Un viaje de 125 años hasta la crueldad
Ocho minutos de agonía tuvo el primero en estrenar la silla eléctrica, el 6 de agosto de 1890. No puedo negar que es una nota bastante truculenta… pero la considero necesaria. Mirar para otro lado no ayuda a nadie.
Fue algo horroroso, como para detener eso ahí mismo… pero no fue lo que ocurrió. En los hechos la silla eléctrica se continuó utilizando hasta que en los años ochenta se popularizaron las inyecciones letales. El espantoso instrumento de muerte sigue cuidado y pronto para ser usado en cualquier momento, pues ahora es opcional. El condenado lo puede preferir o puede no existir otro remedio, pues la industria farmacéutica le niega a Estados Unidos los productos para las inyecciones letales.
El último electrocutado fue Robert Gleason, en 2013, quien tuvo oportunidad de elegir la manera de morir y prefirió esa. Hay gente que siempre toma decisiones erradas. Robert estaba cumpliendo una cadena perpetua por varios asesinatos (no todos probados), cuando asesinó a otro recluso para asegurarse de que le aplicarían la pena de muerte como él quería. Le ofrecieron la inyección letal, pero reclamó el derecho de elegir la silla eléctrica. “Prefiero morir sentado”, dijo. Naturalmente, estaba reloco, pero era un asesino. Acá lo hubieran internado en el Vilardebó y en los peores momentos de ese instituto lo pudieron inmovilizar con aterradoras inyecciones de trementina (porque acá somos más piadosos) o quizás se hubiera escapado… como tantos. Con trementina se quedan quietos porque cualquier movimiento causa dolores insoportables…
Volvamos al 6 de agosto de 1890. El criminal condenado era William Kemmler, quien fue ejecutado en la prisión de Auburn, en el estado de Nueva York. Como es usual y hasta obligatorio, había espectadores ¡mirá si se iban a perder esta truculencia! Es posible que George Westinghouse (el mismo apellido que todavía aparece en lamparitas y refrigeradores) haya asistido por razones más profesionales. Como era un experto, su opinión es valiosa: “hubiera sido preferible un hacha”, dijo todavía horrorizado. Pero entre los presentes hubo otros que salieron contentísimos con el “avance humanitario”.
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Lo cual tampoco es una monstruosidad, pues si comparamos este instrumento de muerte con la horca, resulta que a menudo la soga es peor. ¿Quién asegura que el tirón de la caída realmente produce una muerte rápida? ¿Y si el ejecutado tiene fuertes músculos en el cuello y aguanta hasta que no puede más? En fin, repasás el fusilamiento, la guillotina, el hacha, los actuales degüellos del Estado Islámico o las decapitaciones del cártel de la droga y no sabés con cual quedarte. ¿Habrá alguna ejecución que Dios, Yahve o Alá aprueben? No te apresures a decir que ninguna, pues si hay una muy fea manera de morir, esa es la hoguera y ese era nuestro castigo religioso para quienes cometían brujería o simple herejía. Y lo de herejía, era según la doctrina mayoritaria en ese momento y ese lugar. La lapidación, fustigada por Jesucristo como indigno castigo por la infidelidad (solo la femenina, ¿eh?), todavía se practica en algunos países islámicos.
Lo que pasó de moda es el descuartizamiento, una ejecución con la que se entretenían los europeos que habían venido a América a catequizar indios y salvarlos del infierno. La paradoja es que a los europeos de ahora los espanta la práctica de mayas y otros de arrancarle el corazón a los enemigos o sacrificarlos para provocar lluvias en una sequía. ¿Se puede imaginar mayor hipocresía que escandalizarse por eso cuando ellos fueron capaces de cosas mucho peores como el empalamiento y la crucifixión?
Lo que te puedo asegurar es que los animales no ejecutan a nadie. Se lo comen, pero no lo ejecutan. Y aunque algunos insectos los adormecen para podérselos comer frescos ya que no inventaron los refrigeradores, nunca los hacen esperar años para luego de apelaciones y apelaciones, terminen por matarlos, como hicieron con Sacco y Vanzetti.
