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Lisboa

Portugal es un país fácil de amar, pero difícil de entender. ¿Cómo es posible que una de las más prolongadas dictaduras del Siglo XX tenga crítica benévola? Es que en Portugal no hay tiempo para  rencores; es un lugar para disfrutar de la vida sin darle tantas vueltas.

Antonio de Oliveira Salazar impuso una dictadura de corte fascista moderado entre 1932 y 1968. Fue despótico, pero salvó a su país de la Segunda Guerra Mundial, sostuvo amistades pendulares con Franco, con el Eje maldito y también con los Aliados, a quienes les prestó las Islas Azores como base militar. Si se hubiera retirado al terminar la guerra, hubiera cerrado un período con lucimiento, pero continuó gobernando con mano de hierro cuando la democracia se esparcía por el mundo. Durante la posguerra postergó en Portugal la prosperidad que pronto recuperó Europa y no se fue porque lo derrocaran, sino porque un derrame cerebral le impidió saber que ya no gobernaba.

No hay tiempo para semejantes cavilaciones y tampoco encontrarás en Internet muchas explicaciones de esos 36 años que para un uruguayo son de despotismo y para ellos son otra cosa más compleja. ¿Cómo pensar en política mientras ves discurrir Lisboa desde un tranvía primoroso? No son esos tranvías ultra tecnológicos de Viena, sino algo más parecido a los viejos tranvías montevideanos o al inefable tranvía de Río de Janeiro.

Andarás en tranvía y conviene que lo hagas al comienzo para domar visualmente a una ciudad de cuestas empinadas y calles empedradas que parece detenida en el tiempo, si no fuera porque desde hace años Portugal recuperó el confort moderno que se merece.  También podés recorrer la ciudad en trolebuses o en tranvías de última generación, pero no es lo mismo.

Cuando andes cerca de la Plaza do Comercio, tomate el funicular hasta el barrio de Alfama, el Monasterio de los Jerónimos y el barrio de Belem.

Lisboa no tiene desperdicio; hay quienes dicen que es el mejor lugar del mundo para vivir. Otros piensan que lo mejor para ellos es Coimbra u Oporto, en tanto algunos piensan que mejores son algunos pueblitos de las afueras. Sobre ellos habrá más artículos cuando se pueda, pues sería muy injusto no dedicarles capítulos exclusivos. Portugal no se agota en Lisboa, es solo el más frecuente punto de partida. Claro que en tu espíritu triunfará Uruguay, pero seguro que pensarás en esto cuando el permanente aroma de café te conduzca a un remanso en alguna de las encantadoras terrazas.

Necesitarás estas etapas cuando comiences a caminar y comprendas que las siete colinas de Lisboa son tan subyugantes como agotadoras. Es que la ciudad fue rediseñada por la furia de la naturaleza, que en 1755 desató el peor terremoto que haya padecido Europa. Lo siguió un maremoto y un incendio que consumió hasta las ambiciones coloniales de Portugal, hasta ese entonces otro imperio de ultramar.  Mató quizás hasta 100.000 personas y rediseñó hasta la personalidad de sus habitantes. Fue el trauma de nacimiento de la Lisboa de hoy, bellísima.

Tampoco de esto hablan mucho los portugueses, poco afectos al bajón, que es nuestro deporte más cultivado. El tiempo no alcanza cuando, por ejemplo, vas al barrio del Rossio, más concretamente a la Rúa das Portas de Santo Antao, donde una cantidad de restaurantes a cuál mejor, te invitan un bacalao preparado de mil maneras, a mandarte una caldeirada (cazuela de pescados y mariscos) o una insólita para nosotros «acorda de alhos», sopa de pan y ajos sobre la cual se puede opinar solo después de probarla.

Si no te gusta la comida de mar, podés comparar la feijoada portuguesa con la brasileña y sacar tus conclusiones. O la Chanfana, que es un guiso de cordero cocido con vino. A propósito, no dejes de probar el vino verde y de deleitarte con la sorprendente variedad de oportos que acá no son importados.

Traqueteando Lisboa. Subamos nuevamente al tranvía, a cualquiera de las cinco líneas que quedan las cuales si bien continúan siendo un medio de transporte, cada año se definen mejor como atractivo turístico en sí mismas. Hasta tal punto que tienen guía turístico y recorridos temáticos por el casco histórico. Ojo que también tienen tranvías modernísimos, admirables pero sin el encanto de aquellos ruidosos y entrañables. Buscá información en
www.carris.pt que tiene una excelente web y tambièn opera convenientes circuitos turísticos por una ciudad con problemas para quienes tienen problemas motrices.

