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Fundación de Asunción 1554

Ahora ya ni te quejás del apretuje de la clase turista, hoy llegás a Asunción fresquito y planchado; nada que ver con el arribo de sus fundadores. Está contada en primera persona por aquellos audaces que no sabían en lo que se metían y eso le da un sabor muy particular.

Los cronistas no ahorran detalles familiares cuando cuentan sus aventuras y desventuras a sus señores en España. Antón Pérez no tiene reparos en confesar que la hija de Iraola con la que se casó, es feísima y seguramente analfabeta, pues si no lo fuera era temerario que dejara semejante cosa por escrito. Fea pero de difícil carácter, hasta el punto de que don Antón pide que le manden algunas alhajas desde España para contentarla, porque estaba brava. Las intimidades no harán la historia, pero retratan la forma que asumían las relaciones, hasta el punto que al confidente le parece del caso acusar a un aspirante a Papa de padecer hemorroides y a otro candidato a conquistador en América de casi haberse ahogado en el río Tajo.

Más allá de eso, eran poquísimos entre montones de indios, no tenían la menor idea de nada; pero a su favor había una valentía sin límites y una colección de enfermedades que, transportadas desde Europa,  suplieron con eficiencia las diferencias de número y la escasez de armas. ¿Y la justicia ante todo esto? ¡Qué justicia, ni justicia! Este era el comienzo del saqueo.

Por Alberto Moroy

A esta altura, noviembre de 1554, nuestro gentilhombre se encuentra en Asuncion donde llegó luego que quienes habían quedado en Buenos Aires fueran intimados por Irala a reubicarse en Asuncion.  Antón Perez parece un «todo terreno», se viene salvando de todas, no obstante habrá perdido los «aires de chulo» habida cuenta que pasó las de Caín, en el Puerto de Santa Maria del Buen Aire, durante la fundación. Además ya pasaron varios años desde que se floreaba con ropa usada, comprada con la plata de arzobispo de Toledo, por las calles de Cádiz… En la portada, la fundación de Asuncion (cuadro de Pablo Alborno 1875-1958), propiedad de la municipalidad de Asunción.

Asi partio en 1535 de San Lucar / Asi estaria cuando redactó esta carta

Carta quinta

Puerto de Nuestra Señora de la Asunción, a 7 días del mes de noviembre de 1554 («[sic]»)

No sé, señor y amo mío, si tras de tan largo callar tengo aún derecho de rogar a USIA se tome pena de leer mis letras (que van a lo que veo, harto chuecas y poco lucidas con la falta de ejercicio de la mano), pero es lo cierto, que llegadas aquí cartas y noticias de San Vicente, a fines de octubre, vino entre otros, pliego de un mozo extremeño que partió a dos años, donde leo vuestro nombre y alto cargo a que usía fué destinado en Toledo, que no es sino justicia de Dios. Gracias tengo a Él dadas, como si de bien propio (que lo es más) se tratase.

Pues aquí, a diez y ocho años de llegar, no me conocería vuesarcé, que las barbas que dejé crecer en Cádiz me llegan a los pechos y son de negras (si no es que comienzan a encanecer) como las del más cumplido morisco. Desde que llegamos a este río muchas son las penurias y calamidades (pie tenemos pasadas, y hasta que don Pedro Mendoza (Q. E. G. E.) marchó de aquí, que fué a cosa del año de llegar, mucho más, tanto, que parecía Dios (querer probarle, como si harto no lo estuviera con su mal.)

De sus deudos y amigos, puedo decir a USIA, que todos murieron de mala muerte o se perdieron por tierra o mar. Recordando aquellos tiempos de penuria, créame su merced, tengo bascas (ganas de Vomitar) , y porque vea cómo de los males salen a veces grandísimos provechos, le contaré que en lo peor que entonces hubimos, que fué estar cercados en el real por dos mil o más indios quince días cumplidos (que fué causa de grande mortandad y locura y hambre espantosas, que hasta los muertos se comieron algunos, fué un servidor de USIA de los que menos suciedades y pecados de gula cometió, por ser hábito del mismo (que lo aprendió por ventas y caminos) comer, no cuando lo había menester, mas cuando de ello hubiese.