Casualmente a los denominados “mártires de Chicago” también los mataron malamente en la silla eléctrica por el supuesto asalto y asesinato del tesorero de una fábrica y su escolta, ocurrido en 1921. En todo ese tiempo pudieron comprobar que la justicia (casi una ironía en este caso) se había equivocado, pero no hubo indulto pese al clamor popular y los ejecutaron en 1927. Cincuenta años después, el gobierno se excusó públicamente por las graves fallas cometidas durante el proceso, proclamó su absoluta inocencia y pidió disculpas.
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La silla eléctrica como alternativa de opción por parte de los condenados existe en Alabama, Carolina del Sur, Virginia, Kentucky. También en Oklahoma y Arkansas, aunque en condiciones especiales. La inyección letal nos parecía a todos menos horrible, hasta que en 2014 en Oklahoma algo salió mal con la ejecución de Clayton Lockett. Resultó evidente que la primera inyección no lo sumió en la inconsciencia, pues al continuar el suministro de la siguiente inyección comenzó a retorcerse, rechinar los dientes y levantar la cabeza de la almohada. Horrorizados, los verdugos suspendieron la ejecución, pero ya era tarde. El condenado murió diez minutos más tarde por un ataque cardíaco.
Como es de imaginar, la información confiable no es lo que abunda en casos como éste. Hay quienes adjudican el incidente a un colapso en las venas del reo; pero otros afirman que se probaron nuevas drogas ante la negativa de los laboratorios.
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Cuando EEUU se dispuso a probar la energía eléctrica para ejecutar, estaba en pleno desarrollo la “guerra de las corrientes” entre Thomas Alva Edison (corriente continua CC) por un lado y Nicola Tesla y Westinghouse (corriente alterna CA). Ninguno de ellos estaba interesado en ganar algo así como una licitación para fabricar una máquina asesina con sus modelos eléctricos. Era un pésimo marketing. De manera que Edison se excusó, mientras tras bambalinas apoyaba a su empleado Harold Brown, que fue el real inventor de esta cosa.
Brown era realmente un tipo cruento. Era esperable que matara animales para probar su invento, la ciencia tiene esas imperdonables cosas. Pero ¿era necesario que electrocutara a un elefante como recurso de marketing? Definitivamente no. Pues bien, le compró regalado el elefante “Topsy” a un circo arrinado y lo mató feamente sin que Greenpeace ni ninguna otra organización de defensa de los animales dijera ni pío. Dicho sea de paso, esas organizaciones tampoco se preocupan por las ejecuciones de humanos.
La silla eléctrica fue finalmente alimentada con corriente alterna por decisión de un comité que dictó su fallo en 1889. Ya dijimos quien fue el primer electrocutado. La primera mujer electrocutada fue Martha M. Place, en la prisión de Sing Sing, en 1899. En cuanto a la raza de los condenados a muerte en Estados Unidos, hay investigaciones que aseguran que no hay indicios de discriminación… pero esta aseveración contrasta con lo que afirma Amnesty International: “La mayoría de los asesinatos cometidos en Estados Unidos tiene como protagonistas a asesinos y víctimas de la misma raza. Sin embargo, casi 200 negros han sido ejecutados por asesinar a víctimas blancas: una cifra 15 veces superior a la del número de blancos ejecutados por matar a negros, y al menos 2 veces más alta que la de negros ejecutados por matar a otros negros”.
Hay quien dice que también es desproporcionada la cantidad de hispanos condenados a muerte, pero aunque fuera el objetivo resolver si es o no es justiciera la aplicación de una injusta condena, eso sería imposible de evaluar solo con estos datos. Y además, no te hagas el camba con el asunto de los prejuicios raciales en Estados Unidos porque aquí nomás te digo que el porcentaje de parlamentarios negros en Uruguay es horriblemente desproporcionado y también te digo que tengo serias dudas de que acá un negro (o una mujer) tendría posibilidades de ser electo presidente.
