Safari en Sudáfrica
Los tickets para un museo dicen «blanco» y «no blanco». Y es el museo contra el racismo.
Lo bueno del relato de un argentino es que todas sus impresiones son compatibles con las nuestras. Y lo mejor de todo es que en Sudáfrica ya no se escuchan las insoportables vuvuzuelas del Mundial sino las canciones de Miriam Makeba cantadas en xhosa, un dulce idioma nativo. No hay caso, estos parques gigantescos son la única garantía de que todas estas especies se salvarán del más peligroso depredador: nosotros.
Lo que hizo Martín Wain, enviado por La Nación (nuestro socio GDA), fue un safari por una reserva de 25.000 ha para encontrarse con los mamíferos más imponentes del mundo, entre ellos los cinco grandes. Antes, un recorrido por Johannesburgo, donde la dura historia del siglo XX es la principal atracción para los viajeros.
JOHANNESBURGO.- Pasó la euforia mundialista, aunque todavía vendan vuvuzelas en el aeropuerto. El suvenir quedará para la vuelta.
Del hotel vino a buscarnos un taxista que canta en xhosa, una de las once lenguas oficiales de Sudáfrica. Canta un lindo tema de Miriam Makeba ( Click Song ) mientras nos lleva, antes de alojarnos, al Museo del Apartheid.
El xhosa es un idioma de la familia bantú que se caracteriza por chasquidos generados con la lengua sobre el paladar. Algunos fonemas suenan como galopes. El taxista habla en inglés, como toda la población, pero canta con chasquidos y entonces se emociona.
La introducción antes del safari -que es en definitiva lo que vinimos a buscar- no podría ser mejor. Llegar hasta la casa donde hay material increíble de los tiempos de la discriminación institucionalizada es una manera única de empezar el viaje, para conocer -comprender es imposible- una parte fundamental de la historia. Hacerlo con la música de Makeba, artista emblemática contra la segregación racial, es abrir, más que los ojos, todos los sentidos.
En el museo ( www.apartheidmuseum.org ), los tickets de entrada dicen blanco o no blanco . La puerta es diferente en cada caso. Apenas un símbolo que no deja de impactar.
En el primer salón se detallan los criterios que se usaban para la clasificación racial. Hay un espacio dedicado a los camaleones , como se llamó a quienes cambiaban de categoría: unos pocos mestizos y asiáticos que lograron ascender a blancos.
Entre las salas se destaca por supuesto la de Nelson Mandela, conocido cariñosamente como Madiba. Todo lo importante en el país parece llevar su nombre. Como la plaza que centraliza el movimiento turístico, en el sofisticado barrio Sandton, con una estatua de seis metros dedicada al líder.
La mayoría de los viajeros en Johannesburgo (o Joburg , como la llaman los locales) está de paso hacia o desde Ciudad del Cabo, el Parque Nacional Kruger y otras reservas dedicadas a los safaris. La principal atracción de la ciudad es la historia más triste de este país, a partir de lugares clave.
Casi todos visitan el barrio Soweto, donde Mandela forjó su carrera política, y la represión de 1976 contra una revuelta estudiantil dejó centenares de muertos. A ellos se los recuerda especialmente el Día de la Juventud.
Allí, en el antiguo gueto del sudoeste -el nombre Soweto abrevia South Western Township- peleó Santos Laciar contra el local Peter Mathebula. El cordobés sorprendió a todos en el Orlando Stadium, donde años más tarde cantaría Shakira, presentando el tema oficial de la Copa del Mundo. En 2010, claro, el lugar ya estaba remodelado y el acceso, simplificado.
Pero tampoco hoy resulta fácil ingresar a Soweto, aún marginado, como la mayoría de la población. Los turistas apenas visitan dos calles: Vilakazi, famosa por haber contado entre sus habitantes con dos premios Nobel de la Paz (Mandela y el arzobispo Desmond Tutu), y Orlando West, donde vivió el líder sudafricano con su primera mujer, hasta ser encarcelado.
Ahora sí, de safari
El vuelo hasta Puerto Elizabeth es de casi dos horas. Ubicada en la bahía Nelson Mandela, esta ciudad con edificios victorianos tiene aproximadamente 1.500.000 habitantes en la Municipalidad Metropolitana… Nelson Mandela, su área central.
A 70 km de allí se encuentra el acceso a la reserva privada Shamwari. Con 25.000 ha, es uno de los principales destinos de safari del país. El alojamiento, en uno de sus siete lodges de lujo: el Long Lee Manor, una mansión de 1910 construida en plena sabana.
