Galleria Vittorio Emanuele
¡Aflojá con los outlets de Miami y vení a Milán que es de donde todos copian!
No fue el primero, pero sí el más representativo de los grandes monumentos de la burguesía, heredera de las desatinadas proporciones de catedrales, castillos, palacios y hasta pìrámides. ¿Pretendías que en el siglo XIX se detuviera de golpe esa arquitectura imponente que nunca más veremos inaugurar? Hoy, no se trata ni de arte ni de proporciones, sino de altura, como en Dubai, ni se sabe por qué.
Ahí nomás, a un paso de la Galleria está el Duomo de Milán, un costosísimo prodigio de la creatividad humana: tallas, arcos, láminas de oro y esculturas destinadas a convencer al hombre de que la parte esencial de su ser, no tiene relación con lo corpóreo. La Galleria podría sugerir algo así como un Palacio de Versailles o un Castillo de Windsor, que a diferencia de las catedrales, no los habitaban personas que hicieron voto de pobreza. Antes de eso, para los pobres estaban las ilusiones, las riquezas ya tenían dueño.
Para que no te engañes, la foto de portada fue tomada con un lente ojo de pescado, seguramente con el fotógrafo recostado contra la pared de uno de los corredores o calles. La «plaza» del centro es el cruce de cuatro de esos corredores y no una maraña como parece. Pero la foto es espectacular y no pude resistir la tentación de escogerla en Panoramio.
En fin, salgamos rápidamente de todas estas cosas y tomemos rumbo hacia este templo al consumo, esta vidriera del bienestar. Lo introdujo una burguesía que todavía defiende, hasta de las corporaciones, el derecho a disfrutar de los bienes. La nota está firmada, así que quienes cuestionan a la clase media y le echan la culpa de todo, ya saben hacia dónde encaminar los vituperios si no se comparte lo expresado. Ahora, si se trata de cuestionar al capitalismo salvaje, no dejen de invitarme.
Burlington Arcade, Galeries Saint Hubert y la Galería Umberto I de Nápoles.
Decíamos que no fue la primera galería comercial, ni siquiera la primera de hierro fundido, el material que caracterizó en la Belle Epoque a estas grandiosas construcciones abiertas al cielo por claraboyas que ya querrían para sí los grandes shopping centers de hoy en día. Una de las primeras galerías de este estilo debió ser la Burlington Arcade de Londres, inspiradora de las Galeries Royales Saint-Hubert de Bruselas y el “Pasaje” de San Petersburgo; todas anteriores a esta proeza de Milán, que se terminó en 1877. Nápoles, que se salía de la vaina, inauguró recién en 1890 su galería Umberto I, que también se las trae. Era como nuestra competencia entre Lecueder y Garbarino para realizar gigantescos proyectos comerciales, pero a la vista está que consumismo era el de antes, lo de ahora es como de jardín de infantes.
Así que enfrente a la Gallería, en la Piazza del Duomo, ves pasar a obispos y cardenales como si nada, y en el otro extremo, el que se abre a una pequeña placita, pululan los tenores, sopranos, barítonos que salen o entran al Teatro de la Scala, nada menos. Y vos te preguntás qué fue lo que hiciste de bueno para estar ante una de las mayores catedrales del mundo, quizás la más impresionante, para deambular ante la más importante de las galerías comerciales del siglo XIX y a un paso de la Scala de Milán. Hacé memoria, algo muy bueno hiciste y capaz que ni lo recordás.
El nombre Vittorio Emanuele II recuerda al primer rey de aquella Italia unificada gracias a su esfuerzo y al de Garibaldi, junto con el maquiavelismo del conde de Cavour. En fin, habrá sido un período tortuoso para los militares y la aristocracia, pero un buen caldo de cultivo para la industriosa y comercial clase media en cuyo silencio se tejió el triunfo definitivo de la realidad que vivimos: que no fue el de los que se mataban a mansalva, sino el de los que pacíficamente estaban construyendo este futuro. Por eso digo.
En rigor, y basta ver el plano, la galería consta de dos calles espaciosas, perpendiculares entre sí, que se cruzan en el centro de la edificación, donde una compleja cúpula de cristal te quita la respiración. ¿Qué la de Nápoles es semejante? Y que querés, copiones hubo toda la vida. ¡Hasta también tiene un teatro de ópera enfrente!