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Sacate también ese airecito de “acá estas cosas no ocurren”, porque los “ajustes de cuentas” son una variante de esto mismo y porque hubo un tiempo donde entre asistir a un ajusticiamiento o a una corrida de toros, capaz que preferían lo primero. Se vestían domingueros, traían a los niños de las escuelas y todos pasaban un grato momento de esparcimiento conforme a lo que relata esta crónica que sacamos de http://www.enlacesuruguayos.com/ejecuciones.htm.
“En 1842, los habitantes de Montevideo asistieron al fusilamiento de cuatro hombres acusados de asesinato quienes de acuerdo con la sentencia, luego de muertos «fueron arrastrados cien varas en un cuero y luego quedaron durante seis horas a la expectación pública».
El 22 de setiembre de 1871, a la diez de la mañana, las campanas de los templos de Montevideo comenzaron a anunciar al pueblo que la hora se acercaba para el fusilamiento de los cuatros asesinos del médico italiano Feliciangelli. Fueron sacados de la capilla en que hacía dos días permanecían «para reconciliarse con Dios» y conducidos a la «Plaza Artola».
Desde antes de las diez el público empezó a reunirse. Todos los contornos de la Plaza, sitio donde se alzaba el patíbulo, las azoteas, los balcones y las calles, estaban colmados por «un número de personas que no bajaría de 25.000″ dice un diario prudente de la epoca, ya que otros mencionan 50.000 espectadores (25.000 personas representaban la quinta parte de todos los habitantes de Montevideo).
Las tropas de la guarnición se hallaban en la Plaza formando cuadro en número de 1.500 infantes. Cerca de las once, las bandas de todos los cuerpos, escoltadas por una compañía de sargentos y cabos, recorrieron a tambor batiente el cuadro publicando el bando de la ejecución. «Todas las miradas estaban fijadas en el fatal asiento». A las doce y cuarto entraron los reos a la Plaza acompañados de los sacerdotes. Mientras se les leía la sentencia, «no dieron muestras de mayor alteración de su ánimo. Se pasearon delante del banquillo del brazo del sacerdote respectivo (…) y fumaron con la mayor impasibilidad». Enseguida se les colocó en el banquillo y fueron vendados y maniatados por uno de sus cómplices en el delito.
Uno de los reos se puso el mismo la venda.
Partió la primera descarga ordenada por el oficial. Tres de los reos se desplomaron a tierra pues la cuerda que les sujetaba había sido cortada por las balas.
El cuarto, protegido por una reliquia, quedo solo herido. Se le descerrajaron dos tiros más, «teniendo que hacerse uso de un tercer llamado de socorro por lo mucho que penaba».
Las tropas desfilaron por delante de los cadáveres y el público se retiró a almorzar …
Los diarios publicaron crónicas especiales a las pocas horas .
Digamos tambien que a estos espectaculos, hasta 1864 por lo menos, concurrirían a menudo los niños de las escuelas conducidos por sus maestros.»
Volvamos a Estados Unidos más que nada para recordar que si bien ahora la pena de muerte está de capa caída (igual que en otros países de alto desarrollo donde no se la deroga… pero se la disimula), tuvo sus momentos de gran popularidad, como en 1929, cuando batiendo un récord, siete personas fueron ejecutadas una tras otra en la penitenciaría de Kentucky, en Eddyville..
En 1950 se hizo más popular la cámara de gas a pesar de que fuera la herramienta de muerte de los nazis. Tanto el gas como la electrocución tuvieron célebres episodios de truculentas fallas. En la Wikipedia se relata el caso de Willie Francis, quien en 1946 gritaba «¡Paren! ¡Déjenme respirar!» mientras era ejecutado. El motivo fue que la silla había sido mal instalada por un ayudante ebrio. Su defensa exigió que debido a eso se lo debía indultar… pero no hubo caso, lo electrocutaron al año siguiente.
