El Árbol de los Enamorados
El autocar turístico lleva varias horas recorriendo el largo camino entre Burdeos y Paris. El aburrimiento y el mal humor se van apoderando de los viajeros.
Sergio, el Tour conductor, lo presiente e inventa una parada imprevista, invitando a descender a los viajeros y los lleva hacia un frondoso castaño, el árbol que le pareció más representativo: “Este es el árbol del amor” explica “donde Napoleón y Josefina hicieron el amor por primera vez y volvían habitualmente después de cada campaña de el Emperador.” Todos sacan fotos, recogen hojas del árbol y continúan viaje con la satisfacción de haber vivido una experiencia inesperada.
Terminada su labor en Paris, Sergio se despidió del grupo que lo recompensó por sus buenos servicios.
En el Hotel de Clichy, donde se quedan los guías, contó su experiencia a los colegas, que lo felicitaron por la ocurrencia.
Él y varios de ellos, al hacer el camino en sentido inverso, repitieron la experiencia, enriqueciendo el relato; “parejas de toda Europa vienen durante su Luna de Miel.”
La cantidad de autocares estacionados frente al “árbol del amor” llamó la atención a los guías de otras operadoras, que también adoptaron la escala.
Pronto la Alcaldía debió crear una playa de estacionamiento que pronto requirió un servicio de toilettes y un carro ambulante, que vendía latas de café, de esas que se calientan al sacudir, refrescos y snacks.
Parejas de las localidades vecinas también empezaron a visitar el castaño y pronto se construyó la romántica posada “El Árbol de los Enamorados”. Junto al árbol, la alcaldía construyó una fuente de agua, donde los viajeros lanzaban monedas con la esperanza de volver al lugar y sentir esa comezón amorosa.
Las monedas se convirtieron en una importante fuente de ingresos para la alcaldía, que buscó nuevas formas de embellecer el lugar y obtener nuevos ingresos.
Se abrieron tiendas de souvenirs, vendiendo láminas de Napoleón y Josefina, un diploma firmado por Cupido y sobre todo una pócima que aseguraba amor eterno a quienes la bebieran entrelazando sus brazos. Una crema de castañas aseguraba asombrosos resultados afrodisíacos.
Terminada la temporada, Sergio volvió a sus estudios archivando esta experiencia entre sus muchos recuerdos. Mientras tanto las autoridades del lugar presentaban una aplicación para que el ya mítico árbol fuese declarado Patrimonio de la Humanidad.