El Panteón
Cuando lo conoció, Miguel Ángel opinó que no lo habían construido seres humanos sino ángeles. La aseveración continúa tecnológica y artísticamente vigente.
¿Cuántas guerras, terremotos y cataclismos experimentaron los romanos y esta construcción aún hoy desafía la gravedad sin modificaciones estructurales?. Hasta logró superar a los cuatro mayores enemigos no naturales de los monumentos: fanatismo religioso, desinterés, vocación destructiva y codicia por materiales preciosos. No salió indemne de esas calamidades humanas, pero al menos continuó erguido y desafiante.
De hecho tuvo que cambiar de religión, debió soportar que le robaran buena parte del bronce y casi cae en la tugurización. De las catástrofes naturales lo salvaron esos ángeles a los que refería el sublime autor de los frescos de la Capilla Sixtina; el Papa Bonifacio IV lo salvó de la oleada destructiva medioeval que la emprendió contra todo lo griego y románico al transformarlo en iglesia Cristiana.
Había empezado mal para el edificio anterior mandado construir por Agripa. Era una construcción importante pero nada angelical, con una planta cuadrada que no le hubiera quitado el sueño a nadie. Pero un oportuno incendio en el año 80 d.C. terminó con él y el emperador Adriano, que era arquitecto, mandó traer a Apolodoro de Damasco que construyó el Foro, la columna, las termas y el puente de Trajano sobre el Danubio. ¡Pavada de arquitecto! Este Panteón de Agripa data del año 126, sacá la cuenta, hace 1890 años que está allí mirando pasar el tiempo. Lo de la Puerta del Alcalá es un poroto.
Agripa había encomendado su templo en el mismo lugar a todos los dioses planetarios (Mercurio, Venus, Marte, etc.), pero Adriano quiso reforzar la seguridad y lo consagró a todos los dioses sin excluir a ninguno. De ahí el nombre de Panteón, que significa justo eso, “todos los dioses”. La fórmula funcionó.
Pero paremos acá un poquito porque estamos en Roma, en realidad estamos en el corazón de Roma, esa ciudad que gobernó el imperio más fabuloso en la historia del mundo y rediseñó todos los idiomas occidentales. No es esa grandiosidad lo que me lleva a esta pausa, sino la pequeña placita de 60 por 40 metros que hay frente al Panteón.
Elegí alguna de las mesitas en esta Piazza della Rotonda, tan antigua como el Panteón, quizás más. En cierto momento se transformó en un mercado tan activo y maloliente que el Papa Eugenio IV (1431-1439) tuvo que hacer derribar todo lo que estaba demasiado próximo al edificio, desde el siglo VII transformado en iglesia cristiana dedicada a “Santa María y los Mártires”. Porque el colectivismo nunca lo perdió, serán Mártires y no dioses, pero son unos cuantos. Sea como sea los mártires, quedaron elípticos en la nomenclatura cuando popularmente a la iglesia la llamaron “Santa María Rotonda”, razón por la cual al Panteón también se lo conoce como Rotonda, que significa redondo, o circular.
Pues bien, esta placita rectangular, próxima a la Fontana de Trevi y a la Piazza Navona (¡!), fue desde siempre un lugar para repostar energías o alojarse en Roma. Aquí hay varios hoteles, uno de los cuales se denomina “Albergo del Sole”, está en el No. 63 y es el más antiguo de la ciudad. Igual que la Rotonda, con pocos cambios estructurales continúa brindando servicios como un 4 estrellas correctamente aggiornado. Parece recomendable, tanto como alojamiento como por su restaurante… aunque cuando lo fundaron en 1467 lo llamaban supongo que despectivamente, “Locanda del Montone”. En alguna de sus habitaciones, o en las mesitas del patio interior, Ludovico Ariosto pudo escribir el poema épico “Orlando Furioso”, pues era uno de los huéspedes más conspicuos, cualidad que curiosamente compartió con el controvertido existencialista Jean Paul Sartre. ¡Mirá en qué camas podrías dormir en Roma!
