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Al Polonio, a lo gaucho

 

Es cierto, se puede (se debe) ir en los vehículos estrafalarios, también en carro y hasta a pie.

Pero te faltaría otra que para algunos es la mejor experiencia en este lugar único en el mundo, la de ir a caballo disfrutando vos y tu cabalgadura, del remojón oceánico, del mar de dunas, de las increíbles sinuosidades del arroyo Valizas, de los bosques alborotados de pájaros y de esa lejanía desde donde se escucha el griterío incesante de los lobos marinos, solo matizado por el graznido de una gaviota.

 

De hecho te diría que tu vida no estará completa si no vas al Cabo Polonio en estos tres métodos, con la diferencia de que los otros los podés llevar a la práctica en cualquier momento y una cabalgata guiada, con todas las garantías y con caballos que son un orgullo y no una penosa experiencia de maltratados caballos de alquiler. Estamos hablando del noble animal, que resopla deseoso de avanzar y que disfruta metiéndose entre las olas, experimentado y garantido de que no se le dará por arisquear aprovechando al jinete inexperto.

 

Lo que equivale a decir que es una experiencia inolvidable para toda la familia, hasta el punto que las primeras de estas cabalgatas ya tienen cupo completo para  los días 19 y 26 de enero, sólo queda la oportunidad del 27… y no sabemos por cuántos días.

 

Las organizan nuestras amigas de “Huellas, Cabalgatas” la Ing. Agr. Inés Rovella y la Dra. Veterinaria Victoria Miller, quienes cuentan con un sólido y experimentado equipo de apoyo. Andá mirando http://www.huellascabalgatas.com y no me digas que no son adorables. Te aclaro que esto no es un aviso, es pura simpatía.

La cabalgata arranca, en todos los casos, a las 09.30 en la Playa de Estacionamiento de Valizas ¡puntualmente!. Acariciás el lomo de tu caballo, te subís y la primera dificultad o placer, según se mire, será atravesar el arroyo Valizas en el mejor estilo tropero. De ahí, para arriba en ángulo de 45 grados y estarás descubriendo porqué a ese lugar le llaman Cerro de la Buena Vista y al pueblo cercano lo bautizaron Castillos. Castillos medievales es lo que parecen las islas ubicadas al Este del mayor criadero de lobos marinos de la zona y posiblemente del cono sur.

 

Luego, una bajada a pique hasta el borde del océano, esquivando algunos restos de naufragios y quizá alguno de los primeros lobos marinos que vas a ver a cortísima distancia. Un poco más de tranquito, un correteo entre las olas y llegás al Cabo Polonio, donde tendrás una pausa para darte un baño inolvidable.

 

Será el aperitivo para un almuerzo al lado de las olas, en La Perla del Cabo, incluido en el precio con excepción de las bebidas alcohólicas (no hay problema, a menos que me emborraches al equino por una cuestión de compañerismo).  Como quien escribe es un veterano con muchos veranos a cuestas, todavía recuerda su primera llegada a La Perla en el emblemático carro de don Venicio Pereyra. Doña Margarita aprontó la mesa y, me acuerdo como si fuera hoy, que cuando pedí unos mejillones a la provenzal me dijo que no había problemas, pero que iba a demorar un poquito. Me sorprendió, porque lo demás no demoraba, pero entendí cuando vi a un muchacho salir para las rocas a recoger los mejillones que iba a comer. ¡Más frescos imposible!

Hoy La Perla del Cabo cambió, pero sin perder esa autenticidad que transforma en pecado imperdonable para un uruguayo (o argentino, o riograndense, o paraguayo) no haber llegado hasta allí, a caballo, en carro, en los vehículos estrafalarios o incluso a pie. Pues bien, terminaste de almorzar, fuiste hasta el faro, recorriste la costa rocosa y llegaste al otro lado donde a veces y a lo lejos hay gente que compite con los lobos en cuanto a desnudez.  ¿Y ahora qué?

 

Ahora Victoria e Inés te llevan a la sombra de los bosques hasta el legendario arroyo Valizas, ese que en algún momento del año alborotan los millones de langostinos jóvenes que buscan su destino oceánico, ese en cuyo fondo pululan los cangrejos sirí, capaces de almorzarse algún pescadito desprevenido. Por ahí andan las lanchas que llevan al Bosque de Ombúes.

Vos volverás al tranquito antes que oscurezca, al mismo lugar de donde saliste, te costará enderezar las piernas arqueadas por la cabalgata, acariciarás nuevamente a tu compañero cuadrúpedo y tratarás de recordar lo que experimentaste, hasta el último detalle.

 

Todo eso en el caso de que te hayas inscripto con suficiente anticipación en http://www.huellascabalgatas.com. La aventura cuesta 2.500 pesos uruguayos con almuerzo incluido.