Tenés que prestar atención a las construcciones medievales, neomanuelinas, al modernismo en hierro, la influencia del art Nouveau y ¡la artesanía en azulejo. Acá se ve de todo, desde restos arqueológicos fenicios (los primeros turistas del mundo), romanos, la influencia musulmana y las glorias de un próspero pasado colonialista que no pocos problemas les trajo posteriormente.

Tendrás que llegar a los Miradores que Fernando Pessoa tanto elogió. Deberías cargar contigo la máquina fotográfica e ir al Castillo de San Jorge justo encima de la Praca do Comercio, donde divisarás al Río Tajo en su plenitud. Desde Santa Justa verás la colina del Castillo, la Alfama, La Sè y Mouraria. En San Pedro de Alcántara verás el Castillo de San Jorge y unas vistas insuperables del casco histórico de la ciudad y en Santa Catalina verás discurrir el río desde una hermosísima terraza con riesgo de enamorarte de Lisboa para siempre.

Pero desde lo alto no se aprecian los destalles ni se captura el espíritu. Tendrías que encaminar tus pasos hacia la Plaza del Comercio y allí preguntar por el Café do Arcada do Marinho, donde con un poco de suerte podrías encontrar disponible la mesa donde Fernando Pessoa escribió algunas de sus obras. Además, es un buen lugar para caminar sin rumbo seguro de que todo lo que veas te resultará subyugante. Donde antes llegaban las naves coloniales por el Tajo, hoy verás cruceros y grandes barcos junto a lanchas y barcos de pesca. Haz una peregrinación particular al Monasterio de los Jerónimos, contempla la Torre de Belem y luego atraviesa el Arco del Triunfo para ingresar a la Rua Augusta.

¿Ya te sacaste el gusto y las fotos? Lisboa recién comienza; te falta La Baixa, La Alfama, Belem y naturalmente las playas, particularmente si llegás en verano. Estoril, elegante, cosmopolita y desbordante de historia, o Cacais llena de encanto, ambas con playas excelentes. Si te da por la arquitectura deberías darte un tiempo para conocer el Palacio Real, el Monasterio de Batalha o el de Alcobaca.

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Para adentrarte en La Baixa deberías ir hasta la Plaza del Rossio, reconstruida después del terremoto. Es la zona bohemia de Lisboa con pintores callejeros, pero también con calles como la Rua do Prata y la Rua do Ouro, cuyos nombres lo dicen todo: tu tarjeta de crédito puede sufrir.

La Alfama es un laberinto donde lo mejor que te puede pasar es perderte. Aquí convivían en paz cristianos, judíos y musulmanes hasta que se inventó la intolerancia. Todos iban a surtirse de agua en la fuente de Chafariz do Rei y luego algunos se iban a rezar a la iglesia de Santa Engracia y otros a sus respectivos templos, de los cuales queda poco. De hecho Alhama significa fuente en árabe aunque también significa población, lo cual es casi lo mismo para gente sedienta que se quiere urbanizar.

Al menos deberías ir también a Belem, desde donde partían las carabelas, primero bordeando la costa de Africa para llegar a las especias y luego directo hacia el oeste para disputarle a España el nuevo mundo o para asociarse y/o pelearse con ella por la misma presa.

El Monasterio de los Jerónimos, la Iglesia de Santa María y la Torre de Belem están aguardando tu admiración. También el Museo de la Marina que contiene una formidable colección de maquetas. Aquí hay tiendas de antigüedades sumamente interesantes.

No queríamos agobiarte, pero lo hicimos. Quizá lo mejor sea que antes de viajar de compres una buena botella de oporto y un libro de Saramago, de Camoes, o mejor aún de Enrique el Navegante, con quien se inicia la era de los descubrimientos y la pasión por viajar, aún a costa de la vida. Te perdonamos que no leas el libro, pero la botella de oporto es sagrada y en lo más profundo, también te hará conocer Portugal.

Enrique de Avis y Lancaster hizo todo lo que hizo por su talento personal … pero también porque era el hermano del rey y porque vivió 66 años en el momento justo de la historia. Reunió a los mejores astrónomos, geógrafos, navegantes y constructores de barcos y puso a Portugal en el eje de la historia. Todos deberíamos saber más de este tipo y viajar a Portugal puede ser un buen pretexto. Saramago tampoco es mala idea. Y si te rechina la cultura y te da más por el fútbol,  ingresá a http://www.slbenfica.pt/ para saber más sobre ese glorioso club y donde queda su formidable estadio.

http://es.wikipedia.org/wiki/Lisboa

http://www.voyalisboa.com/index.php?op=lisboa

http://www.guiarte.com/lisboa/

Guillermo Pérez Rossel