Aunque no te alojes, al menos deberías detenerte por ejemplo en el restaurante “Ritorno al passato”, uno de los que rodean la plaza con sus mesitas al aire libre. Podés solo descansar y tomarte un vino de la casa, el Montepulciano D’Abruzzo, de 18 euros, recomendado por un comensal que dejó su aplauso en TripAdvisor, de donde también tomé algunas fotos. El mismo viajero recomienda los ravioles de pescado con salsa fileto y los tornerolli con salsa bolognesa. Las pizzas, dice el comentarista, son todas excelentes.
Entonces, alzás tu copa y brindás por ese obelisco que tenés delante, en impecable granito rojo. Pues bien, eso sí que es antiguo, es lo más antiguo que hay en Roma, pues lo mandó construir nada menos que Ramsés II allá por el 1250 a.C. Los tanos lo robaron junto con otro que pusieron cerca del Coliseo y en 1711 lo encajaron arriba de la preciosa fuente del delfín, diseñada por Giacomo della Porta en 1575. Mucha de esa gente que camina afanosamente por la plaza y entra al Panteón para salir a los 15 minutos sin haber visto ni entendido nada, ignora todo esto y está apurada por ver la escalinata de la Piazza di Spagna por la que bajan las modelos mostrando la elegancia y las piernas.
Ahora, ya frescos y casi en trance, entramos al Panteón de Agripa. Las columnas de la entrada te quitan la respiración, son 16, están talladas en granito y miden 14 metros de altura. Dan acceso a una puerta de bronce que naturalmente no es la original, pues todo lo que era metálico fue arrebatado sin miramientos a lo largo de esos casi dos milenios. Todo esto ya es admirable, pero no tiene comparación con la sorpresa que recibís al ingresar al recinto circular.
El diámetro de ese patio cerrado es de 43,30 metros, exactamente igual que su altura. La cúpula es mayor a la de la Basílica de San Pedro; solo la supera la que Filippo Brunelleschi construyó en Florencia para la catedral de Santa María del Fiore, otra maravilla sobre la cual deberemos escribir. Esa tiene 45,5 m. de diámetro exterior, como si Brunelleschi se hubiera empeñado en superar a Apolodoro… pero más de mil años después, solo para parecer angelical él también. La tuvo que hacer más empinada, para que se aguantara y por eso no luce tanto como ésta en sus proporciones.
El recinto tiene siete nichos y bóvedas circulares dedicados originalmente a los diferentes dioses. Apolodoro no confió solo en la potencia de los dioses para soportar la enorme cúpula de 5.000 toneladas. De hecho, la solución que encontró fue un alarde de tecnología que todavía hoy admira a arquitectos e ingenieros. Los muros son de ladrillo, de 6,2 metros de espesor, con arcos de descarga empotrados y cavidades recubiertas de mampostería. En su origen, esos muros estaban cubiertos de sillares (piedras pulidas) y la cúpula estaba enteramente recubierta con bronce dorado. Tiene que haber sido algo fuera de toda dimensión humana.
Había dos problemas para una construcción como ésta. Consistían una de ellas en el cerramiento final de la bóveda de manera que las tensiones se repartieran equilibradamente y la otra en la iluminación; pues abrir las paredes hubiera generado peligrosas debilidades. La solución fue abrir en la cúspide un óculo de casi 9 metros de diámetro, por el cual todavía hoy entra la luz… y la lluvia, cuando la hay. Un resistente anillo de bronce se encargaba de rematar la semiesfera perfecta que techa al Panteón.
Recuerden que la idea original era la de homenajear a los dioses planetarios. Para los romanos, los planetas eran cinco, de manera que son cinco las hileras concéntricas de 28 cuadrículas cada una. Las cuadrículas van disminuyendo de tamaño a medida que nos elevamos hacia el óculo. Si quisiéramos emprender la imposible hazaña de hacer una cúpula simétrica hacia abajo, nos encontraríamos con una esfera perfecta cuyo segundo óculo reposaría en el piso. En el exacto lugar donde hubiera estado ese segundo óculo, el piso tiene una suave inclinación desde el centro hacia una canaleta perimetral por la cual escurre el agua de lluvia y de limpieza.