El autor de esta maravilla fue Giuseppe Mengoni, quien según la siempre elogiada Wikipedia la diseñó en 1861 y la construyó entre 1865 y 1877. Ese espacio central impresionante, tiene forma octogonal y si el objetivo de la galería era el de unir la Catedral con La Scala, superó con creces esa finalidad, transformándose en un hito en sí misma, más transitado que ambos, aunque menos que la plaza del Duomo, otro alarde urbanístico para la envidia universal.
No se trata solo de la planta baja que es lo que uno recorre con gran placer, sino de un complejo de tiendas, hoteles y restaurantes con una dimensión de cuatro pisos, donde podés comprar desde lo mejor de la alta costura y la joyería, hasta libros y pinturas… sin contar con que aquí podés degustar los mejores helados italianos y tomarte un cafecito (ristretto, prego) mientras mirás pasar a las mujeres más elegantes y con dinero suficiente como para comprar allí. Porque, seamos francos, al edificio no te lo podés perder, pero a las prendas difícilmente las puedas pagar. Limitate a pegar la nariz contra el vidrio y tomar fuerza para ir a las calles de Milán donde podés comprar barato. (Te lo vamos a decir, no te pongas nervioso).
Ahora, ¿quién soy yo para juzgar tu capacidad de crédito? Si querés darte el lujo de los lujos, entra en http://www.sibaritissimo.com/the-town-house-galleria-el-primer-hotel-de-7-estrellas-de-europa y reservá habitación en el Town House Galleria, un hotel de siete estrellas donde no sé qué cosa hay que hacer para estrellarse tanto, pero sería bueno averiguarlo. Seguro que no son las cosas perversas que me pasan por la cabeza. El otro hotel siete estrellas del mundo es el que está en el monumental edificio Burj Al Arab, en Dubai. Para mí, demasiada arena… me quedaría con éste, que está encima de la tienda Prada, la original y la que tiene las últimas y más lujosas novedades.
De cualquier manera no tenés que empeñar las joyas de la abuela para sentarte a una mesa del histórico Café Biffi, fundado en 1867por Paolo Biffi, Chef Pastelero de Su Majestad. Lo mismo diría del modernista bar Zucca y un poquito más caro sería el sofisticado restaurante Savini, con platería Bernasconi siempre según la Wikipedia.
¿Realmente llegaste al final de tu presupuesto? No te preocupes, allí tenés, entre Gucci, Vuitton, Massimo Dutti y otros, una hamburguesería McDonald’s y no me pongas cara de asco porque todos nos tomamos un descansito de comida chatarra cuando salimos huyendo de los escargots o cualquier otra elegante inmundicia. Además, ¿querés una sorpresa? este McDonald, no se si de obediente o de resignado, se sometió al negro y dorado que caracteriza a la Galleria en lugar de su característico rojo y amarillo que lastima los ojos.
No te voy a aburrir con detalles arquitectónicos que podés encontrar en cualquier manual que te vendan en la ciudad junto con toda clase de recuerdos. Con un poco de suerte hasta podés encontrar un muñequito con la imagen de Schiaffino vistiendo la camiseta del Milan. Son casi 200 metros de una punta a la otra de la calle más larga y 105 de la más corta. El domo central se eleva a 47 metros de altura y la bóveda vidriada tiene 36 metros de diámetro.
Como todo monumento, la Galleria tiene su propia serie de leyendas y curiosidades, la primera de las cuales y una de las más tristes, consiste en que su creador el Arq. Giusseppe Mengoni no lo pudo ver terminado. Un mes antes de su inauguración se cayó de un andamio y se murió.
La otra te va a dejar perplejo y te explicará porqué, en un lugar tan cuidado, hay un mosaico en el piso que todos se empeñan en perforar. Como habrás advertido en las fotos, hay cuatro escudos que representan a ciudades de Italia. Uno muestra la cruz roja de Milán, otro a la loba de Roma, uno más al Lirio de Florencia y finalmente, está el Toro de Turín.
Si yo fuera el encargado de mantenimiento de la Galleria pondría el grito en el cielo contra esta tradición, que indica que si clavás el tacón de tu zapato en los genitales del toro, das tres vueltas sobre vos mismo sin soltar el talón, y mientras tanto pensás en un deseo, ese deseo se cumple. ¡Qué me venís con las tres monedas en la Fontana de Trevi! Esta sí que es de verdad, vos dale con el taco y a tu regreso pegale un susto a la Banca de Quiniela y al Cinco de Oro.