La muerte de Ayolas / Fabricando curare (hierba ponzoñosa)/  Juan Ayolas

Mucho contento tuvimos entonces hubieran venido ratas en el equipaje, aunque de flacas, poca cosa valían. Diré a su merced, que todo aquel mal, vino del maltrato y demasía  a los indios dieron. algunos, asi que por hacerles enojo, nos le hicieron ellos cumplido. Fué, pues, que ido don Pedro de Mendoza con las dos mejores naos, llevándose a los enfermos y descaecidos o a los que no podían más (y entre ellos al caballero crespillo aquel del marquesado que le hable a USIA, que tanto padeció en el sitio, (que en camisa y descalzo confesó a gritos sus pecados,  que eran tales que muchos se les tapaban las orejas por no oírles y juro si ponía la planta en España, hacerse cartujo en llegando), nos quedamos algunos pocos esperando la vuelta de Juan Ayolas, que se partio a explorar, mas nunca vino, y con el muchos hombres fueron perdidos.

Asi relato Ulrich Schmídel la muerte de Ayolas

Pero cuando conocieron tal cosa y vieron que éstos estaban enfermos y débiles, resultó que los sobredichos Naperus y Payaguás se convinieron entre sí, las dos generaciones e hicieron un contrato o sea alianza entre ellos, que iban a dar muerte a nuestro capitán general Juan Ayolas, lo que después han hecho. Así, cuando nuestro capitán general Juan Ayolas, por no haber sido prevenido ni haber recelado de ellos, estuvo a las tres jornadas entre los Naperus y los Payaguás en un gran matorral y bosque, ellos han realizado allá su plan y estuvieron ocultos a uno y otro lado del camino donde debía pasar el pobre Juan Ayolas, nuestro capitán general -Dios le sea clemente-, ahí los atropellaron, como perros hambrientos, y los mataron, que ninguno se salvó

Por si lo quieren leer todo

http://www.indigenas.bioetica.org/not/nota23.htm

Contaré a USIA sólo verdades, sin mezcla de cosa siniestra, como por lo que aquí llega, van diciendo algunos, que así todo creerá ser embustes, por lograr bienes exagerando males, (pie en verdad no los han menester). De los que vinimos con don Pedro, vamos ya quedando unos pocos de contarnos a dedos; tanto es aqui el morir y no de muertes de heridas como de fiebres, trabajos y zozobras, escozor y picadura de víboras: yo, aunque muchas veces creí entregar mi alma a Dios (si El en su bondad aceptaría quien siere), estoy fuerte pero un poco resentido del pecho, de heridas que recibí año 42,  cuando la rebelión de los naturales.

Fué esta herida de hierba ponzoñosa, que es la más endemoniada invención que imaginarse pueda USIA y hecha en mala manera y por artes de magia, poniendo a cocer un caldero grandes raíces de muy mal olor, tirante el color de ellas a pardas, y luego unas hormigas gordas como mediano escarabajo de los que se crían en España, que su sola picadura mata; y arañas como la mano y unos gusanos peludos, flacos y no sé  qué otras suciedades más. (Seguramente Curare).

Y de esta herida creí morir, llevando, día el dia que me la hicieron, la más trabajosa hora de mi vida.  Más no me quejo, que con ella me vino el medrar. Cual no será ella (la hierba) de mala que aquel (que la cuece muere del olor, y si no, le matan por estar mal hecha, con lo que viene a ser lo mismo. Pues digo (que como vimos pasar el tiempo y no volver al jefe natural nuestro, que por herencia de don Pedro era Ayolas, nos estuvimos quedos en aquel puerto de Buenos Aires, mientras ellos partían a fundar nuevos pueblos, y todo lo que allegábamos con trabajo, nos lo mandaban dar, diciéndonos por fin, año de 39, que aquel puerto desamparáramos, para subir al nuevo de Nuestra Señora de la Asunción (que es do agora estamos).

Comarca asuceña llamada antiguamente Lambaré

No quiera saber USIA la ira que dióme me mandaran dejar mi casa y sembrado con tanto amor y desvelo sostenido (pues que había que defenderle, no sólo de los naturales, mas de los españoles mismos, que el ocioso es siempre una amenaza del trabajador), y como yo, todo aquel que por su afán algo había logrado, tanto, que se concertó entre todos no acatar tan perversa orden y nadie movió pie ni mano para cumplirla; mas a pocos meses nos cargaron en las naos y quemaron la ciudad, que fué. grande infamia y dolo; dijeron ser orden venida de la misma España.