Al anochecer, después de instalarnos, se presenta nuestro ranger, Julius. Cuenta que la primera salida es a las 6 y recomienda llevar abrigo. Menos mal. Con la camioneta en movimiento, la brisa resulta helada. Porque la 4×4 está diseñada especialmente para ver bien los animales y tomar fotografías, de manera que es abierta, de techo alto y sin ventanas. Apenas los ojos sobresalen del abrigo, que se irán agrandando a medida que nos internemos en los biomas que componen el terreno.
Serán cuatro las salidas en busca de los Big Five, que es el grupo de mamíferos más buscado en todo safari: león, elefante, búfalo, rinoceronte y leopardo. Cruzarse con ellos es el gran desafío, aunque hay otros que tratan de ganarse un lugar entre los grandes. La jirafa es uno de ellos.
Además de conducir la camioneta, Julius se ocupa de las explicaciones durante el recorrido y de proteger a los huéspedes, si es necesario, con su rifle. Sabe que cualquier incidente con un viajero puede ser el fin del turismo en la zona. «Son animales salvajes, aunque no tan peligrosos como los de un zoológico, porque ellos les han perdido el miedo a los humanos y éstos todavía no. Hay más accidentes con animales domesticados», asegura. Pero por las dudas carga el rifle antes de poner en marcha la travesía.
Antes del amanecer logramos distinguir las primeras cebras. Están entre los animales más lindos de la reserva, aunque duran poco, ya que son presas fáciles de los leones. Los machos de esta especie tienen la cola más corta que las hembras, porque suelen pelear entre ellos y se las arrancan a mordiscones. Pueden cruzarse con caballos y burros, «pero salen bebes inútiles, mascotas que llamamos ce-dogs , como perros-cebra», explica el guía.
En Shamwari hay cientos de antílopes, entre ellos los springboks, que son el símbolo nacional -así se llama su equipo de rugby, por ejemplo-. Esta gacela puede saltar hasta dos metros con tal de confundir a sus predadores. Así, por ejemplo, la chita no logra concentrarse en cuál elegir.
El camino está delimitado entre pequeñas colinas y muchos arbustos, pero la camioneta atraviesa también zonas vírgenes, en busca de las mejores especies. Esto es diferente de parques como el Kruger (ver aparte), donde se puede ingresar con vehículo propio, pero el territorio está mucho más delimitado.
Julius se guía por su olfato, sigue las huellas y oye a las aves, que son aliadas a la hora de encontrar grandes manadas. También se ayuda con la radio, ya que intercambia información con otros rangers que andan por la zona.
Así logra ubicar a la primera familia de leones. Son siete y, entre la maleza, apenas se mueven. Duermen sin culpa de 18 a 20 horas por día y no es fácil por eso verlos cazar, pero sí acercarse a ellos. «Son muy vagos», resume Julius, que los ubica todos los días, más allá del inmenso tamaño del terreno. «Cazan y duermen, no tienen otra actividad. Además, pueden estar sin comer durante cuatro o cinco días, por su lento metabolismo», explica.
La segunda vuelta de safari llegará antes del atardecer. Así, nuevamente en el lodge, hay tiempo para desayunar; conocer el hospital de animales -donde nos muestran un video conmovedor de una oveja cuidando a un rino, aunque los dos finalmente mueren-; disfrutar del almuerzo -¡ciervo!-, y descansar en el caserón de estilo colonial, frente a la sabana, en compañía de los monos.
La mayoría se queda dos noches en Shamwari. En cada hospedaje hay un máximo de quince habitaciones y todas son diferentes. Por ejemplo, el Riverdene Lodge es el más familiar, con salas donde los niños -menores de 4 años, que no pueden hacer safaris por seguridad- disfrutan también de animales, pero en pequeños espacios. O el Sarili Lodge, en la altura, con los mejores paisajes en movimiento, ya que mamíferos y aves suelen reunirse frente a los grandes ventanales. El más exclusivo es Lobengula; allí se han hospedado John Travolta y Tiger Woods, entre otras figuras que buscan privacidad.
La dinámica en cada uno es similar. Los huéspedes salen en busca de los animales por estas tierras protegidas con un alambrado de 8000 voltios, para que las especies no salgan y los cazadores no ingresen, aunque muchos logran hacerlo con artimañas (se alojan como huéspedes normales y colocan GPS en los animales, por ejemplo).
