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¿Por qué aguantamos a los depredadores?

Hay lugares donde es posible embellecer un espacio público y hay otros en que es absolutamente imposible. A menos que reaccionemos violentamente contra los depredadores. 

El artículo de El Nuevo Día de Puerto Rico (GDA), refiere a un pequeño parque en Nueva Orleans descubierto casi por casualidad por un periodista de ese diario, pero constituye un buen pretexto para renovar nuestra perplejidad, asco y decepción por el comportamiento de algunos de nosotros. Ojalá que a ese parque le vaya bien y no le ocurra como a los paseos de esculturas que con tanta ilusión gobiernos diferentes  concretaron en el Parque Rossevelt, en la rambla de Punta del Este, en los jardines del ex Edificio Libertad y en tantos otros lugares de nuestro querido país.

Parecería que al Sydney and Walda Besthoff Sculpture Garden lo aguarda un futuro auspicioso, pero ni Estados Unidos está vacunado contra la estupidez depredadora.  Claro que los campeones mundiales de la estupidez están en Montevideo y Buenos Aires y por si alguien lo pone en duda, ahí va el estado en que habitualmente queda El Pensador de Rodin en la ciudad hermana. A los que vayan a París les recomendamos visitar el jardincito que queda detrás de la Catedral de Notre Dame para observar cómo es que la gente puede cuidar un espacio público. Y a los que no quieran ir tan lejos, basta con que observen el entorno peatonal del Mercado del Puerto, donde tampoco a nadie se le ocurre una canallada.

Es que si en cualquiera de estos lugares privilegiados un depredador (no digamos salvaje, porque justamente un salvaje jamás haría estas cosas) intenta algo, queda fulminado por miradas recriminatorias. Y si insiste en pintarrajear, arrancar o cualquiera otra atrocidad, no faltará uno que lo baje de una piña. Es que así son las cosas, no hay que quedarse contemplando a un depredador. Hay que actuar, no merecen estar entre nosotros.

Ahora vayamos a la crónica sensible y culta de Ana Enid López, de El Nuevo Día.

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Una parada técnica durante una excursión por la ciudad de Nueva Orleans se transformó en una agradable experiencia. El lugar seleccionado por el guía turístico fue el merendero del Museo de Arte Moderno de Nueva Orleans y de manera casual nos recomendó que si avanzábamos podíamos hacer una corta visita al peculiar jardín que había justo al cruzar la calle.

Vaya sorpresa que nos llevamos los que seguimos su consejo, pues allí descubrimos el hermoso Sydney and Walda Besthoff Sculpture Garden, que entre árboles, plantas, lagos, puentes y veredas, alberga más de 60 piezas de arte contemporáneo.

El tiempo apremiaba, por lo que no fue posible sentarse en uno de los bancos a apreciar detalladamente la belleza del lugar y mucho menos acostarse en la grama a leer un libro o hacer un picnic como acostumbran los residentes de Nueva Orleans huyendo del bullicio de la ciudad. Pero fue suficiente tiempo para reconocer que todo visitante a la famosa cuna del jazz debe darse un paseo por estos jardines.

El Sydney and Walda Besthoff Sculpture Garden abrió sus portones en noviembre de 2003 y lleva el nombre de una pareja de esposos empresarios y filántropos nativos de Nueva Orleans, quienes donaron la mayoría de las obras de su colección privada para el disfrute del público.

La colección incluye obras de maestros escultores del siglo 20 como Antoine Bourdelle, Henry Moore, Jacques Lipchitz y Louise Buorgeois, así como de artistas jóvenes, entre los que se destacan Kenneth Snelson, Allison Saar, Joel Shapiro y Jean-Michel Othoniel.

Cabe señalar que varios de los escultores representados en este espacio son de Lousiana o tienen lazos íntimos con la ciudad Nueva Orleans. Ese es el caso de George Rodrigue, quien es mundialmente reconocido por su serie de pinturas «Blue Dog» y cuya colorida y exclusiva galería sobresale en la antigua calle Royal en el French Quarter.

Así que si tienes planes de viajar a Nueva Orleans, además de disfrutar del carnaval, de la buena música y la deliciosa gastronomía, incluye en tu agenda una escapadita a este museo al aire libre -separa al menos un par de horas- y te aseguro que te sorprenderás.

El Sydney and Walda Besthoff Sculpture Garden -ubicado en 1 Dueling Oaks Drive, City Park)- está abierto los siete días de la semana (excepto días feriados), de 10 a.m. a 4:45 p.m.; y los viernes se extiende el horario hasta las 8:45 p.m. Lo mejor de todo: la entrada es gratis.

Para tener acceso a una guía auditiva a través de tu teléfono móvil, también gratis, así como para obtener detalles de eventos especiales (música, literatura, ejercicios) puedes pedir información en la ventanilla de la entrada.

El Sculpture Garden en números:

5 acres de extensión

63 esculturas

3,236 pies lineales de veredas

3 puentes

36 árboles de roble

67 magnolias

19 pinos

23 cipreses

63 camelias en 4 variedades

86 palmettos de Louisiana

344 azaleas

56 cleyeras

42 mirtos