El libro más misterioso
Lo escribieron en un idioma inexistente y muestra plantas que nunca se vieron.
Se lo denomina Manuscrito Voynich y podría ser un tratado de botánica o herboristería, al menos en uno de sus capítulos… si no fuera porque las preciosas ilustraciones que tiene representan plantas que nadie conoce. Hay teorías de las que quieras, pero no hay forma de que ninguna encaje en la racionalidad y eso es lo que lo hace más interesante.
Por ejemplo, hay quienes dicen que no le den más vueltas, que el libro es un fraude. Pero esa hipótesis tropieza con varios inconvenientes, como que a lo largo de sus 240 páginas de pergamino (faltarían algunas), repite minuciosamente un alfabeto desconocido para una lengua menos conocida todavía, pero de manera absolutamente coherente con la forma en que procede un idioma elaborado, según los lingüistas que lo investigaron. Además, cumple la “ley de Zipf” según la cual en todas las lenguas conocidas, la longitud de las palabras es inversamente proporcional a su frecuencia de aparición. Demás está decir que esa regla es muy posterior al siglo XV, cuando fue escrito, según una investigación realizada en la Universidad de Arizona, la cual dató los pergaminos un siglo antes de lo que se creía.
Curiosamente, las ilustraciones tan llamativas que contiene, son anteriores al texto. Reiteremos, ni las figuras ni el lenguaje se corresponden con nada conocido. Si esto no es misterio, decime qué otra cosa puede serlo. Podrías decir que este Manuscrito Voynich es algo parecido al lenguaje “élfico” de Tolkien o el “klingon” de Star Trek, pero ninguno de ellos cumple con la Ley de Zipf.
Vamos un poco más lejos. Es bien sabido que hasta la revolución francesa y la invención de la imprenta de tipos móviles, el conocimiento no era para la plebe y ni siquiera era para nadie que no perteneciera al grupo erudito que lo manejara, por equivocado que estuviera ese conocimiento. Entonces, los historiadores suelen encontrarse con manuscritos en clave o en lenguajes herméticos que a la larga se pueden traducir. Pero no es el caso de este manuscrito; sobre él se han lanzado cientos de especialistas, incluyendo a los expertos en claves de la primera y segunda guerra mundial, consiguiendo solo el fracaso más estrepitoso.
El manuscrito que pasó por numerosas manos, es actualmente propiedad de la Biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale. Lo descubrió en 1912 en la Villa Mondragone cerca de Roma, el comerciante de libros antiguos Wilfrid Voynich y de ahí el nombre con que se lo conoce. Lo habían puesto a la venta en una baratija de los jesuitas. Voynich quedó extasiado y se dedicó a descifrarlo durante los últimos 18 años de su vida. Sin éxito, claro está.
Si encontrás parecido con las figuras misteriosas que aparecen en los campos, es un problema tuyo.
Dice la Wikipedia que esta sucesión de fracasos ha convertido al manuscrito en el Santo Grial de la criptografía histórica. De lo que no hay duda, es que el manuscrito es un auténtico manuscrito medieval. Para evitar extravíos posteriores el padre Petersen lo fotocopió en 1931, repartiendo dichas copias entre varios investigadores interesados en su estudio e intento de traducción.
Se utilizó pluma de ave para escribir el texto y dibujar las figuras con pintura de colores; según se puede apreciar, el texto es posterior a las figuras, ya que en numerosas ocasiones el texto aparece tocando el borde de las imágenes, algo que no ocurriría si éstas hubiesen sido añadidas posteriormente.
Sigamos con la Wikipedia y no nos la demos de expertos. Según la enciclopedia virtual, las ilustraciones del manuscrito no aclaran los contenidos del texto pero denotan que el libro consta de seis «secciones», con diferente materia y estilo. Exceptuando la última sección, que contiene únicamente texto, casi la totalidad de las páginas contienen al menos una ilustración. Las secciones y sus nombres convencionales son:
• Herbario: cada página muestra una planta (en ocasiones dos) y algunos párrafos de texto, un formato típico de herbarios europeos de la época. Algunas partes de estas ilustraciones son copias en mayor escala y detalle de bocetos vistos en la sección farmacéutica (debajo).
• Astronómica: Contiene diagramas circulares, algunos de ellos con soles, lunas y estrellas, lo que sugiere que trata de astronomía o astrología. Una serie de 12 diagramas muestra símbolos convencionales para constelaciones zodiacales (dos peces para Piscis, un toro para Tauro, un soldado con un arco para Sagitario, etc.). Cada símbolo está rodeado por exactamente 30 figuras de mujeres en miniatura, la mayoría de ellas desnudas, cada una sosteniendo una estrella. Las dos últimas páginas de esta sección (Acuario y Capricornio) se extraviaron, mientras que Aries y Tauro están separados en cuatro diagramas con 15 estrellas cada uno. Algunos de estos diagramas se encuentran en páginas desplegables.
• Biológica: Un texto denso y continuo con figuras de pequeñas mujeres desnudas tomando baños en balnearios públicos o tinas interconectadas por una elaborada red de tuberías, algunas de ellas claramente en forma de órganos del cuerpo. Algunas de las mujeres llevan coronas.