Según la clasificación de Amnistía Internacional, 98 países abolieron completamente la pena de muerte, 7 países mantienen la pena de muerte como un castigo para crímenes excepcionales, 35 países mantienen la pena de muerte en sus normas pero no la aplican en la práctica, y 58 países aún aplican la pena de muerte para crímenes comunes..
En el IAVA me aseguraron (Véscovi mediante) que en Uruguay la prisión no es ni debe ser un castigo; algo como lo que en el Antiguo Testamento se equipara a “ojo por ojo, diente por diente”. Si lo fuera, entonces se trata de una venganza legitimada. Nuestros profesores abundaban en juicios negativos sobre la Edad Media, en la cual se aplicaban con preferencia los tres modelos que se ven en la foto. No es una cuestión de amedrentar ni de vengar, sino de proteger a la gente que se porta bien, de la gente que se portó mal y puede volver a portarse mal. Esos malos recuperarán la libertad cuando sea seguro que no volverán a perjudicar a nadie. Hoy en día leo la crónica policial, escucho los comentarios de sobremesa y quedo anonadado ¡dónde fueron a parar aquellos conceptos que en su momento me hicieron sentir orgulloso de ser uruguayo racional y laico! Comento hasta con abogados esto que estoy seguro de que es un recuerdo fiel y me miran con asombro o condescendencia.
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Eso explica que haya gente tan perdonatutti con los que mataron porque eran más grandes, fuertes y patoteros que su victima… pero le faltaban 15 días para cumplir 18 años. O esos otros que quieren perdonar al hombre que molió a palos a una mujer porque lo hizo en un momento de enajenación (si lo sueltan, la mata, pero al juez no le pasan la factura). Además, la mujer se vestía provocativamente. Y tantos y tantos otros. Porque la pena, más que un castigo, es considerada una venganza que le aplica la sociedad, únicamente eso. Como en el Far West.
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La venganza tuvo mejor marketing que la racionalidad y la convivencia. Si un día se propone la pena de muerte en Uruguay, no digo que gane la propuesta, pero estoy convencido de que tendría buena votación. El problema es que, si te equivocás y ejecutás a un inocente, solo te queda como en Estados Unidos con lo de Sacco y Vanzetti, pedir perdón medio siglo después.
Guillermo Pérez Rossel
El mapa muestra en rojo los países que aplican la pena de muerte para delitos ordinarios. En naranja los países que mantienen la pena pero no la aplican en la práctica. En verde los países que reservan la pena de muerte para delitos en condiciones excepcionales y en azul los países que abolieron completamente la pena de muerte. Poné atención: hay pena de muerte en casi todos los países donde sus gobiernos no son independientes de alguna religión, la musulmana, particularmente. Y también hay pena de muerte en casi todos los países dictatoriales sea cual sea su signo.
Lista de países que tienen pena de muerte
Países de América con pena de muerte:
Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Cuba, Dominica, Estados Unidos de América, Guatemala, Guinea, Guinea Ecuatorial, Guyana, Jamaica, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Trinidad y Tobago.
Países de Europa con pena de muerte:
Dentro del continente europeo, solamente Bielorrusia mantiene la pena de muerte para delitos ordinarios.
Países de África con pena de muerte:
Botsuana, Chad, Comoras, Egipto, Etiopía, Gambia, Lesoto, Libia, Nigeria, República Democrática del Congo, Somalia, Sudán, Sudán del Sur, Uganda, Zimbabue.
Países de Asia con pena de muerte:
Afganistán, Arabia Saudí, Autoridad Palestina, Baréin, Bangladesh, Corea del Norte, China, Emiratos Árabes Unidos, India, Indonesia, Irak, Irán, Japón, Jordania, Kuwait, Líbano, Malasia, Omán, Pakistán, Qatar, Singapur, Siria, Tailandia, Taiwan, Vietnam, Yemen.
Países de Oceanía con pena de muerte:
Ninguno