Sencillamente genial… y con el clima de Roma, es poco probable que te toque un día de lluvia cuando vayas a visitar este capo lavoro de un arquitecto que era griego, pero estuvo radicado en Alejandría hasta que lo llamaron para hacer una cantidad de obras todas descomunales. La autoría de Apolodoro es una presunción, no está perfectamente documentado… pero es lo más probable.
Ahora bien, uno dice ¡qué lindo! porque nadie te pidió que lo construyas. ¿Cómo hicieron esta obra imposible? Ocurre que los romanos eran expertos en un material novedoso para su tiempo, el hormigón. No debe confundirse con el hormigón armado ni con el cemento portland, que son una proeza moderna. El uso del hormigón se atribuye a los griegos; los romanos lo perfeccionaron empleando tierras o cenizas volcánicas ricas en sílice y alúmina, las cuales combinadas con la cal daban una mezcla de novedosa resistencia. ¿Por qué esto no se usó en la Edad Media? Esa es otra cosa desconcertante.
Como no pretendo presumir de sabiondo, me voy a ceñir a lo que las webs recogen citando a su vez un estudio realizado por el instituto La Salle (www.lasalle.es) . “Para facilitar la estabilidad de la cúpula, el material se fue aligerando a medida que se ascendía (en lugar de travertino se usó piedra pómez y tufo). Otro de los recursos fue el ir reduciendo gradualmente el espesor de la cúpula en sentido ascendente, desde los 5,9 m iniciales hasta los 1,50 m.
En la siguiente infografía se aprecian algunas de las soluciones empleadas.
Aquí hagamos una pausa para saber que hicieron con los metales del Panteón y esto es solo lo que se sabe, pues depredación debe haber existido desde el principio. Los ladrillos de bronce dorado del tejado fueron trasladados a Constantinopla en el 663 por el emperador Constante II), las planchas de bronce del tejado del antetemplo, las fundieron para usarlas en el baldaquino que Bernini construyó en San Pedro del Vaticano y también en los cañones del Castillo de San Angelo.
Verás en algunos grabados antiguos, dos campanarios también obra del maravilloso Bernini en el siglo XVII. Estaban buenos… pero nada tenían que hacer allí, de manera que los bautizaron “orejas de burro” y terminaron por eliminarlos en 1893. Fueron muchas y grandes las modificaciones que se hicieron, pero no en el Panteón en sí mismo, sino en su entorno. Dice la misma fuente que “antiguamente, una plaza longitudinal enmarcada entre pórticos conducía a través de una escalinata al pórtico de columnas de tres naves, en cuyo frontal se alzaban 8 columnas de granito de capiteles corintios.
.Las 16 columnas monolíticas del pórtico fueron realizadas con granito egipcio, pórfido, y mármol blanco en las bases. Sobre las columnas del pórtico se alza el entablamento y sobre éste, se fijó el frontón con un tímpano liso. El pórtico está dividido en tres naves: una central abovedada y más ancha que conduce a la entrada al edificio; y dos laterales adinteladas de igual tamaño y terminadas en sendos ábsides, para las estatuas de Augusto y Agripa. El pórtico está cubierto por un techo a dos aguas”.
Como edificio religioso, el Panteón sirvió de sepulcro a artistas tan notables como Rafael y a reyes tan renombrados como Víctor Manuel II. El día de Pentecostés a mediodía, harías bien en estar dentro del Panteón cuando voluntarios arrojan miles de pétalos de rosa desde el óculo mientras un coro canta el himno “Veni Creator Spiritus”. Esto se hace en recordación de la venida del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre los apóstoles.
¿Ya viste todo? Entonces, ¡a caminar a buen paso hasta la Fontana de Trevi o la Piazza Navona! Son poquísimas cuadras, Roma es ETERNA.
Guillermo Pérez Rossel
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