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¡Unos genios los turcos!

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“Si la Tierra fuese un solo estado, Estambul sería su capital”. La aseveración sería un delirio, un cuento turco… si no fuera porque quien lo aseguró fue Napoleón Bonaparte, cuya egolatría y eurocentrismo no está en discusión.

Ocurre que Istanbul, antes Constantinopla, antes Bizancio, fue sucesivamente capital del imperio romano, del imperio romano de Oriente, del Imperio Latino y del imperio otomano hasta 1923. Si no hubiera sido por la caída de Bizancio, nosotros no seríamos herederos de Roma sino de esta formidable ciudad a caballo de dos continentes. Y si no hubiera sido porque Vlad Tepez, el horripilante empalador (el Drácula de la literatura y las matinés), asustó tanto a los turcos que contribuyó a que desistieran de conquistar toda Europa, nosotros podríamos decirle “Ben seni çok seviyorum” a nuestra novia sin que nos tirara con nada por la cabeza, pues en turco eso significa “te quiero mucho”. Eso a menos que el traductor de Google me haya hecho una travesura.

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Mentira que Solimán salía a degollar cristianos con ese turbante estrafalario, que lo transformaba en un blanco perfecto

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A la izquierda, Europa con lo que queda de Troya en las proximidades. A la derecha, Asia, el remolino de culturas.

En fin…  lo que no pudo lograr militarmente Solimán el Magnifico, que se conformó con derrotar a Hungría en el corazón de Europa, lo están consiguiendo  ahora productores y libretistas de telenovelas capaces de distraer a la teleaudiencia de la oferta de Red Globo. No hay como el amor, mucho más eficiente que la peor cimitarra. ¿Entonces los turcos son los héroes del mundo musulmán? Nada de eso, como en las telenovelas abundan los besos, los radicales islámicos censuran a los turcos, considerándolos “vulgares y heréticos”.

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Nuestra amiga Andrea Charkero y a su esposo, tras una primera incursión en esta ciudad, quedaron con apetito como para repetir. Esta vez no se detuvieron en lo que todo el mundo ve, sino que pasearon modosamente por las calles de Estambul, disfrutaron no como un viajero sino como un nativo y hasta hicieron amistades… porque el té y la simpatía, pueden hacer milagros que no imaginaron ni los autores de las Mil y una Noches. Porque esa es una obra tan colectiva, que algunas de sus historias figuran en el Ramayana, en las epopeyas homéricas y hasta en la propia Biblia.

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Nosotros con nuestro mate, ellos con su té. Siempre hay espacio para la amistad entre gente de buena onda como el eposo de Andrea, a quien vemos más abajo y nos aclara que se cubre porque le da la gana, no por imposición islámica.

 

Hemos tomado los sucintos apuntes de viaje de Andrea, los ornamentamos con cosas que encontramos en internet y disfrutamos las formidables fotos de la amiga, la que viaja y observa para nosotros. “Es la segunda que visitamos Estambul –anotó Andrea– por eso Intentamos redescubrirla poniendo mayor atención y  apelando a los recuerdos así que  nos fuimos del tour,  a las pocas horas nos dimos cuenta que hace dos años no habíamos conocido nada. Nos perdimos entre los veinte millones de turcos entre los cuales se mezclan los de nacimiento con los de adopción. Todos ellos conforman la identidad de una Estambul maravillosa por donde se la mire.

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Hay tradicionalistas… pero hay más gente que se viste a la manera occidental.

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En ningún otro lugar comerás choclos asados tan deliciosos como acá (salvo en Grecia, donde también los disfrutó el Editor)

Son seis millones los q cruzan el Bósforo cada día en busca de mejores oportunidades y otras yerbas. El mismo sitio en dos continentes que inevitablemente se mezclan en uno solo… y a cada paso te encontrás con algo  impactante. Volvimos a sorprendernos con Santa Sofía y nos volvió a dejar sin aliento la Mezquita Azul, nos divertimos en el Gran Bazar. Compramos gustos exóticos en el Mercado Egipcio y probamos te de los gustos que se te ocurran en el Mercado de las Especias.

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Contemplamos el Bósforo en su conjunción con el Cuerno de Oro. El Obelisco, varios Palacios y como broche de Oro otra vez anduvimos en las penumbras de la famosa cisterna de la ciudad que en varias oportunidades llegó al Cine. Fue una idea del emperador  bizantino Justiniano la fantástica obra de ingeniería  daba agua a toda la ciudad y se convirtió en una especie de  Palacio a media luz increíble de ver.

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¡No hay perros callejeros en Estambul! Lo que hay son perros y gatos «libres», mascotas de todos y de nadie. Lindo concepto; si los cuidan como ellos, poniendo abundante comida y agua a su disposición.

Pero hoy lo que me llamo la atención es la cantidad de perros y gatos callejeros. Perdón, me corrije el guia: no son perros callejeros, son perros libres.  Resulta que el Ayuntamiento de Estambul cuenta con un gran hospital público de perros y gatos. Cada noche salen brigadas de veterinarios y voluntarios. Ellos castran, atienden, censan y clasifican a toda la población de mascotas libres. Por eso cada perrito y cada gato tienen un cartoncito en la oreja. No hay cuadra en la ciudad en q los vecinos no se pongan de acuerdo para alimentarlos. ¡Unos genios los turcos! Así termina el breve pero jugoso apunte de Andrea… pero no resistimos la tentación de explorar esa perlita de la que nos dio una punta al hablar de la Torre Gálata, otro de los paseos imperdibles.

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Uno diría que es una fábula y agregaría que el poco razonable relato que le da origen está contenida en tres frases dentro de un libro de diez volúmenes… pero los turcos de Estambul sostienen su veracidad contra viento y marea, hasta el punto que le pusieron el nombre de Hezârfen Ahmed Çelebi a un aeropuerto y hasta a una mezquita. Al parecer, se trata de un anticipo de toda aviación conocida, que tuvo lugar entre 1630 y 1632. Célebi habría logrado volar numerosas veces con unas alas semejantes a las  de un águila.

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En una de esas oportunidades y teniendo al sultán Murad Khan como testigo, se arrojó desde esa torre y con toda elegancia aterrizó a kilómetros de distancia, en la plaza Dogancilar, en Uskudar, del otro lado del Bósforo. El sultán quedó tan impresionado que le regaló una bolsa de monedas de oro… pero dijo, “Es un hombre capaz de hacer todo lo que quiera, pero es un hombre asustadizo y no es correcto mantener a esas personas”. De manera que lo mandó al exilio en Argelia, donde murió. Así que ya sabés, aunque tengas un logro muy impresionante, no fanfarronees delante de un sultán, porque nunca se sabe por dónde le dará la loca.