ir arriba
Uruguay

America del Sur

America del Norte y Central

Europa

Africa

Asia

Oceania

Destacado

Home » Uruguay

Teatro Solís, que lo merezcamos

Habrá más célebres y más opulentos, pero ninguno como nuestro Teatro Solís.

Podés clasificarlos por acústica, por riqueza arquitectónica, por historia… por lo que quieras, pero un teatro tiene algo especial, tiene un alma asociada a cada uno de quienes allí vivimos algunas de nuestras mejores experiencias. Claro que para ciertos congéneres  eso puede resultar una embolante disquisición, pero para la gente de teatro es algo intransferible.

Juzgalo si querés, por lo que dijo al respecto nuestro recordado amigo Carlos Maggi en una tertulia de la Radio El Espectador.  Por si no lo sabés, Maggi fue, además de prolífico escritor (algunas de sus obras se estrenaron en este teatro), historiador y además filósofo, maestro de vida… una maravilla de yorugua. Por más datos, le encantaban las cintas de albahaca que sirven en Viejo Sancho y sabía lo que decía. Abajo va su comentario.

“Cuando asumió Sanguinetti, se reconstituyó la democracia; fue el primer día de la democracia.Se hizo la transmisión del mando y hubo una función en el Solís. A mí me tocó un asiento con mi mujer en la Tertulia Alta, un lugar que yo no había estado nunca en el teatro y que es fantástico, vertiginoso, desde arriba, un close up… Me pasó lo mismo que con Florencio, con Acuña de Figueroa, me puse a pensar en él, que había estado en esta sala… El autor del Himno, que había hecho primero todo el asedio de Montevideo, había estado dentro del Sitio de Montevideo, sitiado por los patriotas, hizo el Diario del Sitio de Montevideo, después lo tomaron los porteños, hizo el Montevideo porteño, después lo tomó Artigas, hizo el mismo Sitio por Artigas, es un personaje fantástico, cambió todo el sitio tres veces, en verso… Lo hacía de acuerdo a lo que iba resultando de la circunstancia. A mí me gustó porque nosotros estábamos viviendo una cosa parecida y gozosa, estábamos recuperando otro mundo, se había acabado la dictadura, empezábamos otro día, había que acomodar el cuerpo a otra cosa. De alguna manera habíamos vivido todos sometidos a una presión y a un horror y ese era el día de soltar.  Yo me sentí un poco hermanado con Acuña de Figueroa porque él vivía los sitios y los escribía de nuevo”.

Esa es una sublime aproximación  sentimental. Pero si querés también merece respeto internacional por su acústica, su historia, su aporte monumental a una cultura capaz de sobrevivir a toda clase de horribles contingencias en su larguísima historia.

Y como edificio también se luce. Tiene la clásica disposición de los teatros líricos, con una platea principal bien espaciosa, una batería de palcos, tertulia baja, tertulia alta y Paraíso, que en mi generación conocíamos como “el gallinero”, aunque no lo mereciese de ninguna manera.

¡Las veces que estuve allí porque en muchos espectáculos de las décadas del 50 y 60 en ese lugar no se cobraba entrada! Y te garantizo que se oía perfectamente aunque los actores no fueran  Guarnero o Estela Medina. Desde allí ví a China Zorrilla en “El amor de los cuatro coroneles” una deliciosa burla a la guerra fría. China era buena actriz desde sus inicios, pero en ese entonces era además  una rubia tan despampanante como culta y pitucona, con falso aire de catequista, que cuando menos te lo esperabas se mandaba la puteada que incluye esa obra, con la misma contundencia que lo haría un barra brava del Talud. ¡Grande también nuestra China! Quizás fue la primera puteada con todas las letras en un sitio sacro como ese, donde todavía debe estar reverberando por los misteriosos túneles y aljibes que se supone tuvo o tiene.

Quizás se merecía el calificativo de “paraíso” porque desde allí tenías una vista privilegiada de la araña de cristal. Es una pieza impresionante como todo lo demás del teatro; es de cristal de Bacaratt, mide tres metros de diámetro y pesa 500 kilos. Originalmente tenía un baño de oro y, fijate qué barbaridad, tenía encima del oro varias capas de pintura de sucesivas “restauraciones”. Felizmente dejaron como nueva a una pieza que data de 1908; no estaba en el equipamiento original de un teatro inaugurado el 25 de agosto de 1856.

.El teatro fue soñado al menos desde 1840 por parte, no del estado ni del municipio, sino por un grupo de accionistas que quizás pretendía rentabilidad, pero que por encima de todo, amaba la cultura. La Casa de Comedias, que le antecedió en la Ciudad Vieja, pocas veces fue rentable y ese es eterno problema de la cultura: se da de patadas con el lucro. Si quedaba duda esto quedó clarito con el SODRE, otro escenario que nutrió intelectualmente a muchas generaciones de uruguayos que escapaban a la tentación de los billares del Boston, casi enfrente.