Bien, ya que estás aquí, visitarás cuidadosamente el Duomo de Milán y hasta treparás al techo (mirá http://viajes.elpais.com.uy/2013/04/19/el-duomo-de-milan/) , con un poco de suerte hasta asistirás a alguna ópera en la Scala y no te me resignes con eso porque Milán da para muchísimo más, comenzando por algún rissotto, que aquí lo preparan de tal manera que después ni querés salir del hotel. Pero no, hacé un esfuerzo y subite al autobús turístico que durante 48 horas te puede llevar de una a otra atracción, levantándote en cada lugar. Entrá en http://www.getyourguide.es/milan-l139/autobus-turistico-en-milan-ticket-de-48-horas-t3417 para ver el recorrido y todas las opciones.
Pero como estás en la capital mundial de la moda, y como yo te prometí algunos secretitos sobre dónde encontrar algunas oportunidades y no volver con las manos vacías desalentado por los precios, acá van las recomendaciones de Frommer’s, ese librito que le salvó la vida a tantos orientales y que ahora tiene una versión web sobre Milán que podés consultar aquí: http://www.frommers.com/destinations/milan/0057010031.html . En lo que respecta a compras recomienda cuatro calles adyacentes al Duomo, conocidas como “el cuadrilátero de Oro”: Via Montenapoleone, Della Spiga, Via Borgopesso y Via Sant’Andrea.
La mejor manera de mirar que hay que hacer a lo largo de cuatro calles adyacentes al norte del Duomo conocido colectivamente como el Cuadrilátero de Oro (Golden Cuadrilátero): Via Montenapoleone, Della Spiga, Via Borgospesso, y Via Sant’Andrea, forrado con más cara alta de Milán -fashion emporia. Desde la Piazza della Scala, siga Via Manzoni a pocas cuadras al norte o tomar el metro hasta la Via Montenapoleone. La principal arteria comercial de este corazón es Via Montenapoleone, llena de las boutiques más chichi y tiendas de moda más elegantes, con paralelos Via della Spiga corriendo un cercano segundo lugar.
Para compras todavía más baratas, dice Frommer’s, habría que arrancar por la Via Vitruvio en la Piazza Duca d’Aosta, y si seguís hasta las plazas Oberdan y Venecia, entonces estás llegando a las gangas, aunque no me parece muy gracioso ir a Milán para comprar cosas que a veces fueron hechas en China.
Milán es el hogar de las tiendas de marca de una larga lista de diseñadores: Armani, Krizia, Versace, Ermenegildo Zegna, Missoni, Moschino, Mila Schön y Trussardi, dicen los de Frommer’s.
Una tienda, sin embargo, merece una visita, dice la web: la Grand Central de la moda italiana es el buque insignia de Armani Megastore, Via Manzoni 31, cerca de La Scala. Esta tienda (y oficinas) cubre 743 metros cuadrados con puntos de venta de creaciones de alta costura de Giorgio Armani: el Emporio Armani y Armani Jeans líneas, además de la nueva Casa, selección de muebles para el hogar Armani, así como flores, libros, arte y hasta tiendas de electrónica, un centro de alta tecnología Sony Boutique y hasta un restaurante especializado en sushi, pero no el sushi que podrías saborear en Tokio, sino el de Nobu de Nueva York.
En fin, si querés más datos posta sobre Dolce e Gabbana, Etro, Ermen egildo Zegna, Fendi, Gianfranco Ferré, Gucci, Ferragamo, Krizia, MilaSchön, Trusardi, Miu Miu y tantos otros, la web de Frommer’s te dice donde están las sucursales fuera de los circuitos turísticos, para ver si ligás buenos precios.
Que tengas suerte, pero ¡mirá en qué desembocamos!. Los que están contra la clase media (quizás quieran saltarse esa etapa y llegar a asquerosos multimillonarios de una) tienen un poco de razón. Hay quienes no se conforman con llegar cómodamente a fin de mes y educar bien a sus hijos; hasta esos sagrados objetivos pueden postergarse cuando los atropella algún trapito con griffa.
Guillermo Pérez Rossel