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Amsterdam

Es una de las más bellas ciudades de Europa. Tiene más canales que Venecia, más cafés que Viena y más puentes que París. Pero Amsterdam es mucho más que un récord.

También es la capital mundial de la tolerancia por más que actualmente ellos mismos se nieguen esa virtud: acá encontraron refugio los sefardíes de Portugal y España, los hugonotes de Francia y muchos otros europeos perseguidos en sus países natales. ¿Cómo es posible que en Uruguay comamos manjares elaborados en un pañuelito de 41.526 kilómetros cuadrados, la superficie total de los Países Bajos? Es que los holandeses y las bellísimas holandesas, son trabajadores, ingeniosos y perseverantes, además de tolerantes.

¿Es buen negocio hacer quesos, enlatar frutos del mar, cultivar flores, tallar diamantes o hacer cerámica? Pues ellos lo hacen mejor, en mayor cantidad y con precios tan competitivos que pueden desafiar a cualquier otro productor mundial. A principios del siglo XVII Amsterdam se convirtió en una de las ciudades más ricas del mundo y desde su puerto partían embarcaciones hacia el mar Báltico, Norteamérica, Africa, Indonesia y Brasil. Fue una de las potencias coloniales y, mejor aún, fue una hija dilecta de la Liga Hanseática, donde se inventó el mundo financiero que hoy conocemos. La Bolsa de Amsterdam fue la primera que funcionó a diario.

Tan bien hacen las cosas los holandeses, que cuando se les da por pintar, lo pueden hacer con la maestría y originalidad de Vermeer o con la genialidad de Rembrandt y Van Gogh, cuyas obras podrás examinar parsimoniosamente en los formidables museos que hay en Amsterdam.

Tan comprensivos son, que hasta tienen semáforos para ciegos con señales auditivas.

Claro que lo malo también pueden hacerlo muy bien, como podrás ver en el Distrito Rojo donde las damas de alquiler se exhiben en vidrieras como si fueran mercaderías de Macy’s, hay museos pornográficos y en los coffe shops venden marihuana sin esos impuestos descomunales que por aquí les ponen a los fumadores de humilde tabaco. Vale como curiosidad para ver, pero no te me entusiasmes.

A pie, en bicicleta o embarcado. Escogimos www.guiarte.com/amsterdam para que te orientes con mayor profundidad si te picó la curiosidad por esta belleza del norte europeo. Es una web que pone énfasis en la cultura y esto es lo que destaca por acá. Los únicos dos riesgos de los cuales debes prevenirte son que te atropelle uno de los miles y miles de ciclistas, o que te agarres una enfermedad venérea. Por lo demás es una ciudad extremadamente acogedora.

Autos casi no hay en el casco histórico; los nativos andan en bicicletas que arrumban sin candado junto a los canales, los turistas andamos a pie o trepamos a uno de esos maravillosos tranvías, cuando no tripulamos alguna de las lanchas que recorren los canales. Lo mejor es comprar la tarjeta 1 Amsterdam que durante 24, 48 o 72 horas, te otorga absoluta libertad para viajar en el medio que elijas y te favorece con descuentos en los museos, atracciones y excursiones.

Salvo algunas cosas en el Barrio Rojo, todo lo demás hay que experimentarlo. A mi me llevaron a un increíble restaurante que funcionaba como tal hacía 400 años y tenía apenas unos 4 metros de ancho, aunque cuatro pisos de alto. Clavado sobre pilotes de madera en el barro de los canales, conservaba vidrios originales que de tan viejos habían perdido su transparencia. Las paredes ¡estaban tapizadas en cuero!

Al anochecer hay que rumbear hacia la plaza Leidseplein, donde se junta la gente atraída por una cantidad de restaurantes y bares donde disfrutar de excelente y multinacional comida, así como de ginebra de verdad en sus versiones poco añejada o tan añejada y ambarina que te puede hacer tambalear con su fuerte graduación. De paso, varios locales ofrecen música en vivo con mejor jazz del que puedas escuchar actualmente en Nueva Orleans.

Tenés que conocer el mercado de flores que funciona como una bolsa de valores, algún taller de diamantes y de alfarería, al menos cuatro museos (mirá lo que recomienda GuiArte), el Palacio Real, la Estación Central, la cervecería Heineken, el Museo Marítimo y, al menos tomar dos excursiones.

Por ejemplo, te ofrecen una visita guiada en bicicleta por siete pueblos circundantes de Amsterdam. El paseo dura cuatro horas, verás diques, molinos y talleres de artesanía, aunque dado el medio de transporte, no podrás comprar todos los zuecos y artesanías que te entusiasmen.

Más tranqui, en autobús, podés recorrer la magnífica área de pólders al norte de Amsterdam. La campiña holandesa es espectacular y nadie te negará los molinos que viste en las postales y que de verdad existen todavía. No te deberías perder la isla de Marken y el cruce en barco a Volendam, una histórica ciudad pesquera. Estos dos paseos son casi obligatorios, digo, por si se te ocurrió la mala idea de dedicarle apenas dos días a Amsterdam y luego no podés cambiar los pasajes. Pero puede que te atraigan más ofertas, como aquellas con las que te tientan en www.city-discovery.com/es/cd_actividades_excursiones_Amsterdam .