D. Marinez de Irala manda quemar todo en Buenos Aires, inclusive algunas naves grandes

Luego de esto, muchas veces salimos por conquistar los reinos del oro, el del Gran Moxo, o la Ciudad de los Césares, o qué sé yo, cruzando por campos de profusa vegetación y calor, por extensiones de una como sal blanca, que agrieta el rostro y daña la vista, por paludes en fin, con el agua al cinto; mas nunca hallamos nada, si no fué uno que resultó el Perú de tan largo atrás ya por otros conquistado.

Gran desaliento tomó a todos por ello, y muchos murieron en la empresa, mas la esperanza no se ha perdido todavía y hay quien  cree en el Dorado como en Dios. Yo me conformo, (que si no de oro, va uno aqui adueñándose de la tierra, que en trabajada y sembrada lo da, aunque un poco más tarda, pero viene a ser lo mismo, y más cuando a los indios se emplea para la roza, por la comida y ropa (que es el deshecho) y algún latigazo por añadidura. De lo que no hallo consuelo, es de ver que es éste reñidero de gallos, (que todos son por mandar y allegar presto, peores que bestias y entre los nuestros matándose unos a otros que es vergüenza.

A muchos vide por eso cortarles el cuello y a otros correr, como necios y ciegos a la muerte ellos mismos, por la negra de la ambición. Y por esto, propósito tengo hecho de tomar lo que me dieren y hacer porque me olviden. Lo que es esta tierra do vivirnos y esta ciudad en que moramos nunca sin verlo podrá imaginarse  USIA (que parece fábula de juglar, haber en el mundo buenas casas de piedra y calles de guijos o losetas).  Todas, las nuestras, aun la que ocupa Domingo Martínez que es la del Adelantado (como que por Real Decreto tras de haberlo sido por su voluntad… y la del pueblo muchos años, es. (Gobernador de esta provincia) son de mezcla y de un solo piso porque no caigan con los vientos y una aquí y otra allá, como dientes mal puestos, tan desniveladas y torcidas que parecen echarse atrás de risa o saludarle a uno cuando pasa, no conocemos por acá las maravillas de Hontañón (arquitecto renacentista español) ni de Diego de Siloe (Idem) , ni las de Pedro Gotera o Alonso Covarrubias.

Las calles ahi se están en altibajos, que cuando llueve hay (que cruzar tablones para pasarlas. La iglesia, (que es también catedral, fué construida del deshecho de una nao de las que don Pedro Mendoza trajo, (pie de tan destruida no la pudo Alfonso Bastien (el portugués) poner a flote ni el maestro velero Hernando Baez sacar de ella un trozo bueno de lona.

Es este clima asi en todo como el de Sevilla de Andalucía y más de templado, y .se cría aquí todo muy bien por ser tierra fertilísima y bien regada, do de si hay que comer en frutas y raíces, que alguna cocida es como el pan; llaman a ésta mandioca y hálala, y es azucarada como golosina pero empalaga. También comen el maíz cuando está tierno, asado al rescoldo o cocido, como por ahi le dan a los cochinos para San Martin.

Urutaú / Chajá / Guacamayo (Guaca)

De las naturales rarezas de este sitio poco diré a USIA, (pie otros lo van contando aumentado y corregido por ser ley en el hombre la tendencia de alterar la verdad. Muchos animales hay aquí que nunca en España he visto, como el que el que nombran carpincho, y es un puerco pequeño de carne dura y mala al diente y otro entre tortuga y conejo, de costra amarilla y carne sabrosa (Mulita). De los de pluma, es variedad infinita los que cría, uno  que dicen chajá y es mediana avestruz, que ladra y guarda la casa como perro y otra, perdiz de patas largas y muy crecida que dicen chuña; hay también el catacará o carancho y el urubú que son rapaces y comen las basuras o despojos y con ellos o más bien gracias a ellos no queda rastro de carroña; el Urutai es de los que solo cantan de noche; según dicen es indio encantado por maleficios de amor y la verdad es que nunca se le ve y en noches claras canta como ruiseñor. La guaca que es  pintada con copete y zarcillos como mujer coqueta, mas si fuese nombrando todas no acababa, pues solo de papagayos hay miles de colores como recién puestos; que por curiosidad mandara uno usia, si no fuese  que el viaje no resisten.

