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Ile de la Cité


Para algunos de nosotros, carece de sentido esa admiración por Estados Unidos, Cuba o la Venezuela bolivariana.

¿Cómo es posible no estar perdidamente enamorado de Francia, de París y, por ejemplo,  de la Ile de la Cité? Crecimos escuchando a Charles Trenet y devorando literatura francesa. ¿Por qué será que en la juventud tanta gente es xenófila y cuando envejecemos el disparate se revierte?

Más allá de devociones e inclinaciones, tener la posibilidad y no conocer París es absolutamente imperdonable. Ahora, como París es tan grande y ya hemos escrito bastante,  esta vez nos concentraremos en la Ile de la Cité, corazón de una ciudad que según Maurice Chevalier, tenía en su tiempo 2.000 años. Y no me vengas a desmentir al veterano de rancho de paja porque podría configurar vilipendio a los recuerdos angelicales de la juventud.

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Con estas manías de la revisión histórica hasta esto se pone en duda. Resulta que esta zona del río Sena era pantanosa y anegable, de manera que la pequeña tribu celta de los parisii no estaría asentada en la isla, sino en la desembocadura del Bievre, un afluente del Sena, o quizás en otra isla actualmente desaparecida, cerca del mismo afluente.

¡Al paso que vamos hasta nos van a negar la existencia de Asterix y Obelix! A propósito, ¿sabían que su autor Goscciny más de una vez veraneó en Punta del Este?

No hay que confundir la Ile de la Cité, con la Ile de France, que es la región que abarca toda la ciudad y ocho departamentos. La Ile de France abarca casi todos los grandes tesoros de la cultura francesa, pero la pequeña isla de la ciudad es una colección increíble que merece todo un día de caminata pausada.

Si querés un buen consejo, comprate una baguette, un poco de paté y una buena botella de vino. Que sea nacional, no hagas como acá, que todo lo querés importado. Dejá la Catedral de Notre Dame para el final y antes de contemplar como va la reconstrucción de ese monumento, dale la vuelta al edificio para descubrir un jardincito que recordarás toda tu vida, a menos que hayas elegido muy mal el paté.

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Tratá de entrar a la isla por el Puente Nuevo, nombre ridículo para una construcción que tiene 400 años. Caminá pausadamente, admirá los 385 mascarones  tallados por Germain Pilón y detenete en la estatua ecuestre de Enrique IV. No es la original, pues esa fue destruida durante la revolución francesa. Pero en 1817, durante la restauración fue sustituida por una nueva estatua. Así son las cosas en la Ile de la Cité, que pueden recordarse en medio de cañonazos y fusilería, parodiando inmensas glorias e inmensas hecatombes, atronando con La Marsellesa,  para luego reposar con la música de Debussy.

Te habrás acordado de llevar una cámara o un smartphone con la máxima capacidad para absorber luz, pues no te permiten usar flash y, en una catedral, esa iluminación no sirve para nada. Eso en el caso que te pernitan entrar. Cuidá de que el celular tenga GPS y ubicate en Google Earth en las coordenadas 48° 51? 17? N, 2° 20? 51? . Si ya te avivaste, ahí tenés toda la información que puedas necesitar y mucho más. Hasta podés recrear el paseo con una visión desde la calle, la famosa y extraordinaria Street View. De lo contrario, conseguite un buen librito. También llevá una navajita que no llame la atención. ¿Qué para qué? Para untar el paté, ¿para qué otra cosa?

Además de la Catedral de Notre Dame, hay otros dos edificios medievales en la isla: La Sainte Chapelle y la prisión de la Conciergerie.

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La Santa Capilla o Capilla Real, es un templo gótico, una obra cumbre construida para guardar  las reliquias que en 1241 trajeron los cruzados desde Siria y Constantinopla; nada menos que la corona de espinas, parte de la cruz, el hierro de la lanza, la esponja y otras reliquias del martirio de Jesucristo. Se las compró Luis IX a Balduino II, último emperador latino de Constantinopla y, si te ponés en cínico, un maestro del birlibirloque.