Sigamos, la superficie construida suma nada menos que 14.000 metros cuadrados en los cuales se acomodan perfectamente 1.200 espectadores, aunque algunos muy pocos de ellos tendrán que mover un poco las cabezas si tuvieron la mala suerte de que les tocara una columna cercana. Lo que no dice la descripción que puede corroborarse en la extraordinaria web oficial (fuera de exageración, es extraordinaria) es que el Teatro tuvo y tiene un aroma especial como a terciopelo, que el eco genera un entorno audible, que no podés toser porque te escuchan y se molestan los otros 1.199 espectadores. Antes de seguir, asegurate que tenés el celular apagado.

Después viene esa cosa tan uruguaya de consignar que lo nuestro no fue nada original, sino que copiamos andá a saber qué. Claro, ¡como si los teatros de ópera no debieran ser parecidos debido a su funcionalidad! Entonces lo asocian con el Teatro Carlo Felice de Génova, La Scala de Milán y el Metastasio de Prato, cerca de Florencia. Menos mal que no lo encuentran parecido a un teatro de variedades de Las Vegas.

No te asustes que no te voy a soltar una monserga sobre el Solís porque no estoy capacitado. Esta notita te puede traer un poco de aroma a patria y si no fuiste nunca o no lo valorás a pesar de tenerlo cerca, esta misma notita es algo así como una recriminación indignada. Mirá; si no soportás la cultura, al menos disfrutá una visita guiada para que sepas de qué te hablan  cuando algún extranjero elogia nuestro teatro. ¡No tenés vergüenza!

pb1301pb1103

p0801p0604

¿Te acordás del fabuloso Museo de Historia Natural que entre otras piezas tenía una impresionante momia egipcia con su sarcófago? Bueno, no está más, como tampoco está el Restaurante El Aguila, considerado en su momento como la cumbre de la gastronomía montevideana, epicentro universal del Omelette Surprise que se continúa sirviendo en otros restaurantes. Pero no te preocupes, en su misma ubicación surgió otro restaurante que nada tiene que envidiarle sino que, por el contrario, le incorporó el mejor glamour actualizado.

Ahora retrocedamos hasta antes de la inauguración, sin pretensión de cronología. Solo para recordar que fieles a la tradición de no ponernos de acuerdo sobre casi nada, los primeros proyectos fueron rechazados, aunque de cada uno de ellos se tomó alguna parte. Casi todos los contratados y luego descartados, terminaron horriblemente ofendidos (probablemente con toda razón), particularmente Garmendia, que demandó a la Comisión Directiva por 12.000 pesos de la época, es decir, una fortuna.

Continuemos con el recuerdo emocionante de que allí se escuchó a Enrico Caruso cuando estaba en la cúspide de su gloria, se apreció el arte de Sarah Bernhardt, Lola Membrives, Vivian Leigh (la de Lo que el Viento se Llevó), al imponente Louis Jouvet, a Pierre Brasseur… digamos que durante mucho tiempo no había nadie importante en el mundo del arte que no se diera una pasadita por el Teatro Solís. Era lo que se merecía una sociedad hiperculta e hiperadinerada como lo fuimos en ese entonces.

Desde 1937 el teatro es propiedad de la Intendencia Municipal y más allá de toda discrepancia, constituye un monumento cultural del cual también forman parte la Comedia Nacional, la Escuela Municipal de Arte Dramático, el Museo y Biblioteca del Teatro, los Coros Municipales y la Escuela Nacional de Música, siempre de acuerdo a lo que informa la web oficial.

En cierto momento  ocurrió lo impredecible: el Solís alojó a Pérez Prado con su perrito chihuahua en el bolsillo y una vedette que te dejaba sin respiración. ¡Mambo, que rico el Mambo!. Y esto dicho sin la más mínima intención de denigrar a un género tan respetable como cualquier otro, particularmente el de Armando Orefice cuando arrancaba a cantar “Al Carnaval, del Uruguay”. Fantástico el carnaval montevideano de aquél entonces cuando figuras mundiales se peleaban para actuar en nuestros escenarios populares. Pero ¿había que hacer bailongos en semejante teatro? Todavía me parece imperdonable.

Las consecuencias eran las previsibles: los tapizados de precioso terciopelo rojo quedaban manchados con vino … en el mejor de los casos; las roperías de los palcos funcionaban como casas de citas y cuando muchos asistentes estaban definitivamente borrachos, las peleas eran de rigor y las mascaritas no eran del sexo que suponían los enamorados. Y no me digan que no porque fui una vez y me bastó, por más que en ese entonces tenía buena disposición para la joda.

El Solís no se merecía esas cosas. Lo que sí se merecía fue la restauración que tuvo y que llevó mucho tiempo y muchas vacilaciones, pero al final tuvimos de nuevo un Teatro Solís como todos queremos, inaugurado con el lustre que se merecía.

Ojalá que nos merezcamos tanto esfuerzo.

Guillermo Pérez Rossel

 

Y esta pincelada no da para más, tendrán más información de la que puedan asimilar en las siguientes webs:

http://www.teatrosolis.org.uy/hnnoticia.cgi?130,30,0,0,,0

http://www.metastasio.net/it/teatro/storia-metastasio.asp (el que dicen igualito al nuestro)

http://www.teatrosolis.org.uy/visitavirtual/intro_visita.asp?i=esp