Tres extrañas manos de plata
Una de ellas era de Zabala, el que nunca nos quiso fundar de malo que era con nosotros.
Otra era de un santo milagroso y la tercera era del inmundo Colagusano, el amigo de Voldemort en la saga de Harry Potter. Pero vayamos despacio…
Las manos de bronce para golpear la puerta en las casas antiguas, ya de por sí tienen su encanto. Las manitos de la buena suerte colgando del cuello o de las puertas, siempre tendrán su público, pero las prótesis de plata para sustituir una mano real, tienen un áura misteriosa. Sus usuarios no pretendieron imitar o suplir nada; la mano de plata sugiere cosas inquietantes.
Comencemos por la religión, que nos ofrece la curiosidad de la Virgen de las Tres Manos, o Triherusa, un venerado ícono del siglo VII, como para demostrar esa tontería que anda dando vueltas, de que el culto a la Virgen es algo reciente. Originalmente la imagen estuvo en la iglesia de San Sabas, en Jerusalén, pero durante la invasión turca del siglo XIII, se consideró prudente trasladarla al Monte Athos, en Grecia, donde todavía se encuentra junto con varias réplicas.
¿Te había dicho que las tres manos de las que hablamos corresponden a la derecha, como si en esto hubiera algo político?
Si milagroso es el ícono, no menos milagroso fue el traslado. Dice la tradición, que los monjes cargaron la imagen en un asno y lo soltaron, confiados en que el animalito llegaría mejor el solito hasta el lugar asignado para preservar al objeto de culto. Y así fue y no me lo discutas. Pero el milagro original, el que inspiró al ícono, tuvo por protagonista a San Juan Damasceno (640-754 dC), que era un funcionario del califa de Damasco.
Ya se sabe cómo son las cosas en algunas oficinas públicas de todos los tiempos, así que también hubo allí un mal compañero le llevó un injusto chisme al califa, asegurando que había sacado copias de los planos de la ciudad para vendérselos al enemigo. Indignado, el califa ordenó que se le amputara la mano que había dibujado el mapa. San Juan Damasceno juntó la mano caída, la llevó ante una imagen de la Virgen y rezó toda la noche. A la mañana siguiente, la mano estaba encajada donde antes estaba el muñón… pero era de plata. Ante el milagro, el califa le pidió perdón y el santo consagró su vida a la oración y al tallado de íconos.
Ahora démonos una vueltita por el cine, antes de desembocar en nuestro fundador, don Bruno Mauricio de Zabala. Será una incursión breve, porque hablamos de una situación que será impresionante, pero es imaginaria. El malvado Voldemort, empeñado en destruir al miope de Harry, le corta la mano a Colagusano, el hombre rata mascota del pelirrojo. En su favor puede decirse que la necesitaba para un hechizo y que, compadecido, le reemplazó la mano perdida por otra, de plata, faltaba más. ¿Por qué de plata? Si era tan mago, por qué no le puso una mano de carne y hueso. Colagusano sería una porquería, pero si iba a ser una prótesis, al menos pudo ser de oro. Además de malo, Voldemort era mezquino.
Y ahora llegamos a la mano de plata que nos toca más cerca. Desgraciadamente, no hay ni foto ni dibujo, pues aunque Zabala era manco, nadie lo retrató sin la mano que perdió dicen que en la toma de Lérida, aunque las fechas no cierran. En realidad parece que lo que perdió fue el brazo entero debido a una bala de cañón.
Y acá hagamos una pausa, porque don Bruno Mauricio de Zabala, sería enemigo de crear otro puerto competidor de Buenos Aires en el Río de la Plata, pero no se le puede negar ni la valentía ni su capacidad como militar. Ni tampoco la pinta y la elegancia. Miren lo que decía sobre él en 1729 el sacerdote Cattáneo, citado por la Uypedia del diario El País:
“Este es un arrogante caballero, alto, proporcionado y con una presencia majestuosa de príncipe. Sólo que le falta la mitad del brazo derecho, que perdió en una batalla de España durante la última guerra. (…) Tal falta, sin embargo, no ocasiona deformidad en él, sino que más pronto y más fácilmente le concilia admiración por ser un testimonio auténtico de su valor.
Por andar manco, ha suplido dicho defecto con otro medio brazo y mano de plata que lleva generalmente pendiente del cuello”.
Sacerdote Cattaneo sobre Bruno Mauricio de Zabala, 1729
Se ve que en la escuela y el liceo me debo haber mandado algunos faltazos, porque no recordaba en absoluto la falta del brazo derecho y tampoco que don Bruno hizo todo lo posible por no fundarnos como se lo ordenaba reiteradamente el rey Felipe V.
