Penoso viaje al oprobio
El hombre tiene estas actitudes tan degradantes, un atributo absolutamente nuestro, pues no tiene antecedentes en la cadena evolucionista.
Andá mirando la foto, donde se ve a una mujer francesa rapada protegiendo a su bebe, mientras el padre la precede con un bulto donde seguramente guarda la ropita de la criatura y algo de comida. La comida era algo tan escaso en esa Francia hasta hacía poco ocupada, que algunas mujeres debieron consentir sexo con los nazis para llevar alimento a sus hogares. Nadie niega que algunas lo habrán hecho con placer culpable, pero otras lo habrán tenido que consentir a los golpes o bajo amenazas. Sea como sea, esas humillaciones y escraches igualan a quienes lo cometen con lo que pretenden reprobar. Tienen la misma lógica que un linchamiento: el acusado no tiene derecho a argumentar.
Tampoco se pretendía un juicio justo, nadie quería verdades sino recuperar como fuera, el orgullo patriótico. Además, casi nadie hubiera osado a defenderlas; algunas de ellas fueron ajusticiadas además de humilladas. No creas que es una instantánea de la historia, estas cosas ocurrieron muchos siglos atrás, ocurren ahora y ocurrirán… aunque algunos las confundan con causas justas y castigos merecidos.
Antes de continuar, una precisión del autor debida a algunos comentarios recibidos en los cuales se criminaliza a Francia y a los franceses. Esto tan vergonzoso ocurrió en Francia, pero pudo ocurrir en cualquier país, no es ni pretende ser una crítica al país que nos legó tantas y tan buenas cosas. En este caso Francia solo prestó el escenario para otra de las horribles cosas que afloran en medio de la guerra, al principio o al final de ella.
En http://www.blogodisea.com/2012/mujeres-acusadas-de-colaboracionistas-horizontales/fotos-historicas , se muestran estas impactantes fotografías acompañadas de un breve y desapasionado texto:
“Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, componentes de la Resistencia francesa quisieron vengarse de aquellos que colaboraron con los alemanes. Uno de los grupos más afectados fue el de las mujeres acusadas de «colaboracionismo horizontal» (collaboration horizontale), que en la mayoría de casos no fue por agrado mutuo, sino por necesidad ante el hambre o salvar su propia existencia.
Muchas mujeres eran simples prostitutas que habían tenido a alemanes entre sus clientes, mientras que otras tuvieron que mantener a sus familias (ya que sus maridos estaban encerrados en campos de prisioneros), aceptando para ello relaciones con soldados alemanes a cambio de privilegios y comida.
En el rostro de esta colaboracionista, a la que han rapado como castigo, se retrata la vergüenza. Camina por la calle llevando en brazos al hijo que tuvo con un alemán, injuriada por sus vecinos. Su padre anda delante de ella con un saco de tela, y su madre, apenas visible detrás del hombro derecho del padre, también fue ajusticiada”.
Las fotos fueron tomadas el 18 de agostode1944 en Chartres y se les asigna la autoría de Robert Capa. Muy significativos son los comentarios que suscitó este post entre sus lectores. Alguno sugiere la pregunta de si, entre toda esa gente complacida con la humillación, habrá alguno de los heroicos miembros de La Résistance o son simplemente cobardes, que sonreían de la misma manera cuando los nazis arrastraban judíos y patriotas franceses hacia los campos de concentración.
Otros se atreven a asegurar que el autor se equivoca y que ninguno de los que humilla a esas mujeres era miembro de la resistencia, no es decente suponer que ellos hubieran caído en las mismas inmundicias morales de los nazis; ellos eran diferentes, se les supone una nobleza que los nazis jamás tuvieron y esos espectadores tampoco.
Ocurrió en 1945, ocurrió antes y mucho antes, también ocurre actualmente con otras modalidades y ocurrirá en el futuro. Lo cual no transforma en correcto y compartible la colaboración sumisa con el invasor o con cualquiera que detente el poder o una verdad oficial (sin importar su signo). Lo que indigna y genera rechazo es el disfrute colectivo de la humillación, considerando que en algunos casos esas demostraciones de cobardía colectiva terminaron en asesinatos, sin ninguna prueba, sin ningún juicio. Y, sea como sea, un tormento tan desproporcionado como injusto ante la discutible culpa. En una actitud en todo semejante a la de quemar a alguien en una hoguera por presunta brujería o apedrear hasta la muerte a alguna mujer por presunta infidelidad. O escrachar a alguien por cualquier causa.
Guillermo Pérez Rossel