Los mil años los cumplió en 2015 y no alcanzo a imaginarme cuántos artículos debería escribir para dar una idea, aunque sea superficial, de esta estructura descomunal en todos los órdenes.
La nave insignia del almirante Nelson se lleva el protagonismo, pero más curiosa aún es la intención de promover en estas tierras la coronación de la princesa Carlota Joaquina de Borbón. La curiosidad de …
No, no es otra crónica de nuestro monotemático virus y la forzada cuarentena. Es un aislamiento indeseable y una formidable historia de unos aldeanos que superaron la indolencia estatal gracias a su indoblegable voluntad.
Esta vez nuestro corresponsal arriesga y rescata a un pintor poco mencionado. No es que arremeta contra los que saben, sino que pone en juego la libertad de apreciación. Además, los entendidos no lo ignoran, …
A veces me despierto como en medio de una pesadilla, aterrorizado por la inminente muerte de la imaginación. Es un temor inspirado en ese desprecio por lo bello y lo singular que tanto se manifiesta. …
Una estancia mítica del tiempo en que, al no existir alambrados, las escrituras posicionaban con teodolito y haciendo referencia al “Meridiano de París”, que por ese entonces era el centro del mundo. Lo de Greenwich …
Curiosa historia la de este edificio de Alcalá de Henares, una de las cinco iglesias que en España se construyeron con los planos y las técnicas de Eladio Dieste.
Si tu idea es llegar a Cusco y salir disparado para Machu Picchu, estás profundamente equivocado; sería un insulto a la gloria de Pachacútec.
No es el más famoso de Nueva York, pero es el rascacielos más lindo y lo hizo un arquitecto que no cobró. En el mundo hay cosas muy locas.
Impresionantes vestigios romanos y medievales, un Alcázar de postal y porciones de cochinillo que te solo ellas justifican la empinada subida.
Egipto es uno de esos destinos que uno no debe perderse por nada del mundo. Olvidate de todo lo malo que hayas escuchado, también de las clases de historia que te aburrían. ¡Si aquí podés …
Eso es lo que se supone que exclamó el monje benedictino Pierre Pérignon cuando probó la primera copa del vino de su invención, supuestamente el primero de los espumantes.