Entre mamíferos, aves y reptiles hay más de 500 especies. Las jirafas -80 en la reserva- están entre las más confianzudas, al igual que los elefantes -65-, que se acercan intimidantes y más de lo esperado. Hay momentos sorprendentes, como cuando Julius propone bajar en medio del terreno e improvisa una barra de tragos sobre el capot de la camioneta. El ranger invita a un brindis por estos días de ensueño, aunque sin alejarse demasiado del rifle.
De los cinco grandes , sólo nos quedó por ver el leopardo.
PARQUE KRUGER, EL MÁS FAMOSO
A las 147 especies de mamíferos y 507 de aves se suman más de un centenar de reptiles, peces, anfibios, y árboles de todo tipo. El Parque Nacional Kruger es la mayor reserva de Sudáfrica y su más importante atracción turística, además del sitio de safaris más conocido del mundo. Tiene casi 20.000 km2, está en el nordeste del país y limita con Zimbabwe y Mozambique (sus parques Gonarezhou y Limpopo están integrados al Kruger).
A una hora en avión de Johannesburgo -está a 460 km-, es accesible para presupuestos variados. Incluso se puede ingresar con auto particular y recorrer sin problemas. Claro que no hay garantías de cruzarse con las especies buscadas en semejante territorio, menos aún si uno decide ingresar sin guía. Por eso, los turistas que se alojan en su interior corren con ventaja, ya que pueden quedarse hasta más tarde y tienen mejores accesos. Sus lodges son los más buscados por los viajeros con mayores recursos. Pero también hay 21 zonas de camping. En la página www.sanparks.org/parks/kruger/ hay información completa sobre las opciones de alojamiento y tours.
La tarifa por día para ingresar al parque es de 180 rands para los adultos (107 pesos argentinos) y la mitad para los niños, aunque suele estar incluida en los paquetes.
No es zona libre de malaria; hay que tomar los recaudos antes de viajar.
FICCIONES REALES
Johannesburgo es el principal centro económico de Sudáfrica. Las autopistas prevalecen. Hay autos de alta gama, pero también muchísimas Ferraris, como llaman en broma a los carros tirados por caballos para cargar cartones y desechos. Más allá de las mejoras para el Mundial, los alambrados y las cámaras de seguridad forman parte de un paisaje en distintas gamas del ocre. Un film de ciencia ficción ofrece un buen pantallazo de la ciudad actual: Distrito 9. Ambientada en 2010, muestra una Johannesburgo bajo la sombra de una nave alienígena. Los extraterrestres conviven con los humanos, pero son discriminados y viven en un gueto. Alegoría de los tiempos del Apartheid, fue filmada en calles reales. «Sería muy difícil hacer una réplica de lo que tenemos en Johannesburgo. El polvo, los alambres de púas, la maleza… Para que la película funcionara, necesitábamos ese nivel de realidad y el nivel concreto de polución», manifestó su director, Neill Blomkamp, en una entrevista. Basta quitar los elementos de ciencia ficción (básicamente, la nave y los alienígenas) para ver cómo luce esta ciudad de 4 millones de habitantes, más allá del espejado Distrito de Negocios Central y barrios lujosos como Sandton y Randburg.
DATOS ÚLTILES
Cómo llegar
South African Airways. En temporada alta -del 18/6 al 1°/8 y del 3/12 al 27/2-, la tarifa de Buenos Aires a Johannesburgo es de US$ 1106. El vuelo es directo. La extensión a Puerto Elizabeth, desde US$ 259, ida y vuelta.
En temporada baja (del 2/8 al 2/12), de Buenos Aires a Johannesburgo cuesta US$ 1036, y la extensión, desde US$ 215. Las tarifas incluyen los impuestos.
Donde dormir
- Shamwari: esta reserva de lujo, en las cercanías de Puerto Elizabeth, ofrece servicio todo incluido (safari, alojamiento, comidas) con tarifas desde 650 dólares por persona, en su lodge Long Lee Manor. Más información, www.shamwari.com
- Da Vinci: en la plaza Mandela, de Johannesburgo, cuesta 3190 rands la habitación doble (1900 pesos). Más, en http://davinci.legacyhotels.co.za/
- The Saxon: uno de los hoteles boutique más lujosos de Johannesburgo y tal vez el mundo, desde US$ 1180 la habitación doble. Más, en www.thesaxon.com