Un fusilamiento en el Montevideo de 1899
En ese tiempo, como ahora, ya no sabían qué hacer para contener la violencia. No fueron muy ingeniosos, aplicaron las ejecuciones igual que en casi todo el mundo, porque la crueldad es planetaria.
Tampoco se pusieron a debatir si lo mejor era la horca, la guillotina, la silla eléctrica, el garrote vil o alguna otra cosa… la inyección letal todavía no se había inventado. Asi que los fusilaban nomás, con un estruendo que contribuía al espectáculo, presenciado por centenares de perversos espectadores. La horca había pasado de moda.
A mediados del siglo pasado, a los discrepantes te los mandaban al paredón, tanto en la Cuba de Fidel Castro como en la España de Franco. ¿Contribuirá en algo una sanción tan ejemplarizante como la muerte? Andá a saber; en todo caso, la alegre permisividad, la costumbre de pasarle la culpa a la víctima o acusar a la sociedad de que no los hizo a todos ricos, tampoco sirve para nada, en todo caso alienta al delincuente o le permite suponer que todos somos imbéciles.
Por Alberto Moroy
En la portada la llegada del condenado Chanez al patio de ejecución (1889). El edificio donde funcionaba la Cárcel de Miguelete está ubicado en la confluencia de las céntricas calles Miguelete y Arenal Grande de Montevideo, y se trató del primer edificio carcelario construido en Uruguay, que estuvo en funcionamiento desde 1888 hasta 1990.
Vista actual a vuelo de dron
(*) Una digresión al final de esta nota
Es autor conoció los interiores de esa cárcel, hace muchos años cuando estaba operativa ¿Un privilegio? No, un buen ejemplo para la vida.
El Código de Instrucción Criminal en 1878, el Código Penal en 1888, sancionó la ley que suprimió la pena de muerte en Uruguay. No obstante las ejecuciones continuaron, representando la “ostentación” de la muerte como parte inseparable de la ejemplaridad de la pena. Se defendió el cumplimiento de la condena que debía ser visto por la sociedad. Era importante la rapidez entre la condena y el delito. Tarea que no era fácil cuando los tiempos judiciales van por otro andamiaje. Como perduraba esta condición, en 1894 la justicia ordeno a los jueces preceder con celeridad en casos atroces.
A fines de 1895 se redujo a cien el número de personas autorizadas a contemplar el horroroso espectáculo. Entre ellos incluyeron autoridades judiciales y carcelarias, permitiendo también el ingreso de los enviados de prensa a efectos de que constataran y trasmitieran el cumplimiento de la resolución. El nuevo reglamento determinó una drástica disminución de la asistencia si se le compara, por ejemplo, con algunas de las ejecuciones llevadas adelante en el exterior de la cárcel como las de José Picón en Nueva Palmira y Marcelino Silva en Soriano, que oscilaron entre 400 y 600 personas atraídas por la “gran fiesta” que significó el “espectáculo” de los fusilamientos. Las ejecuciones en el interior de la Cárcel Penitenciaria continuaron siendo un espectáculo multitudinario, como en el fusilamiento de Ángel Fernández en 1893. La ejecución en 1899 del parricida Antonio Chanez, según señalara el diario “El Siglo”, por lo menos duplicó el número de personas que habían sido autorizadas previamente a través de la entrega de 150 tarjetas (Delito y castigo, Daniel Fessler) La pena de muerte fue finalmente abolida en Uruguay a través de la Ley Nº 3238 decretada el 23 de setiembre de 1907, durante el gobierno de Claudio Williman.
Daniel Fessler
Libro Derecho penal y castigo en Uruguay – de CSIC
Maria Martinez de Chanez en el lecho de muerte / Antonio Chañez, el Parricida
Asi lo presento la prensa Argentina 1899
“Un suceso sensacional en la vecina ciudad de Montevideo, ha sido la sentencia recaída en el proceso del parricida Antonio Chañez, matador de su madre Maria Marinez. Se halla encerrado desde el 12 de julio del corriente año (1898), fecha en el que realizo su bárbaro crimen. Como se recordara Chañez dio muerte a su madre en la pieza del conventillo de la calle Resguardo 82 (?). Aprovechó el asesino la circunstancia que esta se hallaba dormida. La ejecución del asesino se impone como un desagravio a la opinión publica, sublevada por un crimen tan horrendo.
Algunas anécdotas
Cuando Chanez se hallaba en capilla, presentose a las puertas de la cárcel un almacenero solicitando hablar con el reo.—¿Para qué? — le preguntaron. — Ya verán: me debe unos vintenes y deseaba saber si podíamos arreglar cuentas antes de que lo fusilen; si no es posible ¡paciencia! borraré ese crédito de mis libros. (sic)
Fusilamiento del Parricida Chañez 26 noviembre 1899
“De esa malsana curiosidad del público, que obliga al periodista á inmiscuirse y profundizar en los pormenores de un crimen, nace la publicación de crónicas como la presente. Cabe preguntarse si se escribe así porque así se quiere leer ó se lee así porque de tal forma se escribe. El hecho es que todas las noticias referentes á los últimos momentos de Antonio Chánez, han sido devoradas, con el mismo interés por los lectores de todas clases, desde los aficionados al género de Montepín (novelista francés) hasta los de más refinados gustos literarios. Chánez, puesto en capilla desde el miércoles 22, mostró hasta el último instante una serenidad tan pasmosa, un pulso tan tranquilo y aplomo tal, que sólo a la inconsciencia pueden atribuirse”.
