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Los exiliados uruguayos en Buenos Aires 1904

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Venía la “leva” y se llevaba a los más jóvenes… o se entusiasmaban y se sumaban a la revolución. Pero la sangre y la metralla son muy desestimulantes.

La “leva”, el reclutamiento forzoso, no te llevaba a las carpas con los coroneles, ni siquiera a las trincheras… te metía en lo más aterrador de la guerra, con pocas posibilidades de salir con vida; ya fuera porque te matara el enemigo o porque te fusilaran por desertor. Los historiadores nos relatan prolijamente las batallas y sus consecuencias, pero solo el periodismo se detiene en experiencias tan vivenciales como ésta que rescata el amigo Alberto Moroy en un centenario ejemplar de Caras y Caretas. No será muy heroico… pero era la realidad. (*)

 

Por Alberto Moroy

Pasaron  ciento trece años. La mayoría de los uruguayos  mayores conoce gran parte de nuestra historia referente a la Revolución de 1904, la última guerra civil que se vivió en Uruguay. Los más jóvenes la tienen “pegada con alfileres”, haciéndose eco de aquella remanida frase que decia y dice “El pasado pisado”. Lo que pocos conocen es esta historia de primera mano, sobre los exiliados en Buenos Aires, cinco meses antes de La batalla de Masoller (1 de setiembre de 1904) de la que dimos cuenta en una nota pasada. Lo que traemos es un documento de época que refleja periodísticamente una temática habitualmente abordada por la historia

Aparicio Saravia y la revolución de 1904 en Uruguay

https://www.youtube.com/watch?v=azfMfU2Sl4c

Vistazo al tiempo en que mataron a Saravia

http://viajes.elpais.com.uy/2016/08/13/vistazo-al-tiempo-en-que-mataron-a-saravia/

Buenos Aires febrero de 1904 (Caras y Caretas)

La emigración uruguaya aumenta progresivamente. La muchachada, al ver que las papas queman, Ievanta el poncho, y valiéndose de medios, a cual más singular y curioso, se larga para nuestra capital, cuerpeándole á la guerra. Una vez aquí, se disemina por los cuatro ámbitos e  instituye su bohemia en el paraje que mas cuadra a sus ocios. Allí fuimos á visitarlos. Este es un conventillo modernizado que bien puede aparecer á la vista de los observadores inexpertos como un verdadero palacio. En el cuarto número 3, golpeamos repetidas veces con los nudillos de las manos y allí, a las cansadas, exclama una voz:

—Si es gente de paz que entre

Ante invitación tan original que no es siquiera reiterada,  nos colamos de rondón en una pieza no muy espaciosa, que había una semi-claridad vespertina. En confuso hacinamiento, asoman á nuestra vista, camas, catres, cacharpas y baúles coronados por cuatro barbilampiños emigrados cuyos rostros radiantes de satisfacción invitan á la charla.

— Amigos, ¿no quieren que les saquemos un retrato para Caras y Caretas?

A nuestra interrogación sigue un momento de silencio.

—Mire, che, dice de pronto uno, si nos promete guardar reserva aceptamos. Somos desertores y le tenemos miedo al 6º DE LINEA (*)

—No, si nadie los va a reconocer, se trata de tomar una simple nota gráfica.

— Cuidado “Pata Santa” (**) con la huésped, agrega un segundo.

(*) Unidad organizada con desertores de la Guardia Nacional que nace como Batallón 6º de Infantería de Línea el 24 de enero de 1904
(*) Rengo

Anda que nos conozcan y cuando volvamos á Montevideo nos joroben por dos años.

—¿Y ustedes son revolucionarios?—pregunta nuevamente el repórter. ,

—Si señor, de puertas adentro. Algunos de nosotros fuimos de la del. 97 (*), pero no ganamos nada con ella.

–Haríamos cualquier cosa por Saravia pero el general debería hacer algo por nosotros…

—Sin embargo, Uds. no tienen que ser interesados: los ideales…

—A mí con cuentos; el partido está bueno para las elecciones, sobre todo si pagan el voto. De lo contrario no atendemos más que á la china. Escenas como estas repitiéronse con frecuencia en el curso de nuestra gira.

(*) La Revolución de 1897 fue un movimiento armado llevado a cabo en Uruguay por militares del Partido Nacional contra el gobierno que presidía Juan Idiarte Borda

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Las chinas del ejército del norte

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Leyendo los telegramas de Guerra

En otro de los cenáculos nos recibe un mocetón alto, curtido por el trabajo, con aspecto de bulldog receloso y gruñón.

-¿Qué quiere?—nos dice disparándonos á boca jarro la pregunta y con cara de partido independiente, vale decir, de pocos amigos. Nuestras explicaciones no parecen convencerle y el tal que se ha convertido en dueño de vidas y haciendas no permite que sus camaradas se sitúen frente al objetivo.

No queda pues, otro recurso que renunciar al propósito de retratarlos. A medida que descendemos las escaleras llegan á nuestros oídos frases que pudieran ser hirientes, pero que arrancan á nuestros labios una sonrisa de compasión.

—Si son de la policía —exclama con voz tenante el severo  mentor. No se dejen fumar muchachos.

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La “jeuneusse doré” se reúne en la esquina de la Avenida de Mayo y la calle Perú. Más filósofos que sus compatriotas los contertulios del mencionado paraje, no recuerdan los sucesos de su país más que para lamentar las causas que los separan de sus “chiquilinas”, como llaman confidencialmente á sus respectivas novias, y como compensación se limitan al dragoneo diurno y nocturno con las porteñas que residen ó transitan por las proximidades. (Hemos dicho «más filósofos »), y no creemos impropia la frase. Puede entenderse Ia filosofía de diferentes maneras, y los «epicúreos platónicos », valen tanto como los pitagóricos) Hasta puede que exista ya algún noviazgo viable…Lo evidente es que algunas damiselas les arrastran el ala, quizás condolidas de su infortunio, pues las hemos visto manifestar es su aquiescencia á la pretensión, apenas insinuada, con tiernas miraditas, de soslayo para evitar que se aperciban las mamas. De aquí que haya nacido un sport realmente nuevo, que no deja de tener innumerables atractivos y que, sobre todo, ayuda á los emigrados á matar el tiempo, harto largo y hay que recordar que la corta vida se compone de muchos días inacabables cuando las ocupaciones escasean.

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(*) La abuelita paterna del editor tuvo problemas de senilidad en el final de sus años. Me confundía con su hermano Gerardo (tendría algún parecido) y a veces se incorporaba para gritarle a sus hijas «¡Viene la leva, escondan a Gerardo!». Dicen que cuando se acaban nuestras vidas, nos asaltan los recuerdos más gratos y las más aterradores. Ahora entiendo un poco mejor le preocupación de mi abuela.