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Publicidad a flor de piel

Las japonesitas tienen muy lindos muslos y encanta mostrarlos.

De manera que para ellas se presenta una buena oportunidad: mostrarlos a todo lo largo y lo ancho de internet  y ganar unos yencitos que nunca vienen mal, aunque sea para comprar algunos centímetros más de pollera que buena falta les hacen y que Buda seguramente les recomendaría.  ¡Más meditación y más pudor, chicas!

El asunto es que la empresa Wint Inc ofrece un contrato de arrendamiento mediante el cual las chicas se comprometen a insertar publicidad en sus muslos y hacerlos conocer en las redes sociales. El arrendamiento es solo por ocho horas, pero ¿quién suprime las imágenes luego de que comienzan su tránsito viral por la red? Wint puede haber sido una pionera, pero ya le salieron varias competidoras y, por otra parte, la idea no es enteramente suya. Apenas es  una extensión de otra práctica sorprendente, la de darles aumento de sueldo a los empleados que se grabaran en el cuerpo el logotipo de la empresa para la que trabajan.

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¡Solo esto le faltaba a los medios tradicionales! Cuando en Montevideo se comenzó a editar La Estrella del Sur, nuestro primer periódico, su única competencia por el mercado publicitario era la de los pregoneros, el último de los cuales fue nuestro inolvidable Fosforito, cuando salía como “hombre sándwich” con un doble cartel colgado del pescuezo. Los diarios vivieron sin problemas, aún luego del surgimiento de la radio y sin que le hiciera mella ni siquiera el avión que sobrevolaba Montevideo despertando a todos los que dormían la siesta… hasta que le llegó el “millón de maldiciones” y cayó sacrificando al esforzado innovador.

Antes de que apareciera la televisión, ya la cosa se había complicado con la publicidad en vía pública, en punto de venta, el mailing, las mariposas por debajo de las puertas, la publicidad en la guía telefónica, en las facturas, en la revista de  TV Cable… en fin, miles y miles de competidores por una torta publicitaria que no aumentaba. Internet se llevó los restos, pero al menos creó un mercado nuevo de consumidores on line.

Ya no quedaban paredes, monumentos, carreteras, calles, indicadores de nomenclátor ni nada de nada donde no se insertara publicidad. Pero, claro, salvo en las camisetas de fútbol, no se había intentado utilizar el cuerpo humano y menos aún en las proximidades de las “partes pudendas” si es que eso todavía significa algo.

Entonces, el tipo se acomoda frente al “asiento de los bobos” para disfrutar del espectáculo y cuando la chica cruza las piernas, ¡zás! en lugar de la líbido, le estimulan el consumismo, “comprate esto o esto otro si querés ver más”. No me digas que no es el colmo, ¡están especulando con nuestro sistema endócrino!

El equivalente a 115 dólares por hacer lo que ya venían haciendo y todavía ahora con un pretexto tan permisivo como el de “estar trabajando”, no está nada mal. Son solo ocho horas. Y mirá, le doy una idea a las empresas de la competencia. Se consiguen muchachas bien feas y les pagan lo mismo por exhibir la misma publicidad. Santo remedio, los clientes vuelven a tu compañía.

Las que aceptan el contrato laboral de Wint Inc, solo tienen que comprometerse a no ser demasiado púdicas y a colgar las fotos en dos redes sociales. Y como son japonesas, estate seguro que cumplen a rajacincha sin que nadie las vigile. Naturalmente, tienen que ser mayores de edad.

¿Y LOS VARONES? A menos que alguna compañía los invite a ponerse stickers en los bíceps o andá a saber dónde, los varones tienen que esperar a que su empleador tenga ganas de hacer una campaña de marketing como esta empresa inmobiliaria de Estados Unidos:

Rapid Reality  le aumentó el sueldo un 15% a los empleados que consientan en llevar su logo, pero no en un sticker o con una pintura que pueda quitarse, sino con un tatuaje “comme il faut”, indeleble y eterno.  Si un día se te ocurre hacer huelga o irte de esa compañía a una de su competencia, tendrás que ir a un cirujano plástico para que te arranque el pedazo.

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Pues parece que no es lo que va a ocurrir con los 40 trabajadores que aceptaron el trato. Con un poco de suerte te los podés encontrar en Brooklyn, Nueva Jersey o Boston, donde la inmobiliaria tiene oficinas. La idea se le ocurrió a Anthony Lolli, el propietario, cuando uno de sus mejores agentes inmobiliarios le buscaba un local apropiado a un tatuador. El artista le sugirió que se hiciera un tatuaje con el logo de la empresa y el agente aceptó. Esto inspiró al dueño a inventarse un canal de marketing en la propia piel de sus empleados.

Hasta el momento, 40 de sus 1.200 trabajadores han aceptado llevar permanentemente el logo de Rapid Realty en sus cuerpos. Tyler Evenson, de 25 años, agente de la inmobiliaria en Sunset Park (Brooklyn), dijo que fue la segunda persona que se tatuó. «Estamos muy orgullosos de nuestra compañía y de donde trabajamos, y fue divertido hacerlo», le contó a la cadena ABC de televisión.

Guillermo Pérez Rossel

https://www.facebook.com/viajeselpaisuy