El relato
El jueves, después de almorzar con excelente apetito, pidió al padre Pons (un simpático tipo de misionero, lleno de fe y de amor hacia los desgraciados á quienes exhorta y presta los consuelos de la religión) que avisase á sus hermanos, diciéndoles que deseaba verlos. Acudieron éstos al llamamiento del parricida, y sólo Dios sabe el espanto -o combate que había de librarse en el pecho de aquéllos, en presencia del matador de su madre y al mismo tiempo ante el hermano sobre cuya cabeza ya se cernía la muerte.
Abrazóles el reo y les demandó perdón. Otras visitas recibió Chánez: la del maestro de la penitenciaría y la de su abogado defensor, al último de los cuales dijo: — Nada más tengo que pedirle, sino que me acompañe en el momento de la muerte, si puede. A las once se acostó, después de haber comido con el mismo buen apetito que durante el almuerzo.
Tropa esperando la salida del reo (sic)
A las cuatro de la madrugada despertóse, rezando las oraciones que los padres Pons (capellán) y Adán le hacían repetir palabra por palabra. Oyó después dos misas, la primera de las cuales por indicación del padre Pons, la dedicó al eterno descanso de su madre. Seguidamente confesó, escuchando, hincándose de rodillas y con aire sumido, las exhortaciones del sacerdote, de cuyas manos recibió la comunión.
A las 7 menos cinco minutos, el mismo padre Pons comunicó á Chanez que había llegado el terrible momento. El condenado no se inmutó al oírle, y levantándose de su asiento emprendió camino, rodeado de la guardia, dirigiéndose al sitio de la ejecución. El banquillo, de pino blanco sin pintar, hallábase en uno de los ángulos del gran patio de la cárcel.
Llevándolo al banquillo
A unos cuantos pasos veíase trazada una línea en el suelo, sitio en el cual debían colocarse los tiradores. Denunciaba los lentos pasos del reo el siniestro ruido de los grillos. Sereno, tranquilo y sin pronunciar palabra, Chánez tomó asiento en el banquillo. Un preso ató al parricida y le colocó la venda, y el padre Pons díjole las últimas palabras.
El padre Pons despidiéndose
El Piquete
Sonó la descarga, detrás de ésta oyóse la del tiro de gracia. Chanez inclinóse hacia adelante, llevándose las manos al pecho; el tiro de gracia le hizo inclinar la cabeza hacia el lado izquierdo.
Así ubicaban al reo, el piquete y demas
Así eran los fusilamientos / Chanez Despues de la descarga
Reflexión del periodista de entonces
“¿Tienen derecho los hombres para quitar la vida á uno de sus semejantes? De donde surge el deseo de tanta gente de ver por sus propios ojos cómo la inexorable justicia castigaba al parricida. ¿Cómo dejar, por otra parte, impune el crimen?… Entre la multitud que se aglutinaba á presenciar el fusilamiento de Chánez, se hallaban los operadores de nuestro corresponsal artístico el señor Fitz-Patrick, quienes, venciendo la repugnancia y la emoción que el espectáculo tenía que inspirarles, obtuvieron las fotografías que reproducimos. (Caras y Caretas)
(*) Digresión del autor
No tenía más de 7 años cuando mi padre (Abogado penalista) me llevó a visitar esa cárcel. Recuerdo que dudé en acompañarlo y también que a mi madre mucho no le gustaba. Pasaron muchos años y tengo en la retina la película vivida. Apenas entramos, los saludos de rigor -¿Que tal doctor?, mientras circulábamos por un patio interior, bastante lúgubre, embaldosado con calcáreo lustrosos, los saludos se repetían. Muchos estaban conversando, otros detrás de rejas y uno en especial, entre los barrotes fijo la vista, mi viejo lo saludó y seguimos caminado. Le debo haber apretado la mano de la que iba agarrado, de tal forma que enseguida me dijo- ¿Ves ese que salude recien?, el que nos miraba, es sumamente inteligente, un estafador consumado, vivo como pocos, el monólogo continuaba… ¿Sabes porque esta acá? Tímidamente respondí no, los ojos se me salían de las orbitas, enseguida me respondió ¡Se paso de vivo! Y los que se pasan de vivo en la calle, terminan acá. No mediaron mas palabras, al poco rato salimos, sentí un alivio. Con los años entendí la parábola, sin dudas que el viaje me sirvió.