Anton Perez se casa con la hija de Irala

Pues volviendo a mi persona, diré a USIA que  no hace más, si no tres años para Corpus, tomé por lejitima mujer a doña Leonor de Irala(*), hija (aunque bastarda) de don Domingo Martínez de Irala (que tiene muchas del mismo mal proceder por haber muchas mujeres indias en casa, mas a todas las hijas tiene reconocidas con lo que Dios le habrá perdonado). Esta doña Leonor no es muy guapa por cierto y más, que cojea un poco de una coz que recibió, de mula, cuando pequeña, por lo cual no pudo su padre casarla a gusto, con algún hidalgo principal, como hizo con las otras.

(*) Digo y Declaro  (Domingo Martines de Irala)

“Digo y declaro y confieso que yo tengo y Dios me ha dado en esta provincia ciertas hijas y hijos que son: Diego Martínez de Irala y Antonio de Irala y doña Ginebra Martínez de Irala, mis hijos, y de María mi criada, hija de Pedro de Mendoza, indio principal que fue de sta tierra; y doña Marina de Irala, hija de Juana mi criada; y doña Isabel de Irala, hija de Águeda, mi criada; y doña Úrsula de Irala, hija de Leonor, mi criada; y Martín Pérez de Irala, hijo de Escolástica, mi criada; e Ana de Irala, hija de Marina, mi criada; y María, hija de Beatriz, criada de Diego de Villalpando, y por ser como yo los tengo y declaro por mis hijos y hijas y portales he casado a ley y a bendición, según lo manda la Santa Madre Iglesia…»

Eligióme a mi, dándome antes capitanía y solar (buenas tierras y muy más, que no a los otros diera) y ochenta indios carios para empezar, que luego otros dijo me iría dando (aunque hasta ágora y pues me ve casado, no lo ha hecho) y escudo de armas cuartelado con una nao en campo de azur y un tigre herido de flecha (como lo fui yo mismo) pues que siendo yo hidalgo por mis.; padres los de Morón, bien por hazañas me lo podía otorgar mas no esposando a la coja de su bastarda nunca lo hiciera. (Dios me perdone si es murmurar).

Por el portador de estas letras (que es muy de bien, mas enfermo aquí de los ojos y vuelve a Orgaz que es su patria) mando a USIA unas flechas y arcos de los que acá los indios estilan, y mantas de las que tejen, más cincuenta ducados con qué hacer bien si pudiere a algún desastrado como los había y habrá por los caminos de Cuenca a Ciudad Real, y de Badajoz a Madrid. Ruego a usía eche al cepillo para pobres de Santo Tomé esos maravedís que mando y en Santiago del Arrabal ponga una candela para que me proteja en estas luchas contra infieles. Cuando sea servido, envíe de allá unas sortijas con piedras que parezcan buenas y no lo sean y míos y unos joyeles del mismo jaez, en tal manera que el oro tengan grueso y abulte, con que contentar a mi mujer que ahora está a dar a luz y aqui no hay de que adornarla.

Mucho me dolí de la muerte de S. I don Alfonso de Fonseca (Q. G. H.) que a Papa esperaba yo verle encumbrado, pero no lo extraño, con la demasía de comer y otros excesos de que adoleció, siendo hombre tan gordo y colorado y con la pasión de grietas y almorranas. Lo que no acabo de entender es que el prior de Guadalupe, que a fe era astrólogo y de buen saber en todo y en mapa-mumdi, diera en la mania que dicen, y quisiera él también descubrir tierras y se ahogara en el río Tajo. (Que se ve ser burla y castigo de Dios.)

Sería mi gusto que el mismo Pirro, inventor del correo (?), llevara ésta, a vuecencia en la mano, y no sé que más diga si es que no volveré ya a Toledo, que me encuentro aqui tal si hubiese nacido, más olvidarme de USIA ( A Quien debo cuanto soy, eso no haré yo nunca) Ahora estamos por salir a ver de conquistar algo y creo una parte me darán, que mi natural no es de estar de brazos cruzados, y más que todavía recuerdo las lecciones de USIA y con ellas las máximas del Magno Alejandro donde dice: «El oficio de hombre es ganar y el de la mujer guardar.» Aquí estoy a dar remache a mi carta y esperando hora de servir a su merced.

Fuentes

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1927/02/20/026.html

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