Ahí tenés la estatua ecuestre del fundador, una obra del español Lorenzo Couilant, a quien tampoco le deben haber resaltado que Zabala carecía casi por completo del brazo derecho, pues cuando lo retrató en bronce, pasó por alto semejante detalle. Parece que en el caso del apuesto Zabala, a los detalles negativos nadie los quería ver.
Si nos poníamos en exquisitos, nunca debimos consagrarle una plaza, ni una estatua, ni designar “Durango”, su ciudad de nacimiento en Vizcaya (1682), a la calle que circunda ese bellísimo paseo enrejado en el corazón de la ciudad. De hecho, Zabala inauguró la denominada “lucha de puertos” aún antes de que Montevideo estuviera fundada.
Ni Diógenes Hecquet ni Lorenzo Couiliant, dejaron registrado que a Zabala le faltaba un brazo. Eran distraídos o se hacían los distraídos, pero hubo muchos distraídos en esta historia donde hasta se pasó por alto que Zabala estaba tan poco entusiasmado con fundarnos que hasta perdió por ello su cargo de gobernador.
¡¡Si hasta lo destituyeron por remolón y desobediente!! Bien sabía el sinvergüenza, que nuestra bahía era mejor apostadero para aquellas naves a vela que necesitaban buen calado, pero Buenos Aires ya estaba instalada y próspera luego de que la fundaran dos veces por falta de una. En fin, lo hecho está y Buenos Aires es una hermosísima ciudad a la que van a vivir los montevideanos que se quieren hacer famosos.
Veamos el relato pormenorizado de la Uypedia (salió con El País hace un tiempo y si no la tenés, es de haragán que sos, habrá que ponerla en internet):
Ya manco y con el grado de mariscal de campo, “fue encargado de la Gobernación de Buenos Aires. Ese mismo año, antes de partir, recibió del monarca Felipe V precisas instrucciones de fortificar las bahías de Montevideo y Maldonado (“a la brevedad que fuese posible”), a efectos de impedir la expansión hacia el este de los portugueses que habían fundado la Colonia del Sacramento en 1680.
“Pero Zabala, que asumió la Gobernación en julio de 1717 al frente de 180 soldados de infantería y 96 de caballería, que trajo consigo al ingeniero Domingo Petrarca, no se dio prisa en cumplir esa disposición, seguramente presionado por su entorno, que ya preveía que la fundación de una nueva población-puerto en la otra orilla del Plata perjudicaría sus incipientes actividades comerciales.
“De ahí que se haya dicho que la “Lucha de Puertos “ se inició incluso antes de la fundación de Montevideo. Esas instrucciones fueron reiteradas en 1717 y 1718, esta última vez ante el peligro de que la bahía montevideana fuera ocupada por la flota inglesa. Zabala excusó su demora en la hostilidad de los indígenas que poblaban el área; pero en 1721 el monarca reiteró, ya en tono conminatorio, que debía observarse “literalmente” la orden recibida.
“Ni siquiera las incursiones del pirata francés Etienne Moreau sacaron al gobernador de Buenos Aires de su pasividad. El 12 de abril de 1723 se emitió desde España una nueva orden en la que se reiteraba la necesidad de fortificar y poblar las ensenadas Montevideo y Maldonado “procurando superar cualesquiera embarazos y dificultades que pudieran ofrecerse”.
“El 22 de noviembre de 1723 el maestre de campo portugués Freitas de Fonseca desembarcó en la bahía de Montevideo con el evidente propósito de fundar una población; Zabala, entonces, no tuvo más remedio que entrar en acción y, luego de protestar ante el gobernador de Colonia, armó una flotilla y atacó a los intrusos, conduciendo personalmente las acciones.
“Al mismo tiempo, hizo una llamada al Cabildo de Buenos Aires para que “se juntasen cuantas familias pudiesen para establecerlas en aquel paraje”. Pese a estos esfuerzos, Felipe V envió a Zabala, con fecha diciembre de 1723, nuevas y estrictas órdenes de construir poblaciones en Montevideo y Maldonado pues “de lo contrario, me daré por deservido de vos y se os hará gravísimo cargo”.
“Zabala dispuso entonces que se creara un fuerte y se iniciase la construcción de un poblado que sería luego la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo. Zabala no concurrió al inicio de esas obras ni dejó acta de fundación (según Luis E. Azarola Gil), pese a lo cual, luego que Francisco de Alzáybar hubiese traído las primeras 20 familias de las islas Canarias, y que Pedro Millán trazara las 23 manzanas originales, designó, en 1730, el primer Cabildo.
“A causa de esta inercia y de la inefectividad demostrada en la represión del comercio de contrabando que se realizaba por la Colonia, el gobernador fue destituido y se nombró en su lugar a Miguel de Salcedo.
Guillermo Pérez Rossel
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