• Cosmológica: Más diagramas circulares, pero de naturaleza desconocida. Esta sección también posee páginas desplegables, una de ellas de seis páginas de largo, que contiene una especie de mapa o diagrama con seis «islas» conectadas por calzadas, castillos y posiblemente un volcán.
• Farmacéutica: Varios dibujos con leyendas de partes de plantas aisladas (raíces, hojas, etc.); objetos similares a jarras farmacéuticas (albarelos) a lo largo de los márgenes y algunos párrafos de texto.
• Recetas: Muchos párrafos cortos, cada uno marcado con una «viñeta» en forma de flor (o estrella) que hacen pensar en una serie de órdenes, pasos o instrucciones para elaborar algo (presumiblemente un producto químico o alquímico).
El texto fue claramente escrito de izquierda a derecha, con un margen derecho desigual. Las secciones más largas se encuentran partidas en párrafos, a menudo con «viñetas» en el margen izquierdo. No hay evidencia de signos de puntuación. El texto es fluido, como si el escriba entendiera lo que estaba escribiendo mientras lo hacía; el manuscrito no da la impresión de que cada carácter haya tenido que ser calculado antes de ser escrito en la página.
El texto consiste de más de 170.000 glifos, normalmente separados unos de otros por pequeños espacios. La mayoría de los glifos están escritos con uno o dos trazos simples. Considerando que existen disputas sobre si ciertos glifos son distintos o no, se calcula que el alfabeto entero consta de entre 20 y 30 glifos totales para casi todo el texto, con raras excepciones de algunas docenas de caracteres «extraños», encontrados una o dos veces en todo el texto.
Los espacios más anchos dividen el texto en alrededor de 35.000 «palabras» de longitud variada. Estas parecen seguir una cierta fonética o reglas ortográficas de cierto tipo; por ejemplo, algunos caracteres deben aparecer en cada palabra (como las vocales en el castellano), algunos caracteres nunca siguen a otros, algunos pueden ser dobles pero otros no.
¿Mujeres desnudas en esa época? ¿No sería un libro pornográfico?
Se atribuye a los primeros propietarios reales del manuscrito la creencia de su autoría por parte de Roger Bacon (1214-1294). El manuscrito presenta notables parecidos con una obra del autor inglés Anthony Ascham, «A Little Herbal» (Un pequeño herbario), publicada en 1550. Los primeros propietarios teóricos del manuscrito habrían sido Rodolfo II de Bohemia (1552-1612) (nieto de Carlos I de España) y Jacobus Horcicky de Tepenecz (que lo habría poseído entre 1612 y 1622), quien a su vez se lo habría pasado a Georgius Barschius (quien en teoría lo habría tenido entre 1622-1665). De este último personaje no se tienen noticias más que por unas cartas posiblemente escritas por Johannes Marcus Marci (poseedor del libro en 1665), dirigidas a Athanasius Kircher. Quizá emulando al orientalista Andreas Mueller, que había conseguido estafar a Kircher con un texto fraudulento, y con la colaboración de Raphael Missowsky, habría escrito el manuscrito y creado toda la representación anterior.
Permanecería en manos de Athanasius Kircher desde 1665 hasta 1680, sin que pudiera descifrarlo, pasando a la biblioteca del Collegio Romano (actualmente la Universidad Pontificia Gregoriana) hasta 1912, momento en el que lo compraría Wilfrid M. Voynich (entre 1912 y 1930) para pasar posteriormente a su viuda, Ethel Boole Voynich (entre 1930 y 1961), a Hans Peter Kraus (entre 1961 y 1969), el cual lo cedió a la Universidad de Yale.
Los atuendos y peinados de los personajes de las ilustraciones, así como los castillos que pueden verse, permiten inclinarse a una representación europea, pero hasta ahí llegan las similitudes.
En cuanto a los objetivos, si los hubo, existen múltiples teorías basadas en el examen global del libro. Se acepta que uno de sus capítulos es un herbario, claro que nadie podría encontrar esas plantas para curar o envenenar a nadie. Con todo, muchas de ellas se componen con una parte de una, una parte de otra planta y además, ojos, garras y toda clase de fantasías. Y lo de fantasías se entremezcla con otras teorías menos académicas, que refieren a mundos paralelos, mundos fuera de nuestro planeta, extrañas cuestiones de la alquimia, previsiones de futuro, recuerdos de un pasado anterior al género humano y todo lo que se te pueda ocurrir en este instante y comenzar a participar en la más divertida e insustancial deliberación sobre este y cualquier otro misterio.
Porque los misterios tienen eso, dan para todo y especular es una de las grandes debilidades de nuestra especie.. además de la guerra y de codiciar la mujer y los bienes del prójimo.
Guillermo Pérez Rossel
http://es.wikipedia.org/wiki/Manuscrito_Voynich
Otros lenguajes no descifrados (sin contar lo que prometen algunos políticos ni lo que explican algunos tecnócratas)
http://es.wikipedia.org/wiki/Categor%C3%ADa:Sistemas_de_escritura_no_descifrados