curanderos enancados en el lustre de sus pacientes

Algunos curanderos, se rescataron para la Historia por el lustre de sus enfermos, así nos llegó el pardo Bartolo Silva, vecino de Melo, cuyo rancho junto al arroyo Conventos se conserva, sólo porque allí murió Rivera, que se confió a sus manos en sus últimos momentos. Un médico rural correntino afirmó que «la superstición viene del campo, entra por la puerta de servicio y sube a todos los niveles, sociales y políticos. Por ejemplo, el «divino» Penadés que atendía a don Juan Lindolfo Cuestas, o Tránsito López, el soldado paraguayo que asistía al presidente Tajes «a salivazo limpio».

Tránsito López

En los últimos años del siglo pasado, brilló en Montevideo un «médico»  singular, celebrado por sus curas portentosas. Se llamó Tránsito López, y era un apuesto moreno, oficial del Ejército, protegido del general Máximo Tajes, de quien fue fiel servidor. Pero un día trueca su grado de mayor por el de médico; y comienza una carrera como tal que lo hará famoso en poco tiempo. La verdad es que realiza curas asombrosas, con una técnica terapéutica muy particular, de su invención. A todo el mundo, Tránsito López le recetaba lo mismo: un poco de agua clara. Pero no un agua cualquiera: era preciso que antes pasara por sus manos de iluminado, para adquirir así facultades curativas maravillosas. Fue tal el éxito alcanzado con estos poderes, que todo Montevideo enfermo acude a su consultorio.

Pronto hay que pedirle hora con meses de anticipación. Su casa estaba atestada de pacientes de todas las clases sociales. Hubo damas copetudas que, muy agradecidas por sus hazañas curativas, le organizaron una gran colecta para regalarle un espléndido coupé. Y allá salía don Tránsito en su carruaje tirado por caballos, a visitar a sus pacientes más acomodados. Se dice que el moreno acaparó toda la clientela disponible en Montevideo; sobre todo enfermos crónicos y achacosos, que vivían esperando perennemente alguna cura caída del cielo. Bastante tiempo duró el reinado de este “medico” de poderes tan milagrosos, hasta que de golpe, y no se sabe bien por qué, su estrella se eclipsó. Su clientela fue raleando; su consultorio se volvió desértico, salvo algunos pacientes muy pobres y crédulos que seguían teniendo fe en sus virtudes portentosas.

(Milton Schinca)

La revista Caras y Caretas (Montevideo 26 de octubre de 1890)

La revista Caras y Caretas tuvo dos etapas; una primera aparecida en Montevideo-Uruguay entre julio de 1890 y febrero de 1897 (con directorio integrado por Charles Schultz, Eustaquio Pellicer y Arturo Giménez Pastor), y la otra en Buenos Aires entre octubre de 1898 y octubre de 1939.

Vida y milagros de Transito López (Caricaturas de época)

 

 

 

 

Continúa… (Pág.4) ¡Muy Bueno!

http://hemerotecadigital.bne.es/datos1/numeros/internet/Uruguay/Caras%20y%20caretas%20(Montevideo.%201890)/1890/189010/18901026/18901026_00015.pdf#page=

 Del autor

Contaba mi padre, que un  médico pediatra de Tacuarembó, recibido en Bs.As., le había dicho en 1910 que a muchos niños en la campaña uruguaya, los hacían dormir en la cuna con el humo del papel de diario a medio prender. Por otro lado, vemos abajo, una publicidad en Buenos Aires, de la revista Caras y Caretas, del año 1898, en la cual a las madres se les aconsejaba tomar cerveza para poder criar bien a sus hijos. Dudo que haya sido “malta”, porque entiendo que así se llamaba en esa época, con esto, trato de explicarles que las cosas hay que verlas con los ojos de la época, porque si no, corremos el riesgo de no entender nada.