Entrá tranquilo a la Conciergerie, también Palais de la Cité. Fue residencia de reyes hasta que se le encontraron destinos mucho más truculentos, como el de alojar a los condenados a muerte durante el Terror. No perderás la cabeza por estar acá, como le ocurrió a María Antonieta. Dicho sea de paso, entre las muchas muestras que aquí encontrarás, hay una hoja de guillotina todavía muy bien afilada. Así que tené cuidado que no se te vuelque el vino, no querrás ver un parisino irritado. Acá alojaron al menos a 2.700 condenados a la guillotina mientras luchaban por la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Un poco menos de atención merecen la Prefectura de Policía de París, el Palacio de Justicia, el Hotel Dieu que es el hospital más antiguo de la ciudad y el Tribunal de Comercio. No es que no tengan suficiente interés, tampoco es correcto asegurar que la lista se agota allí. Pero vamos, ¿cuánto tiempo te quedaría para conocer a fondo Notre Dame… o al menos las obras de reconstrucción?

Por andar perdiendo tiempo en minucias, te podés jorobar, como le pasó a Quasimodo. Arrancá la caminata cuando hayas terminado el paté y no te pases con el vino, pues no sería buena cosa tenerte mareado entre las gárgolas.

No hay dos catedrales semejantes en toda Europa, todas son diferentes y muy diferente es el espíritu de cada una de ellas. En lo personal, considero a Notre Dame como la que mayor impacto emocional puede causarte. Quizás el paisaje que se ve desde lo alto contribuya, quizá lo produzca la luz que se cuela por los vitreaux o quizá en mi caso porque tuve la fortuna que las dos veces que entré, me inundó la música de órgano. ¡Qué órgano! Es un Cavaille-Coll al que el organista Louis Vierne le extrajo lo más glorioso de su esencia.

No hay forma de que ni yo ni nadie más capacitado que yo, te pueda explicar qué se siente en Notre Dame. Es justamente por eso que no te la debés perder y que, aunque encuentres abundante información en Internet y en Google Earth, deberías comprarte algún buen manual en la librería que justamente está a uno de sus lados y también es primorosa en su estilo.

Es una de las catedrales góticas más antiguas: se comenzó a construir en el 1163 y se terminó en el 1345. No es que los constructores fueran unos remolones sin remedio ni que los curas curraran con las colectas, aunque mucho de eso también hubo. Es que la catedral acompañó la historia de Francia cuando esta región era el ombligo del mundo y acá ocurrían todas las cosas.

Particularmente aquí la burguesía comprendió que existía y que era muy pero muy importante. La aristocracia y la iglesia comenzaron a depender de ellos y ellos comprendieron su valor. En Inglaterra se venían matando hace tiempo por esas cosas, pero desembocaron en una monarquía parlamentaria que terminó con el derramamiento de sangre. Pero los franceses eran más latinos y tan cerebrales que desde Voltaire en adelante, comenzaron a acuñar los valores sociales que identifican a la democracia contemporánea lo cual, como sabemos, no termina con la violencia ni con la injusticia.

Esas ideas son tremendamente justas, pero tampoco ayudan a construir catedrales como Notre Dame. Andá pensando que el suelo de una isla, en una zona pantanosa, no es el mejor lugar para construir una catedral, aunque sí lo era políticamente Era una época en que una catedral, una muralla o una peste, podían determinar la zona donde se asentaría el poder de una región.

En materia de catedrales, Notre Dame tuvo que competir nada menos que con las catedrales de Chartres, la de Reims y la de Amiens. Francamente, no se podría decir que ganó la partida, sino que se impuso por un cúmulo de factores uno de los cuales fue la habilidad de sus arquitectos. En todo caso, deberías recorrerlas las tres. Pero hasta esos lugares alterná el paté con varios quesos y si es temporada, no te prives de un beaujolais fragante y espirituoso.

Bueno, no escribiré una línea más. El resto buscalo en Internet o mejor aún, comprate el bendito manual de una vez por todas. Te acordarás de mí cuando subas a un «bateau mouche» y recorras pausadamente el Sena. Eso sí, entre tantos japoneses fotogtrafiantes y colorinchudos norteamericanos, te costará sentirte como Yves Montand o como Juliette Grecco. Hay momentos de nuestras historias personales que son irrepetibles, como comentamos hace algún tiempo junto a  compañeros del Liceo No 9, los mismos que soñábamos estas cosas hace más tiempo del que debiera mencionarse.

Guillermo Pérez Rossel

 

http://es.wikipedia.org/wiki/Isla_de_la_Cit%C3%A9

http://es.wikipedia.org/wiki/Sainte_Chapelle

http://es.wikipedia.org/wiki/Conciergerie

www.notredamedeparis.fr

http://es.wikipedia.org/wiki/Catedral_Notre_Dame_de_Par%C3%ADs